martes, 18 de diciembre de 2012

Operación E

de Miguel Courtois 







Termina la película con la dedicatoria "a las víctimas del conflicto armado en Colombia" y después de verla, nuestra mirada no se dirige a secuestros mediáticos como el de Ingrid Betancourt, sino al de personas de a pie, a los "desplazados" que siendo simples campesinos están prisioneros de un fuego cruzado entre paracas y guerrilla

Así que el director nos presenta la historia de Crisanto (con una interpretación memorable de Luis Tosar), bachiller que huyendo de los paracas se adentró en la selva para buscar una vida mejor y acabó cultivando coca por un sueldo de miseria para la guerrilla. La misma que un día le obliga a hacerse cargo de un bebé enfermo sin revelarle su identidad. Y aquí empieza el calvario de este hombre común  que sólo atiende al llamado de la vida.

El bebé está en trance de muerte y pese a la prohibición de abandonar el territorio, Crisanto reúne a sus cinco hijos, mujer y abuelo para lanzarse hacia un hospital que salve al niño. 

Este esencial impulso condicionará toda su vida y la de su familia. El hospital conlleva burocracia, ésta administración y ésta gobierno. El pobre campesino queda extraviado en una nueva selva en la que pierde al niño y él resulta condenado a una vida miserable. 
Cuando las FARC anuncian la liberación de la doctora Clara Rojas, se descubre que, Enmanuel, el hijo que ha tenido en cautiverio, ha desaparecido. Crisanto será acosado por guerrilla y gobierno y finalmente acusado de secuestro y encarcelado.

Crisanto ejemplifica a las claras el modo en que el ciudadano común es un simple títere en el juego de intereses políticos y propagandísticos. Nada importa su enorme coraje defendiendo a su familia y al niño prestado.


Miguel Courtois tiene el acierto de perseguir a Crisanto cámara en ristre por selvas y poblados. Confecciona una especie de docudrama alrededor del omnipresente Crisanto, al que acompañamos en su desalentadora peripecia. Sus escenas siempre suman. Ahora el hospital, ahora el padrino, ahora el párroco, ahora el comandante, etc. Aunque la realización quizás peque de un cierto desaliño creo que hay tres secuencias poderosas. La huida a través de la selva, el vagabundeo de Crisanto por las calles hasta la borrachera y la escena final de su familia empujada a la indigencia.

La cámara se muestra muy inmediata, dando tumbos sobre el hombro persigue a un Luis Tosar antológico. Su físico, su dicción latinoamericana, su desamparo. Todo él realiza una composición ejemplar de un personaje  vapuleado por las circunstancias y que en medio de la miseria nunca miró por sí.

Courtois posee una evidente vena política que en sus dos anteriores películas, El Lobo y GAL, tendía al thriller con resultados irregulares. Creo que en este tercer trabajo consigue mejores resultados al centrarse en el drama personal, llevando al segundo plano la volcánica situación política entre Colombia y Venezuela.

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