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miércoles, 4 de junio de 2025

OCCUPIED - creada por E. Skjoldbjaerg y Karianne Lund



Estamos en un futuro sólo dos casillas más allá y el mundo se encuentra en medio de una crisis energética. Europa se ha vuelto dependiente del petróleo y el gas de Noruega, pero las elecciones en este país acaban de proclamar vencedor a Jesper Berg (Henrik Mestad), cuya promesa estrella era cerrar el grifo de los combustibles fósiles. Una serie de tragedias climáticas han forjado su postura e inmediatamente cumple su palabra a la vez que presenta una tecnología alternativa basada en un mineral nuevo, el torio. Pero la Unión Europea no se conforma; se aboca a una situación de emergencia energética por lo que solicita la colaboración de Rusia para que invada Noruega y reinicie la extracción de petróleo. Con la economía no se juega y la droga barata del combustible fósil ha de seguir fluyendo.

Se trata simplemente de una ocupación operativa que afecta a las plataformas de petróleo y sin embargo, aunque el presidente, el gobierno y el parlamento siguen vigentes... ya nada es lo mismo. La bandera tricolor rusa ondea sobre la capital noruega y poco a poco la autoridad rusa acaba decidiendo cada vez más asuntos de estado. A pesar de que la vida discurre con aparente normalidad el equilibrio es muy precario y los ciudadanos empiezan a dividirse entre los que ven la invasión como algo inocuo y los que inician una resistencia. 


Cuando Jo Nesbø (el exitoso creador del inspector Harry Hole) presentó esta idea en 2010 parecía una coyuntura demasiado improbable; pero la anexión de Crimea primero y la invasión de Ucrania después por parte de Rusia, han hecho que el asunto no parezca hoy tan disparatado. 

Las ansias imperialistas de Putin han alarmado a los países escandinavos hasta el extremo de solicitar su ingreso en la OTAN para defenderse mejor del oso ruso. Los gobiernos europeos están incrementando su gasto militar y los países nórdicos están convocando a miles de reservistas para un entrenamiento de actualización. Tampoco Moscú ha permanecido indiferente ante este thriller sociopolítico. Alguna fibra sensible habrá tocado cuando ha reaccionado condenándolo por volver -dicen- a los supuestos de la guerra fría. Además la trama nos revela otro detalle sorprendentemente anticipatorio: en la presentación de esa época no tan distópica se nos informa de que EEUU ha logrado la plena autonomía energética y ha abandonado la OTAN, dejando a Europa sola. Así es como este caldo empieza a hervir. 



Salvando alguna inconsistencia me gusta el desarrollo dramático de los hechos en base a pequeños detalles, pequeñas decisiones, pequeños cambios de actitud que nos revelan la facilidad con que una sociedad plenamente democrática va deslizándose hacia una sociedad autoritaria perdiendo por el camino sus derechos y libertades. Muchos ciudadanos se muestran contemplativos ante la invasión ya que no ven sus vidas demasiado alteradas. Esto me ha recordado el hecho de que muchos jóvenes europeos votan a la extrema derecha e incluso se muestran dispuestos a renunciar a libertades si alguien les promete una cierta estabilidad. También recordé el excelente libro Sonámbulos, del gran historiador Christopher Clark, centrado no sólo en las batallas y atrocidades que ocurrieron en la Primera Guerra Mundial, sino en la complejidad de los acontecimientos, los malentendidos mutuos y las manipulaciones que llevaron a un grupo de líderes bien intencionados a un conflicto brutal.

Vemos venir a los lobos, pero seguimos tomando el té. En la serie, una conversación entre una jueza y una estudiante de derecho delata la sutileza del cambio de rumbo en los acontecimientos. 
-Es como si a nadie le importara lo que pasa. Los rusos se están haciendo con el control del país.
-No creo que eso sea verdad. No ha pasado nada.
-¡Nos han obligado a infringir nuestros derechos democráticos!. Es inconstitucional.
-No es inconstitucional. Lo aprobó el parlamento.
-Eh... porque les obligaron a hacerlo.
Efectivamente se trata de una "invasión blanda" por parte de Rusia, sin tanques ni bombas, lo que me hizo pensar en la invasión de bulos y desinformación con que los rusos intentan socavar los cimientos democráticos de la Unión Europea. 



Hay dos líneas argumentales muy interesantes. Por un lado la que muestra el modo en que Rusia se va haciendo con la última palabra sobre cualquier asunto de estado. La otra es todavía más sibilina y perturbadora. Nos muestra cómo varios personajes van dejándose impregnar por esos nuevos valores cada vez más autoritarios: en aras de la seguridad tenemos que restringir la libertad de opinión y de prensa, tenemos que vigilar y detener a los disidentes, hemos de extremar las vigilancias obviando cualquier derecho constitucional, etc.

Las tres temporadas de que consta la serie (de diez, ocho y seis episodios respectivamente) nos irán mostrando cómo les afecta la  ocupación a un variado grupo de personajes. Principalmente el presidente Berg y dos parejas cuyos valores veremos ir evolucionando. El presidente pasará de líder mundial verde a convertirse en títere de los rusos por seguir una política de contemporización. Finalmente los acontecimientos achicharran su gestión y, tras decidir autoexiliarse, logra retomar la iniciativa y maniobrar para implicar a EEUU y Europa en su favor. 

La historia de su guardaespaldas Djupvik (Eldar Skar) es todavía más inquietante y sintomática. En principio frustra un atentado contra la autoridad rusa Sidorova lo que le granjea la amistad de los invasores. Esto le llevará a convertirse en un enlace fiable entre su gobierno y los ocupantes, aupándole hasta la Unidad Antiterrorista. Una verdadera trampa para su juicio ético. Él trabaja honestamente para evitar atentados contra los rusos. Al igual que su gobierno quiere evitar que utilicen cualquier provocación como excusa para invadir militarmente el país y tomar el pleno control. Pero su celo le hará acercarse demasiado a las posiciones rusas que le facilitan todo tipo de vigilancias y detenciones indiscriminadas. Su esposa Hilde (Selome Emnetu), como jueza, tendrá que afrontar sus propios desafíos cuando tenga que decidir sobre los derechos de los nativos y de los ocupantes.



Por su parte la pareja que hacen el periodista Thomas Eriksen (Vegar Hoel) y su esposa representan posiciones antagónicas. Él será testigo de las manipulaciones que urden los ocupantes para forzar un mayor control, mientras que su esposa ve florecer el restaurante que estaba a punto de cerrar al convertirse en el favorito de los rusos adinerados.

Lo que más me gusta de la serie es que avanza sin miedo a situaciones cada vez más complejas tanto en lo personal como en lo político. Pronto aparece una organización autodenominada "Noruega Libre" cuyas audaces operaciones, junto a las maniobras del presidente, van provocando distintas crisis que los actores (Noruega, EEUU, Europa) habrán de negociar. 

Rusia tampoco se queda a la zaga. En la primera temporada llega a organizar atentados en la sombra para forzar una situación insostenible. En la segunda y con el Presidente Berg ya fuera de Noruega, logra manejar a la nueva presidenta como un títere. 

Los giros son continuos y las crisis constantes. Yo por mi parte, sigo expectante el hilo narrativo de la negativa de EEUU a implicarse por más que lo intente el presidente Berg. También el inaudito proceder de la Unión Europea. Negociando concesiones de Noruega a cara de perro a la vez que mira para otro lado ante las actuaciones de Rusia.

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