sábado, 6 de enero de 2018

BERTA ISLA - de Javier Marías















Esta última novela de Marías es puro Marías. Ahí están todos sus temas habituales, el abismo de la identidad, la sintonía rota entre amor y comunicación, la duda, el desasosiego, la influencia vitalicia de un simple acto, las relaciones de pareja y sus secretos, los escrúpulos morales de quien sabe algo que podría perturbar vidas ajenas. A todo esto se añade ese estilo tan personal que transcurre entre la digresión y la parodia. Esta decimoquinta novela (si se consideran por separado las tres que componen Tu rostro mañana) se inserta plenamente en el magma histórico, filosófico y humano que constituye el conocido ciclo de Oxford, "Todas las almas", "Negra espalda del tiempo" y "Tu rostro mañana" que, junto a "Corazón tan blanco", quizás sea lo mejor de su producción novelística.

Aquí vuelven a aparecer personajes de ´Tu rostro mañana´, como el profesor Peter Wheeler o el siniestro Bertram Tupra. Wheeler será el encargado de aleccionar a Nevinson, cuya historia recorrerá 30 años de confusión, espera y lealtad sin fidelidad.
Oxford, U. K.

Berta Isla es la mujer de Tomás Nevinson, su novia desde el instituto. Tomás es un joven medio inglés, medio español (padre inglés, madre española) que habla perfectamente varios idiomas y está raramente dotado para imitar voces y acentos. Cuando viaja a Oxford para completar sus estudios aparece tangencialmente involucrado en un asesinato. El MI6 aprovechará esta circunstancia –un día estúpido que determinará su vida- para reclutarlo. Abunda Marías aquí en su idea de la vida con un sentido trágico, en la que nada ocurre por necesidad, pero que cuando ocurre es irreversible y sus consecuencias pueden ser desproporcionadas.
"Qué estúpidos son los días, qué estúpido puede ser cualquier día, uno ignora cuál y se adentra festivamente en el que debería haber evitado, no hay forma de adivinar cuál será el de la maldición y tajo y fuego, el de la garganta del mar y el que lo quiebra todo…Y qué estúpidos, qué fútiles los pasos de ese día en el que no debería haber dado ninguno, ni atravesado el umbral siquiera.”

A partir de ese fatídico día las vidas de Tom y de su mujer cambiarán irremisiblemente. Tras el adiestramiento Nevinson adoptará una doble vida que condicionará la existencia de ambos. Berta estará condenada a esperar durante largos periodos sin saber qué hace su marido, ni cuándo regresará. La trama se quiebra del todo cuando Nevinson desaparece.
”Había descubierto que vivir en la certeza absoluta es aburrido y condena a llevar una sola existencia, o a que sean la misma la real y la imaginaria, y nadie escapa enteramente a esta última”.
Berta sufrirá las constantes ausencias de Tom y comenzará a vivir bajo la opresión de las dudas, los fantasmas y el miedo que genera el hermetismo de su marido. Como el mismo autor reveló en una entrevista, la novela gira en torno a la espera y "la espera es adictiva porque todo está abierto. Para mucha gente es angustioso, pero cuando se acostumbran lo añoran". Berta Isla es uno de los mejores personajes femeninos creados por la literatura en las últimas décadas: Es fuerte y frágil, valiente e insegura y protagoniza reflexiones y pasajes memorables, como su encuentro con el banderillero, su momento bajo la lluvia... O ese encuentro con una pareja de desconocidos en un céntrico parque que, posteriormente y por una serie de tenebrosas razones, protagonizarán un momento de escalofrío y pánico.
 
La historia se etiqueta fácilmente como una de espías, pero evidentemente es mucho más. Abandona la acción neta de espionaje para centrar su foco en la trastienda doméstica y humana de sus personajes. Marías consigue así un relato hipnótico y apasionante sobre la espera, una historia muchas veces contada sobre hombres que desaparecen (marinos, soldados...) y mujeres que los esperan hasta que vuelven. Esa fascinación nos remite a Penélope y Ulises; pero también a Janet Lewis y su La Mujer de Martin Guerre (una fábula repleta de resonancias que tiene que ver con el interrogante de la identidad y la culpa), o al Balzac de El coronel Chabert, donde se relata el regreso de un hombre dado por muerto. Ambas historias han sido publicadas por Marías en su editorial de El Reino de Redonda.

A través del estilo meticuloso, reflexivo y serpeteante de Marías, podemos apreciar cómo el paso del tiempo y la desconfianza puede minar los más profundos sentimientos. Esto no sólo le ocurre a Berta, también lo apreciamos en las escenas que ella comparte con un joven anticuado que, primero la salva de un asalto de los "grises", y luego vuelve a aparecer veinte años después haciéndonos comprender los estragos del tiempo.

Los protagonistas son inteligentes, profundos y atormentados; pero sus relaciones están agujereadas por la duda y la traición. Y sin embargo se puede decir, sin dudarlo, que Berta Isla es una novela de amor. El relato de Berta es en primera persona y el resultado es un monólogo interior tan hondo como genuino. 

Marías utiliza una doble voz narrativa que resulta magistral puesto que multiplica como un espejo el disfraz y la mentira, la soledad y la ausencia del otro; pero también los intentos por acotar la verdad. Así contamos con la voz interna de Berta y la externa del narrador en tercera persona para llegar a uno de los asuntos capitales que desarrolla el libro, la opacidad del otro. Los secretos a que obliga el espionaje tienen un correlato perfecto en los secretos con que todos nos manejamos en nuestras relaciones. Marías lo refleja con maestría en estos dos amantes que en ocasiones se comportan como verdaderos extraños. En una entrevista decía el autor que “lo que iba a ser una vida en común se convierte en una convivencia intermitente y, luego, llega una desaparición. Sin certeza de que haya muerto o no, ella se siente como una isla respecto a él.” Otro espejo para el sustantivo isla.


Tanto o más que el contexto del espionaje y sus recovecos, me atrae el trasfondo socio-histórico en el que se desenvuelve la trama: La guerra fría, las manifestaciones estudiantiles del agonizante franquismo, el thacherismo y la guerra de las Malvinas, la caída del muro de Berlín, el Conflicto del Ulster. Una época menos líquida que la actual. 


El ritmo de la prosa es a menudo lírico, guiado por una introspección y un impulso filosófico muy propio de la poesía de T. S. Eliot, bajo cuyos auspicios y cadencias se sitúa el libro: 
"Lo que llamamos el principio a menudo es el fin", decía otro de los versos, no quiso seguir por ahí, lo encontró fácil sin caer en la cuenta de que a lo mejor no lo era en 1942, cuando se publicó por primera vez, en plena Guerra.‘Y cualquier acción es un paso hacia el bloque, hacia el fuego, por la garganta del mar o hacia una piedra ilegible..."

«Ese podía haber sido el destino de Tomás, hundirse en la niebla de lo sucedido y no sucedido, en la negra espalda del tiempo, engullido por la garganta del mar. Y ser eso: una brizna de hierba, una mota de polvo, una ráfaga breve, una lagartija que trepa por un muro en verano, una humareda que por fin se apaga; o una nieve que cae y no cuaja».
Eliot no es una mera cita literaria, sino el verdadero sustrato de la novela como se demuestra en estas dos llamadas recogidas en sus páginas. Una del poema Miércoles de Ceniza

"Porque sé que el tiempo es siempre tiempo y el lugar es siempre lugar y solamente, y lo que es real es real para un tiempo tan sólo y para un lugar solamente"
Otra del Cuarto Cuarteto, Little Gidding:
"Morimos con los que mueren: ved, ellos se marchan, y nosotros nos vamos con ellos. Nacemos con los muertos: ved, ellos regresan, y nos traen consigo." 
"La historia es un tejido de momentos sin tiempo."
Por supuesto no falta Shakespeare, quien dibujó una maldición de la que  Marías bebe inagotablemente
“Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere. Pese yo mañana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho y acaben tus días en sangrienta batalla: caiga tu lanza. Piensa en mí cuando fui mortal: desespera y muere”.
                                                                   maldición que le lanzan a Ricardo III,  los fantasmas de las personas a quien ha matado.
Quiero concluir con una elocuente reflexión literaria que aparece en el texto; la que Tupra le ofrece a Nevinson como explicación del papel de los espías en la sociedad, comparándolos con los narradores en tercera persona: “El narrador omnisciente es una convención que se acepta, y quien abre una novela no se suele preguntar por qué ni para qué toma la palabra, y no la suelta durante centenares de páginas, esa voz de hombre invisible, esa voz autónoma y exterior que no viene de ningún sitio. Pues nosotros somos algo aproximado, una convención que se acepta.”

Filosófica. Literaria. Emocionante. 

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