Lobos y corderos.-
He aquí una muestra indudable del por qué se dice que estamos viviendo una edad de oro en las series de televisión. En House of Cards encontramos unos guiones complejos y milimétricos, una realización de calidad y ritmo envidiable y un casting que le encaja como un guante.
Castillo de naipes podría ser la traducción o Tejemanejes en los pasillos del Congreso. La serie se abre con la llegada de un nuevo presidente a la Casa Blanca. El terremoto que esto supone en cuanto a nombramientos, cargos e iniciativas legislativas será el caldo de cultivo donde nos moveremos guiados por un muñidor sutilísimo y venenoso, el congresista Frank Underwood, a quien todo el mundo coloca como Secretario de Estado.
En un giro de última hora el nuevo presidente lo relega a coordinador en el Congreso, dado su hábil manejo sobre las votaciones. Nosotros como espectadores nunca se lo agradeceremos bastante. Frank no se conformará y su venganza en forma de intrigas, subterfugios y filtraciones interesadas nos ofrecerá toda una galería de personajes que en las manos de Frank serán como marionetas y toda una serie de situaciones vibrantes, taimadas y hasta canallescas.
Me maravilla el ritmo al que se suceden las intrigas y conflictos. También el grado de malevolencia y amoralidad. El juego de intereses políticos igual determina que es preferible cerrar una fábrica y echar a la basura 15.000 puestos de trabajos para pagar un favor, que regalar un puesto a un botarate con tal de asegurarte un voto en una comisión clave. Algunas situaciones son pura extorsión.
Pero teniendo al majestuoso Kevin Spacey interpretando al manipulador Frank Underwood, lo que me provoca mayor placer son sus frases sibilinas. Muchos de los diálogos son portentosos gracias a la intención que se esconde en cada frase. En algunos contextos una simple sugerencia cobra una trascendencia inusitada...y en eso, Spacey es un maestro. No hay palabra, mirada o gesto que sea inocente. Todo puede ser usado para conseguir sus propósitos; sea el cura de su pueblo, su propia mujer (una Robin Wright, hermosa en la madurez, que dirige una ONG, pero la conocemos despidiendo sin pestañear a media plantilla), o la información privilegiada y secreta sobre la intimidad de un contrincante. Su objetivo es el poder, no el dinero o el éxito. Y así nos lo confiesa.
"¡Qué desperdicio de talento! Eligió el vil metal al poder. En esta ciudad ese error lo comete todo el mundo. Así pues, el dinero es una mansión en Sarasota que empieza a caerse después de diez años. El poder son los viejos cimientos de roca que permanecen durante siglos. No puedo respetar a alguien que no ve la diferencia."
Los diálogos, preñados de vil intención, se acompañan con planos donde Spacey rompe la cuarta pared (recurso que también ha usado, y brillantemente, Martin Scorsese en su reciente Lobo de Wall Street). Este simple recurso, mediante el cual el congresista nos confiesa su secreta intención, dota al conjunto de un ritmo malicioso y endiablado. El goteo de información (wikileaks) o sugerencias no afecta solo a la prensa (Kate Mara es su ambiciosa vocera), sino a otros congresistas e incluso al mismísimo presidente. Hasta se permite el sarcasmo cuando prepara la celada a un compañero: "vamos a ver si es lobo o cordero."
En los medios norteamericanos se discute si la serie retrata con fidelidad los enjuagues políticos o simplemente se trata de una exageración para favorecer el drama. Yo creo que no cabe el debate. Sólo hace unos días que el nuevo líder del centroizquierda en Italia ha provocado la dimisión de su compañero de partido, el primer ministro Letta. Los políticos van a lo suyo descarnadamente.
La serie ha sido concebida por Beau Willimon (autor de Los idus de marzo, obra teatral que George Clooney llevó al cine) y aunque muchos la colocan en la estela de la magnífica El Ala Oeste de la Casa Blanca, yo creo que su objetivo es otro. La serie de Aaron Sorkin era total, adaptaba la realidad de forma compleja e incluso contemporánea -la actualidad se colaba con naturalidad en sus guiones-. Mientras que este castillo de naipes es pura ficción, más irónica y cínica que real. Las intrigas y la manipulación son los raíles sobre los que circula y esto no la hace ni mejor ni peor. De lo que sí se beneficia es de una nómina de directores espléndida: David Fincher, también productor, dirige los dos primeros capítulos, pero también andan por ahí James Foley (Glengarry Glen Ross) o Joel Schumacher.
Sin ser un admirador de la sociedad norteamericana; hay dos aspectos de sus prácticas que admiro. Después de poner a los caballos a un par de congresistas, Mr. Underwood recibe por fin un encargo importante: la nueva Ley de Educación. Primero convoca a un comité de expertos con los que elabora la ley y después cita a sindicatos de profesores y fuerzas vivas del sector para discutir y negociar su redacción definitiva. ¡Lo mismo que el ministro Wert en España, que ignorando a todos los afectados pretende imponernos su mochila trasnochada de prejuicios ideológicos y religiosos!
El otro aspecto es la dedicación de cada congresista a su circunscripción. Precisamente en medio del debate de la Ley de Educación, Frank ha de acudir a la zona que lo eligió para mediar en un problema. En Inglaterra también ocurre así. Pero en España cada congresista no ha de atender a sus votantes, cuya circunscripción ni pisa; sino al jefe de su partido para que le "coloque" en la lista cerrada. ¡Menuda diferencia!
Un aspecto más y totalmente innovador hay que señalar de esta serie. Está producida por NETFLIX, una plataforma online donde se pueden ver películas y series sin necesidad de descargarlas. Dado que no es una cadena normal ha sido consecuente y ha puesto la serie entera a disposición del público mediante streamig; una apuesta por los nuevos hábitos de ver TV. El propio Spacey lo reconocía en una entrevista: "Nosotros no obligamos a la gente a ver la serie de una sola sentada; pero sí le damos el control de verla cuando quieran y como quieran. Creo que los días de ver un programa a una hora específica y determinada han llegado a su fin".
Hace dos días Netflix ha lanzado la 2ª temporada completa de esta magnífica House of Cards.
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