lunes, 20 de marzo de 2023

HERMANAS - de Daisy Johnson


 

"¡Mi hermana es un agujero negro.
Mi hermana es un tornado.
Mi hermana es el punto final mi hermana es la puerta
cerrada con la llave mi hermana es un disparo en la
oscuridad.
Mi hermana me está esperando.
Mi hermana es un árbol que cae.
Mi hermana es una ventana tapiada.
Mi hermana es un hueso de la suerte mi hermana es
el tren nocturno mi hermana es el último paquete de
patatas fritas mi hermana es levantarse a las tantas.
Mi hermana es un bosque en llamas.
Mi hermana es un barco que se va a pique.
Mi hermana es la última casa en la calle."

Esta especie de letanía abre un libro que quiere penetrar en el misterio de la relación entre dos hermanas -Julio y Septiembre- que habitan un mundo extrañamente onírico y turbador. Al final del libro encontraremos otra letanía semejante pero con las claves del relato ya reveladas, lo que nos provocará un escalofrío.  
"Septiembre era mi guardiana del sueño. Tendríamos diez u once años. Cuando me despertaba la luz de una nevera que había abierto entre sueños o el frío entraba por un ventana que había forzado, ella siempre aparecía detrás de mí, me cogía por los hombros y me llevaba de vuelta a la cama. Durante un año fue horrible. La fina línea que separaba el sueño y la vigilia empezó a desdibujarse. Si soñaba con algo que colgaba del techo, al despertar me lo encontraba allí a punto de caer. Los días se inundaron de una lógica onírica. Creía que había extraviado algo y me pasaba horas buscando desesperadamente un objeto que nunca había tenido y Septiembre siempre estaba allí, acallando mis gritos, buscando conmigo el misterioso objeto perdido. Me asusté. Acabé convenciéndome de que el sueño era un mundo en sí mismo y de que, si abría la puerta y me adentraba en él, nada bueno volvería a ocurrir. Las supuestas consecuencias solían tener que ver con Septiembre. Si me dormía, Septiembre se marcharía. Si me dormía, Septiembre moriría electrocutada, o ahogada, o quemada, o enterrada viva. " págs. 33 y 34
Julio y Septiembre son dos hermanas adolescentes que viven en su propio mundo. Son unos trastos que todavía están investigando su relación con la vida y la realidad. Suelen jugar a hacerse perfiles falsos con fotos de mujer en internet para, al final del día, confesar a los hombres contactados que en realidad son policías encubiertos; pero también se imponen extraños desafíos donde la complicidad natural entre hermanas roza lo terrorífico.  

Ahora están viviendo en el campo, separadas de todo, porque el año anterior ocurrió una desgracia en el instituto en la que se vieron implicadas. La relación entre ellas es extraña y casi enfermiza. Julio es frágil, ingenua y complaciente, mientras que Septiembre tiene un fuerte carácter. Comparten una devoción inquebrantable y una fuerte dependencia hasta el punto de que Julio se mira al espejo y ve a su hermana: "Septiembre me lleva puesta como si fuera un abrigo".



Les gusta jugar al escondite en esa casa de campo destartalada a la que se han retirado, pero sobre todo les gusta jugar a Septiembre dice para medir la fuerza de su lealtad.
"Septiembre dice dame una torta, dice, y yo me retiro la mano y la llevo delicadamente hasta su cara, sin hacer apenas ruido. A ella no le hace ninguna gracia. Una vida menos. Septiembre dice DAME UNA TORTA. Yo vuelvo a retirar la mano y esta vez se la estampo en la mejilla, que se enrojece en el acto; ella chilla y se parte de risa, y yo también me echo a reír y no me entero de lo que dice a continuación.
¿Qué?
Ella lo repite sin dejar de mirarme.
Septiembre dice córtate aquí. Se señala la base del cuello. Septiembre dice hazlo ya o pierdes la partida. Septiembre dice date prisa.
Fugazmente se me pasa por la cabeza no hacerlo, pero enseguida sé que lo haré. El aire se vuelve denso como el hormigón. Sé que mamá sigue abajo por el ruido que hace, pero no va a llegar a tiempo. Hasta entonces nunca nos habíamos pasado de la raya, pero ya apuntábamos maneras." págs. 157 y 158
El escenario y los personajes son muy escuetos pero la desazón muy dilatada. Las niñas y la madre están solas en una casa de campo decrépita que ellas llaman El Refugio. La autora no necesita más para establecer un territorio mórbido y neblinoso lleno de presencias en las que se solapan el presente y el pasado, la vida y la muerte. El escenario, los personajes (incluida la acechanza de algo perturbador que ocurrió en el colegio)  y la ambigüedad extrema no dejan de recordarnos a la obra maestra de Henry James, Otra vuelta de tuerca...pero contada, en este caso, desde el punto de vista de una de las niñas, Julio. 



Daisy Johnson añade a esta perturbadora novela, menos sobrenatural que psicológica, un espacio que también es protagonista, esa casa arruinada por el tiempo donde se ha retirado este trío femenino torturado por sus traumas. El pasado de las niñas y su madre se cierne sobre ellas como una oscura amenaza capaz de corromper todo el presente. Desde la primera página hay una sensación de fatalidad que se acrecienta hasta desembocar en un clímax aciago. Así lo barrunta la madre:
"Ella siempre ha sabido que las casas son cuerpos y que su cuerpo es una casa en más sentidos que los de la mayoría. Había albergado a sus preciosas hijas, qué duda cabe; había albergado una depresión a lo largo de toda su vida en forma de hija más pequeña y pesada; había albergado ilusión, amor y desesperación y, en el Refugio, alberga un desasosiego perturbador del que le cuesta desprenderse, un agotamiento que sofoca sus días." pág. 111
El capítulo primero de la segunda parte se titula precisamente El Refugio y está narrado como un instante total de ese espacio único donde conviven a la vez los distintos tiempos de sus personajes: el momento actual se entrelaza con el de Peter y Sheela al convertirse en padres de Septiembre y Julio, pero también con el de la infancia de Peter y su obsesión con los prismáticos o con el posterior de Sheela hundiéndose en sus depresiones. La memoria se convierte en esta novela en un territorio misterioso que los personajes se ven abocados a explorar. 



Si bien los tropos de la vida adolescente son los típicos, incluyendo los miedos y el bullying en el instituto; el tratamiento es muy original y precisa de un manejo muy sutil del lenguaje. Hermanas es una novela delicada y terrible, como lo son Julio y Septiembre, llena de momentos íntimos y perturbadores (como la pérdida de la virginidad o las fotos íntimas corriendo por whatsapp) narrados por una gran estilista que multiplica las elipsis y dosifica las revelaciones para que no olvidemos que se trata de una niña destrozada quien está reuniendo sus propios pedazos.

"Siempre parecían estar contándose un gran secreto, una verdad que sólo ellas sabían."










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La británica Daisy Johnson (Devon, 1990) saltó a la fama en 2018 al publicar su primera novela, “Bajo la superficie”, por la que fue nominada al Premio Booker. Se convirtió así en la escritora más joven en conseguirlo con sólo 28 años. Tanto esa novela como la comentada aquí comparten un concepto particularmente escabroso de la familia además de una sugestiva exploración de la memoria como territorio pantanoso. 
En ese brillante debut relataba el reencuentro de una hija con su madre después de ser abandonada por ella dieciséis años atrás. Un pasado confuso atormenta a la joven con recuerdos oscuros y hasta quizás un crimen; pero se encuentra con que su madre sufre alzhéimer. A partir de esta premisa nos veremos recorriendo un intrincado laberinto de emociones turbias y destinos inevitables cuyos trazos nos llevan desde los mitos griegos al thriller psicológico.

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