Ambiciosísima película inevitablemente descompensada, con un inicio de tono familiar bastante anodino que deja paso a unos fascinantes viajes interestelares de apabullante espectacularidad visual. A ello hay que sumar un grado de verosimilitud científica muy pocas veces visto hasta ahora.
Ahí es nada utilizar como elemento dramático la teoría de la relatividad de Einstein o poner en imágenes la teoría del campo gravitatorio y los agujeros negros.
La presentación, sin embargo, es bastante trivial. Nos anuncian un fin del mundo tan difuso como las tormentas de polvo que agostan las cosechas y la vida. En todo caso una excusa para dejar sembrada la semilla de un recuerdo con el que enganchar el desenlace.
Lo extraordinario viene después, una vez iniciada la singladura hacia un nuevo planeta donde vivir. Las imágenes del paso por Saturno, la inmersión en el agujero de gusano o la presentación de los distintos mundos -uno de agua, otro de hielo- son sencillamente asombrosas. Entremedias se nos explica el carácter relativo del tiempo o el puente de Einstein-Rosen, más conocido como agujero de gusano.
Aquellos que puedan verla en IMAX (Nolan es quizás su último defensor) seguro que disfrutarán de una experiencia visual.
Aquellos que puedan verla en IMAX (Nolan es quizás su último defensor) seguro que disfrutarán de una experiencia visual.
Resulta admirable la potencia imaginativa con que los hermanos Nolan afrontan sus trabajos (no olvidemos la compleja y superlativa Origen -Inception-). Aquí han querido rizar el rizo y no sólo se han lanzado a narrar una nueva odisea de la humanidad; sino que se han comprometido, además, a ilustrarlo dentro de las leyes y teorías físicas. Para ello han contado con la inestimable colaboración del físico Kip Thorne, uno de los mayores expertos mundiales en agujeros negros y campos gravitacionales. Pero este empeño ha acabado por hacer zozobrar la película hasta hacerla naufragar como narración dramática.
A ese abismo ha querido asomarse el visionario Christopher Nolan que reconocía que "el espíritu de 2001: una odisea del espacio, flota sobre toda la película". El reto de ambas era semejante, pero la distancia entre una y otra son notables. Apuntar la originalidad de los robots que acompañan a los expedicionarios, cuyo diseño recuerda al monolito de la película de Kubrick.
Además hay demasiadas cosas irrelevantes que le restan valor. Nos presentan, confusamente, una sociedad en regresión cuando acusan a Cooper (Mattew McConaughey) de inculcar bulos sobre viajes espaciales a su hija, ¡porque ya se sabe que fueron un montaje!. Asimismo la aventura que interpreta Matt Damon como un científico enloquecido por la soledad espacial parece un simple pegote. O cuando regresan a la nave después de vivir una distorsión temporal que les supone 23 años y quien les recibe les saluda sin más...y sobretodo, un happy end bastante inverosímil.
Una especie de arbitrariedad subyace en el relato, carente de esa necesidad interior que empuja a una narración de fuste; eso sí, hasta que llega el momento clave de la película en que las ideas y la realización lucen en todo su esplendor: Cooper flota en un agujero negro y de algún modo, el tiempo cobra una dimensión física. Puede acceder a todos y cada uno de sus recuerdos. Esa imagen de Cooper comunicándose con su pasado a través de la gravedad es portentosa.
De todos modos, aunque fallida, la película alberga un enorme interés y secuencias magistrales, como la de las olas gigantescas o la del acoplamiento a la nave base, que te dejan sin aliento. Asimismo reúne múltiples elementos valiosos. Por ejemplo la presentación del tiempo como elemento dramático. "No temo a la muerte, temo al tiempo", dice el científico interpretado por Michael Caine. El mismo que en la partida de estos audaces pioneros evoca un poema de Dylan Thomas, En el sueño campestre (In Country Sleep)
También es de agradecer que enfocando al destino de la Humanidad, la película huya de espurios trascendentalismos. Explora los límites a través de la explicación científica. Ese "ellos" que nos ofrecen claves de conocimiento, que ponen a disposición el portal del agujero de gusano y que permiten a Cooper manipular la gravedad para comunicarse, no está fuera de nuestro universo. Ese mismo universo que una de las protagonistas reconoce como "sobrecogedor y terrible; pero no malvado." La épica de una especie ante el reto de su supervivencia en un entorno hostil aflora en varios momentos: "debemos afrontar la realidad de que no hay nada en nuestro sistema solar que pueda ayudarnos", escuchamos ante la profundidad del universo.
Una especie de arbitrariedad subyace en el relato, carente de esa necesidad interior que empuja a una narración de fuste; eso sí, hasta que llega el momento clave de la película en que las ideas y la realización lucen en todo su esplendor: Cooper flota en un agujero negro y de algún modo, el tiempo cobra una dimensión física. Puede acceder a todos y cada uno de sus recuerdos. Esa imagen de Cooper comunicándose con su pasado a través de la gravedad es portentosa.
De todos modos, aunque fallida, la película alberga un enorme interés y secuencias magistrales, como la de las olas gigantescas o la del acoplamiento a la nave base, que te dejan sin aliento. Asimismo reúne múltiples elementos valiosos. Por ejemplo la presentación del tiempo como elemento dramático. "No temo a la muerte, temo al tiempo", dice el científico interpretado por Michael Caine. El mismo que en la partida de estos audaces pioneros evoca un poema de Dylan Thomas, En el sueño campestre (In Country Sleep)
"No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería arder y enfurecerse al final del día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Aunque al morir los sabios sepan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no fulgieron como relámpagos,
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los hombres buenos, ante la última embestida, lloran
por ese brillo que sus pobres gestas no pudieron alcanzar,
rabian, rabian contra la agonía de la luz."
A ese abismo ha querido asomarse el visionario Christopher Nolan que reconocía que "el espíritu de 2001: una odisea del espacio, flota sobre toda la película". El reto de ambas era semejante, pero la distancia entre una y otra son notables. Apuntar la originalidad de los robots que acompañan a los expedicionarios, cuyo diseño recuerda al monolito de la película de Kubrick.
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