jueves, 19 de octubre de 2017

La CONDICIÓN ANIMAL - de Valeria Correa Fiz

Dado el título del volumen, lo fácil sería decir que estos cuentos abundan en personajes que son desbordados por su condición animal: pasiones, venganzas, instintos desbocados. Demasiado fácil. En cambio yo creo que lo que interesa a Valeria Correa Fiz es explorar el continuo presente en que viven los animales y por eso se dedica a comprimir el tiempo y la memoria para ofrecernos un presente donde a sus protagonistas les asalta el pasado y los miedos e inseguridades que afectan al futuro, hasta conformar un presente abigarrado y perturbador.

La condición animal se convierte así en algo muy íntimo y radical; en una metáfora sobre ese territorio de las personas que existe fuera de lo convencional.
"Yo era lo que se dice un buen muchacho.
Hasta que un día algo se puso a aletear en mi cabeza. No era como lo que le da las convulsiones al tartamudo Rodríguez que obligan al celador a sujetarle la lengua afuera. Era más bien algo grande, de color gris dinosaurio: un pterodáctilo, igualito al del libro de Ciencias. Se me apareció dentro de la cabeza de la nada el día que me di cuenta de que era el único de mi clase que no había estado con una chica.
(...)
A ver que cuál es la diferencia entre Gregor Samsa, el de tu clase de Lengua y vos, me preguntaba el Pterodáctilo. Al principio yo no le respondía.
Y él:
Ninguna, boludón.
Los dos, Gregor y yo, nos habíamos transformado de la noche a la mañana en bichos raros para el resto." pág 32



Más que como metáfora, los animales que pululan por estas páginas tienen el carácter de oráculo, de antorcha para alumbrar los rincones más oscuros del ser humano: la locura y la muerte, el amor y la enfermedad, la obsesión y la violencia o incluso la ternura inevitable. Un muchacho discapacitado se ve sorprendido por un pterodáctilo que ha surgido en su mente, para repetirle que nunca ha estado con una mujer hasta desequilibrarlo. En Una casa en las afueras una mujer cada vez más sola y abandonada por su marido, se fija en su gato Philip, al que traslada violentamente su frustración. Una pareja de quebrantahuesos volando en círculo le sirven a la protagonista de Aún a la intemperie para desgranar la pérdida de sus hijos. ("Siempre la historia es circular como el vuelo de los quebrantahuesos"). En Lo que queda un gorrión llamado Sherry y unas mariposas son las mensajeras que delatan un tiempo siempre efímero. Ellas esconden un mensaje de muerte para unos niños que pasan el verano en la finca de los abuelos. Ante el asedio de la muerte los niños preguntan
-¿Abuelos, ¿con qué se sujetaban los días unos a otros?
Tierra, Aire, Fuego, Agua. En estos cuatro apartados está organizado el libro, con tres cuentos cada uno. Parece como que la autora ha querido apelar a las entrañas de las personas, a sus vivencias más esenciales para trazar un retrato descarnado.
"Pero no voy a contar mi historia, nuestra historia. No habrá historia. Quedan y quedarán: casas de piedra, pastos crecidos, nubes sobre un caserío de montaña en una noche sin luna.
Un quebrantahuesos que grita. Ahora, dos. No dicen mi nombre. No todavía.
Todo lo que propicia el encuentro hacia abajo, hacia el corazón de la tierra (es magma) está inmóvil. Yo (esmegma) aún a la intemperie". pág 73
El estilo busca la intensidad, evita las florituras, comprime el tiempo. Las imágenes que genera su escritura están preñadas de símbolos, juega con el surrealismo y la memoria. Habla desde la consciencia de ese perturbado con pterodáctilo en "La vida interior de los probadores" o desde la de esa niña que volvió al psiquiátrico de su infancia para incendiarlo y "cegar con fierro caliente" a todos los animales, en Regreso a Villard.

¿En qué consiste la condición humana? En sabernos frágiles y mortales, parece decirnos de forma implacable cada uno de estos relatos. Valeria Correa Fiz escribe de forma visceral para narrar esos instantes en que sus personajes se asoman al abismo de sus almas. Cada uno de ellos se despoja hasta descubrir su condición primigenia que vive en un mundo incógnito y amenazador; ese que nos exige una respuesta primaria.

Correa habla de los límites de lo humano desde las más centrales cuestiones: la soledad, el tiempo, la traición, la muerte, la obsesión patológica, la pérdida, el terror ante la llegada de un hijo...

En Las Invasiones, aunque hay norteamericanos y japoneses, no hay guerra. Se trata de una delicada invasión del tiempo y de la memoria. Una joven bonaerense recuerda a sus abuelos japoneses cuando decidieron huir de un Japón a punto de rendirse. Una foto de su abuela Mafuyu al lado de un cerezo y un esmalte de uñas cruzan décadas para producir una emoción, la del paso del tiempo.
"A los japoneses les interesa marcar el paso de las estaciones. Los cambios de color de los árboles o su falta de hojas, por ejemplo, aportan el concepto de lo efímero y del transcurso del tiempo. Las piedras recuerdan aquello que es invariable y permanente." pág 44.
Un libro de una autora novel que merece la pena descubrir, colmado como está de atmósferas densas y convincentes.

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