Guaridas

martes, 5 de noviembre de 2024

EL 47 - de Marcel Barrena

España,2024

En serio, tenéis que ver esta maravillosa película.  Un monumento a la autenticidad. Un tipo de cine donde la pantalla se convierte en una ventana al mundo de la gente común y los héroes anónimos que luchan contra la miseria y la injusticia buscando una vida mejor.

La película relata la epopeya de un grupo de inmigrantes -extremeños y andaluces- que llegan a Barcelona en los años cuarenta huyendo del hambre y la represión franquista. Las chabolas que empiezan a construir detrás de la montaña se acabarán convirtiendo en casas de ladrillo hasta conformar todo un barrio construido con sus propias manos y un esfuerzo ímprobo, el de Torre Baró. Uno de tantos barrios que se formaron en la periferia de la ciudad condal para absorber el flujo migratorio que llegaba de otras partes del país. Pero estos barrios eran inexistentes para las autoridades, vivían excluidos del tejido urbano de la ciudad, sin acceso a servicios básicos como el agua corriente, la electricidad o el transporte público.  

Esta es la historia que cuenta la película, la del barrio y la de Manuel Vital que desde su Valencia de Alcántara natal, en Cáceres, llegó a Torre Baró en 1947, con 24 años. Aquello era un terreno despoblado y baldío en medio del monte y allí fue donde los inmigrantes comenzaron a construir sus chabolas aprovechando un resquicio legal: Si el chamizo que se empezaba a construir un día conseguía tener techo antes del amanecer del día siguiente, la policía no podía echarlo abajo. Esa primera batalla con la Guardia Civil destruyendo sus chabolas es el comienzo de la película y del aprendizaje de aquellas pobres gentes: si no es todos a una nunca saldrían de la ruina. De modo que en medio del monte, en la sierra de Collcerola, se fue forjando un fuerte movimiento asociativo que no cejó de luchar para que el Ayuntamiento de Barcelona atendiera a los barrios y los dotara de servicios.

Barrio de Torre Baró y al fondo Barcelona




Con el tiempo fueron consiguiendo que llegara la electricidad y el agua, aunque no sin constantes cortes; pero los trabajadores y amas de casa tenían que andar varios kilómetros para ir al trabajo o a hacer la compra. Para ellos el autobús también era un servicio básico. Manuel Vital visitó todos los despachos del Ayuntamiento. Él mismo trabajaba como conductor de autobús urbano y sabía que sólo había que extender un tramo su misma línea, la del 47, para llegar a Torre Baró. Pero la respuesta fue siempre la misma, era imposible que un autobús subiera esas cuestas infames. Además "quién va a querer coger un autobús para subir allá arriba" le cuestiona a Manolo un concejal. A lo que él responde cargado con todo el sentido común del mundo: "los mismos que han bajado por la mañana a trabajar y a comprar". Ni con la llegada de la democracia lo consiguió.

Así que después de muchos años de esfuerzos baldíos, en 1978 Manuel Vital pasó a la acción, decidió demostrar que el autobús podía subir la montaña, retorcerse por aquellas estrechas calles llenas de boquetes y llegar hasta el barrio que había construido con sus manos y sus vecinos. El 7 de Mayo secuestró su propio autobús de la línea 47 y lo condujo colina arriba hasta Torre Baró. Así consta en la prensa de la época. 
“El 7 de mayo de 1978, Manuel Vital, un conductor de Transportes de Barcelona y líder sindicalista, en su doble condición de vecino de una zona olvidada, secuestró un autobús articulado de la línea 47 para demostrar que el transporte público que reclamaba Torre Baró podía llegar a través del único acceso que tenía el barrio."
Foto histórica del secuestro del autobús 47

Manolo Vital (interpretado magistralmente por Eduard Fernández) fue militante en la clandestinidad del PSUC y de CCOO. Como líder vecinal encabezó muchas protestas respondidas con contundencia por las fuerzas de orden público; pero siempre tuvo claros sus derechos como ciudadano de Barcelona. La película no lo muestra, pero en 1969, con el sello de CCOO, repartió una octavilla en el barrio por lo que también fue llevado a juicio ante el tenebroso Tribunal de Orden Público. La octavilla solo era una reflexión.
“¿Por qué se preocupan de nosotros para vigilarnos y no se preocupan de que tengamos alcantarillado, agua en las fuentes, dispensario, farmacia, pavimento, etc., etc.?”.
Uno de los momentos más dramáticos de la película es cuando se produce un incendio en una casa del barrio y los bomberos se quedan a mitad de camino aduciendo que no pueden continuar por aquel camino de cabras. Sin embargo poco tiempo después pudieron constatar con amargura que los bomberos de la época no subían a Torre Baró en caso de incendio, pero sí podían hacerlo si la autoridad les ordenaba descolgar una bandera roja con la hoz y el martillo que ondeaba en un poste eléctrico.





Manolo Vital fue el padre fundador y presidente durante muchos años de la Asociación de Vecinos de Torre Baró, Vallbona y Trinitat, origen del potente movimiento vecinal de Nou Barris. Con el tiempo, en 1977, pasó de agitador y villano para las instituciones a héroe reformista, recibiendo la Medalla de Honor del Ayuntamiento de Barcelona. Incluso Pascual Maragall, siendo ya alcalde, llegó a vivir unos días en la casa de Manolo, "el rojo que se casó con un monja". Porque no hay que olvidar a su mujer Carme Vila, también extraordinariamente interpretada por Clara Segura. Una monja y catalana que no hacía remilgos con aquellos "charnegos" y siempre estuvo a su servicio como educadora y asistente social. 




Clara Segura y Eduard Fernández aportan veracidad y dramatismo a sus personajes; lo mismo que un buen grupo de secundarios encabezados por Salva Reina como el insolente colega de Manolo y David Verdaguer como el concejal bien queda.

La película captura de manera vívida la situación social del barrio, centrándose en las precarias condiciones de vida de sus personajes; pero no afronta las tensiones sociopolíticas de esa Barcelona que emergía ignorando a los trabajadores que la estaban levantando. Así lo explicaba el director en su presentación: “la película es un homenaje a la clase obrera y a los hombres y mujeres que construyeron nuestras ciudades no solo físicamente sino también culturalmente”.

En la pantalla se reproducen los hechos históricos pero desde un punto de vista íntimo, de las personas. La Guardia Civil aparece amenazante y llega a tirar alguna chabola, pero poco más. En el Ayuntamiento por su parte, ya se sabe, a dar largas. No hay mucha mas crítica. Esto es quizás lo más decepcionante, que se hurta la militancia del protagonista y el retrato político-social de la época. Aunque no por ello la película desmerece. La subida de Manolo con su autobús articulado se convierte en una epopeya y la película en un viaje sentimental a una época en la que había que atarse los machos. Así se explica que al concluir la proyección todos en la sala nos pusiésemos a aplaudir. Para celebrar el éxito de la solidaridad y la resiliencia de los nadie.