viernes, 31 de agosto de 2018

BINTI - de Nnedi Okorafor



Hay novelas que necesitan 500 páginas para crear un mundo y dotarlo de consistencia. Binti lo logra en apenas 100.

Nnedi Okorafor ha escrito una novela corta fulgurante de ideas. En ella encontramos naves espaciales de carácter orgánico, amuletos protectores, arcillas sanadoras, tribus africanas produciendo tecnología punta de carácter casi mágico y una reflexión sobre las diferencias culturales más que notable.

Binti es una joven de la tribu himba que ha conseguido plaza en la mejor universidad de la galaxia, la Oomza Uni; pero sus tradiciones y su familia son una poderosa ancla. Los himba no abandonan nunca su tierra ancestral, no se mezclan con quienes los desprecian ni entienden sus costumbres. Pero Binti siente que debe saltar hacia el universo, hacia un conocimiento más amplio y profundo, aunque esto la convierta en un paria ante su pueblo.
"Era la única himba de la nave entre quinientos pasajeros. Mi tribu está obsesionada con la innovación y la tecnología, pero es pequeña, reservada y, como he dicho, no nos gusta dejar la Tierra. Preferimos explorar el universo viajando hacia el interior." pág 23
Nave orgánica propuesta por  pijamasurf.com
La novela está narrada en primera persona por la propia Binti y en ella conviven la ingenuidad de algunas propuestas narrativas con una complejidad nada aparente que esconde varias lecturas: la colonización salvaje, los prejuicios culturales, la convivencia entre razas, la multiculturalidad e incluso la colonización cultural.
"-Hay una razón  por la que nuestro pueblo no va a esa universidad (le dice su madre). Oomza Uni te quiere para su propio provecho, Binti. Ve a esa universidad y te convertirás en su esclava." pág. 13
Una lectura somera deparará sobretodo el gusto por la aventura: a la de una joven Binti relacionándose con otras razas y mundos, se une la de una guerra entre la raza alienígena de las medusas y los khoush en la que se ve inmersa. El libro comienza como una historia personal de romper lazos con la raíces, pero pronto adoptará nuevos derroteros. 

Las medusas atacan la nave de estudiantes para utilizarla como un caballo de Troya con el que acceder al planeta Oomza Uni. De fondo late una venganza. Oomza Uni guarda en su museo el trofeo de la infamia, el símbolo del poder entre las Medusas, las cuales están dispuestas a provocar un baño de sangre para recuperarlo. Binti será el factor inesperado en este conflicto.
Astrolabio


La novela concita numerosos elementos de interés. Muchos de ellos proceden de la cultura himba. Binti se cubre el cuerpo y el cabello con otjize, una mezcla de arcilla roja y aceites aromáticos que es tanto ritual como seña de identidad. También porta un edan, un objeto de metal desconocido que adopta como amuleto. 
"Mi pueblo crea y fabrica astrolabios -dije-. Usamos las matemáticas para introducir corrientes en ellos. Los mejores de entre nosotros tenemos el don de establecer una armonía tan exquisita que hasta los átomos se acarician como amantes. Es lo que decía mi hermana. -Parpadeé al acordarme-. ¡Y creo que por eso este edan funciona así para mí!". Lo encontré. En el desierto. Una mujer salvaje del desierto me contó una vez que era una pieza de tecnología antiquísima. La llamó "piedra celestial". pág 74
Tanto el otjize como el edan serán claves en el desarrollo de la trama. Al principio Binti será una extraña entre los khoush de la nave. La arcilla roja que cubre su cuerpo, los aros de metal en sus tobillos y la ropa tradicional de su tribu provocan la distancia de los demás. Posteriormente y con sólo dieciséis años, Binti se encontrará como única superviviente de una nave secuestrada por extraterrestres hostiles. Y así es como nos encontramos con Binti relacionándose con las medusas, su cultura y motivaciones. Ella aportará un punto de vista tolerante y ecuménico.

Binti se presenta como "Binti Ekeopara Zuzu Dambu ​​Kaipka de Namib". Sus aventuras teñidas de colonización, prejuicios y multiculturalidad son vistas por la escritora Vajra Chanbrasekera como una metáfora del mundo actual. Entre 1904 y 1907, la Alemania imperial libró una guerra de exterminio en la actual Namibia. Bajo Lothar von Trotha, los alemanes mataron a decenas de miles de personas de los grupos étnicos Herero y Namaqua. Once de los descendientes de von Trotha visitaron Namibia en 2007 para efectuar una disculpa formal. Desde 2004, el gobierno alemán finalmente comienza a reconocer que el genocidio ocurrió aunque siempre se ha negado a pagar indemnización alguna. En 2011 Alemania devolvió 20 calaveras humanas a Namibia desde el hospital de la Charité en Berlín, donde habían permanecido durante más de cien años. Los cráneos fueron tomados de las víctimas del genocidio y transportados a Berlín para realizar pruebas que probasen la inferioridad racial.

Lo dicho. Una novela  intensa y completa. Con maravillosas aventuras y un gran trasfondo social. 







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Quisiera detenerme un momento en la interesante propuesta de la editorial Crononauta: literatura de género con perspectiva de género. ¡!
En su declaración de intenciones podemos leer:
"Por otro lado, sentíamos un vacío en cuanto a literatura de género con perspectivas diferentes, tanto de género como en cuanto a diversidad cultural y de todo tipo. ¿Por qué los personajes son siempre estereotipos manidos y poco realistas? ¿Por qué los modelos de persona representados son tan poco positivos? ¿Por qué todos los mundos distópicos están situados en el mismo tipo de localización? ¿Qué ocurre con el resto del planeta? ¿Nadie escribe sobre esto? Ante estas preguntas, y muchas más, comenzamos a trabajar e investigar el estado del arte de la literatura de género con perspectiva de género en nuestro idioma. No era nada alentador. 
Decidimos crear Crononauta como una editorial alternativa y sin ánimo de lucro, cuyo propósito es reivindicar una tradición marginal en nuestro mercado: literatura de género con perspectiva de género. Es decir: enfoques alternativos para abordar la ciencia ficción, la fantasía y el terror, que hagan hincapié en las cuestiones de diversidad y feminismo."
No queda más que agradecer la idea y el esfuerzo. Además, próximamente, Crononauta nos ofrecerá la segunda parte de la trilogía de Binti. Premio, poder seguir leyendo a Nnedi Okorafor.

lunes, 27 de agosto de 2018

HEREDITARY - de Ary Aster


Parece ser que hay dos bandos antagónicos entre los que hemos visto esta película. Los que la encumbran como una obra de culto, intensamente dramática y perturbadora, y los que ven una historia muy bien rodada e interpretada pero pastiche de otras y un tanto despistada.
Yo me encuentro en este último bando.

La película comienza con la muerte de la abuela. La herencia que recibirán su hija y sus nietos quizás no sea la que esperaban. La hija comienza a desmoronarse psicológicamente mientras que la nieta comienza a ver fantasmas. 
Me quedo con el buen hacer de Ary Aster: una puesta en escena muy brillante, milimétricamente inquietante a la vez que intimista y con un gran dominio del ritmo que, a través de los encuadres y transiciones, logra fijar tu atención  de forma sorprendente.  

En cambio el desarrollo de la historia me parece arbitrario, con giros que se suponen sorprendentes pero que parecen gratuitos y que consiguen que la evolución de la historia nos resulte indiferente. La película comienza brillantemente en su primer tercio, imponiendo un ritmo denso y centrado en el drama familiar, para despistarse en su segundo tercio y hacer el ridículo en el tercero y último.
Sí. Ridículo.

Cuando se decide la aparición de un ente maligno, su corporeización resulta de lo más insustancial, forzando el brillante derrotero de la película hacia algo muy manido. La sucesión de muertes en el desenlace rozan el absurdo.

Muchos la presentan como un triángulo sostenido en sus vértices por referencias tan poderosas como Rosemary´s baby, El exorcista y La Bruja. Es cierto que tiene un pálido reflejo de la primera. No tiene, en cambio, nada de la segunda y aunque el primer tercio emula a la tercera acaba en las antípodas. La Bruja (The Wicht) era una película profundamente perturbadora y desasosegante porque nos hacía descubrir el pliegue irracional y atávico de las personas. Esta exploración sí la comparte en su primera parte: los demonios están en nuestro interior y se alimentan de nuestro miedo. 

De todos modos Hereditary se ve con gusto. 
Desde su mismo inicio se aprecia la puesta en escena tan milimétrica como inquietante. Aprovechando que la protagonista trabaja elaborando miniaturas la película abre con una secuencia en que la cámara se acerca a una de esas casas de muñecas, se cuela hasta una habitación en la que se abre una puerta y entra un personaje... real. 
La magia está creada. 

Los personajes van a ser juguetes cuyo resortes moverán otros. Su mundo va a ser cerrado: la familia sola, con la semillita que sembró la abuela fallecida y las neuras y fobias de cada uno de sus miembros. Esto es lo mejor de la película y es muy bueno. Un caldo espeso en el que van asfixiándose los personajes. De hecho las dos primeras apariciones fantasmales -sin subrayados, ni música estridente-  son magnéticos. Sin abandonar lo puramente dramático, nos hacen atisbar le puerta del terror. 

El camino prometía. El horror que nace de un potente conflicto dramático. La perversión que puede esconderse en una familia, las obsesiones, los hijos no queridos. El magnetismo de la pantalla se nutre de planos milimétricos, una puesta en escena perturbadora, un fuerte conflicto psicológico y mucho desasosiego. Pero de pronto aparece un libro sobre espiritismo, luego una amiga, luego el panfleto de una medium... y la turbación se convierte en algo huero y superficial.

Lo peor de todo es la arbitrariedad que gobierna algunos giros del guión. Arbitrario es que la amiga que viene a consolar a la angustiada madre, la convierta en una medium de una sola sentada. También que aparezca, de pronto, un perro familiar en el último tercio de la película o que el cuaderno de la hija muerta esté vinculado a la madre o al padre indistintamente según necesidades del guión. O la aparición de un ente demoníaco de manera instrumental. O que de pronto Toni Collete sea sonámbula. Qué oportuno para explicar su tensión con el hijo no deseado.

La admirable interpretación de Toni Collete contrasta con el papel de padre panoli que nos regala el pobre Gabriel Byrne, muy lejos de los suculentos papeles de otros tiempos.





La productora A24, responsable de The Witch (2016), Room (2015) y Ex Machina (2015), mantiene el listón bien alto. 

miércoles, 8 de agosto de 2018

GRITO PELAO - de Rocío Molina y Silvia Pérez Cruz


Ya sé que el baile y la música no son objeto de este blog; pero anoche fui testigo de algo extraordinario.
Asistí al espectáculo Grito Pelao de la bailaora Rocío Molina y la cantante Silvia Pérez Cruz, en el teatro Cervantes de Málaga. Es una obra a corazón abierto que relata el deseo de ser madre de la bailaora, la cual se sube a las tablas embarazada de cuatro meses y medio. Toda un acto de generosidad extrema, una invitación a su intimidad, a compartir una experiencia vital y radical como su baile. 

El espectáculo es una muestra de valentía y autenticidad como pocas veces se ve en un escenario.  La bailaora ha explicado que la idea original nació hace cinco años, cuando sintió el deseo de ser madre y vio lo difícil que iba a ser lograrlo por el ritmo de vida que llevaba. 
"Hace cinco años deseaba ser madre, pero quise esperar. Hasta que llegó un momento en que el deseo se hizo tan grande que se convirtió en un monstruo: no podía luchar contra él. Empezaba a afectarme a muchos niveles, también en el baile porque, si no funciona lo personal, nada fluye".
"Me dí cuenta de que si no cubría esa parte personal no fluía nada, no tenía ni creatividad. Me apagaba. El baile se convirtió en una fuga". 
De ese poderoso deseo surge un espectáculo desnudo y esencial que se juega a tres bandas. Rocío Molina con su baile y sus revelaciones; Silvia Pérez Cruz, que ejerce como de coro o "ángel junto a la virgen engendrada" y la propia madre de Rocío, Lola Cruz, una mujer no profesional que subraya la autenticidad de la propuesta.

No puedo negar que, desde el principio, fue el nombre de Silvia Pérez Cruz el que ancló mi mirada sobre esa noche en concreto del programa. Desde que escuché su disco Granada, soy fan irredento de Pérez Cruz, su cadencia y fraseo me fascinan. Su voz es capaz de alargarse con ecos y vibraciones que me traspasan hasta lo profundo.

Las tres mujeres cantan, bailan y hablan desde la complicidad atávica de la maternidad. A las confidencias y complicidades de Rocío (que en su entrega nos regala una canción sobre la base musical de los sonidos que emite en directo su propia matriz), también se suma Pérez Cruz: 
"Cuando iba a dar a luz a mi hija Lola, hace diez años, con un dolor por las contracciones más grande que yo misma, noté que alguien me ponía la mano sobre el hombro. Me volví para ver quien era y vi a una mujer negra. Me miró y dijo, "lo siento". Con sólo esa expresión sentí que comprendía mi dolor porque antes había sido suyo. En ese momento imaginé que sobre el hombro de esa mujer había otra que había puesto su mano y sobre ésta otra y otra más. Por primera vez sentí que era parte de una cadena de mujeres que atraviesa toda la Historia." 

El espectáculo se nutre del baile de Rocío pero también de los temas compuestos ex profeso por Silvia. "La obra nace de una historia muy personal, pero Silvia la ha convertido en universal con sus letras y sus composiciones", ha reconocido la bailaora. Uno de ellos supone uno de los momentos culminantes de la obra (y tiene muchos), inspirado en el poema Para un hijo sin padre (For a fatherless son) de Sylvia Plath; una autora que, como Rocío Molina reconoce, le ayuda a trasladar una experiencia de la maternidad compleja y no siempre encantadora: “Hay una parte que lo es y otra que no. En mi caso, también hay una soledad y una ausencia”, reconoce Molina, que relata su experiencia desde el punto de vista de una madre soltera y lesbiana. “Te hice para encontrarme”, dice un verso de Anne Sexton que inspiró Grito Pelao.

Rocío Molina tiene una fuerza arrebatadora en su baile y a pesar de sus escasos 34 años ya es Premio Nacional de Danza. Tan visceral como su baile ha sido su deseo de ser madre y ahora la bailaora, emplazada por el embarazo, ha de adaptar su potencia pura a otra sabiduría, a la búsqueda de una nueva identidad. Lo hace con la compañía inestimable de Pérez Cruz que canta y baila inmersa en un espacio cómplice de deseo en el que, juntas, acaban por deslumbrarnos. 
"Silvia me ha ayudado a parar, a adquirir otra sensibilidad. Ella propuso empezar de cero, creando una masa madre entre ambas con su voz y mi cuerpo. La idea era crear una materia desconocida."

Al final de la obra, Pérez Cruz le canta a ese feto del tamaño de un coco, “Tu madre baila por ti. ¿Quién le bailará a tu madre?”.
Para mí que ella se basta y sobra. Más de diez minutos estuvimos aplaudiendo, con el teatro lleno y de pie, este espectáculo sobre "la belleza de la fragilidad", como lo ha descrito acertadamente la propia Rocío Molina.














Las dos artistas se apoyan en Carlos Marquerie, colaborador habitual de la bailaora, para la dirección escénica y como autor de la dramaturgia. 
El estreno en el pasado Festival de Aviñón fue un éxito, como posteriormente en el Grec de Barcelona. Grito Pelao también podrá verse en Sevilla, Zaragoza y Madrid en septiembre. Se trata de su segundo trabajo en común tras Impulso, que se estrenó en los Teatros del Canal de Madrid en 2017.
Veremos qué ocurre cuando tenga que actuar en el Chaillot de París, en la última representación prevista a mediados de diciembre y esté de más de siete meses. Los coproductores ya sabían que este sería un proyecto arriesgado, como todo lo que hace Rocío Molina.