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viernes, 11 de octubre de 2024

JOKER: FOLIE à Deux - de Todd Phillips

EEUU, 2024


Hemos ido un buen grupo al cine y a la salida ha habido opiniones para todos los gustos. Uno no ha entendido nada, otro se ha llevado un fiasco porque dice que esto no tiene nada que ver con Batman, otro ha creído ver una comedia musical en la que un hombre soñaba con triunfar. A mí la película me ha interesado enormemente porque refleja el sufrimiento y las contradicciones de un ser humano además del espíritu de estos tiempos. Una película sólida y arriesgada.

Incluso se puede decir que el fracaso comercial de la cinta también es un reflejo de este tiempo. Vivimos una época de vocerío y trincheras ideológicas, donde el pensamiento no tiene más profundidad que un tweet y cada vez más millones de personas abandonan la empatía y la reflexión para abrazar simples y burdas consignas como las que lanza la extrema derecha. Así le ocurre a este Arthur Fleck, todos quieren empujarle a un papel -el del Joker- que satisface a los manipuladores -público y prensa sobre todo- pero que se olvidan de quien es de verdad Arthur y cuáles son sus problemas.

La primera película de Todd Phillips se planteaba bucear en los orígenes y la psicología del Joker como archienemigo de Batman. Incluso volvía a presentarnos de nuevo el asesinato del padre de Bruce Wayne por parte de un payaso enmascarado. Pero ya ese primer libreto desviaba el foco desde la aventura superheroica hacia a la salud mental del personaje y su invisibilidad para una sociedad corrupta y feroz. Esta segunda película avanza definitivamente por ese derrotero y ya nada tiene que ver con el Joker de Batman. Es una película sobre Arthur Fleck, un ser devastado psicológicamente en esta Gothan inhóspita y asilvestrada en que se está convirtiendo el mundo. De ahí que muchos forofos de Batman hayan acabado odiando la película. 



Esta secuela podría haber retomado el clímax con que concluyó la anterior, cuando Gothan se hundía en el caos y hubiera aclamado fácilmente a un líder furioso y enajenado. Pero el director y guionista ha preferido sumergirse en el caos mental de Arthur Fleck y en la tóxica sociedad que lo rodea. 
Por eso califico la apuesta de arriesgada y valiente. 
Su guión se mete en un glorioso berenjenal lleno de paradojas, sutilezas y contradicciones como las que pululan por el mismísimo coco de Fleck.

Me atrevo a decir que toda la película es el reverso de una de las mejores escenas de la película precedente, cuando Arthur huye del metro después de asesinar a tres brokers chulescos y se esconde en unos váteres públicos. Allí se para, la cabeza le da vueltas, pero poco a poco coge aire y sus pies empiezan a trazar unos pasos de baile que le ayudan a reafirmarse. Finalmente se yergue ante el sórdido espejo abriendo los brazos y presentándose al mundo: aquí estoy. Arthur se siente liberado de sus miedos y opresiones gracias a un acto de violencia. Lo acepta. Será el Joker. Explorará la creación de un nuevo orden a través del caos. Rasgará las costuras del sistema; pero si Bruce Wayne siempre vive atormentado por su rol como superhéroe, Arthur Fleck no va a ser menos. Aquella imagen con los brazos abiertos, como presentándose ante un auditórium, da paso en esta secuela a un ser con los brazos caídos y una duda que lo corroe, ¿podría ser el Joker?



Creo que todos los números musicales son en realidad ensoñaciones, donde se ve feliz y triunfante caracterizado como el Joker. En esa burbuja luminosa es libre y famoso y lo demuestra cantando y bailando junto a su inesperada pareja Harley Quinn (Lady Gaga). Pero cuando se apagan los focos allí sólo queda el anodino Arthur Fleck. Esa es la cruda realidad que muestra la película, la de un ser enfermo y atormentado al que la sociedad y sus servicios sociales han abandonado a su suerte... aunque encontró el éxito social gracias a su burlesca máscara... que no es más apariencia. Ahí es donde está el corazón de esta película. Y es un corazón neta y amargamente dramático. 



La película comienza con un corto de dibujos animados donde el Joker pelea con su sombra. Ésta quiere triunfar y ser reconocida a toda costa, incluso deshaciéndose de Arthur. Pero tras provocar el caos y sentirse acorralada por la policía vuelve a convertirse en simple sombra, dejando que sea Arthur el que pague el pato. 
Esa metáfora se extiende a la película. 
En la cinta original Arthur se convirtió en un icono involuntario. Una sombra enmascarada lo cubrió con su carisma y ahora -en esta secuela- la gente no hace más que empujarlo para que se convierta en el Joker. Hasta los policías de la cárcel quieren escuchar sus absurdos chistes y asistir a sus locuras. También el público y la prensa están ávidos por presenciar algunas de sus furiosas actuaciones. Quieren verle romper las reglas y provocar desórdenes hasta reventar el sistema. La propia Harley Quinn, una rica licenciada en psicología, no es ajena a esta postura, empujándolo hacia la enajenación y la anarquía. "Eres el Joker -le dice- puedes hacer lo que te dé la gana".

Me he acordado entonces de esas chicas que se enamoran de asesinos encarcelados y les escriben cartas apasionadas. También de las redes sociales y ese postureo enfermizo que ha llegado a provocar muertes.  




Aquí no hay fantasía. No hay héroes ni, por supuesto, un archivillano. Solo un tipo disfuncional en un mundo todavía mucho más disfuncional donde prima la algarada, el espectáculo y la prensa (otro espectáculo más). Así que todo el mundo (policías, periodistas, público...y nosotros los espectadores) espera al Joker, pero el pobre Arthur Fleck no sabe dónde está. La película recorre perfectamente esta paradoja. Hay muchos primeros planos con el rostro de Fleck arrugado como una interrogación. El Joker no existe llega a decir. También, el Joker soy yo. La película bucea con soltura en esa contradicción. 


Nota.- Al igual que en la anterior, Joaquin Phoenix está realmente im-presionante.

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