Este libro es un tesoro. Incluso contiene un mapa del Espíritu, un mapa para llegar al origen. “El hombre es Naturaleza”, repite una y otra vez. Y con su salmodia nos acerca a un gozo sustancial, “la perfecta acomodación entre el ser y el mundo”.
Del mismo modo que el Hiperión de Hölderlin, Asklepios aspira a revivir en primera persona la edad de oro de la cultura occidental, la civilización griega. El autor asume en sí mismo la reencarnación de Asklepios, el último griego. Un ser con los valores prístinos de Verdad y Belleza que caracterizaron a la Grecia clásica.
“Un hombre desterrado en el tiempo, extrañado de su época y separado de su patria por el hueco de los siglos, es acontecimiento igualmente terrible. Tal es la historia que pretendo relatar.
Me llamo Asklepios, y, por así expresarlo, he tenido dos nacimientos: uno en Megara, Grecia, tan atrás como puede contarse hasta más allá de la fundación de Atenas por Cecrops; y otro, hace apenas treinta y cuatro años, entre los modernos.” pág. 20
En la mitología griega Asklepios fue engendrado por Apolo, el cual lo entregó al centauro Quirón para su educación. Éste le enseñó el “arte” de resucitar a los muertos, el don de la inmortalidad. Temeroso de tal poder Zeus lo fulminó con un rayo, pero su padre Apolo lo vengó abatiendo a los Cíclopes. Asklepios se convirtió en el dios de la Medicina y en Grecia fue venerado en varios santuarios. El más importante fue el de Epidauro donde se desarrolló una verdadera escuela de Medicina. En su culto se mezclaba lo mágico y lo científico. Entre sus varios atributos el más reconocible es una serpiente, según los antiguos porque es capaz de vivir tanto sobre la tierra como en su interior.
“Me llamo Asklepios, y de tarde en tarde tomo la pluma para confesarme, lo cual hago por cumplir la necesidad de experimentarme verdadero, como ordenó Demócrito.” Así comienza este canto a la esencia y de estas tres palabras –de ningún modo aleatorias- cuelga su voluntad el autor. Necesidad porque el hombre está impelido al conocimiento. Experimentar porque es a través de la acción y pensamiento como se expresa. Y verdadero porque sin autenticidad nada es válido. El prólogo es un grito de afirmación de lo originario y verdadero ante lo falaz y tergiversado.
Mármoles de Elgin en el Museo Británico |
Asklepios como ser inmortal, nigromante con conocimientos esotéricos, se lanza a bucear en el Hombre y en el Universo, elaborando toda una teoría de la Vida y el Conocimiento.
“Para indagar quienes somos, tenemos que indagar cada una de las edades que hemos sido, tratando de conocer los seres que fuimos. Esta empresa requiere las siguientes operaciones: remover la conciencia, para encontrar las sensaciones allí depositadas; sacar tales sensaciones a la luz; interpretarlas, y concluir. Este empeño precisa de un gran esfuerzo de imaginación, siempre doloroso. Entiendo por imaginación la capacidad de operar con sensaciones, a la manera que el intelecto opera con concepto, y sacar, como conclusiones, otras sensaciones.” pág 26
Así pues el libro se divide en Infancia, Adolescencia y Juventud y en cada una de estas etapas el autor busca la esencia, la viveza.
“Entiendo por viveza de la carne la correspondencia entre mundo y organismo.” (...) Se puede perder la viveza por varias causas: olvido del origen y acumulación de experiencia en la conciencia. Otra vez descubrimos que la experiencia aniquila lo bueno, natural e increado. Sólo en este sentido cabe admitir que el mundo sea enemigo del espíritu.” pág 78
La infancia participa del misterio, posee la mirada inocente del que todo lo ve por primera vez, tiene un contacto con el universo íntimo y directo que la experiencia suele abotargar.
“La condición de la infancia es la inocencia, o disposición que el Espíritu, todavía no acomodado a lo mundano, que trae del origen. El desacuerdo entre lo elaborado por el hombre y la inocencia del Espíritu se manifiesta a través de lo que denominamos candor, tan característico en los niños y en los dioses. En su origen, el Espíritu es bueno, y conforme se prolonga originario, se conserva candoroso; las almas espontáneas, los sabios y los griegos, se revelaron como perpetuos niños.” pág 27
“La constante sensación de novedad, extensión y misterio del mundo, es otra impresión de la infancia. Cierto Diomedes de Esmirna, a quien conocí viejo, ya en la Era Cristiana, decía así: “Cuando el mundo no parezca nuevo, extenso ni profundo y misterioso, morirá el Espíritu del Primer Día de las Cosas, y, por tanto, Grecia. Vivir entonces será pesadilla”. pág 45
La infancia es el terreno del contacto más íntimo con la Creación y del más reiterado cuestionamiento.
“Terpandro de Lesbos, que dio leyes a la música, escribía así: “En mi casa de Mityilene no crujen ya los muebles durante la noche; del pozo no suben los ruidos que los espíritus producen al sumergirse; las ninfas no rodean los Hermes del jardín, ni el enjambre de los diosecillos, y su murmullo, anida entre las sombras. O la Creación, o yo, hemos perdido la condición infantil. Por otra parte, hacia el siglo IV antes de Cristo, una muchacha asiática me hablaba como sigue: “Asklepios, dime: ¿Por qué ves tantos seres, sucesos y presagios, en la noche y el día, en la llanura y en la montaña, en la tierra y en el mar? ¿Por qué eres tan abundoso en las preguntas y en las respuestas y sus razones? Lo que tienes de niño, tienes de griego.” pág 71 y 72
La Adolescencia es un paso hacia el ser y la interioridad. Se caracteriza por la avidez de conocimiento.
“Cuando el ser vale más que la estampa, la piedra y el tesoro escondido, termina la infancia y comienza la adolescencia. La púber regala sus muñecas a las hermanas y amigas, porque el demiurgo salió de allí para habitar el ser” –decía un tal Timoleón de Circe.” (...)Con el descubrimiento del ser se inicia el camino hacia la desvelación de lo particular, representado por la persona y el Arte.” pág. 157
“Que gozo sentir el espíritu y sus complejidades, tan nuevas para el muchacho! ¡Qué placer palparse diferentes! ¡Qué maravilla usar de propias potencias y experimentar que la razón y los sentidos responden a nuestra iniciativa! ¡Qué júbilo descubrir y poseer y la soledad! “Desde que tenemos demiurgo o interioridad, comenzamos a amar la soledad, lo cual ocurre a partir de la adolescencia. Y esta necesidad es tan grande que muchas veces supera el dulce instinto de dormir con nuestros amantes” –manifestaba en Tanagra la famosa Corina.” pág. 140
Este libro es una indagación sobre la eternidad del ser. Leyéndolo nos apreciamos solos, expectantes ante el universo, encaramados a un peñasco y traspasados de Divinidad. Es un libro que te invita a bucear en el abismo del Espíritu, lejos de los accidentes del mundo.
“Yo no había venido a la Tierra por voluntad ni consulta, cosa que jamás ocurrió a individuo alguno; pero, estando aquí, y viendo estos sucesos, me hallaba contento. ¿No ocurre lo mismo al cachorro? La viviente alegría no es producto del juicio verdadero, según creía Platón, ni tiene por causa acontecimiento exterior ninguno, como vencer al enemigo, según pensaba Agamenón, inventar un teorema, como sostenía Demócrito, o escribir un libro, sino que proviene de la perfecta acomodación entre el ser y el mundo. Temístocles no se hallaba tan satisfecho de haber derrotado a los medos como de ser griego; su gozo no era accidental, sino sustancial.” pág 46
Esta pervivencia del ser y la inteligencia nos remite a la Ética de Spinoza: "Obrar por virtud absolutamente no es otra cosa en nosotros que obrar, vivir y conservar nuestro ser (estas tres cosas no forman más que una) bajo el gobierno de la Razón".
Apolo |
“El conocimiento es emanación; advertimos el mundo porque está dentro de nosotros; el cosmos y la inteligencia son sistemas idénticos. “ pag 32
El texto no admite encasillamiento. Es narración en cuanto que relata las vicisitudes de un hombre. Es poesía por su tono elegíaco. Es filosofía porque se interroga a sí mismo y al mundo que lo rodea. Es un canto como pocos. No de naciones o héroes al estilo de la Odisea, sino el canto del hombre expectante.
“Para el que siente expectación, ningún momento está vacío, sino todos llenos, porque suceder es acaecer, y el tiempo, un conjunto de acontecimientos.Acaece el río, la planta, la hormiga, la nube, el sol, las estrellas y el pensamiento. El hombre poseído y predispuesto por la expectación, es un ser inspirado. Lo que muchos llaman inspiración no es otra cosa que una predisposición del ánimo hacia el suceso vivo del mundo” pág. 85
Uno de los conceptos más preñados del libro es el de la Expectación, al que dedica todo un capítulo, el IX, con el doble de extensión de cualquier otro. En este concepto cabe una Teoría del Conocimiento, una crítica de la religión y el poder y una postura vital.
"Podemos imaginar un mundo sin dinero, sin poder...pero no sin sol, montañas “el hombre no es otra cosa que una parcela de la gran extensión y presencia del universo, y, por tanto, no puede existir sino en relación con ellas. un individuo absolutamente aislado de las cosas, tendería fatalmente a refutarlas, y, si fuera profundo, a refutarse a sí mismo. A esto se llama nihilismo.Lo contrario del nihilismo es la expectación o predisposición del ánimo hacia el fenómeno. La inteligencia, o capacidad de componer y descomponer dentro de un todo, ve cosas aisladas, nunca en comunicación. El intelecto da cuenta del mundo a la manera del que enumera y pesa, pero no lo siente, por lo cual jamás llega a conocerlo como es y sucede. Sólo a través de la conjunción entre inteligencia, memoria y sensibilidad, conocemos la realidad mediante la comunión con todos los seres y cosas." pág 83-4
Miguel Espinosa |
El vivir no-expectante participa de una “esperanza referida” y metafísica junto con una dimensión materialista de la vida:
“Cuando el hombre se aparte de su origen, y niega la Naturaleza, como a enemigo, estableciendo las dualidades alma y cuerpo, espíritu y materia, verdad y realidad, o este mundo y el otro, la expectación ya no comparece en su ánimo.Comiénzase entonces a vivir de sentidos para adentro, y a sustituir la espera en el momento por la espera en acaecimientos no ya mundanos e indeterminados, sino ultraterrenos, concretos y reglados. Se espera, por ejemplo, el Gran Día de la Justicia Final, el Gran Día del Castigo, o el Gran Dia de la Luz. A esto se llaman esperanzas.Desde que Cristo relevó al milagro antiguo, la Naturaleza fue sustituida por la interioridad. El resultado fue la muerte de la vieja expectación y su inocente disposición, trocadas por esperanzas concretas. “ pág 93
El libro está sembrado de estos planteamientos dicotómicos: vivir expectante, no-expectante; amor referido y deferido... en todos ellos encontramos la contraposición del espíritu griego inmortal y la encarnadura humana contemporánea.
“Muchos hombres sólo han sentido emociones referidas o suscitadas por el estímulo (...) otros han vivido emociones no causadas, es decir, independientes de todo origen o motivación exterior, comportándose como la misma Naturaleza, que, sin necesidad de incentivos, crea en abundancia lo permanente y lo perecedero. Estas emociones deferidas nacen misteriosamente en la interioridad del sujeto, y fluyen de allí como el olor de ciertas plantas, por espontánea emanación, inundando el ánimo de su esencia. Entre ellas se encuentra el amor sin objeto preciso, o amor universal por todos los seres y cosas, tan característico de la adolescencia, el miedo cósmico y otros estados anímicos.Los artistas son hombres de emociones deferidas y el Arte, su objetivación a través de una determinada materia: la palabra, la piedra, el sonido, el movimiento y el espacio mismos.” pág 58
La juventud se asocia a la rebeldía, a la "vocación de opinar" y a una "insaciable avidez". Esta juventud encarna como nadie el espíritu griego: todo cuanto en Grecia se valoraba como virtuoso, bueno y apetecible, resultaba vicioso, malo e insoportable para dictadores y reyes de esclavos.
“¡Qué individualidades tan exageradas las de los griegos! Como no les importa participar, no quieren colaborar. Sus ojos observan incesantes; su mala lengua vomita continua; a nadie reverencian; son enemigos de todo noviciado; se ríen de sus propios maestros; carecen de magos a cuenta del Erario; ignoran los libros sagrados y retan al Poder. ¡El Asia les repudia! –manifestó Darío al mismo Ecfanto.” pág 190
“El saber y sus opiniones son obra de nuestro demiurgo o interioridad, que ve o sueña el universo; a una viva interioridad corresponde un profundo ensimismamiento, y, al mismo tiempo, una honda vocación de opinar, en suma, una insaciable avidez, y viceversa ; quien no vive el ensimismamiento , no goza de conocimiento ; aunque parezca contradicción, el absorto es un constante investigador.” pág 151
Miguel Espinosa es un autor de una rareza excepcional en España, un heterodoxo que dota a sus textos de una enorme intensidad. Su obra magna es Escuela de Mandarines, un retrato crítico, feroz e irónico de la época que le tocó vivir, la dictadura franquista.
Sin duda se trata de un libro absoluto donde habita la Literatura, el Poder, la Teología, la Política y la Filosofía. De algún modo podríamos decir que el presente Asklepios, publicado póstumamente, sería el reverso íntimo y personal de esa genial novela.
“Me burlo de toda grandeza, porque pienso que cualquier grandeza es falsa. Entre vanidosos, soy el demiurgo que los hincha; entre hipócritas, el demiurgo que los escandaliza; y entre neutrales, el demiurgo que los implica. Como todo proscrito, padezco nostalgias, y éstas son las nostalgias que yo, un griego, vivo: nostalgia de la Verdad, de la Belleza y de la Bondad.” pág 14. Prólogo
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