miércoles, 29 de mayo de 2013

Una edad difícil

de Anna Starobinets







Todo lector guarda en su memoria ese regusto especial que produce el descubrimiento de un autor admirable. Así me pasará aquí. Estoy seguro que recordaré su clara escritura sobre asuntos turbios y delirantes.

Los cuentos de esta autora tienen un toque perverso a la vez que son dulcemente paranoicos. Nos guían por los meandros chirriantes de la inquietud.  Ismael Martínez Biurrum nos avisa en el prólogo del mundo al que accedemos.
"Anna Starobinets sabe de putrefacciones y sabe de obsesiones. Sabe de sueños y culpas enquistadas en la conciencia, bultos enmohecidos que bajo las reglas personalísimas de su ficción pueden saltar y cobrar vida acechante. Deseos prohibidos que nos colonizan como insectos. Muertos que andan y fichan en la oficina. Cobardías transformadas en vidas paralelas, pesadillas en las que tú podrías ser la pesadilla de otro tú."
Entre sus influencias se cita a Stephen King y a Philip K. Dick y son comprobables. El terror de algo atávico que se nos escapa y nos confunde con la tierra del primero o la búsqueda de la propia identidad con riesgo de perderla del último se encuentran en este conjunto de relatos concebidos con tanta imaginación como agudeza.

Entre los más afines al maestro Dick se cuenta Vivos. En un futuro cercano el dolor por la pérdida del ser querido empuja a la protagonista a solicitar un replicante. A pesar de que se relata la proliferación de estos No Vivos que llegan incluso a rebelarse contra sus creadores, el foco de la narración es íntimo. La mujer que espera recuperar a su marido muerto.
"Cierro los ojos para no verlo. Todo va bien, es normal. Antes también los cerraba. Siempre los he cerrado.
Se mueve muy despacio. Pone todo su esfuerzo por moverse despacio. Pero yo sé que faltan unos segundos. Solamente unos breves segundos; a mí casi no me da tiempo. Hundo mi cara en su cuello. Me pongo a contar para mis adentros, sin saber por qué. Uno, dos, tres...Cuando él termina, por fin me atrevo. Hago lo que tenía tanto miedo de hacer todo este rato. Respiro su aliento.
La expresión de los ojos, la cara ajena...Nada de eso importa. Lo único que importa es el aliento. Si él fuera otro..." pág. 111
Mientras se derrumba el mundo alrededor, ella se da cuenta de que se ha equivocado. Es idéntico, incluso usa lentillas y le prepara el café como siempre, casi frío. Hasta coge la correa todas las mañanas para pasear al perro.....que murió hace tiempo. No es lo mismo. Desencantada y vacía se vuelve hacia sí misma para descubrir un nuevo desconcierto.
Este libro es de 2.005 y parece haber inspirado el capítulo "Ahora mismo vuelvo" (Be Right Back) de la segunda y reciente temporada de Black Mirror; la impactante serie ideada por Charlie Brooker.

La agencia es una organización secreta con filiales en todos los países. Solo conocen su existencia unos pocos privilegiados. Monta historias ad hoc para clientes. Les genera una realidad a medida.
"Regla número uno. No hay delito si no hay intervención física. Lo único que existe es el curso natural de las cosas ligeramente corregido por nosotros. Si simplemente quiere usted matar a alguien, búsquese un asesino a sueldo. Nosotros trabajamos de otra manera. Generamos accidentes. Coincidencias." pág. 176
Pero, ¿qué pasaría cuando el Agente ideal, ese en el que nadie se fija y puede inventarse mil historias, se convierte de pronto en el protagonista de una escrita por otro?.

En La familia toma cuerpo una cobardía. El protagonista viaja en tren y cuando despierta se encuentra integrado en una familia que le es extraña. Aunque él es consciente de que tiene otra vida y otra familia, se siente maniatado a estas nuevas circunstancias. Esta es tu mujer, la querías mucho. Tú eres taxista, ¿no te acuerdas del abuelo?. A pesar de que lucha por despertar de la pesadilla, termina acomodándose. Y siempre la duda: ¿existió la otra vida o se trataba de un recuerdo ancestral?.

Una edad difícil da un giro siniestro a la vorágine de la adolescencia. Maxim es un niño solitario que se está transformando: su habitación es una cueva apestosa, asedia a su hermana gemela y se está convirtiendo en un abusón en el colegio:
"-Pedí a su hijo que se quedara después de la clase y le pregunté cómo podía comportarse de aquella manera. ¿Y sabe qué me contestó? -Marina negó con la cabeza-. Me contestó: "Yo puedo hacer cualquier cosa". "¿Y por qué?", le pregunté. Y él me dijo...¿Sabe qué fue lo que me dijo?
-¿Qué?
-Dijo: "Yo puedo hacer cualquier cosa por que soy la reina". pág. 26
Los capítulos se agrupan por años, 8, 10, 12,  y al final se reproduce el diario personal de Maxim. A través de los años y las páginas asistimos a su atroz metamorfosis.

La enajenación  resulta más perversa cuando se cuenta desde dentro y Anna Starobinets ha sabido bucear en las intimidades del delirio.  El prólogo abunda en ese carácter personal y cotidiano: "Reconocemos el patrón de su locura porque está hecha con jirones de nuestras pesadillas".

La eternidad de Yasha es a la vez un asombro antropológico y un sarcasmo. Yasha se levanta una mañana y comprueba que no respira ni le late el corazón; pero claro, si camina y habla no lo pueden enterrar, y además ha de acudir al trabajo...


En Las reglas, una Voz imperativa  rige la vida de un niño. La riqueza y la magia de su mundo interior deviene en paranoia. "Había que correr de la siguiente manera: cuatro pasos cortos, y al quinto pisaba una grieta con el pie derecho". Es el encargado de cuidar que cada objeto permanezca en el lugar exacto y la orientación precisa. 
Ese mundo arbitrario y tiránico me recuerda al de La Fábrica de avispas de Iain Banks.
"Sasha estaba boca arriba con los ojos cerrados. No podía conciliar el sueño boca arriba, pero las Reglas prohibían ponerse de lado por el momento.Primero, boca arriba. Además, todavía tenía que levantarse y encender la luz, cuando sus padres se fueran a su habitación y no pudieran ver la delictiva raya amarilla de la base de su puerta. Ya eran más de las once, y según las reglas observadas con severidad por toda la familia, Sasha tenía que estar dormido. Según las otras Reglas, tenía que levantarse. Para ver si el jarrón estaba bien puesto en el alféizar. Antes, aquello no pasaba, porque por la noche se interrumpía el Juego. Pero últimamente, cada vez más a menudo, ocurría que algunos objetos le pasaban desapercibidos a la luz eléctrica. Después, de repente, cuando todo se sumergía en la oscuridad, se manifestaban, junto con una ola de sudor frío y pegajoso y los latidos fuertes del corazón. Podían estar mal puestos. Tal vez desde hacía mucho tiempo. A veces se acordaba de golpe de objetos que no había puesto en orden desde hacía días. Si los dejaba tal cual, pasaría algo. Algo terrible y fatal, algo que haría que su vida fuera una pesadilla y quebraría el orden de las cosas. Si los colocaba bien, pero tarde, sucederían las contrariedades habituales. Si los colocaba bien y a tiempo, no pasaría nada. Las Reglas no contemplaban premios; solo castigos. Sólo el miedo constante del Gran Error. " pág. 210-11

Un montón de reseñas más en la web de la editorial Nevsky Prospects 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.