Ya sé que el baile y la música no son objeto de este blog; pero anoche fui testigo de algo extraordinario.
Asistí al espectáculo Grito Pelao de la bailaora Rocío Molina y la cantante Silvia Pérez Cruz, en el teatro Cervantes de Málaga. Es una obra a corazón abierto que relata el deseo de ser madre de la bailaora, la cual se sube a las tablas embarazada de cuatro meses y medio. Toda un acto de generosidad extrema, una invitación a su intimidad, a compartir una experiencia vital y radical como su baile.
El espectáculo es una muestra de valentía y autenticidad como pocas veces se ve en un escenario. La bailaora ha explicado que la idea original nació hace cinco años, cuando sintió el deseo de ser madre y vio lo difícil que iba a ser lograrlo por el ritmo de vida que llevaba.
"Hace cinco años deseaba ser madre, pero quise esperar. Hasta que llegó un momento en que el deseo se hizo tan grande que se convirtió en un monstruo: no podía luchar contra él. Empezaba a afectarme a muchos niveles, también en el baile porque, si no funciona lo personal, nada fluye".
"Me dí cuenta de que si no cubría esa parte personal no fluía nada, no tenía ni creatividad. Me apagaba. El baile se convirtió en una fuga".
De ese poderoso deseo surge un espectáculo desnudo y esencial que se juega a tres bandas. Rocío Molina con su baile y sus revelaciones; Silvia Pérez Cruz, que ejerce como de coro o "ángel junto a la virgen engendrada" y la propia madre de Rocío, Lola Cruz, una mujer no profesional que subraya la autenticidad de la propuesta.
No puedo negar que, desde el principio, fue el nombre de Silvia Pérez Cruz el que ancló mi mirada sobre esa noche en concreto del programa. Desde que escuché su disco Granada, soy fan irredento de Pérez Cruz, su cadencia y fraseo me fascinan. Su voz es capaz de alargarse con ecos y vibraciones que me traspasan hasta lo profundo.
No puedo negar que, desde el principio, fue el nombre de Silvia Pérez Cruz el que ancló mi mirada sobre esa noche en concreto del programa. Desde que escuché su disco Granada, soy fan irredento de Pérez Cruz, su cadencia y fraseo me fascinan. Su voz es capaz de alargarse con ecos y vibraciones que me traspasan hasta lo profundo.
Las tres mujeres cantan, bailan y hablan desde la complicidad atávica de la maternidad. A las confidencias y complicidades de Rocío (que en su entrega nos regala una canción sobre la base musical de los sonidos que emite en directo su propia matriz), también se suma Pérez Cruz:
"Cuando iba a dar a luz a mi hija Lola, hace diez años, con un dolor por las contracciones más grande que yo misma, noté que alguien me ponía la mano sobre el hombro. Me volví para ver quien era y vi a una mujer negra. Me miró y dijo, "lo siento". Con sólo esa expresión sentí que comprendía mi dolor porque antes había sido suyo. En ese momento imaginé que sobre el hombro de esa mujer había otra que había puesto su mano y sobre ésta otra y otra más. Por primera vez sentí que era parte de una cadena de mujeres que atraviesa toda la Historia."
El espectáculo se nutre del baile de Rocío pero también de los temas compuestos ex profeso por Silvia. "La obra nace de una historia muy personal, pero Silvia la ha convertido en universal con sus letras y sus composiciones", ha reconocido la bailaora. Uno de ellos supone uno de los momentos culminantes de la obra (y tiene muchos), inspirado en el poema Para un hijo sin padre (For a fatherless son) de Sylvia Plath; una autora que, como Rocío Molina reconoce, le ayuda a trasladar una experiencia de la maternidad compleja y no siempre encantadora: “Hay una parte que lo es y otra que no. En mi caso, también hay una soledad y una ausencia”, reconoce Molina, que relata su experiencia desde el punto de vista de una madre soltera y lesbiana. “Te hice para encontrarme”, dice un verso de Anne Sexton que inspiró Grito Pelao.
Rocío Molina tiene una fuerza arrebatadora en su baile y a pesar de sus escasos 34 años ya es Premio Nacional de Danza. Tan visceral como su baile ha sido su deseo de ser madre y ahora la bailaora, emplazada por el embarazo, ha de adaptar su potencia pura a otra sabiduría, a la búsqueda de una nueva identidad. Lo hace con la compañía inestimable de Pérez Cruz que canta y baila inmersa en un espacio cómplice de deseo en el que, juntas, acaban por deslumbrarnos.
"Silvia me ha ayudado a parar, a adquirir otra sensibilidad. Ella propuso empezar de cero, creando una masa madre entre ambas con su voz y mi cuerpo. La idea era crear una materia desconocida."
Al final de la obra, Pérez Cruz le canta a ese feto del tamaño de un coco, “Tu madre baila por ti. ¿Quién le bailará a tu madre?”.
Para mí que ella se basta y sobra. Más de diez minutos estuvimos aplaudiendo, con el teatro lleno y de pie, este espectáculo sobre "la belleza de la fragilidad", como lo ha descrito acertadamente la propia Rocío Molina.
Las dos artistas se apoyan en Carlos Marquerie, colaborador habitual de la bailaora, para la dirección escénica y como autor de la dramaturgia.
El estreno en el pasado Festival de Aviñón fue un éxito, como posteriormente en el Grec de Barcelona. Grito Pelao también podrá verse en Sevilla, Zaragoza y Madrid en septiembre. Se trata de su segundo trabajo en común tras Impulso, que se estrenó en los Teatros del Canal de Madrid en 2017.
Veremos qué ocurre cuando tenga que actuar en el Chaillot de París, en la última representación prevista a mediados de diciembre y esté de más de siete meses. Los coproductores ya sabían que este sería un proyecto arriesgado, como todo lo que hace Rocío Molina.
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