martes, 30 de mayo de 2017

El CASO SLOANE - de John Madden

Vida de una lobbista.-

En el Senado se va a votar una Ley para favorecer el control de armas y los poderosos grupos armamentísticos buscan contratar a un grupo asesor para hacer lobby contra ella. Les faltan un puñado de votos y están dispuestos a todo, por lo que buscan a la mejor, a las más decidida y voraz lobbysta: Elizabeth Sloane (Jessica Chastain).

Estos son los dos ejes sobre los que gira la película: el debate sobre la posesión de armas y -sobretodo- el funcionamiento de estos lobbys; epítome de los cuales es una feroz Sloane, quien sólo inicia una guerra para ganarla.

Pero la jugada ya se inicia con sorpresa. Cuando su bufete le plantea a la muy cotizada Miss Sloane encabezar la campaña para salvar la compra libre de armas, decide sacrificar sus potentes emolumentos, cambiar de bando y apoyar aquello que considera ético: controlar la venta de armas, para que no sea tan fácil como comprarse unos zapatos. 

Su máxima es: un lobbysta debe prever los acontecimientos y movimientos de su enemigo. Debe anticiparse y no ser sorprendida nunca. Siempre debe ir un paso por delante y dar su zarpazo definitivo cuando el enemigo ya ha descargado su munición. Pues bien, esta es la máxima que sigue la propia película. De modo que nos lleva en volandas por el escenario de una guerra sin cuartel entre los dos bufetes antagonistas.

Hacer lobby se define como el intento de influenciar a favor o en contra de una legislación o política. Esto se puede hacer a través de campañas publicitarias, a través de "expertos" que visitan platós televisivios o directamente influyendo (forzando todos los límites de la ley) en los políticos que promueven la legislación. Este juego político donde entran en conflicto los intereses de las grandes corporaciones con los intereses generales o incluso el sentido común, da un juego enorme: los argumentarios de unos y otros, las tretas y celadas  que se tienden, la corrupción y las amenazas, ¡todo vale! Hasta la utilización partidista del dolor ajeno y las historias personales. De todo ello da cumplida cuenta esta película intensa y fascinante.

La guerra es total y el guionista novato Jonathan Perera juega con las fichas de este drama como un mono sabio y cínico; con un estilo y unos diálogos punzantes que recuerdan mucho a Aaron Sorkin. Pero mas allá de las estrategias y golpes de efecto de la película, la verdadera sangre que corre por todos los planos y da vida palpitante a esta historia, es la personalidad de Elizabeth Sloane: insomne, voraz, frenética y brillante. Como los tiburones, no duerme. Está siempre al acecho. Posee una inteligencia práctica escalofriante y utiliza todos los recursos a su alcance. Por eso la película comienza con una Comisión Parlamentaria contra ella, por extralimitarse en sus funciones. Entremedias y mediante largos flashback, iremos conociendo los entresijos de su trabajo en el lobby.


Jessica Chastain vuelve a demostrar su enorme talento para sostener este complejo retrato donde confluyen obsesión enfermiza (se alimenta de anfetaminas), fragilidad (es alérgica a las relaciones humanas) e inquebrantable decisión. Un dato. Está preparándose para acudir a un cocktail donde asistirán varios senadores y ella ¡le indica a una de su equipo que le prepare temas para ganárselos en conversaciones informales! Su jefe le dice: ¿Te preparas tus interacciones sociales?. ¡Por supuesto! 
Nada queda al azar. Ella sólo juega para ganar y siempre juega al límite.

Me admira la capacidad de los anglosajones para montar verdaderos thrillers sobre crítica social y política. Allí donde España, Francia o Alemania montarían un rollo plúmbeo sobre la ética, la corrupción, la codicia o el eterno debate entre seguridad o libertad; los anglosajones tiran de oficio para educar entreteniendo: Ahí está la reciente Money Monster, de Jodie Foster, sobre los fraudes del sacrosanto mercado. O Los Idus de marzo, de George Clooney, sobre los entresijos de una campaña política. O In the Loop, sobre los chanchullos entre los dos amigos especiales, para conseguir que la ONU respaldara la invasión de Irak.

Hay un hecho que delata esa diferencia entre el mundo anglosajón y Europa. Estamos casi al final de la película y de la Comisión parlamentaria. La señorita Sloane está acorralada. La cantidad de dinero y de investigadores que ha tenido enfrente está a punto de aplastarla. El presidente de la Comisión le ofrece la posibilidad de un alegato final. Pues bien, una mujer que estaba sentada detrás de mí le dice a su compañera: "Ahora va a contar su historia". Estaba(mos) esperando que Sloane explicase sus motivaciones más íntimas para luchar contra la proliferación de las armas. Quizás el drama de un familiar o un amigo. Pero no va a ser así. Ella es una profesional que siempre tiene que ir un paso por delante y trabaja para asestar el último golpe. Genial.


Quizás el clímax final resulte excesivamente novelesco; pero redondea un función muy entretenida y con un gran ritmo. Quizás John Madden queda obnubilado (como nosotros) ante esta Miss Sloane a quien trata como una heroína, cuando su personaje puede ser reprobable y moralmente ambiguo. Pero no nos olvidemos, un personaje femenino empoderado en un ámbito tradicionalmente masculino. Por todo ello la película me resulta fascinante. Los diversos giros que ofrece la trama y la personalidad subyugante y feroz de Ms. Sloane son las dos bazas que hacen que la cinta te absorba como si de un thriller se tratara.










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P.D.
La película tiene ritmo de thriller y un suspense increíble pero, sobretodo, es una baño de realidad que nos ilustra sobre  las ocasiones en que las decisiones parlamentarias se toman no en beneficio del interés general, sino en beneficio de grupos y corporaciones que con su inmenso poder y dinero aseguran a los políticos permanecer en la charca del poder. En EEUU están perfectamente regulados y sometidos a vigilancia y control, tal como se muestra en la película. En Europa esta regulación está pendiente.
Se ha hecho algún progreso con la introducción del registro voluntario de transparencia, dirigido conjuntamente por la Comisión y el Parlamento Europeo. Pero la auténtica y total transparencia en este sentido es todavía un sueño lejano; a pesar de que el actual presidente de la Comisión Europea prometió en 2.014 introducir un registro obligatorio de lobbies. Se estima que hay entre 20.000 y 30.000 lobistas trabajando en los pasillos de la política europea, la mayoría de ellos para asociaciones y corporaciones.
En la web Transparencia.org han publicado todo un estudio sobre los lobbies en Europa. Allí se pueden encontrar todos los datos. La última crisis económica ha puesto sobre el tapete la desconfianza de los ciudadanos sobre las instituciones que los gobiernan. Los ciudadanos se sienten alejados de las estructuras que deben representarlos y dicen actuar en su nombre. Y todo esto no ayuda.
En España no creo que existan lobbies. Son demasiado profesionales. Esto es más chupucero. Aquí se da el amiguismo o la parentela. O el Boletín Oficial del Estado: por ley hay que rescatar las autopistas radiales de Madrid y reponer  con el dinero de todos, a los pobres inversores su inversión fallida. :O

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