de Germán Espinosa
Sebastián Pineda Buitrago
escribe esta reseña en la página dedicada al autor colombiano Germán Espinosa
(aquí):
"Entre los cinco novelistas claves de Colombia,
el nombre de GERMÁN ESPINOSA (Cartagena, 1938 -Bogotá, 2007) es imprescindible.
Entre los prosistas, disputa con los mejores de la lengua. Autor de más de 40 libros, transitó por todos los géneros literarios: poesía, cuento, novela,
dramaturgia, crónica y ensayo. Lo sedujo la literatura fantástica y en muchos
de sus cuentos, como en sus mejores novelas, vemos renovado el tema de los
vampiros, de la brujería y de los fantasmas perdidos en busca del amor.
El lector medio de nuestro
tiempo se conforma con ignorar a GERMÁN ESPINOSA, teniéndolo por un erudito o
un hiperléxico genial. Un ropaje o una áurea verbal lo acompañó toda la vida y
cobijó su espíritu; en algún cajón de su cerebro guardaba el diccionario de
nuestra lengua, no estática sino dinámicamente. Puesto a expresar un concepto,
tenía nueve palabras para decirlo en formas distintas, a cambio de limitarse a
la vaguedad y a los equívocos que depara el uso de una sola fórmula, como
quieren ciertos “robots”. Su primera regla era la claridad, sin la cual no se
establece el contacto. “No avances al siguiente punto si no te has convencido
de lo que has dicho anteriormente goza de toda claridad”. Añadía elegancia
porque la sabiduría es inaccesible si es abstracta y seca. Construyó otro mundo
colombiano de enciclopedia, aunque algo más rico por cuanto se guiaba por el
verdadero humanismo: se nutría de pensamiento y encaraba teorías y nuevas
formas de pensar y jamás se dejó deglutir por un tirano ni por un sistema. Su
novela “La tejedora de coronas” explora con feliz intuición la naturaleza, la
historia, el alma, cielo y tierra y hasta el fondo del mar. Sus últimas
novelas, declaraba sonriendo, le costaron poco trabajo: “Yo no pongo más que
las palabras; y ésas no me faltan" . Ya en sus palabras, quería decirnos,
iba añadida su imaginación. Ahora que lo sospecho había en él cierta lógica
matemática tomada, quién sabe, de su bravo instinto musical. Ha sido, sin duda,
una de los escritores más completos de toda nuestra historia literaria.
Publicada en 1982, La tejedora
de coronas es una de las novelas colombianas mejor logradas. Brillante. No hay
que asustarse por la técnica narrativa: se trata de un reto estilístico que
plantea leer un capítulo (más o menos de veinte páginas) sin puntos seguidos ni
dos puntos, sin paréntesis ni guiones, respirando únicamente con las pausas de
las comas; y esa técnica resulta la más apropiada para narrar el fluir de la
conciencia de la protagonista-narradora, Genoveva Alcocer, cuyos recuerdos se
van relatando en círculos o espirales concéntricas, zarandeándonos de París
hasta Nueva York, pasando por Roma y Quito, y teniendo como punto de partida
Cartagena de Indias, el puerto colombiano que en la colonia española vivía
asediado por piratas de todo el mundo. Genoveva Alcocer es una cartagenera
criolla de origen español que con diecisiete años se nos presenta desnuda,
contándonos cómo se espejea en los cristales biselados de su caserón colonial,
solitaria porque los piratas acabaron de arrasar su ciudad, sollozante porque
ha sido violada y mar adentro truena la tempestad nocturna.
Antes de contarnos por qué y
cómo se originó el pillaje a la ciudad, Genoveva prefiere recordar los meses
inmediatamente anteriores cuando todo parecía idílico y Federico Goltar, su
joven amante, la invitaba a subir a la terraza de su casa y observar, a través
de su pequeño telescopio, la pequeña luz de un nuevo planeta, verde en el cielo
estrellado, mientras abajo sus dos familias de origen español, los Goltar y los
Alcocer, cenaban y hablaban de negocios. Los encuentros entre ambos arrancan
con caricias vagas y pasan a otras instancias cuando sus dos familias van de
paseo a cierta playa, y Federico, al nadar sin darse cuenta hasta el sitio
donde se bañaban las mujeres, se topa a bocajarro con Genoveva completamente
desnuda. Aquí hay un momento de clímax antecedido por la descripción del fondo
coralino. Genoveva se asusta de ser vista desnuda por prejuicios católicos,
pero en el fondo se aviva su deseo sexual y, en adelante, ambos pretenderán
consumar su amor sin contar con todos los inconvenientes.
Espinosa puso como punto de
partida de su novela el ataque de la flota francesa contra Cartagena de Indias,
una batalla que ocurrió a finales de 1697. La ciudad quedó arrasada, las
familias españolas arruinadas, y sus hijas, como Genoveva, tuvieron que vivir
de las joyas que habían logrado esconder o, bien, de actividades "non
santas". Años después del pillaje, huérfana y solitaria, Genoveva acoge la
visita de dos cosmógrafos franceses. Ellos advierten su inteligencia y se la
llevan a Europa, enrolándola en la logia masónica de París. Al comenzar el
tercer capítulo la vemos desembarcar en el puerto de Marsella en la primavera
de 1712 y a los pocos días enrumbar hacia París, cuyas iglesias y tejados
“pruriginosos de las casas agachadas sobre el Sena” ve desde su habitación,
después de haber hecho el amor con François-Marie Arouet, es decir, nadie menos
que con Voltaire, miembro de su logia masónica. Genoveva nunca se casa ni tiene
hijos. Pero pese a ser infértil, Genoveva fertiliza a las almas masculinas de
los masones, los dota del sentido femenino de la vida, no importa que en
ocasiones se precipite en orgías y excesos sexuales. Se parece a Diótima del
Banquete de Platón: suerte de cortesana americana que practica la filosofía,
las artes y las ciencias como ayudas genésicas. En ella, ciencia y filosofía
son sonrisas de la belleza vital y en su cuerpo desnudo, por parafrasear a
Nicolás Gómez Dávila, parecen resolverse todos los problemas del universo.
(...)
Hay dos planos narrativos en
"La tejedora de coronas" que vemos a través de Genoveva: 1) el de su
adolescencia en Cartagena de Indias asediada tanto por los piratas como por su
familia católica y castradora del sexo y del amor, y 2) el de su misión en la
logia masónica que consiste en proyectar el conocimiento científico sorteando
ignorancias y fanatismos. La toma de los piratas, a lo largo de los capítulos,
va uniendo ambos planos narrativos y de ahí la ausencia de puntos seguidos. Así
las calles de Cartagena, asoladas por la peste, se unen con las calles
parisinas pululantes de prostitutas; la burocracia criolla es un reflejo del
eslabón monárquico europeo. También hay dos formas de narrativa: la de una
narración enciclopédica y el de una prosa simbolista. Lo uno no altera lo otro
y todo funciona como el movimiento del mar: tras alcanzar un gran vuelo
lírico-filosófico, punta última de la cresta, desciende la ola para volverse a
formar con otros datos y otras situaciones. Pineda Botero señaló que si
simbolizáramos el desarrollo de la trama en secuencias de la A a la Z, una vez
cubierta la secuencia O-P, la narración continuaría con H-I, luego con D-E,
para regresar a P y hacer P-Q (véase Juicios de residencia, 2001, 270).
Ahora bien, Pineda Botero se
equivoca al decir que El siglo de las luces (1962) de Carpentier sea la
principal influencia de Espinosa. No. Fue Bomarzo (1962) del argentino Manuel
Mujica Lainez, de donde Espinosa tomó el impulso de recobrar la historia con la
prosa modernista, lírica. Si nos apuran con comparaciones, diremos La Tejedora
de Coronas goza de cierto hálito similar a Bomarzo (1962), del argentino Manuel
Mujica Lainez, y se parece a Noticias del imperio (1987), de Fernando del Paso,
donde también los franceses invaden a América. Tres novelas hispanoamericanas
zambullidas en la historia europea, de carácter cósmico, tocadas por elementos
fantásticos.
La tejedora de coronas explora
con feliz intuición la naturaleza, la historia, el alma, cielo y tierra y hasta
el fondo del mar. La teoría de Vargas Llosa de la “novela total” (y Vargas
Llosa varias veces elogió a Espinosa) sin duda se puede aplicar a La tejedora
de coronas, porque ésta también es una novela total en la línea de esas
creaciones demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad real de igual
a igual, enfrentándole una imagen de una vitalidad despampanante, voluptuosa.
La UNESCO consideró esta
novela obra representativa de la humanidad en 1992. Cuando se tradujo al
francés como La Carthagenoise, esta novela despertó tal vez mucha más
fascinación que en la propia Colombia. En París no cabían de la dicha que la
protagonista Genoveva Alcocer fuera amante de Voltaire y reviviera como ninguna
el período de la Ilustración, cuando Francia se expandía por todo el orbe
occidental. La novela de hecho arranca con el sitio de Cartagena de Indias en
1697, cuando el rey Luis XIV ordenó atacar este puerto en el Caribe para minar
al decadente Imperio español."
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