viernes, 22 de diciembre de 2017

SILENCIO - de Martin Scorsese

EEUU, 2016
En la crónica de los toros se dice ´silencio´ cuando la faena le ha sido indiferente a la afición. Ni buena ni mala, ni pitos ni aplausos. Abundando en el título de esta película del maestro Scorsese, al terminar de verla en mi grada cuajó el silencio.

Silencio se basa en una novela de Shusaku Endo que retoma la historia del Padre Ferreira, un abnegado misionero jesuita que llevaba 19 años de misionero clandestino en Japón, siendo finalmente capturado y torturado hasta apostatar. Tanto la novela como la película pivotan  sobre un dilema, una "alternativa del diablo": los japoneses torturan cruelmente a los feligreses de a pie, mientras reclaman a los jesuitas prisioneros su apostasía. Si ellos renuncian a su Dios y a su religión, dejarán de torturar a los fieles. 

¿Puede salvar su alma el pastor que renuncia a Cristo por salvar la vida de sus ovejas?, ¿ha de elegir perseverar en su fe o salvar a su rebaño?. El dilema es terrible y verlo nos conmociona, pero no logra emocionarnos. 

Las imágenes no alcanzan a trasladarnos ninguna profundidad. El dilema moral de apostatar o no es lo único a lo que se dedica la película y parece un tanto anodino. El mismo Padre Rodrigues (Andrew Garfield) que se resiste heroicamente a apostatar, lo recomienda a sus feligreses a la primera de cambio. El debate de la fe parece un tanto estéril cuando el tema de la película es la incertidumbre de la fe y la necesidad de Dios. Damos por sentado que el espíritu siempre será libre. 

Además, todo parece un juego de intereses. Los propios campesinos cristianos que aparecen como héroes, resistiendo los ataques del inquisidor, realmente demuestran que lo único que les preocupa es salir de este mundo de sufrimiento y ganarse el paraíso. Más que fe parece desesperación. Asimismo los sacerdotes que apostatan lo hacen para sobrevivir. No hay grandeza. La reflexión que quiere hacer la película presenta pronto sus límites. 

Del mismo modo que la actitud de Ferreira es confusa, también lo es la película. Los historiadores no pueden establecer hasta qué punto el jesuita mantenía algo de fe cristiana en su interior, aunque fuese contradictoria o acomodaticia. Tampoco se pudo determinar hasta qué punto lo vivió como una mera sumisión política.

La película comienza con la ausencia de noticias sobre el padre Ferreira (Liam Neeson) desde hace años. Hay sospechas de que fue hecho prisionero en Japón y convertido a la religión vernácula. Estamos en pleno siglo XVII y el padre Rodrigues y el padre Garupe (Adam Driver) parten en su búsqueda. A pesar de llegar en secreto, pronto entran en contacto con pequeñas aldeas donde ha prendido la semilla del cristianismo. Pero la persecución del estado es sin cuartel,  lo que les obliga a vivir escondidos y en condiciones muy penosas.

La película sigue al padre Rodrigues y sus dudas ante la tortura. El silencio al que se refiere el título es el que proviene de Dios cuando sus fieles sufren y penan. De ahí provienen sus dudas. Pero ¿es la duda la esencia de esta película? No. El plano final (con el crucifijo en el ataúd) lo certifica. Incluso se oye hablar a Dios en un par de momentos. Dios está presente y la fe nunca está ausente. ¿Y entonces? Tanto el padre Ferreira como el padre Rodrigues finalmente apostatan, ¿y qué?. Lo peor es que, en este sentido, no están muy lejos de un personaje que siendo secundario es muy principal en la película, Kachi-jiro. Un tipo que apostata cuantas veces se lo exigen a lo largo de la película y son muchas. No parece un asunto trascendente. Aunque parece que sí le haya servido de reflexión al propio Martin Scorsese

«Fui muy afortunado por poder llevar a cabo esta película porque al hacerla, al pelear por producirla durante todos estos años, la he vivido. He explorado mi propia fe. Uno no encuentra una respuesta contundente. Sin embargo, al superar los problemas con el guion, los problemas financieros, tuve tiempo de entender mi existencia». 
 «Durante estas tres décadas ocurrieron muchas cosas en mi vida personal que me ayudaron a cambiar y me dieron claridad a lo que significaba esta historia para mí. Este filme me ha hecho sentir la profundidad de la fe, la lucha por su esencia. Este libro ha sido una experiencia religiosa», añade. (ABC.com)
















P.D. 
Ferreira tenía 53 años, era jesuita desde hacía 37 y había sido un misionero clandestino en Japón durante 19 años. Esporádicamente lograba enviar a Europa las crónicas de los martirios de sus feligreses y compañeros. Para los historiadores existe un "enigma Ferreira" en el sentido de que no se explica fácilmente que un jesuita bragado en mil batallas cedera tan rápidamente. Para humillarlo lo casaron con la viuda de un criminal extranjero ajusticiado y durante unos años vivió en gran pobreza. Usaba nombre y ropas japonesas y se le asignó a un templo budista. La novela de Shusaku Endo se basa en hechos reales acaecidos en el siglo XVII. San Francisco Javier fue el primer misionero católico en llegar al país en 1549. En apenas 60 años Japón ya contaba con unos 300.000 católicos. Se sabe que 86 señores feudales se bautizaron oficialmente, y muchos más simpatizaban con el cristianismo. Pero en 1614 empezaron las persecuciones por parte del Estado. Unos mil católicos murieron en ejecuciones. Varios miles más murieron de enfermedad y pobreza al serles confiscados sus medios de vida.

Cronistas holandeses -hostiles al catolicismo- que comerciaban con Japón revelaron que las autoridades japonesas inventaron en esta época una novedosa tortura, la fosa, para conseguir la renuncia de los cristianos a sus creencias. La fosa consistía en colgar al preso por los pies, boca abajo, pero ceñido muy fuertemente por cuerdas, lo que impedía que la sangre bajase de golpe hacia la cabeza. Se tardaba unos 10 o 12 días en morir. Estaba diseñada para lograr mucho sufrimiento con poco daño físico inmediato, alargar la vida de la víctima y lograr que renunciase al cristianismo. Las autoridades buscaban desesperadamente recusantes: cristianos que renunciasen públicamente a la fe y anunciasen que era absurda y dañina. Su mayor triunfo era que algún sacerdote europeo cediese.

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