sábado, 3 de febrero de 2018

CARBONO MODIFICADO - de Richard Morgan

Editorial Gigamesh, 2016








Antes de visionar la adaptación televisiva de Netflix, ataco el libro para tener mis propias sensaciones.


La novela es pura acción y el entorno netamente futurista, poblado de coches voladores, ciudades abigarradas de neón y realidad virtual en cada esquina. Pero el parámetro novedoso que actúa como catalizador de toda la trama es la tecnología que ha conseguido descargar toda nuestra personalidad y nuestros recuerdos en una diminuta pila. 

Digitalización de la conciencia. 
Wow. 
El sueño de Sheldon Cooper hecho realidad. Como consecuencia los cuerpos se convierten en una simple "funda", en un envoltorio intercambiable...mientras tengas dinero para hacerlo. Todo el mundo tiene una pila instalada en su nuca, pero no todo el mundo puede permitirse tener un clon preparado para reenfundarse si vienen mal dadas.

Definido el quid de la cuestión y el entorno futurista -muy tangible y complejo-, queda hablar de lo más valioso de la novela, una perfecta novela negra llena de trampas, cadáveres y manipulaciones que nos lleva a acompañar a Takeshi Kovacs, un supersoldado del cuerpo de élite de las Brigadas de Choque, en su investigación. Las Brigadas protegen de forma expeditiva los intereses de la ONU en el Protectorado de planetas habitados. Pero su denuedo y violencia acabó  hartando a Takeshi que se rebeló; por lo que permanecía condenado a prisión durante un par de siglos (lo que es coger tu pila y almacenarla en una nevera). Pero de pronto se encuentra con que su conciencia ha sido transmitida a la Tierra y enfundada de nuevo para investigar el asesinato del millonario Laurens Bancroft.

El rizo es morrocotudo porque quien contrata y recibe a Kovacs es el mismísimo asesinado; un Laurens Bancroft que mantiene su conciencia a buen recaudo en un lugar remoto y con copias de seguridad cada 48 horas. Esto le permite reenfundarse cuantas veces quiera aunque la funda en la que se encuentra reviente. Inmortalidad de facto. Un Mat (por Matusalén). Así se conoce a estos ricachones que se pueden permitir recargas infinitas de su conciencia actualizada. 

Pero lo dicho. El fuerte de la novela es la investigación criminal que obliga a Kovacs a visitar desde las mansiones de los más poderosos de la Tierra a los antros del puterío más vil y descarnado. El autor no se ha conformado con la exposición de su brillante idea; sino que ha montado alrededor toda una trama de investigación criminal densa, pestilente y negra. No se nos ahorra en ella tanto escenas de sexo explicitas, como escenas de tortura de lo más escabroso. Al fin y al cabo si los cuerpos son solo "fundas" intercambiables que puedes alquilar o comprar, la experiencia sensorial es algo relativo. El valor de la vida se deprecia terroríficamente y la muerte, el suicidio o el asesinato adquieren nuevos significados. 

"Sigues siendo joven y estúpido. La vida humana no tiene valor. ¿Todavía no has aprendido eso, Takeshi, con todo lo que has visto? Carece de valor intrínseco. Las máquinas valen el dinero que cuesta construirlas. las materias primas valen el dinero que cuesta extraerlas. Pero ¿las personas? -Hizo un sonido como si escupiera-. Siempre puedes conseguir más. Se reproducen como células cancerígenas, lo quieras o no. Abundan, Takeshi. ¿Por qué habrían de ser valiosas? ¿Sabes que nos cuesta menos contratar y usar una puta snuff real que instalar y ejecutar el formato virtual equivalente?. La carne humana auténtica es más barata que una máquina. Esa es la verdad axiomática de nuestro tiempo."


De todos modos las consecuencias morales que se derivan de esta situación sólo aparecen apuntadas por el autor, que no las explora sino superficialmente. Resulta muy curiosa la aparición de manifestaciones católicas con las que se cruzan Takeshi y Kristin Ortega. Su grito de guerra es "Sólo Dios es dueño de tu muerte", si muero no me reviváis. 

Publicado en 2002, 'Carbono Modificado' fue la primera novela de Richard Morgan. Tuvo una primera edición en Minotauro, que ignoro el impacto que pudo tener. Ahora revive con Gigamesh y seguro que la serie de Netflix empujará las ventas y nos acercará las dos restantes novelas de esta explosiva trilogía que gira alrededor del intrépido Takeshi Kovacs, "Broken Angels" (´Angeles Marchitos´) y "Woken Furies".

La estructura y los personajes son del más clásico género negro. Un detective con un pasado que le pesa, un ricachón que encarga una investigación que se volverá contra él, una mujer fatal que se cruza por medio, una organización criminal que permanece escondida mientras amenaza con triturar a Takeshi; y los intereses políticos y económicos que los poderosos trenzan para seguir siendo los que mueven los hilos.

Laurens Bancroft es uno de los hombres más ricos de Bay City (San Francisco). Tiene influencia política al más alto nivel y sus negocios son globales. Pero un día su cuerpo apareció sin cabeza, reventada por una bala que esparció sus sesos por la pared. La policía dice que todas las pruebas apuntan a un suicidio; pero si Bancroft tiene su conciencia a buen recaudo, actualizada con copia de seguridad cada 48 horas, nos da como conclusión que asesinar su funda es una pérdida de tiempo....

La novela es vibrante y fluida. Pura acción. Lo que más abunda en sus páginas son los diálogos. Siempre acompañamos a Takeshi y el tío no para. Cuando no está interrogando a alguien, le están disparando o está metiéndose directamente en la boca del lobo. La novela se divide en dos partes. La primera es sumamente violenta. Empujado por la inspectora de policía Kristin Ortega y la mujer de Bancroft -que acaba seduciéndolo-, Takeshi va dando palos de ciego mientras unos mafiosos intentan matarlo. Hasta que se da cuenta de que está siendo manipulado. La funda que su cliente ha elegido para él no ha sido una elección inocente. Corresponde a un policía acusado de corrupción y que, además, fue compañero de la inspectora Ortega. 
"estar aquí hablando de Ryker con Ryker es un poco raro".
En la segunda parte la investigación y los golpes de efecto suplantan a los disparos y peleas. Takeshi se da cuenta de que no tenía que mirar más allá, sino más acá de su propia nariz.

Takeshi Kovacs es un tipo duro. Producto de un entrenamiento extenuante, mejorado con neuroestimulación y con un bagaje de experiencias militares escalofriantes. No se arruga ante nada. El entorno urbano, tecnológico y desbaratado es ya casi un standárd del ciberpunk; pero no por visto demasiadas veces resulta despreciable. 
Morgan sabe colocar muy bien esas piezas conocidas y sacarles un nuevo brillo.  


´Blade Runner' es una influencia confesa. Pero en este caso los replicantes somos los mismos humanos que nos vamos recargando en distintas fundas a conveniencia. El detective -como es norma- no sólo se encuentra inmerso en una intriga detectivesca sino también moral. En sus páginas afloran temas como la vejez, la ausencia de la muerte, la política, la decadencia y la religión; pero tratados de forma somera. También asoma una velada crítica contra una sociedad anegada en un capitalismo salvaje (liberal lo llaman hoy en, en los tiempos del eufemismo hipócrita). Esa sociedad donde los poderosos viven bajo sus propias leyes con absoluta impunidad, mientras los seres anónimos somos carne de cañón.



La ciencia ficción que nos propone Richard Morgan es dueña de una rica ambientación: la pila cortical, androides, realidad virtual, armas avanzadas, neuroestimuladores para acelerar el rendimiento, burdeles decrépitos en barios de mala muerte, tugurios donde se programan en secreto peleas a muerte y, sobredetodo, ese hotel tan carismático y vacío en que se hospeda Takeshi, y con cuya I.A. se relaciona como si fuese su Moneypenny particular. Uno de los aspectos más cotidianos es la proliferación de todo tipo de drogas: la Fusión 9 que actúa como estimulante sexual, los neuroestimuladores o la rígida.
"Betatanatina. La rígida.
Último logro de una familia de compuestos químicos destinados a la investigación sobre la muerte inminente en los albores del milenio. La betatanatina era lo que más acercaba al cuerpo humano a un estado terminal sin causarle grandes daños celulares. Al mismo tiempo, los estimulantes controlados de las moléculas de la rígida generaban un funcionamiento clínico del intelecto que había permitido a los investigadores pasar por experiencias de muerte inducida sin la emoción y el asombro que podrían estropear su percepción. Tomada en menores dosis, la rígida producía una profunda indiferencia tanto ante el dolor, como ante la excitación sexual, la alegría o la tristeza. Todo ese desapego que los hombres habían fingido durante siglos ante un cuerpo de mujer desnudo estaba ahora disponible en una cápsula. Como si el producto hubiese sido especialmente concebido y fabricado para el mercado de los adolescentes varones.
Era asimismo una droga ideal para el ejército."
Finalmente una adivinanza. Morgan vivió en Madrid y ha integrado alguna parte de aquella experiencia en su novela. El supermalvado vive retirado en una superfortaleza excavada en la montaña y rematada por una gigantesca cruz. 
"Francisco Franco" -dijo Kawahara, creyendo que yo estaba intentando leerla-. Un tirano miserable de hace mucho tiempo. Él hizo construir este lugar.
-Trepp dijo que la cruz era católica.
Kawahara se encogió de hombros.
-Un tirano miserable con delirios religiosos. Los católicos y los tiranos se llevan bien. Forman parte de la misma cultura."





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Richard Morgan es un escritor inglés de ciencia ficción, guionista de comics (La Bruja Escarlata) y videojuegos como Crysis 2 y Syndicate. 
Además de la trilogía de Takeshi Kovacs es autor de la trilogía de fantasía oscura "Tierra de Héroes"  (Land fit for Heroes) publicada en la Editorial Alamut: Sólo el acero, El gélido mando y La impía oscuridad. 
Sus otras novelas son Leyes de Mercado (Ed. Gigamesh) por la que recibió en 2005 los premios Arthur C. Clarke y John W. Campbell Memorial; y Black Man

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