Terror feminista, terror de atmósfera, terror religioso....Hacía tiempo que no leía tanto alboroto alrededor de una película de terror. The Witch ha sido todo un fenómeno desde que se estrenó en Sundance en 2.015 -donde consiguió el premio al mejor director- y luego abrió el Festival de Sitges. Pero creo que el parloteo ensordecedor puede acabar enterrando o distorsionando una película.
Estamos en Salem, Nueva Inglaterra, año 1630. En una de aquellas comunidades de colonos puritanos donde nacieron los actuales EEUU. Los tiempos son duros para abrirse camino y la pequeña aldea mantiene sus estrictas normas con brazo de hierro. Por diferencias en la interpretación de los evangelios, una familia al completo es expulsada. Tendrán que sobrevivir en los bosques cercanos donde, según la creencia popular, habita el mal. Como se ve, la historia se ambienta en la histeria que se generó alrededor de las brujas, cuyo apogeo llegó con los famosos Juicios de Salem, en 1692.
Desde el principio todo se tuerce. El hijo recién nacido desaparece, los cultivos se malogran, los animales tienen comportamientos insólitos. Con la paranoia en ascenso, tanto la madre como los hermanos pequeños comienzan el acoso sobre la hija adolescente, a la que llegan a acusar de brujería.
La ambientación histórica es formidable, la sutileza con que la inquina se extiende por la familia soberbia; la incertidumbre creciente. El director y guionista se basó en documentos y leyendas de la época en su intento por reproducir ese ambiente malsano y supersticioso. Conseguido.
Creo que la película juega sus mejores bazas en el terror cotidiano de cómo una comunidad construye su propio infierno. Sometida al aislamiento, a merced de una naturaleza salvaje, al miedo y a la superstición; esa familia genera su gangrena moral precisamente a instancia de sus prejuicios y creencias. Estos colonos puritanos enardecidos por su fanatismo religioso y aplastados por una soledad cósmica (la física del bosque, pero también la metafísica por el abandono de su dios que los somete a miseria y desamparo) terminan encarnando sus demonios en la hija adolescente, el chivo expiatorio.
Más que terrorífica, la película es en grado sumo perturbadora. Me quedo con esos dos primeros tercios donde se expone la descomposición de la familia en base a una crítica del fundamentalismo religioso; cuyas herramientas más habituales son la superstición, el miedo y la intolerancia. Es una lástima que no se haya profundizado más en la relación con la madre (celosa ante la pujanza de la hija) o en las pulsiones de la joven que quiere liberarse de la miseria o en su relación con lo mágico. Es magnífica la ambientación física y moral, a la que el director dota de una crudeza digna de elogio.
....Aunque finalmente la película acepta el elemento sobrenatural. Aparece el Maligno, al que la joven se entrega. Un clásico juego de profecía autocumplida. Sin embargo yo creo que esta opción tiene que ver más con lo comercial que con lo que el desarrollo previo de la historia demandaba. Un juego donde el Maligno se nutre de la represión y el extravío puritano.
Cada personaje parece encarnar un pecado. El del padre es el orgullo (los jueces le advierten que él es el acusado y ellos quienes deben juzgarle), el de la madre la avaricia (le enoja su pobreza y la desaparición de una copa de plata se convierte en una nueva acusación hacia su hija, a la que llega a proponer vender a una familia).
No me parece relevante el aspecto feminista que muchos creen ver en la liberación de la joven, cuando acude -finalmente dichosa- al aquellarre en el bosque (por otro lado espléndidamente rodado). Recordemos que no es la primera vez que el Ángel Caído es visto como una liberación.
P.D. Tiendo a pensar que esta película está relacionada, por supuesto con El Bosque, de Shyamalan, en cuanto a comunidad paranoica; Pero también con Bone Tomahawk. Ambas son extrañas y alucinadas. Poseen un enfoque realista y descarnado que parece indicar que el maligno podemos ser nosotros mismos, sin aditamento sobrenatural. Asimismo nos trasladan a épocas donde la vida civilizada se ve acosada por miedos ancestrales. Se podría hablar de terror atávico o antropológico.
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