miércoles, 14 de marzo de 2018

MÚSICA MUERTA y otros RELATOS - de José María LaTorre










Latorre es uno de los más conspicuos creadores del género fantástico que ha dado España, lo cual, como buen aficionado, no puedo más que agradecer. Lo que ocurre es que esta segunda antología de sus relatos, que también publica Valdemar, es mucho más irregular que la primera; aquella estupenda colección titulada La noche de Cagliostro y otros relatos de terror. Quizás el repentino fallecimiento del autor impidiese la revisión de buena parte de las narraciones incluidas aquí; o quizás el autor lo fió demasiado a su fértil imaginación y a un estilo ya consolidado. Latorre fue muy prolífico (cosa que yo deploro; pero de algo hay que vivir) y escribió una buena cantidad de novelas juveniles: la ligereza de éstas se nota en algunas narraciones, también las reiteraciones, circunloquios y subrayados típicos de un texto que espera limpieza. En varios relatos no encontramos más que el atisbo de una brillante idea.

Pero no echemos el volumen a derribo. Se compone de veinte relatos y media docena de ellos tienen un nivel extraordinario. Precisamente comienza por todo lo alto con dos narraciones muy potentes y singulares, más cerca del "materialista" Ambrose Bierce que de fulgores sobrenaturales. 
Ilustración de Carlos Lamani
En El Cuervo nos traslada con gran viveza al Far West para que presenciemos una historia salvaje y cruel. No faltan los bandidos, ni los pioneros exhaustos por la dureza de su soledad, ni los indios o el botín escondido tras el pillaje. La llegada de un desgarbado pistolero a un miserable rancho, con una herida de bala, provocará una serie de acontecimientos feroces y brutales. Un brillante relato.

Desde el siglo XIX el autor no tiene empacho en saltar hasta el siglo XXI, y en el segundo relato nos acerca hasta una urbanización en las afueras de una ciudad. El depósito de agua, que asegura el suministro a las casas, se convertirá en una trampa cuyo desarrollo es una perfecta gradación de angustia y terror, muy al estilo de un J. G. Ballard.

Resurgam es una novela corta y junto a El sacerdote suicida reproducen, de forma excelente, el tema del vampirismo. La primera es una historia con vampiresa, en la que una intensa nevada logra transmitir una profunda sensación de desamparo y soledad. Sally en el pasado narra con gran eficacia, un solapamiento de tiempos y épocas después de que Sally visitase un club espiritista donde se ve inmersa en una suerte de condena. Por su parte Música muerta tiene un desarrollo ya clásico que me recuerda los temas y el estilo del insigne reverendo Montague Rhodes James, el genial autor de relatos como ¡Silba y acudiré! o El album del Canónigo Alberico. En Música muerta el sacerdote de una pequeña iglesia de Florencia comprueba que, cada vez que toca ciertas piezas al piano, aparece un ser escondido tras las cortinas.

-¿Nunca se ha preguntado usted a dónde va la música cuando deja de sonar?

Licántropos, vampiros, fantasmas, cementerios y hasta unas brillantes réplicas de Drácula o de Simbad el marino, pueblan estas páginas. Cómo no leerlas con fruición. Resulta admirable el manejo que hace Latorre de toda la materia fantástica. Con igual soltura se mueve por Rumanía, Florencia, Bagdad o Praga. Del mismo modo el autor triunfa emulando a los clásicos, se trate de Mary Shelley en Shelleyana, un relato sobre el monstruo desde su punto de vista. O a Bram Stoker en El sacerdote suicida, con el viaje de un joven occidental hasta Rumanía y el juego epistolar del condenado. O a las mismísimas Mil y una noches, cuando el muy inquieto Simbad, el marino, afronta su postrer viaje en Simbad y la isla de la muerte. En El experimento de Armando Lombarte, un relato de puro terror psicológico, rastreamos al Poe de El extraño caso del señor Valdemar.

Este juego de espejos que el autor hace con los clásicos se encuentra extrañamente propagado: el libro reproduce en su frontis una cita atribuida a Arthur Machen, "Lo que vemos y lo que oímos es sólo una mínima parte de lo que existe". Pero insólitamente la volvemos a encontrar -idéntica- encabezando el relato El sacerdote suicida, imputada en este caso a Walter de la Mare. ¿Errata o duplicidad inquietante?. Abunda el autor en la duplicación al recoger en el volumen dos relatos con el mismo tema y desarrollo pero cambiando personajes: Los ojos muertos y Los ojos muertos: una variación. Ambos versan sobre un asesino al que su crimen persigue posteriormente. Hay que decir que ambos poseen una ejecución impecable.





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Jose María Latorre trabajó durante décadas la crítica de cine. Coordinó la revista Dirigido por entre 1982 y 2011. Publicó monográficos sobre el cine de aventuras -"La vuelta al mundo en 80 aventuras"-, sobre el cine de terror y ciencia-ficción -"El cine fantástico"- y sobre el cine negro -"Luces y sombras del cine negro" en colaboración con Javier Coma-.

En sus relatos aflora el hombre culto y experto en lo siniestro que siempre tiene un apunte para fijar la verosimilitud de lo narrado: "En los bloques de nichos" podemos leer: "En sus viajes (...) no olvidaba visitar cementerios, y le agradaba en especial el de Génova, Stagliero, con los severos mausoleos que reproducían las fachadas de las viviendas de los antiguos comerciantes ligures, como si éstos pretendieran seguir ufanándose en la muerte del lujo y el poder que habían disfrutado en vida."pág. 186

Es famosa su defensa de la literatura de género: “La literatura fantástica posee el atractivo de ofrecer alternativas imaginativas a la mediocridad y la grisura de la sociedad. Poder trabajar situaciones extraordinarias con personajes extremos, internarte por mundos maravillosos, ir más allá de los límites del conocimiento y de la ciencia, tratar temores que están presentes en el fondo de todos los seres humanos, sacar a la luz por medio del arte los miedos ancestrales, tratar lo monstruoso como parte de la condición humana, moverte por ambientes fascinantes; parte de su atractivo reside también en que carece de límites”.

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