El Perceval de Chrétien nos traslada a la Britania preanglosajona. El castillo de Arturo está en el sur de Gales. Los tiempos son muy remotos, el siglo V; justo cuando surgen los reinos célticos independientes.
En la novela se cuentan en paralelo los hechos de Perceval y Gauvain. Asistimos a la formación de Perceval. Primero su madre y luego el caballero Gornemans de Gorhaut, su maestro, le inculcarán los valores caballerescos. Él siempre se mostrará respetuoso y decidido.
Ambos caballeros siempre estarán en camino, buscando lances y cruzando justas que reafirmen su nobleza: la doncella sitiada, la doncella perversa, el caballero Orgulloso, el Vado Peligroso, etc.
La historia de cada uno de ellos tiene un punto de inflexión. En el caso de Perceval lo es su encuentro con el Rey Pescador, pleno de símbolos y misticismo. Un río que no ofrece vado, la hospitalidad del Rey Pescador, la lanza que sangra, el grial. Comparten cena en un mantel blanquísimo y el caballero recibe el presente de una espada que tenía "escrito que estaba hecha de tan buen acero que nunca podría romperse sino en determinada circunstancia que nadie conocía salvo aquel que la había forjado y templado".
Toda la novela está transida de símbolos y leyendas sean clásicas o celtas. Comienza en la "Gaste Forêt", una tierra devastada que ya para los celtas era un paso previo para una nueva vida, más llena de sacralidad. El valor sagrado de la copa, el poder de evocación de la sangre en la nieve (en el pasaje "la sangre de la oca blanca"), la existencia de puentes y vados peligrosos o el barquero que necesita Gauvain para cruzar hasta el Castillo de las Reinas y descansar en el Lecho Maravilloso. Por cierto que dicho Castillo es habitado sólo por mujeres, como el paraíso de los celtas, y es morada de los muertos (allí Gauvain encuentra a personas que creía perdidas para siempre).
Resulta curioso cómo, después de distintos hechos y haber abandonado el castillo del Rey Pescador, Perceval descubre su nombre.
"-¿Cómo os llamáis, amigo?
Y él, que desconocía su nombre, lo adivina y dice que se llama Perceval el Galés, aunque no sabe si dice verdad o no, pero dice la verdad aunque lo ignore."
Percibimos que con este hecho, Perceval concluye su aprendizaje, sus mocedades, que son precisamentde los dos sentidos de la palabra galesa "mabinogi", las historias y leyendas galesas que son una clara influencia para Chrétien.
En cuanto a Gauvain, su apogeo es el descubrimiento del Castillo de las Reinas. Ningún caballero ha salido vivo de allí donde esperan al caballero que "tendría que ser perfectamente hermoso, discreto, sin codicia, valiente y audaz, franco, leal, sin villanía y mal ninguno." El único merecedor de tal edén.
Las quêtes de Perceval y Gauvain traslucen una noción iniciática. Perceval pasará años vagando hasta encontrar al ermitaño que le revela a quién sirve el Grial. Aunque Perceval fracasa en su búsqueda, el ermitaño le hace reconocer sus pecados y le impone penitencia.
"El rico Pescador es hijo de este rey que se hace servir con el Grial. Pero no os figuréis que en él vaya lucio, lamprea ni salmón; con una sola hostia que le sirven y llevan en ese grial, sostiene y fortalece su vida; tan santa cosa es el grial".
Por su parte Gauvain conseguirá arrivar al Castillo de las Reinas, logrando incluso salir con vida de donde nadie jamás volvió.
Crhrétien de Troyes es el más genial de los escritores de este periodo de la Baja Edad Media. Él es, como dice el profesor Carlos Alvar, quien da a los caballeros de la Tabla Redonda
"una fisonomía propia y hace de ellos auténticos seres vivos: el odio y el amor, la valentía y la generosidad comienzan a desempeñar su papel; cada héroe actuará influido por alguna de estas motivaciones. El embrión que hallamos en Monmouth acaba de tomar una forma nueva, la más semejante al ser definitivo, a la vez que el tema adquiere su mayor auge: el Perceval, que Chrétien no acabó, halló muy pronto continuadores"
Se puede decir que, con Chrétien, la materia de Bretaña cobra forma definitiva y se expande por toda Europa. Chrétien recoge la influencias de dos historiadores: Geoffrey de Monmouth, autor de "Historia regum Britanniae" y "Vita Merlini"; y Wace, autor del "Roman de Brut", prácticamente una traducción del anterior. Monmouth enriquece enormemente la escueta figura histórica del Rey Arturo hasta convertirla en mito e incorpora a la historia las leyendas célticas. Peredur, el Perceval de Gales, ya es nombrado en el canto de Gododdin, de Aneirin, escrito hacia el 600 en la frontera de Escocia. A lo largo del Cuento del Grial podemos encontrar, asimismo, reminiscencias de los Mabinogion, un conjunto de leyendas galesas.
Este desarrollo novelesco de lo puramente histórico cristaliza definitivamente en Chrétien de Troyes, autor del cambio trascendental que alumbrará el nacimiento de la novela occidental. Así lo señala de forma elocuente Victoria Cirlot en su ensayo "La novela artúrica".
"En
pocos años, el roman que había nacido a la sombra de la historia, se vio
invadido por un plano de construcción de la realidad absolutamente novedoso: la
ficcionalidad. Casi de modo imperceptible, la figura del rey Arturo tratada
desde una perspectiva histórica fue absorbida por el plano de la ficción. En la
forma artúrica cristalizó la creación novelesca; de ahí que ambos aspectos,
resulten indesligables cuando se trata de analizar el nacimiento del roman en el Norte de Francia. De la
traducción a la novela y, concretamente, a la novela artúrica. Ese cambio y ese
hallazgo no parecen desprenderse de la vida propia del género, sino que más
bien parecen deberse a la intervención individual, a la imaginación peculiar de
un escritor del segundo tercio del siglo XII: Chrétien de Troyes."
P.D.
Muchos significados se le han dado al
Grial. El más común lo identifica con el cáliz de la Última Cena. No han sido pocos los autores que le han asignado distintas virtudes esotéricas y místicas; llegando incluso a registrarlo como algo estrictamente espiritual, algo así como un estado de iluminación.
El recorrido del Grial cruza toda nuestra historia y literatura hasta el mismísimo día de hoy. Este místico cáliz aparece en las leyendas de Merlín, de los caballeros templarios, la masonería, la alquimia, la saga cinematográfica de Indiana Jones y por supuesto el best seller de Dan Brown, El
Código da Vinci.
El hecho de que la primera obra donde aparece el grial quedase inacabada, así como el acontecimiento histórico de las Cruzadas provocó una multiplicidad de obras que afrontaron este enigma: José de Arimatea de Boron, Perlesvaus de autor anónimo, Parzival de Wolfram von Eschenbach, la Demanda del Santo Grial de autor también anónimo dentro del ciclo del Lancelot en prosa. De nuevo Victoria Cirlot nos ilumina en su libro
Grial: poética y mito (siglos XII-XV).
Uno de los muchos continuadores de Chrétien de Troyes fue Robert de Boron que vivió entre los siglos XII y XIII. En su novela Joseph d'Arimathie planteó una hipótesis pseudohistórica, que José de Arimatea, hermano del padre de la Virgen María, fue quien solicitó el cadáver de Jesús y le dio sepultura. Boron, además, identifica la casa de José de Arimatea como el lugar donde se celebró la Última Cena, siendo unas de sus copas la que acabó convirtiéndose en el Santo Grial donde posteriormente recogería la sangre de Jesús. Para redondear la historia, Boron cuenta que José de Arimatea llevó la copa a la isla de Avalon, donde el Grial se mantuvo oculto hasta la llegada del caballero Perceval.
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El Santo Cáliz de Valencia |
Esta mezcla de historia y leyenda tiene varias encarnaciones que, aun hoy en día, sus fieles presentan como el auténtico Grial.
La Sacra Catina de Génova es un pequeño cuenco de piedra que fue llevado a esta ciudad después de la Primera Cruzada en 1.099. Efectivamente la pieza ha sido fechada al inicio del siglo I. Asimismo existe una copa de plata de grandes dimensiones que se encontró en las ruinas de una iglesia cristiana en Antioquía. Esta rica copa labrada contiene en su interior otra lisa de plata cuya factura también ha sido fechada en el siglo I.
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El Santo Cáliz de Valencia |
Por último tenemos el
Santo Cáliz de Valencia. Una taza de ágata finamente pulida que muestra muestra hermosísimas vetas de colores. Es una preciosa "copa alejandrina" que los arqueólogos consideran de origen oriental y tienen fechada entre los años 100 al 50 a.C.
Mucho más posteriores son las asas y el pie de oro finamente grabado, diferente a la copa. Todo ello, lo mismo que las joyas que adornan la base son de época medieval.
Su historia es bien novelesca. Según esta tradición, la Última Cena no se habría celebrado en la casa de José de Arimatea sino en la vivienda de algún familiar del apóstol San Marcos. La Copa que utilizó el Señor en la última Cena fue llevada a Roma por San Pedro. Allí la conservaron los Papas hasta San Sixto II cuando, por mediación de su diácono San Lorenzo, oriundo de España, fue enviada a su tierra natal de Huesca en el siglo III, para librarla de la persecución del emperador Valeriano. Durante la invasión musulmana, a partir del año 713, fue ocultado en la región del Pirineo. Posteriormente la reliquia fue entregada, en el año 1399, al Rey de Aragón, Martín el Humano, que lo tuvo en el palacio real de La Aljafería de Zaragoza y luego, hasta su muerte, en el Real de Barcelona en 1410, mencionándose el Santo Cáliz en el inventario de sus bienes. Hacia 1424 el Rey Alfonso V el Magnánimo llevó el relicario real al palacio de Valencia, y con motivo de la estancia de este Rey en Nápoles, fue entregado con las demás regias reliquias a la Catedral de Valencia en el año 1437. Sin pronunciarse sobre su legitimidad, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI, oficiaron misa con este cáliz en sus visitas a la ciudad de Valencia.