Gracias a la editorial gijonesa Hoja de Lata nos llega Marie Luise Kaschnitz, autora clásica de novelas, cuentos, poemas y ensayos en la Alemania de mitad del siglo XX; pero bastante desconocida en España. Sus cuentos poseen un estilo diáfano pero recrean una enorme tensión psicológica. Sus personajes se debaten arduamente entre dudas, angustias y complejos de culpa. En el mundo que retrata Kaschnitz siempre hay algo que no encaja y termina condicionando drásticamente las vidas de sus personajes.
La presente es la segunda antología que reúne Hoja de Lata -después de La niña gorda y otros relatos inquietantes-, las dos bajo el dictado de Santiago Martín Arnedo, doctorado en la Universidad de Granada con una tesis sobre esta autora. Marie Luise Kaschnitz (1901-1974) produjo una obra melancólica y oscura, reflejo de una vida marcada por la convulsa situación política de Alemania en la primera mitad del siglo XX. No disfrutó de una vida fácil. Tenía un carácter hipersensible y retraído. Las sombras del miedo y la angustia planean sobre sus textos. En sus obras está presente el desasosiego que experimentaron quienes vivieron su disconformidad con el nazismo desde el silencio. «Nunca he sido una luchadora», confesó Kaschnitz. Por ello, sus relatos son oscuros, algunos tenebrosos y siempre se hace presente una amenaza que abre como un vacío en la vida de sus protagonistas.
Todos sus cuentos tienen una poderosa vena psicológica y son perturbadores y densos como una confidencia febril. Los relatos incluidos en el presente volumen se podrían dividir en tres grupos.
El más numeroso tiene que ver con un tipo de mujer neurasténica y angustiada como en La brizna de paja (que representa una pesadilla introspectiva sobre la inseguridad y la culpa), Altramuces (con una joven judía viviendo escondida en la casa de su cuñado nazi), La sonámbula, Persona enigmática (que narra una pulsión de enajenación y suicidio) y Ave Roc (en el que esta mitológica ave se hace presente en la vida de una mujer para trastocarla del todo).
Otro grupo lo compondrían relatos donde los niños son protagonistas de unas narraciones a la vez angustiosas y mágicas. Casi todos ellos albergan un nítido sentimiento de culpa: Sombras alargadas (sobre el primer aldabonazo de la sexualidad), Nesemann (en el que unos niños condenan a un criado por un silencio culposo), Un pandero, un caballo (otra experiencia traumática que deriva en un sentimiento de culpa) y Popp y Mingel (en el que se narra la intensa experiencia psicológica de un niño que percibe que acaba de dejar de serlo).
El tercer grupo contiene sólo dos relatos, son de índole netamente fantástica y son extraordinarios: Fantasmas e Historia de un barco.
El primero es una clásica historias de fantasmas en la que una pareja vive una experiencia que se revela inusitada.
Historia de un barco nos remite al mejor Kafka. Una viajera sube a un barco sin saber que pondrá rumbo a tierra de nadie, a un lugar perdido fuera del tiempo.
"Viola había registrado las cosas más extrañas, como el hecho de que en su barco fuera sencillamente imposible fijar la fecha, la hora o la posición. Todos los relojes, escribió ella, continuamente se retrasan o se adelantan, de camino al almuerzo pueden ser las doce y de vuelta al camarote pueden ser la cinco de la tarde.(...) Lo más sorprendente es la prensa de a bordo, que un día informa sobre acontecimientos del siglo pasado, y al día siguiente sobre las fiestas de recepción que han tenido lugar en Venus". pág 108Quizás el siguiente párrafo -del relato Nesemann- representa un compendio de las características del libro.
"Cuando llego tan lejos en mis recuerdos, a veces medito sobre la crueldad de los niños en general o sobre mi propia traición. Pero también ocurre que no reflexiono en absoluto sobre estas cosas, sino que caigo en una especie de ensoñación. Entonces quiere aparecérseme este día ya disipado como la encarnación de una época, de un período demoníaco de mi vida y el mozo Nesemann se presenta como el motivo de la alfombra, como un dios oscuro y liberador." pág 98
El asunto de la culpa y la traición subyacen en muchos relatos: Nesemann, Altramuces, Sonámbula, Un pandero, un caballo e incluso en Historia de un barco, en el que don Miguel comete el error de embarcar a su hermana Viola en un barco equivocado y luego recibe su carta desoladora.
Me llama poderosamente la atención la serie de objetos simbólicos que concitan tanto la fascinación como la culpa: un muñeco de paja, un barco fantasma, un gigantesco Ave Roc, un pandero con cascabeles...
Los protagonistas siempre se encuentran con amenazas o angustias, pero les resulta muy difícil desvelarlas. En La Sonámbula "Ella tenía que averiguar algo, pero no lo conseguía", la realidad se le escapa entre los dedos sin lograr apresarla. En El Ave Roc, "Tan pronto intentaba abordar el tema, imaginadlo ahora en el presente, me escabullía de nuevo y cambiaba a otra cuestión sin importancia". En Nesemann, "me doy cuenta de que está hablando de Nesemann y sé que debería decir algo, pero no digo nada."
Los protagonistas siempre se encuentran con amenazas o angustias, pero les resulta muy difícil desvelarlas. En La Sonámbula "Ella tenía que averiguar algo, pero no lo conseguía", la realidad se le escapa entre los dedos sin lograr apresarla. En El Ave Roc, "Tan pronto intentaba abordar el tema, imaginadlo ahora en el presente, me escabullía de nuevo y cambiaba a otra cuestión sin importancia". En Nesemann, "me doy cuenta de que está hablando de Nesemann y sé que debería decir algo, pero no digo nada."
Es como que si estas mujeres y niños no quisieran ni nombrar sus miedos para no dotarlos de existencia. En La brizna de paja, la mujer a punto de asfixiarse por la incertidumbre resuelve: "Por supuesto no le hablaría de la carta, porque sé que las palabras son algo terrible y cuando algo se llega a expresar con palabras se convierte en verdadero." pág. 13
Obras de MARIE LUISE KASCHNITZ traducidas al castellano:
-La niña gorda y otros relatos inquietantes (Das dicke Kind), Hoja de Lata Editorial, 2015.
Doce relatos magnéticos e inquietantes, poblados de personajes anónimos —un matrimonio de viaje por la costa italiana, una abuela que alquila una habitación de su casa, una niña gorda e irritante—, cuya aparente normalidad esconde infinidad de aristas y claroscuros.
Cuentos de título tan enigmático como «La avalancha», «Quién conoce a su padre» u «Osos polares», magistralmente cargados de tensión psicológica y de atmósferas agobiantes pero, al mismo tiempo, hermosísimas. Sus protagonistas, estridentes e impropios en muchas ocasiones, rezuman también calidez humana, la colorida alegría infantil de los sueños y una manifiesta resistencia a perder la inocencia.
Doce pequeñas joyas literarias de oscura belleza, que atrapan al lector desde la primera página.
-Lugares (Orte) (Editorial Pre-Textos, 2007.
Lugares es un libro inquietante, tanta su fragilidad, su delicadeza. Muchas veces no sabe uno en qué o por qué se sostiene esta miniatura de Europa, concentrada, ceñida a una pequeña margen. Esa misma liviandad puede, incluso, cargarse de peso histórico y humano sin perder tal carácter etéreo. Son páginas que parecen estar narradas por las mismas niñas de aquella angustiosa película de Ladislao Vajda, El cebo, describiendo lo terrible y lo desconocido como algo común y verosímil, pero ante lo que el espectador ha de sentir una inevitable conmoción. Esa mirada y esa voz de niña que también es causa de sus momentos menos sugestivos -presentes, aunque escasos-, cuando el interés minucioso e infatigable de la autora no recibe respuesta del lector, quizá en exceso resabiado para participar de esa limpieza. En opinión de Marcel Reich-Ranicki, su obra, tanto en prosa como en verso, "es, por su poder lingüístico, una lección de silencio".
-Aún no está decidido (Steht noch dahin) (Editorial Pre-Textos, 2008)Lugares es un libro inquietante, tanta su fragilidad, su delicadeza. Muchas veces no sabe uno en qué o por qué se sostiene esta miniatura de Europa, concentrada, ceñida a una pequeña margen. Esa misma liviandad puede, incluso, cargarse de peso histórico y humano sin perder tal carácter etéreo. Son páginas que parecen estar narradas por las mismas niñas de aquella angustiosa película de Ladislao Vajda, El cebo, describiendo lo terrible y lo desconocido como algo común y verosímil, pero ante lo que el espectador ha de sentir una inevitable conmoción. Esa mirada y esa voz de niña que también es causa de sus momentos menos sugestivos -presentes, aunque escasos-, cuando el interés minucioso e infatigable de la autora no recibe respuesta del lector, quizá en exceso resabiado para participar de esa limpieza. En opinión de Marcel Reich-Ranicki, su obra, tanto en prosa como en verso, "es, por su poder lingüístico, una lección de silencio".
-La Casa de la Infancia (Das Haus der Kindheit). Editorial Minúscula, 2009.
Un día cualquiera, un desconocido pregunta en la calle a una mujer dónde se encuentra la Casa de la Infancia. Sorprendida, ella contesta que no sabe de qué se trata y sigue su camino. Sin embargo, pocos metros después dará con este edificio que, misteriosamente, dispone para cada visitante los recuerdos de su propia vida. Pese al rechazo inicial que le inspira el lugar, al fin se decide a entrar en esa extraña institución, donde, a través de recursos de una modernidad asombrosa, descubrirá bajo una nueva mirada las olvidadas y temidas sensaciones de sus primeros años. En este relato de envolvente atmósfera onírica y poderosas imágenes simbólicas, el pasado se revela como un inquietante espacio físico al que asomarse desde la lejanía de la edad adulta.
Un día cualquiera, un desconocido pregunta en la calle a una mujer dónde se encuentra la Casa de la Infancia. Sorprendida, ella contesta que no sabe de qué se trata y sigue su camino. Sin embargo, pocos metros después dará con este edificio que, misteriosamente, dispone para cada visitante los recuerdos de su propia vida. Pese al rechazo inicial que le inspira el lugar, al fin se decide a entrar en esa extraña institución, donde, a través de recursos de una modernidad asombrosa, descubrirá bajo una nueva mirada las olvidadas y temidas sensaciones de sus primeros años. En este relato de envolvente atmósfera onírica y poderosas imágenes simbólicas, el pasado se revela como un inquietante espacio físico al que asomarse desde la lejanía de la edad adulta.
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