El narrador de este texto, plenamente onírico, es un súbdito desesperado y fieramente irónico de un país dictatorial: "Dios sitúa a los que quiere salvar en países totalitarios" leemos en la misma página que recoge
"La tradición budista es la razón del éxito espectacular de la doctrina comunista en Mongolia. Existen muchísimos puntos en común: la negación de los dioses, el abandono y la indiferencia hacia lo terrenal, el desprecio del laxismo democrático. Esta afirmación es difícil de conciliar con mi declarada religiosidad, siempre que esta no sea otro de mis simulacros. No quiero remitirme a Aristóteles, ni a Tomás de Aquino. De ningún modo. El totalitarismo y la religiosidad no entran en colisión. Los súbditos de regímenes tiránicos deberían estar infinitamente agradecidos a la Providencia por haberles dado el privilegio de padecer el cotidiano castigo del totalitarismo, esa muestra de especial afecto divino. Porque si la gente no quiere ayunar, no quiere sufrir, ni ser humillada, ni maldecir la hora en que nació, en tal caso acaba en el infierno. Si el Hijo de Dios tuvo que ser crucificado, el simple mortal debe llevarse por lo menos dos o tres palizas en el sótano de cualquier Servicio Secreto si desea la vida eterna. " pág 34
A las pocas páginas nos damos cuenta de que el autor ha escogido un remoto país como excusa para hablar de su más inmediato entorno: una Serbia que apenas asoma tras el telón de acero. Para él Ulan Bator "es la misma mierda pero más lejos."
Ulan Bator |
La editorial Svjetlost [Luz] debería haber publicado este libro en Sarajevo. Antes de terminarlo, sobre Sarajevo se cernieron las tinieblas. Por eso se lo dedico a todas las víctimas. Es la dedicatoria que figura en el frontis. Sus andanadas van contra los rusos, que "no pueden vivir sin cercas ni alambre de espino"; contra la dictadura del estado, "es de día hasta que el funcionario pone el sello de apagar la luz", y contra el comunismo.
"Habrá gente que se preguntará: ¿Cómo es que hay burdeles en Ulan Bator? Qué ingenuos. Incluso en la Europa Occidental existe el prejuicio de que en los países comunistas no hay prostíbulos. Una equivocación, desde luego. Hay por todas partes. Mejor dicho: los hay y no los hay. Para los extranjeros hay, para los nacionales no hay. Y no es porque se preocupen por la salud y la moral de la población local -¡los comunistas y la moral!-, sino porque los gobernantes comunistas no permiten a sus súbditos ningún tipo de placer; los obligan a masturbarse, a golpearse la cabeza contra la pared, a violar, a debilitarse la espina dorsal, a caer en la demencia juvenil, porque lo más fácil es manipular a los imbéciles y a los tipos frustrados." pág 41Finalmente el improbable país le ofrecerá al autor la posibilidad de afrontar un verdadero viaje. "Una de las atracciones turísticas poco conocidas de Mongolia es la linde en que coinciden sueño y realidad". De modo que el escritor de esta Guía de Mongolia no acechará en derredor sino su abismo interior.
"¿Qué había dicho, que había venido a Mongolia para escribir una guía? Tonterías. Digamos que había venido para intentar una vez más aprender algo sobre mí mismo. No sé quién soy. Nunca lo he sabido. No me he creído, como la mayoría, la trampa del nombre y las otras estupideces que el régimen te da inmediatamente al pasar del estado de larva al estado de muñeco. Ya lo hemos dicho: a todo el mundo se le asigna un papel, y a mí -ya que no prometía mucho- me dieron los más episódicos. Basara es solo un rótulo. Así como en las peluquerías pone PELUQUERO, en las cubiertas de mis libros pone BASARA, y además tengo que pagar impuestos por ello." pág 54
A lo largo del libro, Basara despliega un variado arsenal de historias surrealistas preñadas de un sinnúmero de ensayos breves y alucinados. Como el que plantea el Sr. Mercier, cadáver de un viejo verde que expone la teoría del tiempo interior.
"Les aseguro que existen tres tipos de personas en la historia: aquellas cuyo tiempo interior transcurre más rápido que el exterior; aquellas cuyo tiempo interior está sincronizado con el tiempo exterior y aquellas cuyo tiempo interior transcurre más lento que el exterior. Éstas son las más escasas." pág 61
Los primeros son los impulsores de la historia, los segundos son constructores, albañiles y carpinteros. Los terceros practican el sabotaje sin cesar: poetas, visionarios, místicos y excéntricos introvertidos.
Alojado en el hotel Gengis Khan de Ulan Bator, el narrador comparte sus delirios con un obispo holandés que ha quedado atrapado en su sueño, un corresponsal de un diario inexistente ("Al igual que yo, él era súbdito del reino del alcoholismo, el mejor medio para huir de patrias, sistemas políticos, cadenas televisivas y toda aquella chusma."), un cadáver ambulante o la mismísima Charlotte Rampling, asidua del hotel cuando no está rodando.
A la postre todos estos subterfugios no son sino excusas para hablar de sus obsesiones: el estado, la religión, la historia, el tiempo y sobretodo ese absurdo anhelo de escribir. Una confesión en toda regla. Amarga y despiadada. A veces cínica y siempre lúcida. El autor indaga en sus entrañas y se adentra en el delirio como forma de conocer la realidad.
Tiendo a ver el libro como un grito sordo con el que el autor intenta romper el cascaron en el que se ha encerrado.
El libro comienza con el suicidio de su mejor amigo. De él recibe una carta que le describe con toda crudeza: intelectualoide, ajeno a la realidad,....
"...debo decirte que eres narcisista. Decir Narciso sería demasiado. Incapaz de comunicarte con el entorno, te has forjado unas fabulosas construcciones sobre la alienación, firmando así -con un pequeño mar de tinta- una sentencia que te libre de la obligación de compartir, de entender y de ayudar a otros. Para ello te serviste del agnosticismo. Y para que los escasos dardos del mundo exterior no te afectaran, te volviste tolerante." pág 22
Después de una primera parte onírica y surrealista en Ulan Bator, hablando de economía, costumbres o religión; ya en la segunda, "Sesión psicoanalítica en la habitación del hotel Gengis Khan", perdemos todo reclamo exterior. Sólo queda el narrador encerrado en la habitación -en sí mismo-, rumiando sus recuerdos infantiles, buceando su yo.
¿Es una novela o un ensayo?
Es una búsqueda. La de un torrente que siempre acaba huyendo.
"¿La vida secreta de Svetislav Basara? ¿La inquietud ante el presunto acto creativo? ¿Horror vacui? ¿Aburrimiento de provincias?Solo Dios lo sabe.
Me miro en el espejo por un momento: la cara de siempre. La cicatriz en el labio superior. ¡Bah! Basara, manifiesto aborrecedor de la unidad de tiempo, espacio y acción; destacado narrador de cosas, fenómenos y conceptos de los que no se sabe nada. Y, sin embargo, acumula material como una hormiga hacendosa. He aquí un punto de partida: el espejo." pág 103
Si Mongolia es un territorio grotesco donde los meteorólogos son fusilados por errar sus pronósticos y todo producto, sea un BMW, una caja de cerillas o un paquete de arroz, vale cinco marcos alemanes; en cambio proporciona un espacio único para la ficción y la metaliteratura, porque allí “las diferencias entre material documental y ficticio son puramente formales, aunque se favorece el ficticio, porque es más conveniente e indudablemente más próximo a la verdad”
Enki Bilal |
De modo que el autor desgrana ese mar de tinta que se vuelve sobre sí mismo
"Reviso las páginas escritas. Bobada tras bobada. Deberes esccolares que abandono harto, anhelando el momento de tener en mis manos un buen cómic antes de dormir. El ocaso de la posmodernidad. Trabajo de funcionarios.""Y, sin embargo, hay que escribir. No me interesa la fama literaria. Todavía menos las opiniones de los críticos. Yo escribo libros para buscar algo en ellos; no para hacerme un hueco en la literatura serbia, que se convertirá pronto en una organización paramilitar y, como tal, nada interesante para mí.""Cuando uno nace en un lugar y un tiempo tan remotos, entonces es más que lógico sentir repugnancia y dudar de tu propia existencia. Un paraíso para los nihilistas. A primera vista. Pero el destino decidió que yo fuera narrador en un tiempo del que nada se puede decir ni hay nadie que lo quiera escuchar. He aquí el origen de mi animosidad hacia las significaciones espacio-temporales y el modelo narrativo."
Svetislav Basara, autor también de Peking by Night, es pesimista, irónico, metafísico y sardónico. Sus libros son personalísimos y laberínticos, alimentados por una fértil imaginación. En ellos se ilustra una lucha permanente entre literatura y realidad. El yo suele ser el puente que teje lianas entre ambas. En sus páginas campan el absurdo y el delirio. Constantemente está quebrantando las convenciones espacio-temporales. Sus personajes suelen situarse en ese punto donde confluyen realidad y sueño. No en vano escribió, "todo el mundo se encuentra, tarde o temprano, en un laberinto de su propia fabricación".
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