domingo, 28 de mayo de 2017

LOS PELIGROS de FUMAR en la CAMA - de Mariana Enriquez









Es para celebrar el hecho de que la literatura en español se haya lanzado a explorar territorios que le parecían vedados, como el género criminal o el terror. Por supuesto no han faltado en la Historia casos aislados, pero en las últimas décadas se está produciendo una fructífera normalización con una bibliografía -sobretodo en el ámbito criminal- que empieza a ser desbordante: autores solitarios como Vázquez Montalbán en España o Rafael Bernal en México han tenido continuidad en una gran diversidad de autores que se extienden ya por varias generaciones y cualquier latitud: desde los más veteranos Leonardo Padura, Domingo Villar, Elmer Mendoza, Ernesto Mallo o Mempo Giardinelli; hasta los más recientes como Alexis Ravelo, Bernardo Fernández "Bef", Carlos Zanón, Marcelo Luján o David Llorente.

En cuanto al terror la nómina es más escueta pero no menos interesante. Los montes solitarios como El amigo de la muerte de Pedro Antonio de Alarcón o los cuentos de Horacio Quiroga, se han visto acompañados por la obra maestra de C. E. Feiling, El Mal menor, ya reseñada en este blog. Pero ha sido en las últimas décadas cuando no han dejado de surgir nuevos autores que, sin prejuicios y de forma audaz, se están adentrando en esas oscuridades tenebrosas que parecían alejadas de nuestro idioma y que tanto deleite nos procuran: Jose María Latorre, Pilar Pedraza, Alberto Ramponelli, Angel Olgoso, Pablo Tolosa, David Jasso o Emilio Bueso dan cuenta de la calidad y variedad de las propuestas. 

Todo esto viene a cuento de mi reciente descubrimiento de Mariana Enríquez. Una sólida narradora de cuentos claramente situados en el ámbito del terror, cuyas páginas exudan apariciones espectrales, hechizos, prisiones metafísicas y muertos que vuelven a la vida. Nació en Buenos Aires en 1973 y aunque escribe sobre personajes de su ciudad y su época, sus cuentos son intemporales porque están atravesados por miedos sustanciales, atávicos terrores y demencias. En España tiene publicados dos volúmenes de relatos (el presente y Las cosas que perdimos en el fuego) y ya se la conoce como la Shirley Jackson en español.

Sus cuentos tienen una textura realista y son actuales y urbanos. Su imaginación no necesita tétricos castillos, ni brujas, ni animales mitológicos. Ni siquiera la noche. Los entornos de sus historias son contemporáneos, reconocibles y familiares. Ahí es donde Enríquez es capaz de doblar la esquina para encontrar un mundo siniestro y misterioso. Como un bisturí su pluma encuentra el miedo en las personas, en sus temores y obsesiones. Pero también en la sociedad. Ha llegado a decir, "me parece que el miedo es más la policía, el barrio, la pobreza, la violencia, los hombres". Sus relatos aúnan lo cotidiano con la pesadilla y el terror.


























Esto se hace muy evidente en el cuento titulado El carrito, en el que un indigente que cruza un barrio, hace aflorar en su clase media un rechazo visceral y reaccionario.
También las sombras de la dictadura militar que la autora vivió siendo niña, salen a relucir en cuentos como Chicos que faltan. Aunque su enfoque habla del mito inglés del "changeling" (niños que son llevados al país de las hadas y que son sustituidos por niños idénticos pero sin alma); es difícil abstraerse de aquellos niños secuestrados por los "milicos" y que al regresar ya no eran los mismos.
"Los japoneses creen que, después de morir, las almas van a un lugar que tiene, digamos, un cupo limitado. Y que cuando se llegue a ese límite, cuando no quede más lugar para las almas, van a empezar sa volver a este mundo. Esa vuelta es el anuncio del fin del mundo." pág. 171
En una entrevista llegó a señalar: "El fantasma es el pasado que sigue sucediendo", de ahí que la dictadura sea una evocación constante en sus cuentos. Como en el que abre el volumen -El desentierro de la angelita- cuando la joven protagonista encuentra unos huesos enterrados en el patio de su casa y un espectro se convierte en su compañía. Fantasmas del pasado que se niegan a desaparecer ante la ignominia de las fosas comunes. También en la última narración -Cuando hablábamos con los muertos- nos encontramos con unas adolescentes que se reúnen alrededor de una ouija para hablar con familiares desaparecidos.
"La cuestión era que todos sabían que los viejos de Julita no se habían muerto en un accidente: los viejos de Julita habían desaparecido. Estaban desaparecidos. Eran desaparecidos. Nosotras no sabíamos bien cómo se decía. (...) Julita los quería encontrar con la tabla, o preguntarle a algún otro espíritu si los había visto." pág 192
Todo esto habla de la capacidad de sus cuentos para sugerir. Incluso el terror sólo está sugerido. En sus páginas no hay tumulto, ni hachas sangrientas, ni apariciones truculentas, sedientas de venganza. Lo que sí se escucha es el espasmo de la angustia, la opresión del horror.

Barrio Gótico -Barcelona-
Hay muchas personas atrapadas en estos cuentos. En barrios y ciudades; pero también en prejuicios y obsesiones. La única familia que trató con dignidad al pordiosero de El carrito, permanece recluida en su casa mientras una plaga vengativa recorre el barrio. En Los peligros de fumar en la cama una mujer está encerrada entre sábanas hundiéndose en una neurosis autodestructiva. 

También en Rambla triste encontramos un monstruo terrible, celoso de sus prisioneros. Una argentina recala en Barcelona para visitar a unos compatriotas y poco a poco se da cuenta de que la ciudad no los deja escapar, que los vampiriza. 
En este punto cabe decir que esta "afrenta" a la ciudad Condal fue respondida por anticipado y como correspondía; otorgando a la autora el "Premi Ciutat de Barcelona" por Las cosas que perdimos en el fuego, en 2016.

Creo que la cita de Silvia Plath que encabeza El aljibe, bien podría servir como metáfora de muchos de los personajes del libro.
"Estoy aterrorizada por esta cosa lóbrega
que duerme en mí;
Todo el día siento sus giros gráciles y ligeros, su malignidad."
                                                              Versos de Silvia Plath, en El Olmo
"Esa cosa lóbrega" es un miedo profundo y visceral que habita en Josefina, la protagonista de El aljibe. Mientras que en el relato En dónde estás corazón, el monstruo es el propio músculo cardíaco que obsesiona al protagonista con sus palpitaciones.
"Puedo precisar el momento en que perdí el control. Después de años de búsqueda estéril, encontré un sitio de Internet donde otros fetichistas de los latidos cardíacos compartían sus corazones." pág 117
En El aljibe, Josefina era una niña jovial y sana. Todo lo contrario que su hermana, su madre y su abuela; personas lúgubres que vivían aterrorizadas por un miedo incesante e irracional. Hasta que en un viaje lo cambió todo. El aljibe es un cuento terrorífico que se eleva sobre un simple atavismo: las hijas tienen el deber de cuidar de sus madres.

Enríquez es contemporánea de la tecnología y el pop; por eso no es extraño que un par de relatos extraigan de allí su escalofrío. 
Carne refleja hasta donde puede llegar el fanatismo de dos adolescentes por un cantante de éxito muerto en plena juventud: "más hermoso que nunca, ahora que la muerte le brillaba en los ojos".

En Ni cumpleaños ni bautismos un joven cineasta amateur se anuncia así: "Nicolás. Filmaciones raras. No hago cumpleaños, bautismos o fiestas familiares. Ideal para voyeurs. No hago nada ilegal, ni trabajo para maridos cornudos." Una familia muy normal acabará llamándolo para obtener una prueba filmada de lo que le ocurre a su hija cuando le asaltan unas extrañas alucinaciones.  

Mariana Enriquez considera a Stephen King su maestro indiscutible. Pero también se considera deudora de Robert Aickman y Silvina Ocampo, de quien dice admirar "su humor negro, su crueldad desencajada."

Bienvenida Mariana, al lúgubre panteón de la fantasía y el terror.

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