martes, 20 de marzo de 2018

UNA CHICA VUELVE a CASA SOLA de NOCHE - de Ana Lily Amirpour

EEUU, 2014
A girl walks home alone at night



Un cadillac, un joven james dean (camiseta blanca y vaqueros) y una vampiresa con chador en una ciudad musulmana.
Wow.
¿Alguién da más?
Pues sí. Rodada en un inmaculado Blanco/Negro, la película es toda ella una pose autoral que igual te cita a Lynch que a Tarantino o a Sergio Leone (su directora la describe como "el primer spaghetti western de vampiros iraní"); pero donde gana la partida es en la atmósfera lenta y pastosa de una pesadilla donde abundan las drogas y el rock´and roll.

Parece una película de la nouvelle vague, con múltiples planos del chico y la chica caminando por las calles desnudas mientras buscan poner rumbo a sus vidas; para acabar compartiendo sus soledades.
Hay humor. El primer encuentro entre el chico y la vampira se produce cuando él vuelve de una fiesta disfrazado de Drácula. Solos en la noche y en la calle, él bajo los efectos del éxtasis la pregunta: 
     "- Me he perdido, ¿Dónde estoy?.
       -En Bad City -le responde ella."

Hay turbación. La vampiresa se cruza con un niño jugando con su patinete. Se acerca a él. Le roza la cara y el cuello mientras le pregunta con los colmillos aflorando, "¿Eres un niño bueno?".

Hay actualización del mito vampírico. En Déjame entrar se afrontaba el mito mostrando al monstruo como un niño. Aquí lo encarna una mujer; pero, la novedad está sobre todo en el hábitat social de cultura árabe. Parece una simple excusa argumental. A lo largo de la película no hay mayor trascendencia de lo árabe a no ser que se haga una lectura respecto a la invasión de lo occidental y sus pecados: visten vaqueros, chupa de cuero, conducen un buga clásico, escuchan rock´and roll, comen hamburguesas, trafican con drogas en discotecas.... ¿el vampirismo es perverso y viene en el paquete de la corrupta cultura occidental? No creo. 

Parece decir somos árabes no extraterrestres: caemos en las drogas, nos gusta la música, nos enamoramos... hasta podríamos tener vampiros. Si nos atenemos al plano final, lo que en definitiva parece es una liberación, huyendo finalmente de la Ciudad Malvada. Más que el final, el inicio de una escapada.

Estando compuesta por elementos mínimos (una calle, un descampando, una hondonada llena de cadáveres, un par de habitaciones), la directora y guionista sabe colocar muy bien pequeños elementos dramáticos que van definiendo la historia: el niño que recorre las calles convertido en testigo, la prostituta o el gato. Todo es suburbano, arrabalero. La desnudez de los planos resulta hipnótica. La atmósfera fantasmagórica. Los personajes viven atormentados en un mundo marginal y perverso, como a la espera de ser juzgados: de la vampiresa poco sabemos, quizás que quiere al chico, el chico quiere una vida, el padre desespera, la prostituta está triste y azul...


La película rompe barreras presentando varios extraños mestizajes: entre lo árabe y lo occidental, entre el vampiro clásico que arrastra el mal y la vampiresa justiciera (aniquila al macarra y al maltratador) que es rescatada. Entre la mujer relegada en el mundo árabe y una mujer empoderada. 

Hay una firme voluntad de estilo. Rodar en Blanco/Negro, colocar a una vampiresa en una comunidad árabe, hablar en farsi (por mucho que esté rodada en California), ilustrar cada escena con una canción (a veces rock, a veces árabe). La imagen totémica que perdurará en nuestra retina es esa joven de grandes ojos que se desplaza en monopatín mientras las puntas de su chador negro se abren como si fuesen las alas de un murciélago. Presencia hipnótica que debemos a la joven Sheila Vandposeedora de una mirada tan profunda como misteriosa. 
Película apoyada por el Sundance Institute, estrenada en Sitges en 2014 y participada en la producción por el mismísimo Elijah Wood.

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