sábado, 28 de octubre de 2017

BLADE RUNNER 2049 - de Denis Villeneuve

El esfuerzo ha merecido la pena. 
Villeneuve ha conseguido que nos reencontremos inmersos en el universo de una de las películas más fascinantes de la historia del cine...aunque los personajes y la trama se le han quedado un tanto superficiales.

Resulta admirable el respeto al original. Blade Runner 2049 tiene una puesta en escena deslumbrante y un diseño de producción majestuoso. La espectacular fotografía y el poderío visual engarzan plenamente con su modelo. También se agradece que se dejen de zarandajas, precuelas y refritos entregándonos una franca continuación que nos lleva hasta donde llegaron Deckard y Rachel en su huida de 2.019, una distopía rural de color blancuzco como la niebla sucia, que contrasta con la eterna noche de Los Angeles pero no resulta menos fantasmal. 

Hay que observar que continuaciones como El Padrino II y Star Wars, el Imperio Contrataca, tienen entidad propia y un mayor grado de complejidad que sus predecesoras; mientras que esta 2049 de hermosísimas imágenes y música siempre será un supletorio de la primera. 


Denis Villeneuve, el director de fotografía Roger Deakins y Dennis Gassner en el diseño de producción han hecho un trabajo asombroso. Han conseguido reproducir la ambientación lóbrega de aquella L.A. exhausta y bendecida por la oscuridad y la lluvia ácida. Pero además han incorporado una nueva iconografía, también soberbia y moribunda, como es esa fantasmal ciudad de Las Vegas asfixiada por el polvo del desierto y la contaminación.

Volvemos a quedar subyugados por imágenes tan hipnóticas como sugerentes. En el desierto contaminado y vacío de Las Vegas, el agente K. se encuentra con esculturas gigantescas y cabezas enormes que yacen sobre la arena. Según el director son "una metáfora y un homenaje a mi paisano, colega, amigo y referente David Cronenberg, el de ´Scanners´". 
Escultura de Mitoraj en Pompeya
Para mí la simbología va mucho más allá y me remite directamente a la obra del escultor polaco Igor Mitoraj. Su escultura tiene que ver con los dioses caídos, con la vulnerabilidad del ser humano y cualquiera de sus obras. Aquí sí que venía a cuento el poema de Ozymandias que Ridley Scott metió con calzador en Alien: Covenant. 

A mí me ha gustado mucho. He asistido a la proyección como si de una experiencia se tratase. Por eso mismo creo que es una película sólo para creyentes (mi hija, 22 años, buena aficionada al cine, se durmió). La pantalla resplandece cautivadora mientras la historia avanza por los procelosos territorios de un derrumbe anunciado: qué significa ser humano, qué papel juegan nuestros recuerdos o si los replicantes serán sólo una herramienta o vendrán para consolarnos. 




















A pesar de la enorme solvencia técnica y estética, el conjunto queda un tanto hueco ante el leve misterio que sostiene la trama y la falta de conflicto en los personajes.  El oficial K es muy mecánico, Deckard ya está fuera de juego, Joi (Ana de Armas) sabe que es un holograma, y el nuevo hacedor (Jared Leto=Niander Wallace) en la Wallace Corporation, no es más que un holístico empresario.

Han pasado 30 años desde que Deckard y Rachel huyeran de Los Angeles en 2019. Después de que apareciera el Nexus 8 (sin la restricción de los cuatro años de vida), en 2023 se prohíben los replicantes; pero un nuevo ingeniero/dios está ascendiendo para ocupar el hueco dejado por la Tyrell Corporation. En 2036 termina la prohibición replicante y en 2040 el departamento de policía de Los Angeles  fortalece su división de Blade Runners para dar caza a los Nexus 8 todavía libres. Aquí aparece el oficial KD6-3.7 (Ryan Gosling), replicante experto en cazar pellejudos. Después de retirar a uno que administraba una granja de proteínas, K descubre, junto a un árbol seco, una caja de huesos enterrada. Allí se esconde un secreto... suficiente para mantener el hilo de la trama, pero demasiado leve comparado con los precipicios ontológicos en que nos abismaba la original.


Además se echa en falta la emoción. La historia de amor digital entre Joi y K resulta fría por su propia esencia. No es tan compleja como la que vimos en Her, ni tiene ese mar de dudas y de rompereglas que afrontaron Deckard y Rachel. El más vibrante punto de emoción que encuentro en toda la película es el personaje de Ana Stelline (Carla Juri): vive recluida en un espacio hi-tech en el que puede reproducir virtualmente todo tipo de entornos. Se gana la vida diseñando los recuerdos que Niander Wallace implanta en sus replicantes "más humanos que los humanos". Más allá de su implicación con los recuerdos de K. y con el pasado de Deckard es un personaje frágil y poderoso que resume muchos de los asuntos que en la película reverberan.

-Aquí puedes leer las sorprendentes teorías de Mark Millar, el genial guionista de cómics como Kick-Ass, Wanted o Kingsman sobre los temas de Blade Runner 2049 y su enigmático final-

Si la reflexión filosófica de la primera Blade Runner era radical y profunda, en esta segunda la reflexión se encuentra tres escalones más abajo: ¿Hasta dónde llega la autonomía de los androides?. Dios ha desaparecido y sólo quedan réplicas de lo que fue. Apenas rescato alguna perla del tipo "los recuerdos hacen que reaccionemos como humanos" o "sacrificarnos por los demás es lo más humano que podemos hacer".

Tenues remedos de aquella respuesta del mismísimo Tyrell, "La luz que brilla con el doble de intensidad se consume en la mitad de tiempo", o la que escupió Gaff a Deckard, riéndose con amargura, "¡Es una pena que ella no pueda vivir! ¿pero quién vive?

Aquella Blade Runner por momentos daba vértigo. Los seres biomecánicos replicaban a los humanos mejorando sus habilidades y volviendo al origen de la conciencia: ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿por qué tengo que morir?. El mundo de aquel joven Deckard estaba gastado y los replicantes, rompiendo todas las normas, aportaban trascendencia. En 2049 hemos pasado de replicantes que se interrogan a simples androides programados.





P.D.-
La Ópera de Sidney bajo la tormenta de arena en 2009
Roger Deakins ha declarado que su inspiración para el color y la textura de esta polvorienta Las Vegas fue la tormenta de arena que asoló australia en 2009 . Realmente el contraste entre un Los Angeles abigarrado, oscuro y lluvioso frente a una escenografía desértica, seca y naranja como la que aparece en Las Vegas, dota a la película de una riqueza visual espectacular.

Deakins ya había colaborado antes con el director canadiense en esas dos extraordinarias películas tituladas, Sicario y Prisoners.
La filmografía de este superdotado cineasta se completa con otras dos películas sobresalientes: Incendies y La Llegada (Arrival).

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