miércoles, 29 de mayo de 2019

MELUSINA - según A.S. Byatt


En la maravillosa novela de A.S. Byatt, Posesión, se cita y entrevera el mito de Melusina con una incidencia tal que quizá no ha sido suficientemente señalada. Porque aparte de la trama principal del descubrimiento de la secreta relación entre el poeta triunfante R. H. Ash y la más apartada poeta Christabel LaMotte y de las secundarias sobre el contraste de dos épocas, la crítica al encorsetado mundo académico o de reflexión sobre la creación literaria; podemos ver toda la novela como una rutilante ilustración del mito del hada.
Retiradas del mundo viven las dos amantes, Christabel y Blanche Glover. No tienen obligaciones más que para sí mismas. Mientras Blanche nos remite sin pudor a la Dama Blanca, LaMotte mantiene un carácter netamente francés como la Melusina. La dulzura de su reino se llama Betania, "un lugar donde ni servíamos ni nos servían" -así lo define Christabel- el cual permanece secreto y luminoso hasta la aparición del varón oscuro y dominante, momento en que Blanche rompe su falta de inspiración y comienza su mejor lienzo "Vivien dominando a Merlín", que representa el momento en que Vivien canta el Hechizo que pone a Merlín bajo su poder, para sumirle en perpetuo sueño. A la vez Christabel comienza a dar forma a su mayor poema, "Melusina", que ella califica de epopeya. La fascinación del poeta por esa misteriosa dama es lo que activa tanto su pasión como la acción de la novela. En su relación hay un secreto, como reclama el clásico relato del hada, y una traición. La Melusina/Christabel nos mostrará las dos caras típicas del hada: amante y dragón.
En la página 46 de la novela encontramos esta conversación: 

"¿Conoces la historia de Melusina? 
Era un hada que se casó con un mortal para tener alma, y estableció un pacto de que no intentase verla nunca los sábados, y él lo cumplió durante muchos años, y tuvieron seis hijos varones, todos con anormalidades: orejas deformes, colmillos gigantescos, una cabeza de gato saliendo de una mejilla, tres ojos, cosas así. Uno se llamaba Jofré el del Gran Diente, y otro Horrible. 
Melusina hizo construir castillos, castillos de verdad que existen todavía, en el Poitou. Y al final, como tenía que suceder, él miró por el ojo de la cerradura —o, según una versión, abrió un agujero en la puerta de acero de ella con la punta de su espada—, y vio que se estaba solazando en una gran bañera de mármol. Y de la cintura para abajo era un pez o una serpiente, Rabelais dice que una «andouille», una especie de salchicha enorme, el simbolismo es obvio, y batía el agua con su cola musculosa. Y él no dijo nada y ella no hizo nada hasta que Jofré, el hijo feroz, se enfadó con su hermano Fromonte que se había refugiado en un monasterio, y como no quería salir, apiló leña y lo quemó entero, con los monjes y Fromonte dentro. Cuando se supo la noticia, Remondín (el caballero del principio, el marido) dijo: «La culpa la tienes tú; quién me mandaría a mí casarme con una horrible serpiente.» Entonces ella le llenó de reproches y se convirtió en dragón, y echó a volar alrededor de las almenas haciendo gran estrépito y golpeando las piedras. Ah, y antes de eso le dio órdenes terminantes de que matara a Horrible porque si no, los aniquilaría a todos, y así se hizo. 

Y Melusina vuelve a los condes de Lusignan para anunciar muertes: es una especie de Dame Blanche, o Fata Bianca. Como ya te imaginarás, hay toda clase de interpretaciones simbólicas, mitológicas y psicoanalíticas. Christabel LaMotte escribió ese poema largo y muy retorcido sobre la historia de Melusina en la década de 1860, y se publicó a principios de la de 1870. Es una cosa rara, tragedia y romance y simbolismo a todo pasto, una especie de mundo onírico lleno de bestias extrañas y significados ocultos, y una sexualidad o sensualidad realmente chocante. A las feministas las chifla. Dicen que expresa el deseo impotente de la mujer. No fue muy leído hasta que ellas lo redescubrieron; Virginia Woolf lo conocía y lo señaló como imagen de la androginia esencial de la mente creadora, pero las nuevas feministas ven a Melusina en su baño como un símbolo de la sexualidad femenina autosuficiente, que no necesita al pobre varón. A mí me gusta, es inquietante. Está continuamente cambiando de foco, de la descripción minuciosa de la cola con escamas a las batallas cósmicas." 


                                                    En la pág 46 de Posesión de A. S. Byatt.





Capitel con el hada Melusina en Lusignan, Fancia



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Melusina es una antigua divinidad de la naturaleza relacionada con la fertilidad. Aunque es una hada no tiene origen celta sino francés. La leyenda de Melusina fue recogida por primera vez en el siglo XIV, por Jean D´Arras, para ensalzar los orígenes de la casa de Lusignan. La obra se tituló "Noble Historia de Lusignan o La Historia de Melusina". Más tarde Alemania y Gran Bretaña incorporarían las historias de melusinas a sus respectivos folclores. Según D´Arras, melusina significa prodigio o prodigiosa.
Se puede rastrear aún más remotamente el origen del hada Melusina, por ejemplo pasando por legendarias heroínas como la Reina Sibila de Jerusalen (tan manipuladora como hermosa) hasta las Parcas de la mitología griega, seres que vivían en el Inframundo y que se encargaban de adjudicar a cada persona una parte de bien y una de mal, las cuales podrían acrecentar o decrecer por sus acciones a lo largo de su vida. Melusina es parte de la tradición de las hadas constructoras de monumentos sagrados. Según Cirlot, ella sería "el arquetipo de la intuición genial, en lo que éste tiene de advertidor, constructivo, maravilloso, pero también enfermizo y maligno". Como muchos mitos, Melusina es ambivalente. Asociada a la fertilidad también es considerada una figura perversa.
Melusina anuncia una poderosa energía creativa. Si aparece en tu vida, será para enseñarte a vivir más intensamente, a sostener tus promesas y a respetar los compromisos afectivos. Encarna un enorme poder. Su mito reúne tres figuras, mujer, serpiente y hada, que simbolizan fuerzas naturales y fertilidad.  Su leyenda se incorpora a la cultura europea en cuentos como La Sirenita de H.C.Andersen o en Ondina, de Lamotte Fouque.

Propiamente la historia de Melusina refiere que era una de las tres hijas del Rey Elinas de Albany (actual Escocia) el cual estaba casado con el hada Pressina, quien accedió a casarse con el rey después de hacerle jurar que nunca trataría de verla ni cuando estuviere dando a luz, ni bañando a los hijos. Elinas aceptó el trato, se casaron y fueron muy felices. Tuvieron tres hermosas hijas: Melusina, Melior y Palestina. Pero Mataquas, hijo del primer matrimonio de Elinas, obligó a su padre a romper la promesa empujándolo a entrar en la habitación donde Pressina estaba bañando a las tres niñas. Al incumplir la promesa su mujer enfureció, autoexiliándose con sus hijas en la isla de Avalon. Allí Pressina y las niñas vivieron durante quince años. Cada mañana ascendían hasta el monte Eléonos, desde donde podían ver el distante reino de su padre. Pero al crecer, Melusina apreció injusto su exilio como pago por la culpa de su padre, de modo que, usando su hechicería de hada, encerró a su padre en una prisión rocosa en un monte  Northumbria. Por su fraticidio, Melusina fue condenada a vagar y transformarse en una mujer serpiente cada sábado, hasta que pudiera desposarse con un hombre que accediera a no verla en este lapso.

Después de muchos años Raymondín, sobrino del conde de Poitiers, tuvo un encuentro con ella junto a una fuente. Raymondín había salido de caza y por accidente había matado al conde mientras intentaba ayudarle con un jabalí. Desolado e invadido por la desesperación vagaba por los bosques sin saber cómo trasladar la noticia a los hijos del muerto. En su deambular llegó hasta la Fuente de la Sed y allí se encontró a una bella muchacha vestida de blanco. Era el hada Melusina que al conocer su desgracia le consuela y le ofrece una solución correcta para explicar el accidente. Prendado de su sabiduría y belleza Raymondín la pide matrimonio, a lo que ella accede con la única condición de que los sábados le permita retirarse a sus aposentos, sin ser vista en todo un día y una noche, a lo que su enamorado se aviene sin discusión.

Al regresar a la corte del hermano de su padre relata a sus primos los hechos cabales que condujeron a la muerte del conde. Sus primos aprecian la nobleza de su conducta y no le reprochan nada, al contrario, le ofrecen como regalo de bodas unas tierras que él deberá elegir. De nuevo interviene Melusina para aconsejarle que pida toda la extensión que pueda caber en una piel de ciervo. Acordada la extraña petición Melusina cogió una piel y comenzó a cortar largas y finas tiras que les sirvieron para acotar un inmenso territorio que convirtieron en su feudo. Al contraer nupcias Melusina le construyó a su amado el castillo de Lusignan con la rapidez con que lo pueden hacer las hadas. Después construyó otras iglesias, torres y castillos que dieron riqueza al apellido Lusignan.
Melusina y Raymondín tuvieron diez hijos, aunque todos nacieron con algún tipo de defecto. La pareja vivió feliz durante muchos años, hasta que un malhadado día su hermano, el conde de Forez,  durante una alegre cena precisamente en sábado, vertió insidias en su oído sobre la desaparición periódica de su esposa y la posibilidad de un amante. Espoleado por la sospecha, Raymondin subió a las estancias del hada y la espió por un agujero: Melusina disfrutaba de un casto baño, pero al retozar en las aguas su marido pudo apreciar que de cintura para abajo era una serpiente. Como fuera que Raymondín la amaba prefirió guardar el secreto. Sin embargo, poco tiempo después, su hijo Geoffroy, enzarzado en lucha fraticida con su hermano Fromont, arrasó el convento en donde éste era monje, incendiándolo con todos los frailes dentro. Muy alterado por los hechos, Raymondín rechazó el consuelo de su esposa y la acusó de haber traído la desgracia a su linaje: "¡Quién me mandaría a mí casarme con una serpiente!".
Melusina comprendió que su secreto había sido desvelado y herida por la traición, se encolerizó y huyó volando del castillo, para no volver más que de noche a visitar a sus hijos. Raymondín la perdió para siempre y acabó sus días como ermitaño en la montaña de Montserrat. Según la leyenda, el hada Melusina adquirió la costumbre de volar entorno al castillo de Lusignan cada vez que los condes iban a morir, alertando a sus moradores con gritos y lamentos.

Las hadas tradicionalmente están caracterizadas como mujeres libres, desprovistas de prejuicios morales, plenamente independientes y dueñas de su destino; aunque a veces perversas y con una sexualidad poderosa, e incluso feroz. En el Lancelot en prosa ya sale la Dama del Lago que rapta a Lancelot de los brazos de su madre y lo cría en las profundidades del lago. En este relato encontramos una definición de lo que es el hada: "la doncella que lo ha raptada es un hada. Son llamadas hadas todas aquellas que sabían de encantamientos y había más en Bretaña que en cualquier otra tierra. Ellas conocían la virtud de las palabras, de las piedras  y de las hierbas. Gracias a ellas se mantenían jóvenes, bellas y ricas tanto como querían."

Muchos de los símbolos que representa Melusina nos vienen desde épocas remotas y sociedades matriarcales, donde ejercían el poder en base a su fecundidad y al sacerdocio. La evolución hacia sociedades patriarcales cambió esta imagen por la de hechiceras y brujas. De ahí que Melusina albergue una profunda ambigüedad donde se mezclan promesas de riquezas, amor apasionado, traiciones y lamentos. La discusión sobre la verdadera naturaleza de Melusina puede no tener una única solución. Melusina en el baño nos puede hacer pensar en una sexualidad femenina autosuficiente o quizás en una mujer dueña de su destino. También en la parte oscura (el pecado) de la que se redime el resto de los días; o en la mujer autosuficiente y empoderada que debe esconderse de una sociedad que no la acepta. La traición perpetua a la mujer. La promesa del amor más apasionado que siempre esconde una promesa de cristal.
Escultura de Melusina al lado del río Alzette

Existe una versión luxemburguesa de la leyenda de Melusina que tiene que ver con la conformación de su identidad nacional. En esta versión el conde Siegfried se pierde en el valle del río Alzette y se encuentra con Melusina. Hechizado por su canto y belleza la solicita matrimonio. Melusina acepta casarse con él bajo dos condiciones: nunca tendrá que abandonar su morada rocosa, un lugar llamado "Bock" y, en segundo lugar, el Conde nunca la verá en sábado, un día reservado para ella.
Siegfried está de acuerdo con sus términos y compra tierras alrededor del "Bock" para que sean suficientes pero, acuciado por la falta de dinero, vende su alma al diablo a cambio de un majestuoso castillo. La joven pareja y sus siete hijos viven días felices, hasta que Siegfried, carcomido por la duda, no puede resistirse a mirar por el ojo de la cerradura del baño de Melusina. Asustado descubre que la parte inferior del cuerpo de Melusina es una enorme cola de pez. En el mismo momento, la sirena desaparece en las profundidades del "Bock" (en otras versiones salta por la ventana y desaparece en el río). Ella está obligada a reaparecer en la roca cada siete años en forma de una serpiente de fuego con una llave en la boca. Para liberarla de su hechizo será necesario que un valiente arrebate esta llave con sus propios labios de la boca ardiente y la tire al río Alzette. Esta hazaña aún no se ha logrado.

En la Edad Media, la escritura sobre Melusina tenía una triple función: servía para alimentar mitos familiares y glorificar la ascendencia de las dinastías aristocráticas.Este es el caso de la dinastía luxemburguesa. La alianza de Melusina y el conde Siegfried, el fundador de la ciudad de Luxemburgo, estiliza a la sirena como la primera antepasada y progenitora femenina de los luxemburgueses y la protectora de la ciudad. En la Segunda Guerra Mundial, Melusina se convierte en un símbolo de la unidad e independencia luxemburguesa frente al agresor alemán. A fines del siglo XX, algunos escritores usaron la figura de Melusina como punta de lanza de crítica social. En los últimos años, cada vez más textos feministas dibujan la imagen de una inconformista Melusina, centrada en un discurso de género y configuración de la identidad de la mujer.

Algunos expertos señalan que Melusina puede derivar de “mater Lucina”, uno de los nombres de la diosa romana Juno, esposa del dios Júpiter. La cuestión adquiere más sentido cuando conocemos que los antiguos romanos oraban a mater Lucina para que bendijese los partos y que la celosa Juno, que maldecía a las numerosas amantes de su infiel esposo, transformó en mujer serpiente a una joven llamada Lamia.

También es interesante el paralelismo que nos ofrece Melusina con la japonesa Yuki-onna. No sólo comparten esa blancura única que lucen las hadas, también esta criatura contrae matrimonio con un mortal para acabar siendo traicionada por él. Yuki-onna está asociada al invierno y a las tempestades de nieve. Se la representa como una mujer alta, hermosa y de largos cabellos. Es al mismo tiempo despiadada y serena. En muchas historias Yuki-onna se revela a los viajeros atrapados en la nieve y en otras es ella misma quien los extravía. En todo caso siempre mueren congelados y convertidos en estatuas de hielo. A veces se manifiesta sosteniendo a un niño entre sus brazos para hacerte caer en la trampa. En una de las leyendas Yuki-onna deja libre a un muchacho debido a su belleza y edad. Le hace prometer que nunca la mencionará. En otra leyenda Yuki-onna derrite a su marido cuando éste descubre su verdadera naturaleza.

jueves, 9 de mayo de 2019

RUSSIAN DOLL - de Amy Poehler, Natasha Lyonne y Leslye Headland


Nadia es una joven neoyorkina inquieta y neurótica que celebra su 36 cumpleaños de mala gana. Se lo ha organizado su mejor amiga, pero Nadia no está por la labor. Está insatisfecha de todo y de todos, así que no tarda en irse. Pero al cruzar la calle la atropella un taxi... y de pronto se encuentra de nuevo en los lavabos de su fiesta, frente al espejo.¡!

Tendrá que morir unas cuantas veces más y regresar ante el espejo de los lavabos hasta que se dé cuenta de lo que ocurre. Se encuentra en un círculo vicioso, un día de la marmota que se repite desesperantemente. Pero Nadia (Natasha Lyonne) es inconformista por naturaleza y lucha para romper el hechizo. Sin embargo todos sus caminos le llevan a morir y despertar ante el espejo.

La serie se beneficia de la personalidad iconoclasta de Nadia, el ritmo narrativo que es muy vivo, la evolución de la historia que se enrosca hasta niveles metafísicos y el tono de comedia, muchas veces hilarante. El capítulo 2 es desternillante ¡después de verla morir 6 veces por minuto en una delirante escalera que se convierte en un amenazante kraken. Nadia es una inconformista, lucha y cambia de ruta; pero nunca pasa más de un día hasta que se ve ante el espejo mientras alguien aporrea la puerta para que le dejen entrar. Una pesadilla.
Nadia lo intenta todo, bebe descaradamente, fuma coca y reflexiona sobre su forma autodestructiva de vida, mientras se sumerge en una búsqueda desesperada por hallar la respuesta a este misterioso suceso. Primero piensa si son alucinaciones, luego en algún tipo de maldición y cuando encuentra a otro personaje, Alan, que está atrapado en ese mismo círculo; empezará a volverse a buscar hacia su interior.

Alan tampoco es un tipo cualquiera. También está atrapado en el infernal circuito. Padece un tipo de depresión clínica, está lleno de tics y tiene que seguir diversos rituales para atreverse a salir a la calle o relacionarse con los demás. Cada vez que muere se reinicia en el lavabo de su apartamento preparado para irse con su novia de vacaciones... sólo que ella planea romper con él antes de irse.

Los días de Nadia y Alan se van alargando o acortando dependiendo de las decisiones que toman. Poco a poco empiezan a entrever ante ellos una especie de universo cuántico en el que pueden encontrarse en varios lugares a la vez.














Este es uno de los mejores logros de la serie que nos hechiza con unas propuestas psicológicas de lo más interesantes y uno giros argumentales realmente sorprendentes.

El otro logro es el personaje de Nadia. En muchos aspectos me recuerda a la inquieta y nada convencional Fleabag: ambas series son muy personales, desinhibidas, frescas y divertidas. Ambas protagonistas son mujeres, están hartas del postureo, hablan sin filtros, viven en una ciudad muy exigente, están hartas de la vida que llevan, ya no admiten componendas y se desesperan por no encontrar un amor estable. Esta vida acelerada y nerviosa se refleja en el ritmo vivísimo de los episodios: 25 minutos para cada uno de los 8 episodios de que consta esta temporada nos golpean con mucha ironía y mala leche.
Nadia y Alan ante sus espejos....

Sin duda la forma narrativa es un gran acierto. Si el primer episodio es de presentación de Nadia y su snob ambiente neoyorkino y el segundo es la multiplicación de sus muertes hasta doblegarla; el tercero es la irrupción de Alan y el cuarto se dedica a reproducir las circunstancias de los tres anteriores desde la perspectiva de Alan... Genial cruce de narrativas, espejos y puntos de vista.

Natasha Lyonne es conocida por haber participado en Orange is the new black y no sólo protagoniza esta Russian Doll, sino que también es una de sus creadoras junto con la divertidísima Amy Poehler (comediante que suele aparecer en Saturday Night Live o en series como Parks and Recreation y que acaba de presentar su primera película como directora, Wine Country) y Leslye Headland, quien además dirige cuatro de los episodios.

Cuando parece que el espectáculo comienza a fatigar sus variantes, las guionistas se lanzan a explorar otras grandes ideas y giros insólitos que nos llevan hasta una seria reflexión sobre la naturaleza del tiempo.

Hay que subrayar la profundización de la serie en su desarrollo dramático. Nadia irá descubriendo que el bucle en el que se halla está relacionado con ella y su historia familiar tanto como con su relación con los demás. Haciendo honor al título de la serie, la protagonista tendrá que ir descubriéndose capa a capa hasta llegar al mismísimo corazón del asunto.

Nadia y Alan luchan por encontrar el modo de salir del bucle, pero sólo atisbarán la solución cuando comiencen a darse cuenta de que todo pasa por el esclarecimiento de su propia vida emocional. Esa con la que todos cargamos y que está llena de bucles. El objetivo va más allá de que Alan pueda hurtar a Nadia de la trayectoria del taxi y de que Nadia pueda evitar que Alan salte del mismo maldito edificio.

viernes, 3 de mayo de 2019

DOLOR y GLORIA - de Pedro Almodóvar

España,2019

Definitivamente Almodóvar es uno de los grandes.
Con esta película se arranca la coraza y nos regala una historia preñada de recuerdos y con una enorme carga emocional. La pasión de Almodóvar siempre ha sido contar historias, retratar personajes tortuosos, muchas veces viviendo al límite; y entonces, qué mejor historia que la suya lanzado desde la infancia a explorar el mundo y sus pasiones.


El director compone, a partir de su propia experiencia, el fresco personal de una vida de triunfo poco a poco cercada por el abandono y el dolor. El recorrido es muy reconocible: la España dura y beata de finales de los 50, el primer deseo carnal, los efervescentes años ochenta, el descubrimiento del cine y la pasión de contar historias, el sentimiento de culpa por haber desatendido a su madre. Hay que reconocer que Almodóvar destila autenticidad y hondura. Seguro que muchos nos compenetramos con esa infancia sin horizonte en un pequeño pueblo de la meseta. Pero también seguro que nos conmovemos con esa mirada atrás para ver cómo se fue torciendo todo irremediablemente y las cosas que perdimos.

La secuencia inicial con Banderas sumergido en la piscina ya nos avisa de qué va la película. Un personaje solo, en un universo cerrado en el que tanto se percibe el riesgo de asfixia, como el ingrávido arrullo del agua, en cuya suspensión el autor se deja inundar por los recuerdos más íntimos que compartió con su madre. 

A esta presentación del cineasta Salvador Mallo, le sigue una irónica secuencia animada sobre sus padecimientos físicos y a ésta una escena de mujeres cantando mientras lavan en el río. Esta es la tónica de la película, compuesta por momentos donde se superponen el pasado y el presente para dar cuenta del estado vital de un creador varado.

La película empieza como Ocho y medio de Fellini, un director seco de ideas que se asfixia y que sólo buscando dentro de si mismo encontrará las fuerzas y el sentido para dar el siguiente paso. Pero Almodóvar no es Fellini, es otra cosa. Donde el maestro italiano se lanza al vacío de un enloquecido espacio onírico por donde pululan recuerdos y amantes; el manchego se aferra a la tierra, al río de su pueblo, a la cueva donde vive el niño, a la madre que es sustento. 

En lo que ambos cineastas coinciden es en la fuerza de los recuerdos y la infancia. También en colocar a un alter ego en pantalla que propicia un juego de reflejos entre la realidad y la ficción. Escuchemos al director:

"Todas mis películas parten de la realidad, de una realidad siempre exterior a mí, como algo que he leído en un periódico, que he visto o me han contado. La diferencia en Dolor y gloria es que en este caso la realidad de la que parto es la mía. Pero eso solo me proporciona el primer párrafo, ya que el resto tengo que escribirlo yo para saber qué es lo que ocurre después”.

Antonio Banderas es Salvador Mallo, un director de cine ya mayor y doliente que se encuentra vacío y en busca de redención. El amor de su vida hace tiempo que desapareció, desde hace 30 años no se habla con su actor estrella a quien vilipendió, durante años desatendió a su madre.... Y ahora empieza a recordar e intentar recomponerlo todo, pero no encuentra la llave que le saque del pozo.


Y este es uno de los asuntos en los que Almodóvar deja una mejor huella. Es capaz de concebir una serie de eslabones narrativos que articulan todo el relato y cuya aparición o desarrollo suponen una tremenda conmoción que aporta más profundidad a la historia. Uno de ellos es el relato autobiográfico que Mallo tiene abandonado en el ordenador y que, tras la conciliación, su actor fetiche rescata con el deseo de conformar un monólogo. Esta pieza teatral, rodada con desnudez y elegancia, es una dolorosa confesión y se convierte, por su peso, en el centro de la película. 

























El otro eslabón es la acuarela de un artista aficionado donde aparece Salvador Mallo de niño, leyendo. Aquel artista era un apolíneo albañil que despertó su primer deseo carnal. La aparición de esta acuarela décadas después, enciende de nuevo en Salvador el deseo de crear, que es lo mismo que vivir. Son dos momentos mágicos a los que Almodóvar nos sabe conducir y una vez allí no podemos dejar de vibrar y sentir todo un cúmulo de emociones.

A pesar de tener una estructura compleja donde se alternan pasado y presente, la película fluye diáfana y sencilla, sin impostaciones. Almodóvar consolida aquí el lenguaje directo y minimalista que ya exhibió en la sugerente Julieta. Y por supuesto está la paleta de colores puros tan almodovariana, el juego de detalles en los cuadros, las fotos o los libros donde reverbera y se multiplica la película.

Y ¿qué lee todo el rato Salvador subrayando cuidadosamente algunos párrafos? 
Paladea la novela de Torborg Nedreaas, Nada crece a la luz de la luna (un largo monólogo sin tregua, confesión de una vida malgastada en la búsqueda del amor; en cuya página 68 podemos leer "¿No es extraño que la mayoría de la gente esté de acuerdo en que hay algo que va tremendamente mal pero, a la hora de la verdad, no quieren que se produzca cambio alguno?"). Retira con desdén el libro Cómo acabar con la contracultura, de Jordi Costa (quizás asumiendo que sus inicios contraculturales han sido finalmente absorbidos por el mainstream) y lee para sus adentros el Libro del Desasosiego, de Pessoa, uno de cuyos leit motiv es precisamente que en muchas ocasiones sólo en la creación literaria se puede atisbar una posible fuente de verdad.


El protagonista está solo y vitalmente convaleciente. Qué hace entonces: lee. Sólo leyendo podrá encontrar las palabras, y sólo con palabras podrá nombrar -y extraer- su dolor.




























Como bien expresa el cartel de la película -un puzzle de fotografías-, ésta es una combinación de fragmentos hechos de retazos de memoria y divagaciones que invitan a componer un todo que se quiere expresar. Y ¿qué es lo que finalmente el director nos expone? Tanto como la tan cacareada desnudez de su alma, yo creo que nos quiere mostrar una reflexión sobre su espíritu creador. Dos planos muy significativos me llevan a esto.

Uno tiene lugar durante el monólogo teatral que se reproduce en la película. En un momento dato el actor está situado ante una pared rojo sangre, pero evoluciona hasta encontrarse ante una pantalla en blanco para finalmente quedarse solo ante esa inmaculada pantalla que ocupa entera y se mimetiza con nuestra pantalla del cine (¡!). El personaje sobresale tanto del lienzo que casi nos grita ¡Aquí estoy y ésta es la verdad! Pero también nos dice, no encontraré la verdad sino en la ficción. 




Esto mismo se subraya en el plano final que repite uno que ya hemos visto durante la proyección, pero que al volver a situarlo en pantalla como conclusión, Almodóvar introduce un levísimo cambio. Abre el plano para que veamos que esa imagen realmente pertenece a una película que está rodando. Vuelta de tuerca al juego de realidad y ficción. Rescate de la vida a través de la creación. 

Este final me parece maravilloso. Cuando hemos visto por vez primera ese plano era la realidad, al abrirlo se nos muestra como un set de rodaje donde aparece el director como intermediador de esa realidad/ficción, y finalmente estamos nosotros que, como espectadores, asistimos a ese momento mágico donde Almodóvar acumula dimensiones y se doctora. 

No puedo acabar sin alabar el trabajo de los actores. Antonio Banderas está magnífico, comedido y sobrio. En ciertos gestos y actitudes reconocemos a Pedro pero, aunque es divertido no está ahí el asunto. Julieta Serrano como la madre y Asier Etxeandia como el actor fetiche están insuperables. 



P.D. 
Hay otro momento muy lúcido, cuando finalmente Salvador Mallo da permiso a su actor para montar el monólogo y le instruye sobre cómo interpretarlo: no derrames lágrimas, sé sobrio. Instrucciones típicas de Pedro Almodóvar que consigue aquí otro epicentro metacinematográfico: Asier Etxeandia interpreta a un actor que representa a Antonio Banderas, el cual interpreta a Pedro Almodóvar, que a su vez pone en boca de Banderas las someras instrucciones sobre cómo debe interpretar a quien le representa, Asier Etxeandia. Todo un cruce de dimensiones. Bravo