sábado, 3 de junio de 2017

DÉJAME SALIR - de Jordan Peele

-2017-

En esta época donde impera lo políticamente correcto, nos llega esta película perturbadora para mostrarnos lo que se puede esconder por debajo de una idílica escena de barbacoa familiar. 

La pareja formada por Chris (Daniel Kaluuya) y Rose (Allison Williams) va a pasar el fin de semana en la finca de los padres de ella. Chris duda sobre cómo resultará todo puesto que no saben que él es negro. Ya sabes: un negro en una reunión familiar de blancos. Pero no hay nada de qué preocuparse, son cultos y liberales: si Obama se hubiese podido presentar lo hubiesen votado de nuevo. Aunque poco a poco Chris se irá dando cuenta de que la invitación familiar esconde un motivo más siniestro.

En primer lugar hay que decir que lo peor de la película es el tráiler. Una de las bazas de la historia es el suspense que generan pequeños detalles y gestos que llevan a Chris a una verdadera paranoia sobre lo que este paraíso de blancos superamables esconde. Pues bien el traíler te escamotea todo esto absurdamente. Me gustaría haber llegado con Chris a la mansión y haber sentido el escalofrío de esas sonrisas que te ofrecen un té helado o esas mujeres maduras con su joven -y como ausente- pareja negra o esas miradas de los criados (todos negros) que parece que se les va a escapar un sapo. 


Ya desde el comienzo es una película que vuelve del revés los tópicos:  Un joven negro camina por unas calles perdido. Es un barrio de blancos pudientes y el joven empieza a notar una amenaza que no tarda en hacerse realidad. Lo contrario a un blanco temeroso cuando se pierde en un barrio chungo. Esta sátira grotesca para bienpensantes se va convirtiendo poco a poco en una de terror. Una sátira que delata un racismo soterrado, el del progresista avezado.

La cinta es la opera prima de Jordan Peele, un cómico afroamericano muy reconocido en USA; pero a pesar de ello demuestra tener mimbres para provocar y espeluznar. No sólo por reflejar una atmósfera que es tan amable como ambigua, sino porque contiene imágenes sumamente perturbadoras. Ahí están las agobiantes escenas oníricas o el remedo de subasta por un negro. También el poderoso engranaje de silencios y miradas que se produce en torno a Chris. Quiero subrayar el juego que realiza la cámara en la escena inicial (con el joven negro perdido). Consigue el suspense de una forma muy sencilla y efectiva: siguiendo al joven y jugando con los segundos planos y los ángulos muertos. Brillante.

La película tiene sutileza y buen ritmo, comienza como una sátira social y el reverso siniestro del clásico Adivina quién viene esta noche, para terminar acelerando en el desenlace, mientra se adentra en las negruras de un terror que nos remite a otros dos clásicos: La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956) y Las esposas de Stepford (Bryan Ford, 1975). 

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