Este libro es una trampa.
O caes en ella o te expulsará.
La trampa es su ausencia de trama y un tempo extraño, se diría que vacío, que no ofrece más asidero que el ingrávido devenir de los días mientras se discuten escolásticas filosofías de vida. La novela recorre profusamente la vida interior, afectiva e intelectual de un joven enajenado de la vida real.
Digámoslo cuanto antes.
Si quieres un argumento dinámico, con un potente conflicto y un desarrollo repleto de giros sorprendentes huye de este novela. No es para ti.
Lo cual no es bueno ni malo.
El mismo autor lo defendió en una conferencia sobre su novela en Princeton: "El arte no debe ser tarea escolar ni aburrimiento [...], sino que quiere y debe deparar alegría, debe entretener y dar vida, y aquel sobre el cual una obra determinada no ejerza efecto debe dejarla y volcarse en otra".
Hans Castorp es un veinteañero que acude a un retirado sanatorio en los Alpes Suizos para visitar, durante 3 semanas, a un primo ingresado por problemas respiratorios. La placidez de la vida "allí arriba", su hermético encanto y la excusa de unas décimas de fiebre le acabarán anclando en el retiro durante siete años. Castorp sólo saldrá para alistarse en la Gran Guerra como una especie de salto al vacío de una realidad implacable. En el transcurso de esos años levantará acta del tráfico de personas que vienen y van, de los pequeños ritos de las horas que se suceden sin cesar, de los instructivos debates que le ofrecen sus dos mentores, el francmasón Settembrini y el sofista Naphta, y de mil cosas nimias más. En verdad no hay asunto más importante en el libro que el debate de las ideas y el devenir del tiempo y cómo lo afrontamos.
Tres trazos se dibujan con claridad tras la lectura del volumen.
El retrato social y moral que marca el fin de una época. Lo que el autor definió como "el ambiente y cierta problemática espiritual europea del primer tercio del siglo veinte". Esa sociedad aislada del sanatorio se conforma como una metáfora donde se revelan los arquetipos de la sociedad burguesa y de la aristocracia que procedían del siglo XIX. En las interacciones de estos personajes podemos entrever una moral y unos valores trasnochados que viven de espaldas a las tensiones sociales y políticas que, a la postre, derivarán en un devastador siglo XX.
El retrato social y moral que marca el fin de una época. Lo que el autor definió como "el ambiente y cierta problemática espiritual europea del primer tercio del siglo veinte". Esa sociedad aislada del sanatorio se conforma como una metáfora donde se revelan los arquetipos de la sociedad burguesa y de la aristocracia que procedían del siglo XIX. En las interacciones de estos personajes podemos entrever una moral y unos valores trasnochados que viven de espaldas a las tensiones sociales y políticas que, a la postre, derivarán en un devastador siglo XX.
Novela de formación. La subida al sanatorio representa un ascenso a regiones fuera de la sociedad y la jurisdicción de los hombres. "Allí arriba" se verá batido por los altos vientos del conocimiento y del amor. Castorp es un joven sencillo e influenciable que recibirá con avidez las enseñanzas de un glorioso triunvirato. Sobretodo de Settembrini y Naphta con sus intensos debates filosóficos; pero también del voluptuoso caballero holandés Mynheer Peeperkorn que, con su insaciable vitalismo, aportará un contrapunto necesario a tanto intelectualismo. Castorp sobrevolará entre los valores de la sociedad a la que pertenece y las nuevas formas de pensar más abiertas y próximas al relativismo.
Y sobre todo, encontramos una abstracta novela sobre el tiempo. Sin duda, el tiempo es uno de los motivos centrales de la novela. En ella son continuas las disquisiciones sobre el tema, pero es al comienzo del capítulo VII, cuando el autor lo expresa con total claridad: "¿Puede narrarse el tiempo, el tiempo en sí mismo, por si mismo y como tal?" y aunque se responde a sí mismo inmediatamente "No, eso sería en verdad una empresa absurda"; se puede decir que la obra es un monumento a la idea y la reproducción del tiempo.
Y sobre todo, encontramos una abstracta novela sobre el tiempo. Sin duda, el tiempo es uno de los motivos centrales de la novela. En ella son continuas las disquisiciones sobre el tema, pero es al comienzo del capítulo VII, cuando el autor lo expresa con total claridad: "¿Puede narrarse el tiempo, el tiempo en sí mismo, por si mismo y como tal?" y aunque se responde a sí mismo inmediatamente "No, eso sería en verdad una empresa absurda"; se puede decir que la obra es un monumento a la idea y la reproducción del tiempo.
"El tiempo es el elemento de la narración, como también es elemento de la vida; está indisolublemente unido a ella, como a los cuerpos en el espacio. El tiempo es también un elemento de la música, que como tal mide y estructura el tiempo, lo convierte en algo precioso que se nos hace muy breve, en lo que, como ya se ha dicho, se asemeja a la narración, que igualmente (y a diferencia de la obra plástica, que se hace patente de una manera inmediata y sólo está unida al tiempo en tanto que es un cuerpo) no es más que una sucesión de elementos en el tiempo, pues es imposible presentarla de otro modo que no sea en forma de desarrollo y necesita recurrir al tiempo, incluso aunque intentase estar completa y cerrada en cada instante.Éstas son cosas evidentes. Pero no es menos obvio que existe una diferencia entre la narración y la música. El elemento temporal de la música no es más que un fragmento del tiempo humano y terrenal en el que ésta se vierte para exaltar y ennoblecer al hombre hasta un punto indescriptible. Por el contrario, la narración comprende dos tipos diferentes de tiempo. En primer lugar, su propio tiempo, el tiempo musical y real que determina su desarrollo y su existencia; en segundo, el tiempo de su contenido, que se presenta sieempre en perspectiva, pudiendo ser la perspectiva tan sumamente distinta en cada caso que el tiempo imaginario de la narración puede desde coincidir por completo con su tiempo musical hasta estar a años luz de distancia el uno del otro." pág. 791-2
En un sentido más secundario, pero en modo alguno intrascendente, también podríamos analizar la obra, como una novela política, tal y como hizo el historiador Gabriel Jackson:
"La Montaña Mágica, de Thomas Mann, es, en mi opinión personal, una novela tan maravillosa en términos de narrativa, caracteres, escenario, diálogo y acción dramática, que puede parecer un elogio algo dudoso anunciar que voy a tratarla específicamente como una novela política. Sin embargo, tengo la sensación de que hay una relativa justificación para hacerlo, pues, con las excepciones de Guerra y Paz, de Tolstoi, y La Cartuja de Parma, de Stendhal, no conozco otra novela clásica en la que relevantes filosofías políticas estén tan completamente incorporadas en caracteres de ficción tan plenamente acabados y ricamente desarrollados como en el caso de La Montaña Mágica, en la que Ludovico Settembrini incorpora las tradiciones políticas europeas constitucionales, democráticas, racionales y seculares, y Elie Naphta las tradiciones políticas autoritarias, comunales, religiosas y apasionadamente antiburguesas."
Franz Stassen, El Castillo del Grial |
Finalmente la novela admite una lectura mitológica dentro del género denominado "The Quester Legend". Según esto Hans Castorp sería otro héroe buscador, como el mismísimo Perceval persiguiendo el Grial. El joven y sencillo Castorp perseguiría el misterio de la vida. Un viajero que se ilustra con denuedo, incluso transitando por el territorio de la enfermedad y la muerte, hacia la iluminación de una comprensión extraordinaria. No olvidemos que Settembrini se presenta a sí mismo como Prometeo, el portador del fuego de los dioses con el que pretende "iluminar" al género humano y a su protegido. El propio autor así lo recogía en la famosa conferencia dictada en Princeton en 1939:
"Se darán cuenta entonces de lo que es el Grial, el conocimiento, la iniciación, aquello que no sólo constituye el objetivo del necio héroe, sino del propio libro. Lo encontrarán en el capítulo titulado "Nieve", donde Hans Castorp, perdido en mortales alturas, sueña su poema-sueño sobre el hombre. El Grial que, a pesar de no encontrarlo, intuye en el sueño provocado por la cercanía de la muerte, antes de que se vea arrastrado, desde sus alturas, hasta la catástrofe europea; es la idea del hombre, la concepción de una humanidad futura que haya atravesado el conocimiento más profundo, la enfermedad y la muerte. Porque el hombre mismo es un secreto, y toda humanidad descansa en el respeto al secreto del hombre."
Mi experiencia lectora no ha sido muy diferente de la de muchos otros letraheridos. La comencé con las grandes expectativas que me provoca un "clásico", pero poco a poco éstas fueron decayendo. Las 100 primeras páginas narran simplemente la llegada y el primer día de Hans en Davos. Luego todo se alarga como un dulce día de reposo sin suceder aparentemente nada relevante. Alrededor de la página 250 pensé incluso en abandonar. A pesar de que el estilo de Mann es claro y fluido. Su expresión precisa y hermosa. En muchas ocasiones el autor se entromete con un comentario irónico o la explicación de su punto de vista. La verdad es que no se pierde en aburridas descripciones o explicaciones hueras; pero los acontecimientos narrados no lograban interesarme y los debates filosóficos me parecían un tanto escolásticos. Cualquiera podría pensar que Thomas Mann había triunfado y la reproducción tan fiel de ese ambiente asfixiante y monótono me estaba expulsando. Yo, como el propio Hans Castorp ante las peroratas de Settembrini, "juzgaba todo eso muy digno de ser escuchado [leído], aunque sin considerarse obligado a nada; más bien lo escuchaba a título de experimento."(pág. 230)
De hecho abandoné la lectura unos días para plantearme si seguir o no y cuando -sin decidir aún- volví a la lectura, todo cambió. Mi expectativa se había ajustado al texto. Ya no esperaba aventuras, ni grandes acontecimientos. Comprendí que las circunstancias concretas eran un asunto baladí. Las mesas de los rusos aristocráticos en el comedor, la parafernalia dilatoria del doctor Behrens, las cartas, los horarios minuciosos y hasta Settembrini y Naphta se fueron convirtiendo en mobiliario de fondo. A partir de la página trescientos y pico comencé a palpitar como Hans Castorp, a percibir como él los lapsos del tiempo, a escuchar como él la vibración de la vida rodeada de muerte, a escuchar los ecos de la vida desde fuera (abolido el tiempo "allá arriba") y a dejarme mecer por las preocupaciones más nimias, el idealismo más noble y la iluminación que se abría paso en su alma hasta hacer cumbre en el capítulo "Nieve". Y entonces sí, escuché la música secreta de este libro abstracto.
Como lector tuve que mudarme al universo de Hans Castorp, palpitar con los debates que cincelaban su alma y asomarme al abismo de la vida y de la muerte. ¿Significaba esto que el autor había triunfado otra vez y me había hecho sucumbir a su hechizo monótono y de ruido blanco? Quizás había que caer en la trampa para entenderla. Él mismo ya lo había anticipado:
"El mundo de enfermos que se respiraba allá arriba es de una cerrazón tal y posee la fuerza envolvente que seguramente habrán experimentado ustedes al leer mi novela. Se trata de una especie de sucedáneo de la vida que logra, en poco tiempo, enajenar al joven y alejarlo completamente de la vida real y activa. Todo es, o era, suntuoso allá arriba, también la noción de tiempo. "
Esa montaña representa la existencia enajenada ante el precipicio de la realidad de "allá abajo" y a la vez el cerco de la muerte; donde de pronto puede ocurrir un íntimo reconocimiento, florecer una amistad, revelarse un pensamiento o atisbar el milagro que pudo ser. Hay unos versos de Octavio Paz, en su gran poema cíclico que es Piedra de Sol, que quizás iluminen este asunto:
...el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte
el olvidado asombro de estar vivos.
CONTEXTO LITERARIO
No podemos olvidar la relación que tiene este libro con otros previos del autor. En las novelas cortas Tonio Kröger y, sobre todo, en Tristan; se puede rastrear el tema de La Montaña Mágica:
No podemos olvidar la relación que tiene este libro con otros previos del autor. En las novelas cortas Tonio Kröger y, sobre todo, en Tristan; se puede rastrear el tema de La Montaña Mágica:
Tonio Kröger representa la domesticación del yo romántico, inflamable y salvaje. No anulándolo, porque está en nuestra esencia; pero si educando sus excesos, civilizándolo. Tonio Kröger se despeñó tras el fulgor inaprensible del arte; pero la lucidez y el conocimiento acaban estragándolo. Su vuelta a lo más esencial de la vida supone que para él "lo normal, lo honrado y lo amable representan el reino de nuestras ilusiones: la vida en su seductora trivialidad."
En Tristan la acción transcurre en un sanatorio de montaña, blanco y aséptico, que anticipa el de Davos. Allí se hospedan Spinell, aspirante a escritor con poses de artista, y Frau Klöterjahn, una mujer enferma, a quien los médicos han recomendado la renuncia a cualquier esfuerzo por exiguo que sea. Ellos protagonizan la historia. En Spinell vuelven a enfrentarse el arte y la vida, la normalidad y la excepción, que suele ser fuente de dolor. En ese sentido Hans Castorp es sencillo y nada excepcional:
"El hombre no sólo vive su vida personal como individuo, sino que, consciente o inconscientemente, también participa de la de su época y de la de sus contemporáneos; así que, por más que considerase las bases generales e impersonales de su existencia como bases inmediatas, dadas por naturaleza, y permaneciese alejado de la idea de ejercer cualquier crítica contra ellas, como era el caso del buen Hans Castorp, era muy posible que sintiese su bienestar moral ligeramente afectado por sus defectos. El individuo puede tener presente toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales extrae la energía para los grandes esfuerzos y actividades; ahora bien, cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, en el fondo está falta de objetivos y de esperanzas, cuando ésta se le revela como una época sin esperanzas, sin perspectivas y sin rumbo, y cuando la pregunta sobre el sentido último, inmediato y más que personal de todos esos esfuerzos y actividades- pregunta planteada de manera consciente o inconsciente, pero planteada, al fin y al cabo-, no encuentra otra respuesta que el silencio del vacío, resultará inevitable que, precisamente a los individuos más rectos, esta circunstancia conlleve cierto efecto paralizante que, por vía de lo espiritual y moral, se extienda sobre todo a la parte física y orgánica del individuo. Para estar dispuesto a realizar un esfuerzo considerable que rebase la medida de lo que comúnmente se practica, aunque la época no pueda dar una respuesta satisfactoria, aunque la época a la pregunta “¿para qué?”, se requiere bien una independencia y una pureza moral que son raras y propias de una naturaleza heroica, o bien una particular fortaleza de carácter. Hans Castorp no poseía ni lo uno ni lo otro, y no era, por tanto, más que un hombre mediocre, eso sí, en uno de los sentidos más honrosos del término." pág. 50-51
EL TIEMPO y LA TRAMA
Publicada en 1924, la novela fue un éxito inmediato. El libro levantó ampollas en algunos contemporáneos que se vieron caricaturizados en el texto. No pasó desapercibida la crítica al estamento médico y algunos la denostaron como un burdo elogio de la burguesía o directamente de la decadencia. Creo que una lectura hecha hoy en día deja todo esto atrás y ratifica lo dicho por Italo Calvino respecto a los clásicos: "es un libro que nunca termina de decir todo lo que tiene que decir".
Para mí tienen valor la creación de unos personajes memorables y la narración fluida y detallada, nunca tediosa, de una profunda marejada interior. Exige que tu aguja lectora se acompase a sus revoluciones. La montaña mágica es un libro sin trama. O en todo caso sin más trama que la del tiempo carcomiendo nuestras vidas. No narra una simple historia; sino la mismísima traza de la existencia humana con todos sus pequeños vaivenes, vulgares y trágicos. Identifico su lectura con esa tarde extraña y eterna que muchos hemos pasado alguna vez. La tarde está vacía porque no hay acontecimientos y el tiempo se estira como una goma, pero está lleno de ti y por lo tanto contiene el universo. Como cuando Castorp pregunta a su mentor "¿Ha tenido alguna vez la sensación de estar soñando, saber que se está soñando, querer despertar y no conseguirlo?".
Publicada en 1924, la novela fue un éxito inmediato. El libro levantó ampollas en algunos contemporáneos que se vieron caricaturizados en el texto. No pasó desapercibida la crítica al estamento médico y algunos la denostaron como un burdo elogio de la burguesía o directamente de la decadencia. Creo que una lectura hecha hoy en día deja todo esto atrás y ratifica lo dicho por Italo Calvino respecto a los clásicos: "es un libro que nunca termina de decir todo lo que tiene que decir".
Para mí tienen valor la creación de unos personajes memorables y la narración fluida y detallada, nunca tediosa, de una profunda marejada interior. Exige que tu aguja lectora se acompase a sus revoluciones. La montaña mágica es un libro sin trama. O en todo caso sin más trama que la del tiempo carcomiendo nuestras vidas. No narra una simple historia; sino la mismísima traza de la existencia humana con todos sus pequeños vaivenes, vulgares y trágicos. Identifico su lectura con esa tarde extraña y eterna que muchos hemos pasado alguna vez. La tarde está vacía porque no hay acontecimientos y el tiempo se estira como una goma, pero está lleno de ti y por lo tanto contiene el universo. Como cuando Castorp pregunta a su mentor "¿Ha tenido alguna vez la sensación de estar soñando, saber que se está soñando, querer despertar y no conseguirlo?".
En la novela leemos, "el tiempo, según se dice, es el Leteo". Quizás Mann no ha relatado el tiempo, sino que ha convertido su propio relato en tiempo, meciéndonos con sus páginas y atrapándonos como a Hans Castorp allá arriba, en un Venusberg muy particular, ese lugar mítico donde el caballero Tannhäuser se adentra y pierde toda noción del tiempo. No olvidemos que el título original -Der Zauberberg- admite la traducción de Montaña Encantada; por lo que nosotros, como lectores, bien podríamos convertirnos en el caballero Tannhauser y Mann en nuestro demiurgo.
En la ya referida conferencia impartida por el autor, éste declaraba:
Vuelvo sobre algo ya conocido, a saber, sobre el misterio del tiempo, que la novela trata de diversos modos. Se trata de una novela temporal en un doble sentido: primero en el histórico, ya que se trata de trazar un cuadro de los aspectos internos de una época, de Europa en vísperas de la guerra; pero también porque se ocupa del propio tiempo y no sólo en cuanto experiencia de su héroe, sino también en sí misma, como novela, y a través de sí. El mismo libro es aquello que cuenta; porque, al describir el hermético encantamiento que hace al joven héroe sucumbir a la atemporalidad, aspira a anular el tiempo gracias a sus medios artísticos, mediante el intento de conferir una presencia total en todo momento al mundo ideo-musical que abarca [....]. Sin duda opera con los medios de la novela realista, pero no lo es, traspasando continuamente el elemento realista, dándole un alcance simbólico y haciéndolo inteligible en la esfera de lo espiritual y lo ideal.
El lector que accede al sanatorio de Davos se deja conducir a un microcosmos cerrado, donde el tiempo está abolido por la eterna repetición de triviales actividades. No hay trabajo, ni conflicto, ni obligaciones familiares, ni otro hábito que el propio de un hospital que se confunde con un hotel. Hans reflexiona en varias ocasiones sobre las cesuras de las estaciones para ordenar el tiempo, que de otra forma sería un caos. Ése es su valor; tiempo significa suceder, sin él todo permanecería estancado en las primeras células. Paradójicamente estas reflexiones se realizan en un lugar estático.
"¿Qué es el tiempo? Un misterio omnipotente y sin realidad propia. Es una condición del mundo de los fenómenos, un movimiento mezclado y unido a la existencia de los cuerpos en el espacio y a su movimiento. Pero ¿acaso no habría tiempo si no hubiese movimiento? ¿Habría movimiento si no hubiese tiempo? ¡Es inútil preguntar! ¿Es el tiempo una función del espacio? ¿O es lo contrario? ¿Son ambos una misma cosa? ¡Es inútil continuar preguntando! El tiempo es activo, posee una naturaleza verbal, es “productivo”. ¿Y qué produce? Produce el cambio. El ahora no es el entonces, el aquí no es el allí, pues entre ambas cosas existe siempre el movimiento. Pero como el movimiento por el cual se mide el tiempo es circular y se cierra sobre sí mismo, ese movimiento y ese cambio se podrían calificar perfectamente de reposo e inmovilidad. El entonces se repite sin cesar en el ahora, y el allá se repite en el aquí." Pág. 498.
La propia distribución de la novela traza unos arcos temporales muy particulares. Los acontecimientos están narrados en orden cronológico, pero el ritmo no es uniforme. La obra se divide en siete capítulos que cubren los siete años que Castorp permanece en el sanatorio. Sin embargo, los primeros cinco capítulos (alrededor de la mitad de la novela) están ocupados por el relato minucioso del primero de estos siete años; mientras que los seis restantes ocupan sólo los dos últimos capítulos. Cabría analizar estos datos a la luz de las teorías sobre el tiempo subjetivo expresadas en el texto.
SETTEMBRINI y NAPHTA
Tan importantes como el protagonista son Settembrini y Naphta. Dos personajes creados de un sólo y vigoroso trazo, que inmeditamente se convierten en paradigmáticos. Sus discusiones abarcan la filosofía, el arte, la historia, la teología, los conflictos internacionales, el antisemitismo, la masonería y los fenómenos paranormales. Sus puntos de vista siempre están enfrentados.
Ludovico Settembrini ejerce como mentor de Castorp. Se ve a sí mismo como el encargado de educar al inocente e inmaduro ingeniero, como si su única meta fuera entregar a este joven al mundo verdadero, convertido en un paladín de la ciencia y el progreso.
Settembrini es un ilustrado, representante nítido de la tradición humanística y la tolerancia. No duda en convertirse en abogado beligerante de lo que considera los únicos principios legítimos de la civilización moderna: democracia política, igualdad social, educación universal, progreso continuado en las artes y en las ciencias.
"Espero que no tenga nada en contra de la maldad, mi querido ingeniero. A mi parecer, es el arma más brillante de la razón contra las fuerzas de las tinieblas y la fealdad. La maldad, señor, es el espíritu de la crítica, y la crítica es el origen del progreso y la ilustración.”
Del concepto darwiniano de evolución deduce, no una lucha amoral por la supervivencia física, sino la convicción de que «el más profundo impulso natural del hombre se orienta a la autorrealización». Es un ateo y un optimista en lo que respecta a la perfectabilidad de la naturaleza humana.
Leo Naptha es el antagonista de Settembrini, con quien se disputa la atención de Castorp. Su irrupción llega a mitad de novela (pág. 539) y viene motivada porque Settembrini se ha ido del sanatorio y se aloja en una habitación del pueblo. Allí lo tiene de compañero. Este es un punto de inflexión de la novela que pasa de una formación unívoca y directa, a una serie de debates con dos cosmovisiones opuestas. Dado que Thomas Mann comenzó la novela en 1912, a raíz de una visita a su esposa en el Sanatorio Wald de Davos y que abandonó su escritura durante los años de la Gran Guerra; parece claro que al retomarla incorporó a la ficción los caracteres de un debate tan amargo y duro como el que, a consecuencia de la guerra, a él mismo le toco vivir; tal y como señala en su artículo Gabriel Jackson.
"La apasionada pugna de ideas y la convincente incorporación de esas ideas a caracteres de ficción debe mucho a la amarga lucha en el corazón mismo del autor durante la Primera Guerra Mundial. Porque en agosto de 1914, Thomas Mann era un novelista y ensayista de gran éxito que se había casado en el seno de una rica familia judía profesional y se sentía cómodo, financiera y socialmente, tanto con la alta burguesía como con los mundos teatrales y artísticos de la Alemania Imperial (...)No fue hasta comienzos de 1918 que Mann vaciló en su defensa de la Alemania Imperial.En los años tempranos de la posguerra, Mann, testigo de la debilidad y errores de la República de Weimar, testigo de la inflación que liquidó sus ahorros junto a los de todo el pueblo alemán, ablandado por el mutuo deseo de reconciliación entre su hermano y él mismo, también ablandado por otros profundos sufrimientos psicológicos en el seno de su familia, repensó su entera relación tanto con la cultura y política europea como con la alemana. El resultado artístico más importante de este replanteamiento fue La Montaña Mágica. En la retórica y los ideales de Ludovico Settembrini el lector oye ecos de las palabras de Heinrich Mann, defensor del clasicismo italiano y francés, de los ideales del Risorgimento y de las revoluciones de 1789, 1830 y 1 848; el proponente de la libertad política, la democracia y el internacionalismo como contrarios a todos y cada uno de los tipos de formas de poder autoritarias, política y religiosamente dogmáticas
Naphta es un jesuita, judío converso, que maneja con gran habilidad la dialéctica y la retórica. Su idea de sociedad es netamente autoritaria, religiosa y jerárquica. Conservador y reaccionario, desdeña jocosamente las creencias más preciadas de Settembrini: la democracia, el ateísmo y el progreso tal y como son definidos por la ciencia moderna. No deja lugar al optimismo sobre la educabilidad del ser humano. Cuando se le insiste sobre la verdad de la ciencia moderna declara que Ptolomeo acabará eventualmente por triunfar sobre Copérnico, que la verdad es cuestión de fe y no de evidencia empírica. Su visión del hombre es la de la enfermedad y el pecado.
"Lo que distingue al hombre de todas las demás formas de vida orgánica es el espíritu, esa esencia tan sumamente desvinculada de la naturaleza y que se siente tan opuesta a ella. Es, pues, en el espíritu y en la enfermedad donde radican la dignidad del hombre y su nobleza. En una palabra, el hombre es tanto más humano cuanto más enfermo está; y el genio de la enfermedad es más humano que el genio de la salud". pág 675
Para él la tortura y la pena capital son perfectos instrumentos para liberar el alma. Su ideario prevé una revolución mundial cuyo programa será la destrucción del liberalismo burgués, la democracia y el capitalismo, seguida por el establecimiento de un comunismo patrocinado por la Iglesia; impuesto, si fuera necesario, por el terror. Da por hecho que, para que las cosas cambien, es inevitable que un río de sangre purifique la lucha de los pueblos.
En definitiva son dos cosmovisiones que se enfrentan en el campo de Castorp y no sin contradicciones. Los dos viven en la misma casa, no lejos del sanatorio. Naphta, místico y reaccionario, habita una "celda lujosa", cubierta de sedas y adornada por la réplica de una pietá sangrante. Mientras que Settembrini, librepensador y revolucionario, vive y escribe en un austero desván con olor a granero. El religioso Naphta es descrito por Settembrini como un diablo: "Todos sus pensamientos son de naturaleza voluptuosa; porque están colocados bajo la protección de la muerte..." Pero tampoco el italiano se libra de contradicciones cuando está dispuesto a que corra la sangre en defensa de su patria o en aras de la revolución.
La llegada de Mynheer Peeperkorn supone un nuevo rumbo y un contrapeso a la densa intelectualidad de Naphta y Settembrini. Peeperkorn es la antítesis de ambos. En un ambiente estático y cerrado, introduce la vitalidad y el goce de la vida. Resulta un personaje sorprendente, tremendamente emocional y con un enorme carisma. Inclinado a la camaradería, la bebida y las fiestas, llama la atención porque siempre habla atropelladamente y nunca termina las frases. Sin embargo sí es capaz de articular con claridad su postura vital:
La llegada de Mynheer Peeperkorn supone un nuevo rumbo y un contrapeso a la densa intelectualidad de Naphta y Settembrini. Peeperkorn es la antítesis de ambos. En un ambiente estático y cerrado, introduce la vitalidad y el goce de la vida. Resulta un personaje sorprendente, tremendamente emocional y con un enorme carisma. Inclinado a la camaradería, la bebida y las fiestas, llama la atención porque siempre habla atropelladamente y nunca termina las frases. Sin embargo sí es capaz de articular con claridad su postura vital:
"El hombre es divino en la medida en que es capaz de sentir. Es el sentimiento de Dios. Dios le ha creado para sentir a través de él. El hombre no es más que el órgano mediante el cual Dios se desposa con la vida, despierta y embriagada"
ENFERMEDAD y MUERTE
La enfermedad y la muerte impregnan toda la novela.
Aunque el sanatorio parezca un retiro de vida regalada, Settembrini lo percibe como el Reino de las Sombras y compara a los doctores Behrens y Krokovski con los jueces de los muertos Minos y Radamante.
Incluso durante una época Castorp y su primo Ziemssen se dedican a ser “buenos samaritanos”, ayudando a los pacientes a bien morir. Asistir al postrer aliento les proporciona revelaciones profundas sin el estorbo del patetismo. Hay una fascinación detallista en la articulación del deceso. Una de las formas de la iluminación últimas, es precisamente conocer la frontera entre la vida y la muerte como un factor didáctico.
Naphta, en su irracionalidad mística, abomina de la salud porque la vida no es un fin en sí misma. La enfermedad nos acerca a la muerte y por lo tanto a Dios. El propio Castorp acaba reconociendo que "toda salud superior tiene que pasar por la profunda experiencia de la enfermedad y la muerte"; asunto éste típico del decadentismo fin de siècle: el del genio o el conocimiento superior conseguido gracias a la enfermedad o la proximidad de la muerte.
El punto álgido de la novela llega en el capítulo "Nieve".
Durante el segundo invierno que Castorp pasa en el sanatorio, cae una enorme nevada y anhelando el contacto con la naturaleza, decide recorrer la "blanca nada". Durante el recorrido se ve atrapado por una fuerte tormenta y ha de refugiarse junto a una pared de piedra.
Allí se queda dormido y sueña con una bahía y un mar azul y luminoso: hombres inteligentes y alegres galopan en caballos mientras en la playa bailan grupos de hermosas muchachas. El ambiente es prodigioso y alegre. Después de observar la feliz costa percibe tras él un extraño templo en cuyo escalones se halla sentado. La angustia y los peores presentimientos lo asaltan. Dentro descubre a dos horribles brujas descuartizando a un niño ante las llamas de un brasero.
Esto le invita a una serie de reflexiones sobre el hombre, la vida y lo que representan los dos extremos de Settembrini y Naphta. Él quiere su propia libertad y conjugar las contradicciones: "Vida o muerte, enfermedad o salud, espíritu o naturaleza... ¿Acaso son contrarios?". La acción, la naturaleza y el peligro de muerte despierta en Castorp una madurez que aspira a una síntesis.Todavía medio despierto, Castorp repara en que los bellos jóvenes de la bahía son plenamente conscientes de las sangrientas brujas. La existencia los integra a ambos. El ser humano es más noble que las contradicciones, porque éstas sólo existen a través suyo, por eso es su señor. Entre el principio de la muerte y el de la razón, se decantará por el principio del Amor, como única fuerza que puede conquistar ambos: "En nombre de la bondad y del amor, el hombre no debe dejar que la muerte reine sobre sus pensamientos".
Esto le invita a una serie de reflexiones sobre el hombre, la vida y lo que representan los dos extremos de Settembrini y Naphta. Él quiere su propia libertad y conjugar las contradicciones: "Vida o muerte, enfermedad o salud, espíritu o naturaleza... ¿Acaso son contrarios?". La acción, la naturaleza y el peligro de muerte despierta en Castorp una madurez que aspira a una síntesis.Todavía medio despierto, Castorp repara en que los bellos jóvenes de la bahía son plenamente conscientes de las sangrientas brujas. La existencia los integra a ambos. El ser humano es más noble que las contradicciones, porque éstas sólo existen a través suyo, por eso es su señor. Entre el principio de la muerte y el de la razón, se decantará por el principio del Amor, como única fuerza que puede conquistar ambos: "En nombre de la bondad y del amor, el hombre no debe dejar que la muerte reine sobre sus pensamientos".
El episodio posee una fuerza arrolladora. A la angustia de la agonía le sucede una reveladora ensoñación que deriva en una luminosa epifanía.
El final supone un contraste aterrador. Hans Castorp se alista en el ejército para acudir a la Iª Guerra Mundial. Lo hace como es él, sin soflamas ni banderas. El autor lo deja hundido en el fango mientras intenta avanzar rodeado del fragor de las bombas. En medio del horror no se le ocurre otra cosa que canturrear el lied que tantas veces había escuchado en la placidez de las montaña: Der Lindenbaum (El tilo), de Schubert, sobre un poema de Wilhem Muller. Los versos están llenos de placidez y añoranza. Se trata de una sencilla canción popular que simboliza en el tilo el hogar y la seguridad.
Junto a la fuente, ante el portal,
Se yergue un tilo.
Bajo su sombra, muchas veces,
dulces sueños vinieron a mí.
Tallé en su corteza fragante
más de una palabra de amor.
En mis penas y alegrías
siempre su sombra he buscado.
Hoy vagué tirstemente
En la noche profunda;
En medio de la oscuridad
He cerrado mis ojos.
Y sus ramas susurraban
Como queriéndome llamar:
“Ven aquí, amigo mío,
Aquí encontrarás la paz.”
El frío viento soplaba
Directamente en mi rostro.
El sombrero voló de mi cabeza,
Pero no me devolví.
Aunque ya muchas horas
Me separan del lugar
Aún escucho ese susurro:
“Allí encontrarías la paz.”
►►►►Bonus Track▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
En una novela donde uno de los protagonistas se declara francmasón y tiene lugar un amplio debate sobre la masonería, llama la atención la abundancia con que aparece la cifra mágica del 7.
Recordemos que el 7 significa reflexión filosófica, introspección, perfeccionismo y espiritualidad. Asuntos todos que son primordiales en el protagonista. La potencia espiritual del 7 está ampliamente reconocida entre pitagóricos, gnósticos y cabalistas.
Tradicionalmente es considerado un número mágico porque se compone del 3, número sagrado que simboliza la perfección, y el 4, número que es un compendio de lo terrenal -4 puntos cardinales, 4 elementos-. En el 7 se encuentra el puente místico entre el cielo y la tierra, llegando a representar la totalidad del universo en movimiento.
7 años pasa Castorp en la Montaña Mágica, en la habitación 34 (cuyas cifras suman 7). En 7 partes se divide el libro. El "pedagogo" Settembrini incluye el 7 (sette) en su nombre, mientras que el protagonista Castorp tiene un nombre con 7 letras. 7 mesas hay en el comedor que se distribuyen según una compleja clave social y Castorp en sus 7 años "se había sentado en las siete mesas del comedor, aproximadamente un año en cada una".
En la introducción donde el autor expresa sus intenciones de narrar los hechos con meticulosidad concluye: "Así pues, el narrador no podrá terminar la historia de Hans Castorp en un abrir y cerrar de ojos. Los 7 días de una semana no serán suficientes, y tampoco le bastarán 7 meses. Lo mejor será que no se pregunte de antemano cuánto tiempo transcurrirá sobre la Tierra mientras la historia le mantiene aprisionado en su red. ¡Dios mío, tal vez sean incluso más de 7 años!".
Uno de los rituales más sagrados del sanatorio son los 7 minutos que cuatro veces al día han de mantener el termómetro en la boca. Cuando aparece en escena el vitalista Mynheer Peeperkorn, se forma un grupo de 7 personas que comparten comidas y fiestas. En la patética ceremonia del suicidio de Peeperkorn, efectivamente están presentes 7 personas. Finalmente la noche en que movilizan al soldado Castorp, trasladan a su regimiento en tren y luego, "durante 7 horas", recorren a pie los campos embarrados hasta llegar "a su destino".
En la introducción donde el autor expresa sus intenciones de narrar los hechos con meticulosidad concluye: "Así pues, el narrador no podrá terminar la historia de Hans Castorp en un abrir y cerrar de ojos. Los 7 días de una semana no serán suficientes, y tampoco le bastarán 7 meses. Lo mejor será que no se pregunte de antemano cuánto tiempo transcurrirá sobre la Tierra mientras la historia le mantiene aprisionado en su red. ¡Dios mío, tal vez sean incluso más de 7 años!".
Uno de los rituales más sagrados del sanatorio son los 7 minutos que cuatro veces al día han de mantener el termómetro en la boca. Cuando aparece en escena el vitalista Mynheer Peeperkorn, se forma un grupo de 7 personas que comparten comidas y fiestas. En la patética ceremonia del suicidio de Peeperkorn, efectivamente están presentes 7 personas. Finalmente la noche en que movilizan al soldado Castorp, trasladan a su regimiento en tren y luego, "durante 7 horas", recorren a pie los campos embarrados hasta llegar "a su destino".
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