1
Despertaos, despertaos, durmientes, que la aurora
arrojó ya la piedra al piélago nocturno
ahuyentando a los astros, y el Cazador de Sombras
prendió en un haz de Luz la Torre del Silencio.
7
El tiempo, inexorable, va fluyendo ¿qué ha sido
de Bagdad y de Balk? Un leve roce puede
matar la rosa. Bebe , y al mirar las estrellas
medita en las culturas que se tragó el desierto.
17
¿Al mundo, a qué venimos? ¿Por qué nos vamos?
¿Qué quiere esta existencia que nos ha sido impuesta?
Arden las almas y se convierten bajo su peso
en ceniza, pero yo no veo la hoguera.
22
Créeme, bebe vino. El vino es vida eterna,
filtro que nos devuelve la juventud. Con vino
y alegres compañías, la estación de las rosas
vuelve. Goza el fugaz momento que es la vida.
37
Entre impiedad y fe tan solo un soplo existe,
así como también separa un simple soplo
dudas y convicciones. Goza el soplo presente,
que está la vida entera en el soplo que pasa.
42
Natura crea la rosa y la destruye luego,
tornándola a la tierra. Si polvo en vez de agua
aspirasen las nubes, hasta el último día
del mundo, llovería sangre de enamorados.
58
Si dejaste pasar tus días a la vera
de tu amor; si de todos los placeres del mundo
gozaste, puedes irte. Comprenderás entonces
que toda tu existencia ha sido sólo un sueño.
59
El día que yo muera se acabarán las rocas,
los labios, los cipreses, las albas, los crepúsculos,
la pena y la alegría. Y el mundo habrá dejado
de ser, que su existencia está en nosotros mismos.
81
Las alas de la noche reposan sobre el alba.
Se habla de aquel que crea al ser y lo destruye.
No comprendo la obra del Creador. Dame vino
del que enternece el pecho y alegra la memoria.
83
Nos prometen el vino, la aguamiel y un edén
con huríes de ojos de jade. Si nos damos
al vino y a las bellas, no está mal, que es el premio
que allá en el paraíso nos está reservado.
98
La Rueda, que con todo termina, acabar puede
con tu alma y la mía. Vaciemos ya las copas
y vamos a tumbarnos en el césped, pues pronto
sobre nuestras cenizas ha de crecer la hierba.
135
Cierra tu libro y piensa. Mira impasible al Cielo
y a la Tierra. Da al pobre la mitad de tus bienes,
perdona las ofensas, no le hagas daño a nadie
y apártate a un rincón si quieres ser dichoso.
136
Descubrir quise en vano el Cielo y el Infierno
más allá de la Tierra y aun del infinito.
Pero una voz me dijo: ¡Necio! Cielo e Infierno,
hasta el fin de los siglos, viven sólo en tí mismo.
141
Te basta saber que todo es un misterio:
la creación y el destino de la Tierra y el tuyo.
Sonríe, pues, ante ellos. No sabrás nada más
cuando hayas franqueado las puertas de la Nada.
154
Tuve grandes maestros. Llegué a estar orgulloso
de mis
progresos. Cuando recuerdo que fui sabio,
me comparo a ese
líquido que llena el vaso y toma
su forma, y a ese humo que el viento desvanece.
170
A través de lo ignoto, mi alma tuvo empeño
en descorrer el velo del más allá. De pronto
volvió y me dijo esto. "¿Sabes? He comprobado
que el cielo y el infierno se encuentran en mí misma".
Igual que una linterna mágica es esta Rueda
en torno de la cual vamos todos girando:
la lámpara es el sol, el mundo la pantalla,
nosotros las imágenes que pasan y se esfuman.
179
El dedo del destino tan solo una palabra
escribió antes de irse. Nada, ni inteligencia,
ni amor, ni compasión, hará que se retracte.
No hay lágrimas bastantes para poder borrarla.
197
Se nos da un breve instante para gustar del agua
en este ardiente páramo. Ya el astro de la noche
palidece. La vida va a llegar a su término:
el alba de la Nada. Vamos, pues, date prisa.
219
¿Qué es el mundo? Una parte pequeña del espacio.
¿Qué es la ciencia? Palabras. ¿Y qué son las naciones,
las flores y las bestias? Sombras. ¿Y tus continuos
tus inquietos cuidados? Sólo nada en la nada.
243
En iglesias, mezquitas y sinagogas, sólo
se refugian los débiles que temen al infierno.
Aquel que bebe vino, en su pecho no siembra
las dañosas semillas del ruego y el espanto.
Admitamos que hayas resuelto el enigma de la creación.
¿Cuál es tu destino?
Admitamos que hayas podido despojar de todos sus vestidos
a la Verdad. ¿Cuál es tu destino?
Admitamos que hayas vivido cien años dichoso y que vayas
a vivir otros cien más. ¿Cuál es tu destino?
¡Cuán pobre el corazón que no sabe amar, que no puede embriagarse de amor! Si no amas, ¿cómo te explicas la luz enceguecedora del
sol y la más leve
claridad que trae la luna?
Sabes que no tienes poder sobre tu destino.
Lámparas que se apagan,
esperanzas que se encienden.
Aurora. Lámparas que se encienden,
esperanzas que se apagan. Noche.
Omar Khayyam fue amigo íntimo de Ibn Sabbah y su figura prolifera en las páginas de la admirable novela Alamut. Su lectura me ha desvelado muchos aspectos históricos y del islam; pero sobre todo un concepto filosófico radical y furiosamente escéptico. Quisiera aprovechar esta coyuntura para recordar alguno de los Rubaiyat que Khayyam escribió allá por el siglo XI. Leyéndolos parece increíble que su aliento de libertad y hedonismo provenga de la profundidad de los siglos. Como dice José Gibert en el prólogo de mi edición: "ninguna otra literatura puede ofrecer algo comparable a la fascinadora belleza de tales versos elogiando los placeres terrenales, ni a las mordientes diatribas con que fustiga a las convenciones dualistas, ni a las expresivas rebeldías contra el malévolo y fatal Destino que lleva a la muerte todo lo bueno y hermoso de este mundo."
Pesimista, irreverente hasta lo blasfemo, epicúreo y atormentado, Khayyam acaba siendo un moralista y un metafísico: la vida es lo más hermoso y...vano. La naturaleza nos desdeña y sigue impertérrita sus ciclos. El hombre está prisionero del Tiempo que lo consume y sólo posee el presente, ¡su copa de vino! Pero aunque el yo se disgregue en el polvo, no olvidemos que el cielo y el infierno sólo existe dentro de nosotros: somos esencia de divinidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.