de Bennett Miller
Sencillo y pulcro drama que nos presenta al manager general (Brad Pitt) de un club secundario de béisbol en un momento de refundación de su equipo. Contrariado por un statu quo que cada año le roba sus mejores jugadores y le impide ganar el campeonato, busca alternativas para triunfar con un presupuesto de 40 millones frente a los 140 de los grandes. La más radical es la que aporta un joven estudioso de las estadísticas (Jonah Hill) que aboga por una nueva teoría: no fichar jugadores por su relumbre, sino por pequeños datos estadísticos que sumen y se complementen en el equipo. El manager, una vez convencido, llevará su propuesta hasta el final.
Por supuesto los inicios son duros, la incomprensión generalizada e incluso dentro del equipo -el mismísimo entrenador y algunos jugadores- actúan como quinta columnistas. Hasta cuando llega el éxito no es suficiente para lograr el título. Pero el asunto a debate ya está sobre la mesa: ¿estás dispuesto a cambiar?, ¿eres capaz de levantarte y mirar las cosas desde otro ángulo?, ¿buscas nuevas preguntas porque las de siempre te llevan a los mismos lugares?.
El drama está bien sostenido gracias a la labor de dos inmensos libretistas como son Aaron Sorkin y Steven Zaillian, guionistas de La red social y La lista de Schindler respectivamente. Pero la realización y las interpretaciones son anodinas. Ni siquiera unos cuantos flashbacks sobre la frustrada carrera del manager como jugador logran poner emoción. Basada en hechos reales, los hechos se muestran de forma distante.
Me gusta más la otra película de este director, Capote. De hecho la realización y el montaje final de ambas son semejantes y pecan igualmente de frías. Pero a "Capote" le venía bien porque era una true story que se imponía por su propio peso y además albergaba una actuación portentosa de Philip Seymour Hoffman. En cambio en Moneyball la reproducción histórica es muy sobria, las implicaciones emocionales muy leves y la interpretación del personaje principal, Brad Pitt, se queda en funcional.
La película contiene breves y brillantes destellos donde el interés se eleva: la relación del manager con su hija adolescente por el lado emotivo y las transacciones de jugadores entre clubes por el lado de "esto es un negocio y las personas su mercancía."
Quedémonos con los valores (como en toda buena película de deportes que se precie), la pasión de luchar desde un equipo pequeño contra los grandes, la audacia en la búsqueda de caminos que desbrozar y la convicción en romper la apatía y lo convencional como camino al éxito.
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