sábado, 2 de agosto de 2025

EL CASO MOREL - de Rubem Fonseca


El caso Morel es una obra de una gran sabiduría literaria. En la novela se entrecruzan tres historias superpuestas, un libro dentro de un libro, al que se suma un diario...y dos personajes memorables que se influyen hasta parecer sólo uno ante el espejo. 
"Vilela encuentra que se parece a Morel. La misma vida marcada por la pobreza, la soledad, la repugnancia por la violencia. El sadismo de Morel perturba a Vilela. Siente el mismo impulso vital hacia la violencia, no una manifestación salvaje de atavismo, sino el deseo maduro y lúcido que permitía a Morel la conciencia de su propia crueldad."
El caso Morel comienza con la visita a la cárcel del comisario Matos y su amigo Vilela, una famoso novelista. Su objetivo es Paul Morel, un fotógrafo de éxito que cumple condena acusado del brutal asesinato, por una paliza, de una de sus amantes en la playa de Río de Janeiro. Al parecer Morel pretende escribir su autobiografía donde confesará tanto sus actos como sus motivaciones y ha pedido asesoramiento. En sucesivas visitas le irá entregando a Vilela una serie de páginas manuscritas donde se mezcla el relato de una vida depravada de sexo y violencia con puntuales reflexiones sobre la función del arte o el sentido de la vida.

La novela alterna los capítulos redactados por Vilela y la investigación del comisario Matos con las notas escuetas y dispersas de Morel. El libro acaba siendo un espejo donde no solo se reflejan sus protagonistas, sino también la violenta sociedad brasileña de los años 70. 
El resultado, sin duda, es una novela para degustar. 
Todavía hoy, 52 años después de su publicación, mantiene intacta su fascinación debido a dos rasgos principales, la pulsión violenta y subversiva de sus personajes y el carácter radical de su propuesta literaria.
"-No sé cómo empezar -dice Morel-. El rey le dijo a Alicia: "comienza por el principio, luego sigue, y cuando llegues al final te paras". Pero, ¿dónde está el principio?
Vilela:
-También se puede empezar por el final y terminar por el principio o en el medio".
Contrastes en Brasil




Las páginas revelan la vida frenética y degenerada que ha llevado Morel...y también su inmenso vacío existencial. Los héroes de Fonseca suelen ser tipos solitarios y misántropos que desbordan los límites morales de la sociedad. Buscan la exaltación y el placer a través del dolor, quizás como única constatación de estar vivos. Efectivamente durante la lectura no dejo de percibir un profundo desencanto vital, como cuando Joana -una de las mujeres de Morel- está en París y asiste al strip-tease de una mujer negra en Pigalle. Tras el espectáculo los presentes aplauden pero Joana -y Morel que lo refiere- aprecian una sonrisa triste en la cabaretera que parece decir: «No sois culpables de estar aquí, en este lugar infeliz, y yo tampoco, nada tenemos que ver con esto, simplemente gastamos nuestra vida». Esa visión de la vida como un juego al que estamos obligados a jugar parece enojar a Morel que elije el consuelo del sexo, por el que tiene una fijación desorbitada. 
—Has perdido la sensibilidad y la inquietud. El otro día te miraba mientras te bañabas. Hasta tu cuerpo está diferente, ya no tienes esa musculatura enjuta. Estás debilitado y corrompido, feliz con tus mujeres y tu hijo, piensas que la promiscuidad te curó de la apatía. Estás jodido.





Morel no es un libertino ni mucho menos, pero su embriagadora vitalidad acaba empujándolo más allá de los límites morales marcados por la sociedad. Llega a plantear una experiencia de cohabitación con tres mujeres de condiciones sociales diferentes, una pintora, una exprostituta y una mujer muy rica, la que a la postre será la víctima. Su sinceridad con ellas es brutal. Ninguna se llama a engaño. Cada una de ellas encuentra en Morel algo profundamente ansiado.
19
Diario:

"Cuando Morel me invitó a la familia, acepté. Creía que era posible la existencia de lazos familiares que no fueran de alambre de espino. El casamiento institucionaliza la ideología burguesa de la seguridad, corrompe la vida emocional de las personas. No conozco un matrimonio feliz, ni uno siquiera. Conozco a los hipócritas constructores de la fachada-que-queda-bien, infelices que de noche se acuestan juntos como viejos compañeros de una miserable hospedería, e ignoran o desdeñan los tormentos que afligen al otro. Esos matrimonios tienen un solo objetivo: comprar cosas, ser respetables, eficientes, influyentes, todas las formas secretas u ostensibles de la corrupción. Toda esposa es una mujer frustrada."


Hay un asesinato y un cadáver pero este "experimento" familiar no parece ser el origen del crimen. En cambio lo que queda mal parado es el matrimonio tradicional tal y como grita Joana en su diario. Un diario que es la prueba definitiva de la acusación, pero también de la exculpación. En las anotaciones de la rica Joana sobre su relación con Morel no hay maltrato ni vejación, sino la constatación de un viaje de exploración muy personal. Ella adoraba las perversiones sexuales de Morel y las alentaba. Una situación que leída hoy día puede llevar a algunas personas a repudiar la novela por violencia de género. Pero no hay caso. El libro va más allá. El sujeto maltratador aquí no es el hombre -puesto que Morel se resigna a satisfacer los deseos de su compañera- sino una sociedad y una moral constreñidora.  
"—Cuénteme cómo ocurrió todo —dijo Matos, con voz compasiva—. ¿Usted odia a las mujeres, lo castran a uno, no es verdad?
Guardé silencio.
—Entonces voy a leer un poco más. «Corrí por la habitación, quería que me persiguiera, eso me excitaba mucho, varias veces me alcanzó y me caí. Cuando llegué a la cocina, Paul me aferró por el pelo, me mordió la cara, cogió una botella del fregadero, me puse las manos sobre la frente, el golpe cayó sobre el brazo, sentía que se partía el hueso. “Me vas a matar”, dije. “Sí, puta, te quiero matar”, pero el segundo golpe falló, la botella se estrelló contra la pared y el ruido despertó a Paul. “Cariño”, me dijo con dulzura…».
Pausa de Matos.
—Etcétera, etcétera…
—Yo no he matado a Joana. Ni le rompí el brazo.
—Entonces, ¿es todo mentira? ¿Las zurras con el látigo, el ondinismo, las degradaciones, las depravaciones, todo imaginación de la muchacha? ¿Quiere que lea un poco más?
—No, por favor.
Matos se quita las gafas.
—¿Conocía este diario?
—Una o dos veces vi a Joana escribir en él. No sabía que era un diario.
—¿Quiere saber cómo vino a parar a mis manos? Una mujer lo dejó abajo, en un sobre con mi nombre. Una nota decía: «El asesino es Paul Morel». Así le encontramos, por una alcahuetería. Ningún mérito para nosotros…, pero en fin, lo que interesa son los resultados."


Aunque la estructura de la novela se corresponde con un relato policial, el fin que persigue no es la restitución del orden social o jurídico. Morel no es un criminal que esté confesando su crimen, es un sujeto -prisionero- que necesita escribir sobre los acontecimientos que lo han llevado a la cárcel como un método para indagar en la realidad de lo ocurrido. Y para ello nada mejor que hablar del entorno social en el que vive, rebosante de hipocresía.
"—La mayoría de los hombres de nuestra clase social —le dije a Gigi— inicia su vida sexual con putas o criadas, chicas importadas del norte o traídas de las favelas, en su mayoría mulatas a las que el hijo de la familia jode con desdén. «Sabes, Laura, ayer mi marido pescó a Eduzinho en la cama de la criada»: una frase dicha con gracia y alivio por las madres el chico aprende a ser hombre y no es necesario darle más dinero. —Gigi me miraba asustada—. El chico crece con la idea de que el acto sexual es una experiencia indigna y subterránea, y que las mujeres que se someten no pueden ser nunca dignas de respeto; se las culpará de todo lo malo que pasa en la Casa del Patriarca y se las considerará débiles mentales porque solo así, por la falta de respeto del hombre a la mujer, podrá subsistir el matrimonio. El gran mito brasileño de la mulata como diosa sexual deriva de esta contingencia cultural. La mulata tiene la piel bastante oscura para parecer inferior a las mujeres de la familia del macho blanco, lo que le permite a este rehacer las deseables condiciones de la primera experiencia sexual sin la menor ansiedad. Nada mejor que una mulata para la sodomía, es un tópico en todo el país."
Otro modo de indagar en lo ocurrido es narrarlo. Y aquí nos encontramos con que más allá de la investigación criminal o de la crítica social la novela lleva a cabo una penetrante reflexión sobre el propio hecho de narrar. ¿Dónde está la realidad en la narración de Morel?. ¿Todo lo que se cuenta allí es verdad o es el delirio de un alienado o un neurótico? Quizás Morel sólo quiera escandalizar a la sociedad o simplemente exorcizar sus traumas. Compartiendo los hechos criminales, Vilela y Morel acabarán encontrándose en el laberinto de la ficción.
"—A esta historia le falta lógica. ¿Has leído el relato de Morel?
—Claro que sí. Ya te dije que escribe como tú.
—No confiesa.
—¿También te has olvidado de Mittermayer? —pregunta Matos—. La confesión es la prostituta de las pruebas. Recuerda el crimen de Arca que tú mismo investigaste. Había una falsa confesión, por exhibicionismo patológico.

El libro nos muestra una encrucijada donde se agitan y mezclan lo ocurrido de verdad con lo narrado por Morel y lo referido por Joana en su diario. Las pistas están ahí, pero pueden ser contradictorias. Morel le llega a responder a Vilela cuando le cuestiona sobre la veracidad de sus escritos: "Usted me decepciona. La única realidad ¿no es la de la imaginación?". Además Morel ha construido su relato rebautizado a los personajes. Él mismo se convierte en Paul Morais y a sus mujeres Joana, Carmen e Ismenia, las ha convertido en Heloisa, Aracy y Lilian. Además, como un agorero, es capaz de repetir, hasta en seis ocasiones, una especie de letanía: "Nada debemos temer, excepto las palabras". Aquí me parece ver una resignación. Al referir algo, al escribir sobre algo, ya lo estamos encubriendo, lo estamos interpretando. 
“—Leí lo de Moráis —continúa Matos—. Ese individuo te imita, pensé que leía tu último libro. Es igual. Joana y Heloísa. ¿Crees que existen las otras mujeres? Varios hechos son verídicos: de veras ganó un premio en la Bienal, se separó de la primera mujer… En el interrogatorio policial, Moráis declaró que vivía solo con Heloísa en la casa de Santa Teresa. ¿Mentía? No sé… Hay que investigar eso. La mierda es que estoy muy escaso de personal, todos los días hay nuevos homicidios. ¡Cómo se mata en esta ciudad!
—También podrían ser puras imaginaciones de Morel —dice Vilela, sin convicción.
Piden la comida.
—La imaginación de los dos es la cosa más alucinante que vi en mil años en la policía —responde Matos—. Moráis ha escrito en su relato: «Sospecho que el universo no es más extraño de lo que supongo; es más extraño de lo que somos capaces de suponer».
—Sí, eso es literatura. Una más de sus citas. ¿Quién habita en esa vivienda que menciona el informe sobre el examen del lugar? ¿Lo averiguaron?
—Una mujer llamada Creuza, que vivía con un individuo llamado Félix Assunçáo Silva. Él murió ahogado el verano pasado, en febrero. Se decía peón de albañil, pero en realidad era un ladrón ordinario de tercera categoría. Creuza fue quien halló el cadáver de Heloísa.
—¿Por qué, en esa ocasión, Morel golpeó a Heloísa hasta el punto de romperle nueve costillas, perforar el pulmón y provocar una contusión en la cabeza?
—¿Quién puede saber lo que pasa por la mente de un sádico? ¿O de un masoquista? Gilíes de Rais, mariscal de Francia, que luchó al lado de Juana de Arco, en Orleans, mató y torturó a cientos de personas en procura de gratificación sexual; Febronio, un modesto compatriota, sacrificó a muchos chicos para poder alcanzar el orgasmo. Le conocí en el Hospicio Judicial: era un pobre infeliz que sufría de fimosis y no podía tener relaciones sexuales con nadie, un ser ignorante y confundido, alejado del mundo.
—Termina con esta charla de Emilio Zola —responde Vilela—"


La sequedad de la escritura, la promiscuidad y la heterogeneidad de apuntes y citas cultas me hacen ver la novela como un organismo vivo, como una gaveta llena de papeles y notas que articulan pero no acotan el más íntimo ser del fotógrafo. De ningún modo el texto es un flujo mental, sino el cajón caótico que resume una vida disoluta. El texto salta sin problemas de lo soez a lo literario. No en balde en una nota señala "por encima de todo sé veraz contigo mismo". Las notas demuestran una amplia cultura clásica y unas reflexiones nada hueras sobre literatura y arte. Aunque se regodea al acordarse de que Maupassant "se envanecía más de sus hazañas amorosas que de su literatura".

La novela se estructura en capítulos cortos y llenos de diálogos entre los tres protagonistas, policía, escritor y prisionero. Una técnica narrativa que te mantiene en vilo hasta el desenlace final. La prosa es concisa y tensa; la mirada aguda, atenta a las miserias e imposturas de la vida. Fonseca despliega un estilo directo, conciso y realista, como su protagonista.
Estamos en la misma celda y nos miramos en silencio.
—No sabías cómo empezar tu libro. ¿Sabrás terminarlo?
—No era un libro. Apenas una pequeña biografía, mal escrita. A story told by a fool
—¿Y la biografía? ¿Sabrías cómo terminarla?










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José Rubem Fonseca (1925 - 2020) fue un escritor y guionista brasileño que ganó el Premio Camões en 2003. Llegó a ser comisario de policía lo que le permitió conocer las miserias de la sociedad brasileña. Entre 1953 y 1954 estuvo varias veces en la Universidad de Nueva York, donde se apasionó por la literatura, actividad a la que se dedicó por completo tras dejar la policía. En esos años conoció al también escritor Dalton Trevisan con quien trabó amistad. También se apasionó por el cine, convirtiéndose más tarde en guionista y llegando a colaborar con HBO.
Tras haber publicado varios libros de cuentos, en 1973 publicó su primera novela, El caso Morel. Tenía 48 años y un pleno dominio de las técnicas narrativas.
Sus héroes se caracterizan por poseer una aguda sensibilidad, una visión crítica de la sociedad y una indisimulada misantropía. Practican una liberalidad sexual sin ambages y una capacidad de subversión decidida frente a la moral establecida. 
Otro libro de Fonseca en este blog, Bufo y Spallanzani.