Es la conclusión a la que llegamos mi mujer y yo al salir del cine.
Amenábar ha conseguido contar lo que quería, cómo se va extendiendo un caso de psicosis colectiva alrededor de sectas satánicas. Primero la policía, luego un psicólogo y los familiares hasta llegar a los periodistas. La chispa inicial es una joven (Enma Watson) que denuncia malos tratos por parte de su padre. Las medias verdades, los deseos más oscuros hacen que todo se complique. Los ingredientes parecen cada vez más claros: hay una conspiración con implicaciones satánicas. Lo confirma el psicólogo que aplica terapia de regresión tanto a la chica como a su hermano.
La película ilustra cómo se conforma la psicosis en una pequeña comunidad de Minnesota: la declaración inicial, las sesiones de terapia, el secretismo de la hija, la aparición de un libro sobre satanismo, el interés de los periodistas. Todo es tan envolvente que acaba implicando al propio detective. Mientras duerme recibe la visita de la secta satánica. La atmósfera está muy conseguida. Hay opresión. Sospecha. Pero la verdad es que el interés del asunto es relativo.
La película ilustra cómo se conforma la psicosis en una pequeña comunidad de Minnesota: la declaración inicial, las sesiones de terapia, el secretismo de la hija, la aparición de un libro sobre satanismo, el interés de los periodistas. Todo es tan envolvente que acaba implicando al propio detective. Mientras duerme recibe la visita de la secta satánica. La atmósfera está muy conseguida. Hay opresión. Sospecha. Pero la verdad es que el interés del asunto es relativo.
El inspector (Ethan Hawke) que investiga el caso tiene escaso conflicto. En los mejores momentos de la película, él mismo se ve inmerso en misas negras y rituales satánicos. Pero el asunto no va mucho más allá de un par de poderosas secuencias (la que más cuando el inspector repite la llegada a comisaria del padre de la joven: asustado, murmurando rezos y en un estado semicatatónico). Pero todo se acaba pronto y resulta bastante instrumental.
La película tiene clima pero carece de tensión.
Si era un ataque a las terapias de regresión, éstas no ocupan todo el espacio que debieran, ni aparecen como motivo o causa. Si fuese un juego psicológico de manipulación por parte de la hija, tampoco tiene un gran desarrollo o entidad dramática. Incluso la participación del sacerdote como sostén necesario de la amenaza satánica no está muy perfilado.
Sí que es verdad que el director consigue componer un intrigante juego alrededor de la confusión: durante toda la película no sabes a qué palo quedarte, si es una conspiración, un invento o de verdad algo sobrenatural; pero este juego tiene una intriga muy limitada.
Sobretodo hay que achacarle escasa profundidad. Es como si se tratara de ilustrar ese tortuoso camino que empieza con una chica denunciando malos tratos y acaba con toda la comunidad patas arriba. Pero no hay crescendo. La propuesta no se abisma más que lo necesario. Sólo ilustra. Una lástima.
Sobretodo hay que achacarle escasa profundidad. Es como si se tratara de ilustrar ese tortuoso camino que empieza con una chica denunciando malos tratos y acaba con toda la comunidad patas arriba. Pero no hay crescendo. La propuesta no se abisma más que lo necesario. Sólo ilustra. Una lástima.
Desde su magnética Tesis, siempre espero ansioso cada nueva propuesta de Amenábar; pero esta película no es una propuesta, es un producto de un profesional muy dotado del que esperamos mucho más.
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