lunes, 9 de abril de 2018

EL ANARQUISTA y otros RELATOS - de Joseph Conrad


"La vida es acción" decía Ortega y Gasset, además de su consabido "yo soy yo y mis circunstancias". Cada vez que me encuentro leyendo a Conrad suelo recordar al filósofo puesto que los personajes que retrata están muy determinados por la acción. En Nostromo llegamos a encontrar la decantación de este espíritu conradiano: "Sólo en nuestra actividad encontramos la ilusión sustantiva de una existencia independiente, opuesta al orden de las cosas del cual formamos parte tan indefensa."

Pero la acción en Conrad siempre viene emparentada con una ética, un temperamento que define a sus personajes a la hora de afrontar las vicisitudes de su existencia: el anarquista que ve derrumbarse su vida por un asunto nimio, el confidente que tras el éxito de sus panfletos y conspiraciones, echa todo a perder por amor o Il Conde que, ultrajado en su honor, se retira a las brumas donde sabe que morirá. 

Los cuatro relatos incluidos en este delicioso librito de Bruguera pertenecen al original A Set of Six que más tarde acabó publicando completo la Editorial Valdemar. Los dos que faltan son: Gaspar Ruiz y el DueloEn la edición de Valdemar el relato "El confidente” se ha traducido como “El delator”.


El propio Conrad nos habla de su génesis:

"Los seis relatos de este volumen son resultado de tres o cuatro años de labor esporádica. Sus orígenes son diversos, y en todos, los hechos son intrínsecamente verídicos, con lo cual me refiero no sólo a que son verosímiles, sino a que sucedieron en realidad. El Conde es una reproducción casi literal de la anécdota que me refirió un entrañable anciano que conocí en Italia. Mi inspiración para el personaje de Gaspar Ruiz la encontré en un libro del capitán Basil Hall, de la Royal Navy. La bestia, que es el único relato marítimo del volumen, está, al igual que El Conde, ligado a una anécdota verídica del hoy difunto capitán Blake: en sus días de juventud le aconteció una experiencia personal con «la bestia». El origen de El delator y Un anarquista es desesperantemente complejo, y no vale la pena desentrañarlo. El lector sagaz adivinará que los encontré en mi cerebro. Finalmente, El duelo, el relato más largo del libro (Ridley Scott realizó una espléndida versión cinematográfica de este relato), se remonta a un párrafo de diez renglones de un modesto periódico provincial del sur de Francia que citaba la «célebre historia» de dos oficiales de la Gran Armada napoleónica que se batieron en una serie de duelos entre medias de grandes batallas y con algún pretexto trivial. Nunca se supo tal pretexto. Por consiguiente, hube de inventármelo."
En El confidente aparece un coleccionista de especímenes humanos que podría tratarse del mismísimo Conrad, tal es su pasión por los tipos que atesoran una experiencia memorable. Así comienza el relato:
El señor X vino a ver mi colección de esculturas de bronce y porcelanas chinas precedido por una carta que me envió un buen amigo de París.
Este amigo también es un coleccionista. No colecciona porcelanas, ni esculturas de bronce, ni cuadros, ni medallas, ni sellos, ni nada que pueda ser vendido provechosamente bajo el martillo de un subastador, e incluso se opondría con genuina sorpresa a que lo llamaran coleccionista, aunque eso es lo que es, por temperamento. Mi amigo colecciona amistades. Es un trabajo muy delicado y él lo realiza con la paciencia, las ganas y la resolución de un auténtico coleccionista de curiosidades. Su lista no incluye a ningún personaje de la realeza, creo que no los considera lo bastante raros o interesantes. Con esa única excepción, ha conocido y tratado a todas las personas que vale la pena conocer en cualquier ámbito imaginable. Las observa, las escucha, las entiende, las mide y luego las guarda en el recuerdo, en alguna de las galerías de su mente. Ha conspirado, urdido y viajado por toda Europa sólo para aumentar su colección personal de conocidos importantes.
Esta es una de las causas que hace que me atraigan sus historias; siempre hay un personaje batido por las olas de acontecimientos terribles que debe afrontar. En dicho trance podremos apreciar su carácter, su temperamento. Así le ocurre al capataz Nostromo en aquella remota república de Costaguana. Así le ocurre a lord Jim a bordo del Patna y luego en Patusan, y así le ocurre al anarquista del primero (El anarquista) de estos relatos o al conspirador del segundo (El confidente). 


En el primero asistimos a la inclusión de un pobre ouvrier en los círculos del anarquismo malgré lui. Una reflexión incluida en el relato sirve de recapitulación del mismo: "La principal verdad perceptible en el punto de vista de Paul, el mecánico, era que cosas muy pequeñas pueden labrar la ruina del hombre" pág 20

En el segundo, que también transcurre en un conciliábulo anarquista, un brillante escritor revolucionario y secreto conspirador se ve abocado a una situación límite con su amada de por medio. Ese inteligentísimo conspirador cuyos "repentinos arrebatos suelen abrumar de trabajo a todas las policías del continente como una plaga de tábanos rojos"; y que se pasea por Europa sin que nadie sospeche de él, tendrá que decidir sus prioridades de forma urgente y tajante.

Llama la atención el contraste entre los dos relatos de ambiente anarquista. En el primero las circunstancias empujan fatalmente al protagonista, cuyo carácter se deja arrastrar.
"Dejando a un lado las características especiales de su caso, era muy parecido a muchos otros anarquistas. El corazón ardiente y la mente débil: ésa es la clave del enigma. Y es un hecho que las contradicciones más acusadas y los conflictos más agudos del mundo se producen en todo pecho humano capaz de experimentar sentimiento y pasiones." pág. 41
Mientras que en el segundo, es la mente la que es fuerte mientras que el corazón es débil; ya que el protagonista es un dominador de las circunstancias, menos cuando ve en peligro a su amor. 

La tercera crónica es La bestia, el único relato marinero del volumen, donde se cuenta la historia de un barco tan marcado por la tragedia que logra crear a su alrededor un aura de leyenda. 

La cuarta y última narra el atraco que sufre un noble por parte de un capo de la incipiente camorra napolitana y la forma en que afecta trascendentalmente a su vida. En Il Conde, Conrad hace chocar la nobleza más prístina con el infame arrabal. 
 "No temía lo que pudieran hacerle. El delicado concepto que tenía de su dignidad fue manchado por una experiencia degradante. Esto no lo podía tolerar. Ningún caballero japonés, ultrajado en su exagerado sentido del honor, hubiera podido prepararse para un Harakiri con mayor resolución". pag 153
En sus relatos, Conrad contradice una de sus máximas más conocidas, "Las palabras, como es bien conocido, son los grandes enemigos de la realidad". Sin embargo, en sus relatos, Conrad logra mostrarnos con palabras lo que hay más allá de la realidad; sea un imperativo de supervivencia, una traición, un sacrificio o una deslealtad. Otra de las extraordinarias paradojas de Conrad es que narrando novelas de acción, la aventura más valiosa suele ocurrir en el interior del personaje. Carlos Fuentes lo ha compendiado con precisión en un esclarecedor trío: Culpa, redención y sacrificio.
"Claro, la gran tentación al leer y presentar a Conrad es identificarlo con su experiencia marina y con los locales exóticos de África y Asia. Grave error. Conrad no es sus escenarios. Estos sólo sirven para exaltar lo que realmente le importa al autor. El ser humano en su encrucijada moral. La lealtad a sí mismo y a los demás. Pero también la traición propia y ajena. La capacidad de la naturaleza humana de engañarse a sí misma. Pero también la de confrontarse a sí misma. Yo contra yo. Los demás contra mí. Yo contra los demás."
Los cuatro relatos abundan en la técnica indirecta que tan bien define a Conrad. Siempre hay un protagonista que refiere los hechos al narrador, bien sea en un encuentro o en una reunión que tiene lugar en un barco o incluso en una taberna. El efecto de los recuerdos. Esto permite alejar la historia en el tiempo y dotarla de un cierto aliento entre melancólico y legendario. 





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JÓZEF TEODOR KONRAD KORZENIOWSKI, más conocido como Joseph Conrad (Berdyczów, entonces Polonia, actual Ucrania, 1857 – Bishopsbourne, Inglaterra, 1924), fue hijo de un noble polaco, quedó huérfano a los once años y estuvo bajo la tutela de su abuela y su tío paternos. A los dieciséis abandonó Polonia rumbo a Marsella, donde inició su andadura como marino mercante. Ante la imposibilidad de llegar a oficial en la marina francesa y huyendo del peligro de ser reclutado por el ejército zarista (era súbdito ruso de la Polonia ocupada), se trasladó a Londres en 1878, sin saber inglés. Sin embargo será en esta lengua en la que escribirá toda su obra, consiguiendo esa "drástica potencia" que le atribuye Virginia Woolf. Dos años después aprobó el examen que lo convirtió en segundo oficial de la marina mercante, y seis años más tarde el que le proporcionaría el grado de capitán, casi al tiempo que pasó a ser súbdito británico. Navegó durante toda la década siguiente, particularmente por los mares del sur, el archipiélago malayo, África y el río Congo, experiencias que se reflejarían en su obra posterior.
    Conrad no comenzó a escribir hasta 1889, en que dio inicio a La locura de Almayer (1895), que no terminaría hasta cinco años más tarde. Aunque la mayor parte de sus narraciones tienen como telón de fondo la vida en el mar y los viajes a puertos extranjeros, la suya no es una literatura de viajes en sentido estricto. Éstos constituyen, para Conrad, el ámbito en el que se desarrolla la lucha de los individuos entre el bien y el mal, el escenario en el que se proyectan sus obsesiones y, en particular, su soledad, su escisión y el desarraigo (su condición de polaco oprimido primero y luego exiliado debió dejar fuerte impronta en su carácter).
    Escribió en total trece novelas, dos libros de memorias y una buena cantidad de relatos. Entre las primeras destacan Lord Jim (1900), indagación en torno al problema del honor de un marino que sufre por su cobardía juvenil en un naufragio; Nostromo (1904), a menudo considerada su mejor creación; El agente secreto (1907), a propósito del mundo anarquista inglés; Bajo la mirada de Occidente (1911), situada en la Rusia zarista; Victoria (1915), con los mares del sur como escenario, y La línea de sombra (1917), narración abiertamente autobiográfica acerca de su primera singladura como capitán a bordo del Otago. El recorrido que describe por el río Congo, supone una verdadera bajada a los oscuros infiernos de la mente humana y su corruptibilidad. 

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