viernes, 18 de octubre de 2024

La INFILTRADA - de Arantxa Echevarría

España, 2024


Que nadie lo dude. Esto es un thriller. Y de los buenos.
Vibrante, con una factura técnica impecable, actores creíbles y un ritmo y tensión de los que no dan respiro.

La película cuenta la historia real de una agente de policía que estuvo infiltrada en ETA y que ayudó a desmantelar el comando Donosti. Pero no es una película sobre ETA. Ni sobre política antiterrorista. Ni sobre la reivindicación de la mujer. Aunque el contexto histórico y social está perfectamente perfilado con un par de certeros trazos y sin necesidad de subrayado alguno. "La Infiltrada" es el relato de una operación policial contada con un ritmo admirable.

Parece mentira que hayan transcurrido trece años desde el fin anunciado de ETA cuando todavía hay políticos que quieren sacar rédito de esta carta marcada. "ETA está más fuerte que nunca", hemos tenido que oír hace pocos días, demostrando que algunos partidos y políticos juegan cualquier tipo de baza si calculan rédito. Por deleznable que sea. No representan a una sociedad española que ya está en otra época, orgullosa de haber puesto fin a una de sus más dramáticas lacras.




También he leído comentarios en redes quejándose de la abundante presencia femenina en la película, protagonista, guionistas y directora. Como si esto distorsionase la realidad o la propuesta. Al contrario. Tradicionalmente la historia la cuentan los hombres y de ahí viene un sesgo que suele ignorar la acción de las mujeres. Sea en arte, política o lo que sea. En este caso no hay ningún subrayado político o de género porque resulta innecesario y, además, el propio contexto histórico del argumento define por igual el machismo de la policía (todo el mundo desdeñó la elección de una mujer) y el de ETA, llena de tíos decididos a todo.

Yo creo que los hechos que cuenta son suficientemente potentes como para seducirnos sin necesidad de sandeces ideologizadas.



"La infiltrada" cuenta la historia de Elena Tejada, una agente de policía recién salida de la Academia de Ávila quien, con solo 20 años, fue reclutada para una de las misiones más peligrosa, infiltrarse en la banda terrorista ETA. Allí donde otros agentes fracasaron, ella consiguió permanecer infiltrada entre 1991 y 1999, logrando información clave para identificar a numerosos terroristas, desmantelar el comando Donosti y desvelar una parte importante de la red de colaboradores y pisos francos. 

El asunto no era baladí. La banda era un grupo muy cerrado, tejido con lazos muy estrechos y avales de hierro. Elena Tejada pasó a ser Aránzazu (Arantxa) Berradre Marín (interpretada con mucha solvencia por Carolina Yuste), una supuesta militante del Movimiento de Objeción de Conciencia de Logroño y llegó a convivir con dos etarras en un piso mientras preparaban los atentados.

El guión de Arantxa Echevarría y Amelia Mora se tensa entre dos polos, los personajes y la acción. Por supuesto en su centro está la evolución de esta agente sometida a presión máxima. Sola, intentando ganarse la confianza de gente desconfiada, en peligro constante de ser descubierta y fingiendo un personaje 24/7. Sus picos de confianza o de frustración y miedo están perfectamente reflejados y Carolina Yuste nos traslada con intensidad dramática esa situación límite. Elena/Arantxa tuvo que abandonar su vida. Estuvo ocho años en otro mundo convertida en otra persona, sin hablar ni ver a ningún familiar o amigo desde los 22 a los 30 años. Eso sí, exigió poder llevarse a su gato. 



Pero lo que más me ha llamado la atención es el formidable ritmo que la directora ha imprimido a su película. Las escenas y el montaje son precisos como un metrónomo. 
Todo está medido. Nada falta ni sobra. 
Todos los asuntos de interés tienen su expresión y encajan y suman. Las secuencias son cortas e intensas. Los diálogos lo expresan todo en tres frases. No necesita más de 20 segundos el jefe de policía (Luis Tosar) para advertirle sobre lo que será su vida (no podrás ver a tu familia, si te pillan nadie sabrá de ti, tendrás que jalear sus asesinatos como uno de ellos). En 20 segundos terribles ella vive su iniciación cuando está pegando carteles y se cruza con Txapote, justo al salir del restaurante donde ha asesinado a Gregorio Ordóñez. No necesita más de 20 segundos uno de los policías para calificar a los etarras de simples asesinos y descerebrados. En otros 20 segundos el etarra con el que convive le expresa sus ideales. Durante 10 segundos aparece el ministro del interior hablando de una tregua trampa. En 20 segundos intensos ella le grita a su jefe de policía que está harta y no puede más y él logra recordarle la importancia de su misión. 
Eso es lo bueno. 
Está todo pero muy medido y nada estorba en el derrotero de esta policía que se está jugando la vida. 

Y además tiene suspense. La tensión es constante en todo el metraje reflejo del riesgo y la opresión diaria que experimenta la protagonista. La tensión máxima la vivimos cuando llegan las cagadas (hay varias) en las que Arantxa se asoma al precipicio de ser descubierta, haciendo que se nos encoja el corazón. 



Carolina Yuste demuestra un enorme talento en escenas de gran complejidad emocional. Es capaz de pasar con fluidez, a veces en el mismo plano, de la contención al desgarro, del miedo a la repugnancia o de la angustia al sentido del deber. La película también demuestra que la directora Arantxa Echevarría es una excelente directora de actores. No hace falta que hable de Luis Tosar, ya es un grande que como John Wayne sólo tiene que aparecer y decir su texto.

Pero ahí están unos secundarios muy bien caracterizados. Como los tres policías que prestan apoyo a la misión (interpretados por Víctor Clavijo, Nausicaa Bonnín y Pedro Casablanc) o los dos etarras con los que llega a convivir a Arantxa (interpretados por Iñigo Gastesi y Diego Anido). Ninguno resulta plano. Cada uno tiene un dibujo diferenciado. El Kepa que interpreta Iñigo es más novato e idealista, mientras que Diego Anido nos traslada el carácter de un asesino despiadado.
 


Arantxa Echevarría busca reflejar en sus películas experiencias verídicas que posean un gran trasfondo social y carga emotiva. Así se puede apreciar en Carmen y Lola (2018) y en Chinas (2023). Aquí sigue esa tónica. 

En palabras de la directora: “Ha sido un viaje personal y emocional al País Vasco de mi infancia, al dolor, al recuerdo, a intentar comprender el sinsentido. Lo que me llamó la atención del proyecto, cuando me lo presentaron fue la propia Arantxa, la policía infiltrada. Hicimos un viaje. El viaje de meternos en la piel de una chica de 22 años en el momento en que uno tiene sus primeros amores, sus primeras fiestas, sus primeros viajes… En ese momento vital decide ponerlo todo en pausa y estar ocho años fingiendo ser otra persona. Ocho años dentro de una mentira para conseguir algo tan intangible como el bien común. Era una mujer en los 90. Y solo por eso pasó desapercibida. Esta película pretende darle las gracias”.





Bonus Track________________________________________________________
En este artículo hay un estupendo resumen de las películas y puntos de vista sobre el asunto ETA en el cine español.

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