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Montaje realizado con el Ónfalo y Cielo Azul de Kandinsky |
Estoy acabando de leer este homérico poema y tardaré semanas en confeccionar su reseña. Cómo referir un libro que narra el mundo a través de la mirada de un poeta. Un viaje a la India, de Gonçalo M. Tavares, es un poema narrativo y novela tan lúcido como audaz. Nos cuenta el viaje de Bloom, un Ulises contemporáneo que huye de su Lisboa natal después de cometer un terrible crimen. Su destino es la India, donde espera encontrar la sabiduría y reconciliarse consigo mismo. El viaje se convertirá en una odisea que lo llevará por Londres, París, Viena o Praga.
Estas estrofas iniciales tiene la capacidad de compendiar el libro. En ellas ya está -pletórico- el estilo y el universo que es capaz de convocar este autor total. Un autor que sabe que lo importante es el camino: "sabe que debe correr siempre, sin parar, pero no hasta el punto de alcanzar su objetivo. Aquí acaba la historia". Y que a la vez que canta sus aventuras, interpela a su personaje, "esperamos que crezcas" le dice, y "lo que hemos pensado para ti es mucho más profundo, no bastará que conozcas siete teorías, tendrás que subir a siete altas montañas". Esta es la invitación: "deja que todo suceda hasta el final."
1
No vamos a hablar de la roca sagrada
donde se construyó la ciudad de Jerusalén,
ni de la piedra más respetada de la Antigua Grecia,
que está en Delfos, en el monte Parnaso,
ese Ónfalo —el ombligo del mundo—
hacia el que debes dirigir la mirada,
a veces los pasos,
siempre el pensamiento.
2
No vamos a hablar de Hermes, el Tres Veces Grande,
ni del modo en que se transforma en oro
lo que no tiene valor,
recurriendo sólo a la paciencia,
las creencias y los relatos falsos.
Vamos a hablar de Bloom
y de su viaje a la India.
Un hombre que partió de Lisboa.
3
No vamos a hablar de los héroes que se perdieron
en laberintos
ni de la búsqueda del Santo Grial.
(No se trata aquí de alcanzar la inmortalidad,
sino de dar cierto valor a lo que es mortal.)
No vamos a excavar una fosa para encontrar el centro del mundo,
ni vamos a buscar en grutas
ni en senderos de la selva
las visiones que los indios idolatraban.
4
No se trata aquí de ayunar
en la cima de la montaña sagrada
para que la debilidad y las alturas
provoquen temblores y enfermedades benignas.
Se trata simplemente de constatar
cómo la razón permite todavía
algunos viajes largos.
Vamos a hablar de Bloom.
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Bath, ciudad balneario de origen romano en U. K. (fotografía de Patricia Martín) |
5
No nos acercaremos a admirar el Vesubio
ni lanzaremos animales
al cráter para calmar los elementos.
No vamos a matar por el elixir de la juventud eterna,
ni vamos a condenar a nadie
lanzando tablillas con inscripciones malditas
a las aguas de Bath, en Inglaterra.
No vamos a hablar de las grandes pirámides de Guiza,
ni de sus muchos pasadizos secretos
que permiten un refugio o la huida a los hombres.
6
No vamos a hablar de las ruinas de Stonehenge
o de Avebury,
ni de los alineamientos tan exactos de los menhires
de la isla de Lewis.
No vamos a hablar de esos milagros diseminados
un poco por todo el mundo,
de esas cartas de piedra que nos enviaron los antiguos.
Vamos a hablar de un hombre, Bloom,
y de su viaje a principios del siglo XXI.
7
No vamos a hablar de las terribles catástrofes naturales
de la historia del mundo.
Terremotos y maremotos, ciclones en Bangladés
huracanes en el Caribe:
el mundo se tambalea y sufre incendios e inundaciones,
al menos, desde Noé.
No vamos a hablar de la Piedra Negra de La Meca
ni de las siete vueltas que esa piedra exige
que dé un creyente alrededor de la plaza.
Vamos a hablar de Bloom y de su viaje
de Lisboa a la India.
8
No vamos a hablar de la ciudad inca de Machu Picchu,
no vamos a hablar de las cuevas de Lascaux,
ni de sus dibujos infantiles,
amenazadores y serios.
No vamos a hablar de los caballos chinos
ni de los seres mitológicos de las rocas
de Ontario.
Vamos a hablar de Bloom. Y de su viaje a la India.
9
No vamos a hablar de la aparición repentina
de enanos en algunas grutas de México,
ni de los peñascos de Colorado
donde en el interior de la roca se construyeron casas.
No vamos a hablar de las mesas velador
ni de las visitas periódicas del Más Allá a las casas
de ciudadanos racionales.
Vamos a hablar de un viaje a la India.
Y de su héroe, Bloom.
10
Vamos a hablar de la hostilidad que Bloom,
nuestro héroe,
mostró con relación al pasado,
rebelándose y partiendo de Lisboa
para llegar a la India, donde buscó sabiduría
y olvido.
Y vamos a hablar de cómo al viaje
se llevó un secreto y lo trajo, después, casi intacto.
11
Es imprescindible dar a conocer las acciones terrestres
con la longitud del mundo y la altura del cielo,
pero también es importante hablar de lo que no es
ni tan ancho ni tan alto.
Es verdad que los griegos intentaron perfeccionar
tanto la Verdad como el gesto;
sin embargo, fueron las ideas, de lejos, lo que más se transformó.
Así que ha llegado el momento de poner Grecia
boca abajo
y vaciarle los bolsillos, querido Bloom.
12
Cuidado con los hombres que parten con ganas
y felices: en la primera acción, si se tercia,
serán capaces de matar.
Así que, cuidado, Bloom, con tus ganas.
(Pero preocúpate también, en este viaje,
de cómo haces las cosas.)
Con todo, Bloom no sale de Lisboa feliz, lo que no es malo.
13
Pero prestemos atención a esta otra historia (¿una parábola?).
De la muchedumbre sale un hombre
que corre hacia
una línea imaginaria.
Ese hombre no está loco;
la muchedumbre sí lo está.
El hombre corre hasta encontrar un esgrimidor,
14
le ofrecen una espada, lucha y gana.
Ahora tiene prisa, deja un muerto tras de sí
y en su cabeza una línea imaginaria
hacia la que debe dirigirse.
Sabe que debe correr siempre, sin parar,
pero no hasta el punto de alcanzar su objetivo.
Aquí acaba la historia.
15
Por otro lado, la naturaleza también está muy presente
en este viaje.
El viento, por ejemplo, que podría parecer
un elemento neutro
que reparte fastidios menores entre ricos
y pobres,
en realidad no es más que un elemento hábil:
en los débiles provoca frío y en los poderosos levanta una ligera brisa que
alivia del calor excesivo.
16
A los palacios llega por ventiladores domesticados,
mientras que sobre las casas frágiles
se abate robusto cual tempestad.
El viento (de ciertos países)
azota la cabeza de quien se acaba de caer y
masajea los pies de quien se halla en la cima.
El viento, querido Bloom, no es un elemento de la naturaleza
en el que puedas confiar.
17
Además, si un rostro tiene dos caras
—una bella y otra asustada—,
los enemigos tan sólo ven el miedo
y los amantes, la belleza.
Son, en el fondo, dos cegueras
particulares,
especializaciones que surgen (espontáneas)
en algunos momentos.
18
Es verdad que tus antepasados
(hablamos contigo, Bloom)
no levantaron montañas,
sin embargo, mataron mucho, y algunos contaron historias
que aún hoy perduran. Porque, por lo demás, es bien sabido
que mientras se tiene miedo o valor suficiente,
no hay fines de semana ni banquetes
prolongados. Para algunos antepasados valerosos
ni siquiera hubo un solo fin de semana.
19
Así que, Bloom, esperamos que crezcas y que creciendo
vayas directo a la realidad
y que no te detengas. Porque no basta con que
te apoyes en los acontecimientos,
lo que hemos pensado para ti es mucho más profundo,
no bastará con que conozcas siete teorías,
tendrás que subir a siete altas montañas.
Y atravesar también los continentes,
como si la tierra fuese una extensión temporal
capaz de medir tus días.
20
Surca las aguas también, querido amigo Bloom,
parte el mar en dos.
El mar es un mamífero,
el barco, el puñal del sacrificio.
Porque, como ocurre con todos los animales,
el mar sólo se muestra arrogante
hasta que encuentra a su dueño.
Hablamos del mar, pero quizá
sería la tierra o el cielo lo que deberíamos describir.
Bloom, Bloom, Bloom.
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Puerta del cielo, Tianmen, China |
21
Podrás acusar a los dioses de poseer
una técnica de gobierno muy particular,
que, en el fondo, se podría resumir diciendo:
deja que todo suceda hasta el final.
En efecto, Bloom, no podrás
atribuir demasiada complejidad a esa manera altiva
de cerrar los ojos, bajar los brazos
y descansar las piernas. Son los dioses, Bloom,
no es asunto tuyo.
22
Los dioses actúan
como si no existiesen, de manera que
no existen, de hecho, con excesiva eficacia.
Es verdad que entre los dioses
hay una jerarquía,
exactamente igual que entre los operarios
de una carpintería
o entre los estibadores
de algunos puertos de Europa,
23
y el más fuerte de entre los dioses,
al ser diestro, necesita, al menos,
tener esa mano libre para actuar.
Hay jerarquías, por tanto, en las flores,
las malas hierbas y lo divino.
A partir de la bondad o de la maldad podrás trazar
gráficos de competencia, otorgar medallas;
disparar más balas a uno que a otro.
24
En el fondo, la organización del universo
es un asunto de galones militares,
y lo informe asusta (precisamente)
porque no sabemos si tenemos que darle órdenes
u obedecerle.
Pero, Bloom, hablemos también de la ironía que tanto
vamos a aplicar.
¿De qué manera la catástrofe
puede llegar a perturbar el viejo método
que consiste en mantener el mundo a distancia?
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Por encima de la catástrofe, desde un punto de vista aéreo,
el hombre es capaz de ironizar,
mientras que, bajo la catástrofe,
bajo sus escombros,
la ironía será la última en aparecer
después de la acción instintiva de defensa,
después de la desesperación que sigue emitiendo órdenes y haciendo intentos,
y del último grito que señala el fracaso.
26
Sólo después de ese grito la ironía regresa,
diciendo, como mucho:
es verdad que me muero, pero aun así,
mantengo una elegante distancia
con
mi muerte.
He aquí, Bloom, presentada a grandes rasgos
la vieja ironía
a la que a veces vamos a recurrir para evitar
reír a carcajadas, o llorar.
27
El corazón: víscera que olvida menos que la cabeza.
Si quieres saber sobre el pasado, Bloom,
habla con los hombres de una ciudad,
pero si deseas descubrir para siempre la
sabiduría primaria,
pasa una tarde junto a un animal
sin lenguaje.
No todo lo que sucede
puede escribirse, he aquí lo que ya sabíamos.
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