domingo, 28 de junio de 2015

KILL List - Ben Wheatley

Inglaterra, 2011











Kill List pertenece a un extraño y reducido tipo de películas que guardan en su interior una violenta quiebra en su aparente itinerario. Con la que más semejanzas guarda, por supuesto, es con El Hombre de Mimbre (The Wicker Man) inclasificable film británico de 1973; pero también con Carrera con el diablo (Race with the Devil), una serie B con el siempre fronterizo Peter Fonda huyendo de una secta satánica en la Texas más profunda. E incluso me atrevo a relacionarla con una propuesta sumamente radical, Martyrs, de Pascal Laugier.

La cinta que nos ocupa comienza como un drama familiar, por el mal encaje de un soldado a su regreso de Afganistán, para derivar hacia la psicosis y desembocar en el puro terror.


Jay (Neil Maskell) es un exsoldado desorientado. Son constantes las broncas con su mujer; pero un día, su amigo y compañero de armas Gal, le propone una forma de reconducir su alborotada adrenalida: hacerse socios y convertirse en sicarios. Dos trazos nos avisan que el misterio acecha. Durante la cena de esta propuesta, la novia del amigo dibuja tras un espejo un símbolo nigromántico. Poco después, cerrando el trato, los tipos que les contratan no se conforman con un simple apretón de manos. Inopidamente retienen la mano de Jay y le hacen un profundo corte para sellarlo con sangre. 
Dos son los puntos fuertes de la película. El personaje de Jay, confuso y alucinado, logra arrastrarnos por el laberinto fungoso en el que penetra. 
Y la forma de narrarlo. Las secuencias tienen planos mutilados, cortados a machete; como que albergasen huecos de memoria en blanco.

El protagonista parece prisionero de un mecanismo que no controla. Está encerrado en su mente. Según pasan los minutos más parece una pieza ciega de un oscuro engranaje.

Todo carece de equilibrio. Jay y su mujer se gritan y pelean; pero al momento se están besando. Del mismo modo con su amigo Gal. Se insultan, se desprecian y se abrazan sin solución de continuidad.

Lo mejor es esa sensación de mal rollo que se va apoderando del espectador y que ve cómo se acrecienta el desconcierto y la pesadilla. Por momentos es como si la realidad se escapase de entre los dedos. Todo es cada vez más extraño e inquietante y además, sin explicaciones.

La película se divide en capítulos, El cura, El bibliotecario, el Policía Militar... Son los encargos. Pero no se trata sólo de asesinato. Lo perturbador, lo que nos deja con la mosca detrás de la oreja, es que las víctimas parecen darles la bienvenida, como que los están esperando. Golpeados y heridos de muerte, se muestran complacidos: "Hola, te agradezco que estés aquí. Estoy encantado de conocerte."

Esta reacción exaspera a Jay que eleva su virulencia hasta el paroxismo. Alguna de las secuencias son ultraviolentas. Por su falta de asideros, Kill List es desasosegante, aunque tenga un desenlace más bien convencional.

El caso es que el director quiso un final abierto. Según él, "Se puede leer como una película de serie B donde un chico se enreda con un culto y todo va demasiado lejos. O puede leerse como que Jay simplemente es un loco de mierda. Lo cual no es muy satisfactorio, ¡lo sé! Pero decidimos dejarla abierta. No todo tiene que ser explicado. Hay cosas que son inexplicables, y el misterio es mucho más interesante que la realidad."

Película notable de un director muy peculiar. Ben Wheatley tiene en su haber otras tres películas a cual más inquietante y bizarra. Down Terrace (2009), Turistas (Sightseers, 2012) y A Field in England (2013). En todas ellas mezcla, con fuerte sabor, la comedia más negra y la más seca violencia.

jueves, 25 de junio de 2015

El ESCRITOR como OUTLAW - por Blaise Cendrars

Al final de Moravagine, Blaise Cendrars incluye un apéndice titulado: Pro Domo ¿Cómo escribí Moravagine?.  Allí confiesa la delicia y la tortura de ser escritor. Nos declara tres etapas en su proceso de escritura, la primera de formulación (ideas y pensamientos), la segunda de estilo, donde se modulan imágenes y palabras. Y una tercera de fijación, la más dura.
La felicidad inicial de tema, personajes y arquitectura del libro deja paso a la desesperación por no avanzar, a la rebeldía de sentirse prisionero de una obra imposible de concluir. La lucha del autor con su obra es titánica. De tal modo que, cuando logra acabarlo está Brasil y corre a la habitación de su anfitriona, en plena noche,  gritando: "Imagínese, he acabado mi libro, está terminado. ¡Soy un hombre libre!..."

No me resisto a reproducir un par de extractos de este Pro Domo.






     "Es el 31 de julio de 1917.
    Mi pensamiento es claro. Domino el tema. Trazo un plan preciso, detallado. Mi libro está hecho. No tengo más que escribir el desarrollo literario alrededor de su bien plantada armazón. Puedo empezar por cualquier número de mi programa. Todo está bien dispuesto. El libro está dividido en tres partes de 72 páginas cada una. Escribiendo tres páginas por día, puedo acabarlo en un mínimo de tres meses. Todo me parece simple y fácil.
     Ya veremos.
    Tengo que superar la pereza que es el fondo de mi temperamento, la indolencia de mi carácter, esta tendencia satánica a la autocontradicción que interviene siempre y me hace fallar en montones de cosas, que me desdobla y que hace que me ría de mí mismo en cualquier ocasión y en todo momento, que me lanza a situaciones difíciles. Tambien tengo que vencer el miedo, ese estado de trance que me invade y me paraliza en la víspera de empezar un trabajo literario de gran envergadura y que va a encerrarme entre cuatro paredes, trabajos forzados, vida de presidio durante largos meses mientras los trenes circulan, los barcos van y vienen, y yo no estoy a bordo, ¡mientras hombres y mujeres se despiertan, yo no podré estar ahí para darles los buenos días! Verdaderamente es necesario poseer una enorme reserva de felicidad almacenada para ponerse deliberadamente en esta situación de outlaw que es la del hombre de letras en la sociedad contemporánea."



Francis Bacon "Crouch"




  "Yo no creo que haya temas literarios, o mejor, no hay más que uno: el hombre.
    Pero, ¿qué hombre? El hombre que escribe, pardiez, no existe otro tema posible.
    ¿Quién es? En todo caso no soy yo, es el Otro.
    "Soy el Otro", escribió Gerard de Nerval al pie de una de sus pocas fotografías.
    Pero, ¿quién es ese Otro?
    Importa poco. Os encontráis con un tipo por casualidad y no le volvéis a ver nunca más. Un buen día ese señor reaparece en vuestra conciencia y os jode durante diez años. No es siempre alguien agudo: puede ser amorfo, incluso neutro.
    Esto es lo que me ha ocurrido con el señor Moravagine. Quería ponerme a escribir y había ocupado mi sitio. Estaba ahí, instalado en el fondo de mí mismo como en un sillón. Podía sacudirle, debatirme, que no quería cambiar de sitio. "¡Estoy aquí y aquí me quedo!", parecía decir. Era un drama horroroso. Con el tiempo comencé a notar que ese Otro se apropiaba de todo lo que me ocurría en la vida y que se engalanaba con todos los rasgos que yo podía observar a mi alrededor. Mis sentimientos, mis estudios favoritos, mi manera de sentir, todo convergía hacia él, era suyo, le hacía vivir. He alimentado y educado a un parásito a mi costa. Al final yo no sé quién de los dos plagiaba al otro. Pero nunca hubo identificación real, ya que cada uno era él mismo, yo y el Otro. Trágico mano a mano que hace que no se pueda escribir más que un libro o varias veces el mismo libro. Así se explica que todos los bellos libros se parezcan. Todos son autobiográficos. Por eso sólo hay un único tema literario: el hombre. Por eso no existe más que una literatura: la de este hombre, la de este Otro, el hombre que escribe."

lunes, 22 de junio de 2015

El NIÑO 44 - de Tom Rob Smith









En la Unión Soviética de 1953, todo ciudadano es sospechoso. Solo hace falta un pequeño indicio para que se active el aparato represivo del Estado....y si se activa ya no parará. Un gesto, una palabra, una mirada de soslayo puede interpretarse como la confirmación de que eres un espía. Si ingresas en la Lubyanca, el tétrico edificio de la Seguridad del Estado, acabarás admitiendo lo que sea. El Estado funciona bajo una atroz premisa: "El terror es necesario. El terror protege la Revolución". El libro se abre con la detención de un veterinario.
"-Puede ahorrarse un sufrimiento innecesario si habla conmigo. No he hablado con nadie que no haya terminado deseando haberlo confesado todo desde el principio. ¿Qué gana usted con el silencio?
-No gano nada.
-¿Entonces me dirá la verdad?
-Sí.
-¿Para quién trabaja?
-Anna Vladislanvovna. Su gato se está quedando ciego. Dora Andreyeva. Su perro no quiere comer, Arkadi Maslow. Su perro se ha roto una de las patas delanteras. Matthias Rakosi. tiene una colección de pájaros exóticos.
-Si es usted inocente ¿porqué huyó?
-Huí porque ustedes me perseguían. No hay otra razón.
-Eso no tiene sentido.
-Estoy de acuerdo, pero no deja de ser cierto. Cuando a uno lo persiguen, siempre lo arrestan. Cuando a uno lo arrestan, siempre es culpable. Nunca traen aquí a ningún inocente."
Leo Demidov es uno de los mejores agentes de seguridad, héroe de la guerra contra los nazis; pero todo es insuficiente cuando un día aparece el nombre de su mujer entre las delaciones de un arrestado. De pronto la vida de Leo da un vuelco. Peligra su status y hasta su vida.

El libro se basa en dos tramas paralelas. La investigación que lleva a cabo Leo sobre los múltiples asesinatos de niños a lo largo de una línea férrea y su enfrentamiento con el sistema representado por Vassily, un compañero en la policía que le tiende una trampa para desprestigiarlo y ocupar su puesto.

El ambiente donde se desarrollan estas dos contiendas es el tercer protagonista: la vida irrespirable bajo el férreo estalinismo: la sociedad comunista es la ideal, así que no hay asesinatos que investigar pues "no hay crímenes en el paraíso".

Como todo buen best-seller, El niño 44 es un perfecto engranaje en el que cada capítulo te lleva en volandas al siguiente. Basta un puñado de páginas para que surja una nueva información, un aspecto sorprendente o un nuevo personaje que ilumina la trama. 

El autor sabe introducir cada nuevo giro de forma intrigante y sorprendente. Por ejemplo cuando Leo es degradado y trasladado al remoto poblado de Volks, allí encuentran el cadáver de una niña que Leo relaciona con el primer asesinato, el del hijo de su compañero de milicia Fyodor. Pero la forma de empezar este nuevo relato es a través de una prostituta que nos cuenta sus anhelos. Del mismo modo, la forma de presentar a Nesterov, el nuevo jefe de Leo en Volks, es in media res, salvando a un niño raptado por un joven psicótico, obsesionado con el color amarillo.
Los materiales narrativos conforman un puzzle que va cobrando forma de un modo insidioso y rítmico.

Las escenas están montadas con precisión cinematográfica, no en vano el autor ha sido guionista de tv. La persecución del veterinario es todo acción y nos sirve para conocer el carácter indomable de Leo y la vesania de Vassily, que asesina fríamente a unos granjeros más por reforzar su ego que por ser culpables. Del mismo modo ocurre en el seguimiento que hace Leo de su mujer. O en el viaje de incógnito a Moscú para recabar información de Fyodor.
Fotograma de la película El niño 44

A pesar de primar la acción, abundan las reflexiones sobre el sistema. Los personajes tienen entidad. Leo es un hombre íntegro que verá caer el velo de su lealtad ciega al estado. 
"¿No es así como empieza todo? Tienes una causa en la que creer, una causa por la que merece la pena morir. Muy pronto se convierte en una causa por la que merece la pena matar. Después se convierte en una causa por la que merece la pena matar a gente inocente."
Vassily es un loco que aprovecha los engranajes de un estado basado en el terror. Nesterov, es honesto y provinciano. La mujer de Leo, Raisa, es un personaje complejo que vive profundamente aterrada. Incluso los secundarios tienen brillo, como el pobre encargado de estación que provocará un cúmulo de detenciones, el veterinario o el compañero liberal de Raisa, que esconde un terrible juego a cuenta de un libro, Por quién doblan las campanas

Este es un best seller terso y magnético que circula por los raíles de una investigación criminal por un lado y un ambiente opresivo por otro, siendo éste uno de los mayores aciertos de la novela. Las gélidas temperaturas en que se mueven los protagonistas están exacerbadas por una asfixiante opresión social: "Es mejor que sufran diez inocentes a que escape un solo espía" y espía lo puede ser cualquiera, porque el trabajo policial se basa en la presunción de culpabilidad: "Un agente debe enseñar a su corazón a ser cruel. La crueldad era un valor sagrado en su código profesional. La crueldad era una virtud. La crueldad era necesaria. ¡Aspiremos a la crueldad! La crueldad era la llave para las puertas del Estado perfecto. Si pertenecer a la Cheka era como ser creyente de una doctrina religiosa, la crueldad era uno de los mandamientos principales."

Como en muchas intrigas el comienzo es un pasado remoto que terminará condicionando toda la historia. La hambruna de 1933 llevó a la población incluso a matar niños con los que alimentarse. 
A lo largo de las vías, los niños aparecen destripados, junto a un fragmento de cuerda y unas cortezas en la boca. Un ritual que se revelará, en un sorprendente giro final, como un terrible sistema de comunicación.



P.D.
La historia está inspirada en Andrei Chikatilo, el carniero de Rostov. que asesinó durante doce años a 53 personas, sobre todo niños, niñas y chicas muy jóvenes. Nacido durante la hambruna de los años treinta, siempre le obsesionó la historia de su hermano mayor, Stephan, raptado y devorado por hambrientos campesinos. Vivió impune durante muchos años gracias a su carácter estable y trabajador, llegando a ser un respetado miembro del Partido Comunista. Finalmente fue detenido en 1990 y sentenciado a pena capital en 1992. El juicio se convirtió en un circo mediático debido a su afán de notoriedad y exhibición. Asistió al juicio encerrado en una jaula de barrotes y no dudó en desnudarse y menear su pene fláccido: "Fíjense qué inutilidad. ¿qué pensaban que podía hacer con esto?". Fue ejecutado en febrero de 1994.


Asimismo en la novela podemos descubrir los ecos de una siniestra y maravillosa película española (en coproducción con Alemania y Suiza) de los años 50, El cebo, de Ladislao Vajda. Una obra maestra que nos invita a los miedos que habitan en lo más profundo del bosque y a imbuirnos de ogros, madrastras y cazadores. Cuando una niña aparece asesinada la policía no encuentra más pistas que un dibujo realizado por ésta. La amenaza de un criminal de corpachón grande y oscuro se cierne sobre el pueblo y la policía no encuentra más solución que ponerle un cebo. 
Todo el que haya visto la película guardará en la retina sus expresionistas imágenes y recordará la interpretación de Gert Fröbe en un papel muy diferente al de su mítico Goldfinger.

sábado, 20 de junio de 2015

El NIÑO 44 - de Daniel Espinosa








Desastrosa adaptación del magnífico thriller original de Tom Rob Smith. Sin justificación alguna se carga la motivación del asesino, perdiendo uno de los anclajes más importantes de la trama; así como una de las escenas de mayor intriga del libro: cuando están torturando al policía caído en desgracia, Leo Demidov, y le someten al suero de la verdad. Lo que allí era una revelación que daba sentido a toda la intriga, aquí se ignora y trivializa. Mutilada de sus elementos primordiales, la cinta deviene en un producto lento y disperso.

En la Rusia de Stalin de 1953 conviven dos policías políticos: Leo (Tom Hardy), héroe de guerra, y Vassily, un cobarde que ahora aprovecha su status para mostrarse despiadado con los débiles. Vassily tiende una trampa a Leo para desprestigiarlo y hacerse con su puesto; pero entremedias se cruzarán una serie de asesinatos de niños. El sistema comunista tiene decretada una sociedad ideal donde no cabe el crimen, de modo que los resuelve con detenciones rutinarias. A pesar de ello y de que Leo es degradado, éste continuará su cruzada hasta encontrar al asesino.

La película se articula con lo más básico de la trama del libro, por lo que el interés de la premisa se va perdiendo por el camino. El deficiente desarrollo de la acción hace que ésta suceda a trompicones, desconcertando en muchos momentos al espectador.

Además, la película olvida de forma lamentable al tercer protagonista de la novela, la vida irrespirable bajo el estalinismo; una vida llena de humillación, angustia y silencio opresivo. Esta ambientación, que en la novela permea cada página, en la película se solventa con una simple ironía que le sueltan al investigador, "no hay crímenes en el paraíso".

Para colmo desnuda al protagonista de cualquier complejidad. De modo que la interpretación de Tom Hardy está desenfocada. A veces parece hundido y temeroso, a veces decidido. No logra en ningún momento el tono de un hombre íntegro, punzado por la duda ante el sistema que sirve e incapaz de componendas para echar tierra sobre los crímenes. 

Naomi Rapace sí nos ofrece un personaje angustiado, capaz incluso de engañar a su marido con tal de sobrevivir.

La producción tiene potencia y vistosidad, pero se ha olvidado del libreto, desperdiciando magníficas ideas y secuencias que estaban perfectamente escritas en el libro.

domingo, 14 de junio de 2015

KUNG FURY - de David Sandberg

El cine de acción de los 80 fi(l)rmó su defunción en el 93 con El último gran héroe (Last Action Hero) de John Mc Tiernan, una película de acción tan tópica que se volvía sobre sí misma en un gesto tan autoparódico como sentimental. Hoy, 22 años después, un joven sueco se ha lanzado a realizar un pastiche de lo más bizarro sobre aquellas cintas tan estridentes llenas de chulería, disparos y explosiones.

La sinopsis oficial de este mediometraje dice simplemente:  “Kung Fury es un policía que trabaja solo, vive atormentado y sabe lo que tiene que hacer: su trabajo.”  Los treinta minutos que dura son todo un revolcón ochentero que nos hace sentir como el niño de aquella película cuando acude al cine armado con su tarjetón dorado para ver la enésima aventura de su gran héroe.

Las referencias a las películas de Stallone, Karate Kid, Conan, Tron o Robocop  se van solapando en una borrachera de tics y tópicos donde no falta un héroe ronco y solitario con cinta en el pelo, peleas con patadas y volteretas a lo Street Fighter y máquinas arcade.

El look está muy conseguido. La música abusa del sintetizador y las luces del neón. También las imágenes imitan la textura de una vieja cinta VHS con rallas y auto tracking.





A pesar de su juventud, David Sandberg se marca un derrape mental de altura con este policía mezcla de Acorralado y Karate Kid frente al mayor malvado de la historia, Hitler....¡siendo ambos unos maestros del kung-fu consumados! ¿quién dijo esto tuviera que tener pies ni cabeza?

Parece claro que este joven director soñaba desde hace tiempo con la erupción violenta de este volcán freak que vuelca sobre nuestras pantallas velociraptor con ojos-láse, máquinas arcade rebelándose a tiro limpio y vikingas con ametralladoras de gatillo fácil.

El proyecto se ha podido realizar gracias al crowfunding (reunió alrededor de 600.000 $) y el guión es un puro disparate. Nuestro héroe adquirió sus poderes porque le cayó un rayo y le picó una cobra (¡!).  Hitler es capaz de matar disparando a través del teléfono (¿?).  Hackerman es el idem que envía a Kung Fury a través del tiempo para matar a Hitler, pero se desvía un poco y es Thor (¿Veis qué pectorales tengo?) quien le ayuda a llegar a la Alemania nazi.

El último delirio es el videoclip que complementa el mediometraje: suena el tema principal True Survivor y quien lo interpreta es ¡¡David Hasselhoff!!



Molona, excesiva y pasada de rosca.

jueves, 11 de junio de 2015

GUÍA de MONGOLIA - de Svetislav Basara









El narrador de este texto, plenamente onírico, es un súbdito desesperado y fieramente irónico de un país dictatorial: "Dios sitúa a los que quiere salvar en países totalitarios" leemos en la misma página que recoge
"La tradición budista es la razón del éxito espectacular de la doctrina comunista en Mongolia. Existen muchísimos puntos en común: la negación de los dioses, el abandono y la indiferencia hacia lo terrenal, el desprecio del laxismo democrático. Esta afirmación es difícil de conciliar con mi declarada religiosidad, siempre que esta no sea otro de mis simulacros. No quiero remitirme a Aristóteles, ni a Tomás de Aquino. De ningún modo. El totalitarismo y la religiosidad no entran en colisión. Los súbditos de regímenes tiránicos deberían estar infinitamente agradecidos a la Providencia por haberles dado el privilegio de padecer el cotidiano castigo del totalitarismo, esa muestra de especial afecto divino. Porque si la gente no quiere ayunar, no quiere sufrir, ni ser humillada, ni maldecir la hora en que nació, en tal caso acaba en el infierno. Si el Hijo de Dios tuvo que ser crucificado, el simple mortal debe llevarse por lo menos dos o tres palizas en el sótano de cualquier Servicio Secreto si desea la vida eterna. " pág 34
A las pocas páginas nos damos cuenta de que el autor ha escogido un remoto país como excusa para hablar de su más inmediato entorno: una Serbia que apenas asoma tras el telón de acero. Para él Ulan Bator "es la misma mierda pero más lejos."
Ulan Bator

La editorial Svjetlost [Luz] debería haber publicado este libro en Sarajevo. Antes de terminarlo, sobre Sarajevo se cernieron las tinieblas. Por eso se lo dedico a todas las víctimas. Es la dedicatoria que figura en el frontis. Sus andanadas van contra los rusos, que "no pueden vivir sin cercas ni alambre de espino"; contra la dictadura del estado, "es de día hasta que el funcionario pone el sello de apagar la luz", y contra el comunismo.
"Habrá gente que se preguntará: ¿Cómo es que hay burdeles en Ulan Bator? Qué ingenuos. Incluso en la Europa Occidental existe el prejuicio de que en los países comunistas no hay prostíbulos. Una equivocación, desde luego. Hay por todas partes. Mejor dicho: los hay y no los hay. Para los extranjeros hay, para los nacionales no hay. Y no es porque se preocupen por la salud y la moral de la población local -¡los comunistas y la moral!-, sino porque los gobernantes comunistas no permiten a sus súbditos ningún tipo de placer; los obligan a masturbarse, a golpearse la cabeza contra la pared, a violar, a debilitarse la espina dorsal, a caer en la demencia juvenil, porque lo más fácil es manipular a los imbéciles y a los tipos frustrados." pág 41
Finalmente el improbable país le ofrecerá al autor la posibilidad de afrontar un verdadero viaje. "Una de las atracciones turísticas poco conocidas de Mongolia es la linde en que coinciden sueño y realidad". De modo que el escritor de esta Guía de Mongolia no acechará en derredor sino su abismo interior. 
"¿Qué había dicho, que había venido a Mongolia para escribir una guía? Tonterías. Digamos que había venido para intentar una vez más aprender algo sobre mí mismo. No sé quién soy. Nunca lo he sabido. No me he creído, como la mayoría, la trampa del nombre y las otras estupideces que el régimen te da inmediatamente al pasar del estado de larva al estado de muñeco. Ya lo hemos dicho: a todo el mundo se le asigna un papel, y a mí -ya que no prometía mucho- me dieron los más episódicos. Basara es solo un rótulo. Así como en las peluquerías pone PELUQUERO, en las cubiertas de mis libros pone BASARA, y además tengo que pagar impuestos por ello." pág 54

A lo largo del libro, Basara despliega un variado arsenal de historias surrealistas preñadas de un sinnúmero de ensayos breves y alucinados. Como el que plantea el Sr. Mercier, cadáver de un viejo verde que expone la teoría del tiempo interior. 
"Les aseguro que existen tres tipos de personas en la historia: aquellas cuyo tiempo interior transcurre más rápido que el exterior; aquellas cuyo tiempo interior está sincronizado con el tiempo exterior y aquellas cuyo tiempo interior transcurre más lento que el exterior. Éstas son las más escasas." pág 61

Los primeros son los impulsores de la historia, los segundos son constructores, albañiles y carpinteros. Los terceros practican el sabotaje sin cesar: poetas, visionarios, místicos y excéntricos introvertidos.

Alojado en el hotel Gengis Khan de Ulan Bator, el narrador comparte sus delirios con un obispo holandés que ha quedado atrapado en su sueño, un corresponsal de un diario inexistente ("Al igual que yo, él era súbdito del reino del alcoholismo, el mejor medio para huir de patrias, sistemas políticos, cadenas televisivas y toda aquella chusma."), un cadáver ambulante o la mismísima Charlotte Rampling, asidua del hotel cuando no está rodando. 

A la postre todos estos subterfugios no son sino excusas para hablar de sus obsesiones: el estado, la religión, la historia, el tiempo y sobretodo ese absurdo anhelo de escribir. Una confesión en toda regla. Amarga y despiadada. A veces cínica y siempre lúcida. El autor indaga en sus entrañas y se adentra en el delirio como forma de conocer la realidad. 

Tiendo a ver el libro como un grito sordo con el que el autor intenta romper el cascaron en el que se ha encerrado.
El libro comienza con el suicidio de su mejor amigo. De él recibe una carta que le describe con toda crudeza: intelectualoide, ajeno a la realidad,....
"...debo decirte que eres narcisista. Decir Narciso sería demasiado. Incapaz de comunicarte con el entorno, te has forjado unas fabulosas construcciones sobre la alienación, firmando así -con un pequeño mar de tinta- una sentencia que te libre de la obligación de compartir, de entender y de ayudar a otros. Para ello te serviste del agnosticismo. Y para que los escasos dardos del mundo exterior no te afectaran, te volviste tolerante." pág 22

Después de una primera parte onírica y surrealista en Ulan Bator, hablando de economía, costumbres o religión; ya en la segunda, "Sesión psicoanalítica en la habitación del hotel Gengis Khan", perdemos todo reclamo exterior. Sólo queda el narrador encerrado en la habitación -en sí mismo-, rumiando sus recuerdos infantiles, buceando su yo.

¿Es una novela o un ensayo? 
Es una búsqueda. La de un torrente que siempre acaba huyendo.
   "¿La vida secreta de Svetislav Basara? ¿La inquietud ante el presunto acto creativo? ¿Horror vacui? ¿Aburrimiento de provincias?
      Solo Dios lo sabe.
      Me miro en el espejo por un momento: la cara de siempre. La cicatriz en el labio superior. ¡Bah! Basara, manifiesto aborrecedor de la unidad de tiempo, espacio y acción; destacado narrador de cosas, fenómenos y conceptos de los que no se sabe nada. Y, sin embargo, acumula material como una hormiga hacendosa. He aquí un punto de partida: el espejo." pág 103
Si Mongolia es un territorio grotesco donde los meteorólogos son fusilados por errar sus pronósticos y todo producto, sea un BMW, una caja de cerillas o un paquete de arroz, vale cinco marcos alemanes; en cambio proporciona un espacio único para la ficción y la metaliteratura, porque allí “las diferencias entre material documental y ficticio son puramente formales, aunque se favorece el ficticio, porque es más conveniente e indudablemente más próximo a la verdad”
Enki Bilal

De modo que el autor desgrana ese mar de tinta que se vuelve sobre sí mismo
"Reviso las páginas escritas. Bobada tras bobada. Deberes esccolares que abandono harto, anhelando el momento de tener en mis manos un buen cómic antes de dormir. El ocaso de la posmodernidad. Trabajo de funcionarios."

"Y, sin embargo, hay que escribir. No me interesa la fama literaria. Todavía menos las opiniones de los críticos. Yo escribo libros para buscar algo en ellos; no para hacerme un hueco en la literatura serbia, que se convertirá pronto en una organización paramilitar y, como tal, nada interesante para mí."

"Cuando uno nace en un lugar y un tiempo tan remotos, entonces es más que lógico sentir repugnancia y dudar de tu propia existencia. Un paraíso para los nihilistas. A primera vista. Pero el destino decidió que yo fuera narrador en un tiempo del que nada se puede decir ni hay nadie que lo quiera escuchar. He aquí el origen de mi animosidad hacia las significaciones espacio-temporales y el modelo narrativo."


Svetislav Basara, autor también de Peking by Night, es pesimista, irónico, metafísico y sardónico. Sus libros son personalísimos y laberínticos, alimentados por una fértil imaginación. En ellos se ilustra una lucha permanente entre literatura y realidad. El yo suele ser el puente que teje lianas entre ambas. En sus páginas campan el absurdo y el delirio. Constantemente está quebrantando las convenciones espacio-temporales. Sus personajes suelen situarse en ese punto donde confluyen realidad y sueño. No en vano escribió, "todo el mundo se encuentra, tarde o temprano, en un laberinto de su propia fabricación".

martes, 9 de junio de 2015

It FOLLOWS - de David Robert Mitchell

La amenaza  de muerte está en el origen del terror, más temible cuanto más ajena a ti, más escalofriante cuanto más inerme te encuentra. Alien venía del espacio, Azarel del más allá y Freddy Kruger de las propias pesadillas. El terror se alimenta de nuestros miedos. En It Follows se dan todos estos ingredientes pero con una nueva formulación.

Jay (Maika Monroe) sale con un chico y una noche, después de tener relaciones sexuales, descubre que con este simple acto le han trasladado una maldición: alguien la perseguirá perpetuamente hasta matarla. Sólo podrá evitarlo pasando el testigo a otra persona del mismo modo. 
Lo que te sigue siempre llega caminando. Por muy lejos que vayas siempre te alcanzará. Adopta la forma de cualquier persona, a veces incluso la de algún allegado.

La forma de contagio puede leerse como una obvia parábola sobre el sida o un canto a la abstinencia; pero no creo que sea lo importante. Lo que viene a ser en el fondo es la renovada batalla entre Eros y Tánatos, los temores en torno al sexo y -sobre todo- la pérdida de la inocencia. 

La fuerza enigmática de la amenaza es tal que abona todo tipo de especulación. Convoca a nuestros miedos y hace presente la amenaza de la muerte. No parece fortuito que una de las amigas de Jay esté leyendo El idiota, de Dostoyevski, e incluso lea en voz alta un párrafo sobre la muerte y su inexorabilidad.

Realmente It Follows no es una película de terror al uso. La maldición sobreviene en un entorno dramático que no es meramente instrumental. La vivencia íntima de Jay está transmitida con empatía y credibilidad: su primera experiencia sexual, sus dudas; la expectación ante el mundo adulto y ante el universo está plasmada en planos de un extraño lirismo. De hecho me recuerda a esas pequeñas películas independientes donde lo importante no es lo que pasa sino cómo lo viven sus protagonistas. 

Mitchell tiene un modo muy personal de mostrar la extrañeza que embarga a Jay: flotando boca arriba en la piscina, colocando unas briznas de hierba sobre la piel de su pierna, huyendo a sentarse en un columpio, acariciando una flor silvestre mientras se sincera. Son planos hipnóticos que transmiten inocencia. Y es en ese contexto donde brota -chirriante- el terror.

La película se inicia con un poderoso plano secuencia –una panorámica circular– donde se nos muestra a una chica aterrorizada que sale corriendo de su casa. La cámara se recrea en su pavor. La chica se gira, está paralizada, pero la calle está tranquila, no hay nadie. Vuelve corriendo a su casa, sale con las llaves del coche y huye despavorida. Como espectadores estamos atrapados. Queremos desvelar ese escalofrío que se nos ha insinuado.

Me gusta el estilo de las imágenes, pausadas y elegantes. El director brilla en la puesta en escena, con unos planos sostenidos que gravitan sobre el fondo de donde surgirá alguien que se irá acercando amenazante. 

Describe un mundo totalmente juvenil, de una época pretérita y sin móviles. Los adultos no aparecen y el entorno resulta un tanto espectral: un barrio residencial de un Detroit donde abundan las casas y edificios abandonados.

Deudora de un clásico popular de los ochenta como es Halloween, como película de terror va más allá, al plantear un mundo adolescente de gran viveza emocional, con poderosas imágenes y una banda sonora émula de las de John Carpenter. 

La estructura narrativa me ha recordado dos cuentos magistrales. El diablo en la botella, de Stevenson, por el conflicto moral de traspasar una maldición, y El maleficio de la runas, de M.R. James, por la malignidad persecutoria. 
"Debajo, había unos versos de El Viejo Marinero de Coleridge (supongo que el grabado servía para ilustrarlos) sobre alguien que, luego de mirar atrás
                 prosigue,
                Y no vuelve la cabeza,
                Pues sabe que un espantoso demonio
               Lo sigue paso a paso."

Muy buena, pero no para el que busque sustos fáciles. 

viernes, 5 de junio de 2015

MAD MAX: Furia en la carretera - de George Miller

Circo de tres pistas.-
Tras encumbrarse hace más de 30 años con la trilogía original de Mad Max y después rodar obras tan variopintas como Las Brujas de Eastwick, Lorenzo´s oil o la pequeña joya que es Happy Feet; el director australiano retoma la saga que le dio a conocer y se embarca en un nuevo capítulo. Porque no es más que eso, un capítulo nuevo que no añade nada, pero al que el maestro se dedica con toda pasión para entregarnos un film de puro entretenimiento, con un ritmo y unas escenas de acción simplemente espectaculares.

La película se centra en la pura acción, una persecución constante y absorbente que deja de lado cualquier atisbo de historia o psicología. De modo que ahí tenemos al bueno de Miller tirando de oficio, ejerciendo de maestro de ceremonias en un circo de tres pistas, buscando la pirueta más osada y el ritmo más endiablado para que nos olvidemos de respirar hasta el final. 

No sé si Miller conoce la obra del grupo de teatro La Fura dels Baus, pero su lenguaje teatral, tan intenso como físico, se manifiesta ardientemente en la película. Del mismo modo que su Manifiesto Canalla, sobre todo cuando dice aquello de que "La Fura se aproxima más a la autodefinición de fauna que al modelo de ciudadano". Tanto en esta pantalla como en aquellos escenarios el argumento es lo de menos, prima el espectáculo basado en acciones muy físicas que combinan música y performance. Coma-Doof Warrior*, el tipo de la guitarra lanzallamas que amenaza con freírte el cerebro, bien podría enviar su currículum a la Fura. 

Miller reniega de los CGI (efectos digitales) y se rodea de una fauna asilvestrada de personajes, tanto como de una colección enloquecida de rugientes vehículos para hacernos vibrar en la butaca.

Los personajes apenas están esbozados; pero es que ya sabemos lo que hay: un mundo postapocalíptico donde la humanidad se ha ido al garete y los escasos supervivientes se han convertido en fieras peleando a muerte por los más escasos bienes: el agua y la gasolina.

The GigaHorse
Quedémonos prendados de nombres tan sonoros como los Chicos de la Guerra (War Boys) invocando la ayuda de la Ciudad Gasolina y la Granja de las Balas para dar caza a Imperator Furiosa. O de vehículos tan estrafalarios como el Big Foot, el GigaHorse,  el Pacificador, el tremendo tráiler War Rig o el Interceptor con su tuberoso sobrealimentador. Casi 150 vehículos llegó a diseñar Colin Gibson para la producción. Una puta locura de bravura e inventiva.
The Nux Car

El protagonismo que tuviera Mel Gibson en la serie original, lo hereda aquí Tom Hardy en un papel duro físicamente, pero de escaso calado. De hecho aquí la estrella es una guerrera, Imperator Furiosa, que luce en todo su esplendor, Charlize Theron. Ella es la capitana del convoy que huye del tirano, Inmortan Joe, llevándose a sus novias oprimidas. Furiosa es el alma de la cinta. Su viaje emocional sí tiene enjundia, en el regreso al hogar del que fue raptada (un mítico Green Place) y en la redención de ese grupo de jóvenes vestales, será donde encontremos un trémolo palpitante. Con un punto de trágica heroína, la veremos mutilada y malherida pero incapaz de doblegarse. 


Ahora bien, como se ha dicho, la gran baza es la acción apoyada en unas imágenes de formidable impacto visual. El director de fotografía John Seale saca un inmenso partido al desierto de Namibia. Sus días, sus noches, una zona espectral que en determinado momento cruzan y sobre todo la tormenta de arena nos dejan impresionados.

Después de remakes futuristas tan decepcionantes como Robocop y Total Recall, este Mad Max nos dejará con ganas de más. Se anuncian cómics e incluso un anime para desarrollar historias y personajes de esta brutal galaxia. 



* Coma-Doof Warrior es un personaje sin diálogo que se te pega inmediatamente a la retina. Interpretado por Sean Hape, un conocido actor y músico australiano de nombre artístico iOTA, fue concebido según Miller como una "mezcla entre Keith Richards y un espantapájaros".
“Immortan Joe encontró a Coma en una cueva cuando era muy joven, y lo hizo su pupilo. Después aprendió a tocar guitarra y fue el encargado de hacer música marcial en todos los combates de su macabro maestro. Coma estaba en la cueva junto al cadáver de su madreImmortan Joe nunca supo si la mató él u otra persona; de lo único que se enteró es que Coma retiró el rostro del cráneo de su madre y se hizo una máscara con él, para honrarla cuando va a la guerra.

martes, 2 de junio de 2015

NUESTRO ÚLTIMO fin de SEMANA en ESCOCIA - de Andy Hamilton y Guy Jenkin












Tiene esta pequeña película ese punto entre excéntrico y costumbrista que unido el fino humor británico la convierten en una deliciosa comedia para disfrutar.

Con una trama sencilla donde un matrimonio recién separado y con tres hijos acude al 75 cumpleaños del abuelo, los guionistas y directores no dejan de dar puntadas sobre asuntos tales como la hipocresía de los adultos, la forma de afrontar la muerte o una pequeña lista de prejuicios sociales.

La película juega a subrayar el contraste entre la serena vida en las Tierras Altas escocesas (High Lands) donde vive el abuelo y el frenesí de la vida urbana de donde proviene esta familia a punto de disgregarse. Pero sobretodo abunda en otro tipo de contrastes, los que se dan entre la inocencia de la infancia y la hipocresía del mundo adulto. 

Los tres niños son el verdadero hilo conductor de esta historia y no albergan dudas respecto a la propuesta llena de convencionalismos y mentiras de los adultos, y la libertad y autenticidad que les propone el abuelo: "desmelénate", les suele repetir. Sed vosotros mismos.
Citada en los diálogos, la cinta se mira en el espejo de la divertidísima -y más ácida-  Pequeña Miss Sunshine.

La espontaneidad de los niños y sus excéntricas personalidades (la pequeña tiene piedras por amigos, el mediano sueña con hazañas vikingas y a la mayor le cuesta moverse entre tanta falsedad)  hacen que la película esté atravesada por un río de frescura y naturalidad que llega a producir situaciones verdaderamente hilarantes.
Bill Connolly, con su blanca melena, es el abuelo perfecto y tanto David Tenant como Rosamund Pike están muy desenvueltos en su papel de padres combatientes.

El teatro entre fantasioso y absurdo que montan nietos y abuelo acabará ofreciendo una salida coherente al cúmulo de hipocresía que bloquea la situación.

Ante los pequeños se presenta el tumulto y la confusión de los adultos frente a la inocencia y fantasía de una infancia que busca su lugar. El desconcierto de la niña mayor queda patente al llevar un libreta donde apunta todo buscando su comprensión: "bueno, decidme claramente las mentiras que hemos de contar", les suelta a los padres ante la reunión familiar.



Entre ambos mundos el abuelo aparecerá como el guía verdadero. Su filosofía desprejuiciada se resume en que todo hombre es ridículo, por lo que juzgarle está fuera de lugar. Él les animará a no tener miedo e ir más allá de los convencionalismos en los que se mueven sus padres.

Fantasiosa, fresca y divertida.