jueves, 7 de julio de 2016

Las MUJERES y los DÍAS - de Gabriel Ferrater









La poesía de Ferrater es directa y coloquial; pero sorprende por el misterio que irradia y su lucidez. En ella se da una simbiosis entre lo intelectual y lo corporal. Es una poesía dialogada, íntima pero muy comunicativa. Los poemas denotan una postura vital de cierta perplejidad ante el mundo a la vez que nos transmite una apuesta clara por la más edénica felicidad. "Ser feliz es la sola alternativa en lucha contra las cenizas y el desaliento." El poeta es un claro partidario del carpe diem. De todo ello es epítome In Memoriam, uno de sus poemas más extraordinarios. 

Luis Izquierdo nos avisa, en un escueto y claro Prólogo, que "dos son las eliminaciones a las que procede Gabriel Ferrater en su poesía. La primera es la del Romanticismo. La segunda, la de una retórica ornamental -cuanto más brillante, peor- que escamotea la inteligibilidad necesaria del texto." Ferrater entendió su poesía como "la descripción de algunos momentos de la vida moral de un hombre ordinario".
Educado a la francesa -estudió cuatro años en Burdeos- y lector copioso, Ferrater "no abandonó jamás una condición de adolescente pertinaz". Poeta de la experiencia y de la inteligencia, consiguió fijar una modulación poética absolutamente personal en sólo tres libros (cuya suma es este volumen) y en un plazo muy corto: de 1960 a 1966.

El título Las mujeres y los días remeda irónicamente al de Hesíodo para fijar su atención en las dos claves de su poesía: la relación con la mujer y el paso el tiempo trazando la experiencia personal. La memoria será la corriente por donde estos dos temas naveguen.

IN MEMORIAM

Cuando estalló la guerra, yo tenía
catorce años y dos meses. Al principio
no me afectó demasiado. Tenía la cabeza
llena de otra cosa que todavía hoy
creo más importante. Descubrí
Les Fleurs du Mal, y eso quería decir
la poesía, ciertamente; pero
hay algo más que no sé cómo llamar,
y que es lo que cuenta. ¿La rebeldía? No.
Así la llamaba entonces. Tumbado
en un avellano, en el corazón
de una rosa de hojas mustias y muy verdes,
como pieles de oruga desollada, allí,
tendido en la entrepierna del mundo,
me espesaba en feliz rebeldía,
mientras el país estallaba en revolución
y contrarrevolución, no sé si feliz,
pero más revolucionado que yo. ¿La vida
moral? Tal vez, pero me parece ambiguo.
Quizás la palabra más exacta es egoísmo,
y es mejor recordar que a los catorce
hay que mudar de primera persona:
ya nos oprime el plural, y el ejercicio
del estilita singular, la náusea
del encaramado sobre sí mismo,
parece un buen programa para el futuro.
Después vienen los años y, felizmente,
se alejan también, y se nos va cansando
la mano que acaricia la frente obstinada
del cordero íntimo, y entonces adoptamos
ese plural, no sé si de modestia,
que renuncia al singular, nos abandona,
pero agradeciéndolo y premiándolo. Basta. 
                             (Este fragmento son los 33 primeros versos del poema)


FIN DEL MUNDO
Puedo repetir la frase que se llevó
tu recuerdo. Nada más sé de ti.
Esta insistente agua de palabras,
siempre creciente, va desmoronando los márgenes
de la vida que creía real.
La tierra pedregosa y fatigosa
de andar, y los árboles que me herían
los ojos con una rama delicada,
tan vivamente maligna, convincente
con la mejor prueba, la de las lágrimas,
parece que no son nada. Se van rindiendo
a la anchura gris, jaspeada
de esperma pálido, empalagoso. Todo cae
con un ruido lento y blando, y flota
sin figura, o se hunde para siempre.
Todo da sentido, sólo sentido, todo es
tal como he dicho. No sé nada de ti.



HABITACIÓN DE OTOÑO 
La persiana, no del todo cerrada, como
un retenido espanto de caer hasta el suelo,
no nos aísla del aire. Mira, se abren
treinta y siete horizontes rectos, finos,
mas los olvida el corazón. Y sin nostalgia
va muriendo la luz, que era color
de miel, y ahora es color de aroma de manzana.
Qué lento el mundo, qué lento el mundo, qué lenta
la pena por las horas que se van
aprisa. Dime ¿te acordarás
de esta habitación?
«La quiero mucho.
Aquellas voces de obreros... ¿Qué son?»
Albañiles:
falta una casa en esta cuadra.
«Cantan,
y hoy no les oigo. Gritan, ríen,
y hace raro que hoy callen».
Qué lentas
las hojas rojas de las voces, qué inciertas
cuando a cubrirnos vienen. Soñolientas,
las hojas de mis besos van cubriendo
los escondites de tu cuerpo, y mientras tú ya olvidas
las hojas altas del estío, los días
abiertos y sin besos, en el fondo
recuerda el cuerpo: aún
mitad es de sol tu piel, mitad de luna.


AL REVÉS 

Lo diré al revés. Diré la lluvia
frenética de agosto, los pies de un chico
enroscados al final del trampolín,
la levedad de lebrel que las lilas
desprenden en abril, la paciencia
de la araña que escribe su hambre,
el cuerpo -cuatro piernas, dos cabezas-
en un solar gris de crepúsculo,
el pez lábil cual arco de violín,
el oro y azul de las niñas en bici,
la sed dramática del perro, el filo
de los faros de camión en la madrugada
pútrida del mercado, los brazos suaves.
Diré lo que se me escapa. Nada diré de mí.


SI PUEDO 

Alguna cosa ha entrado
dentro de algún verso que sé
que podré escribir y no
sé cuándo, ni cómo, ni qué
querrá decir. Si puedo,
Que diga tus cabellos
o la escama de sol
que te vibra en esta uña.
Pero quizás no siempre
tendré del todo presente
lo que ahora veo en ti.
He oído el sonido oscuro
de una cosa que se me cae
dentro de un pozo. cuando flote,
¿sabré entender
que viene de este instante?


POSEÍDO 

Estoy más lejos que amándote. Cuando los gusanos
hagan una cena fría con mi cuerpo,
encontrarán un regusto de ti. Y eres tú
que indecentemente te has amado por mí
hasta llegar al fondo: saciada de ti,
ahora te excitas, te me marchas
tras otro cuerpo y rechazas la paz.
No soy sino la mano con la que vas a tientas.


OCIO 

Ella duerme. Es la hora en que los hombres
ya despertaron, y una escasa luz
entra todavía a herirlos.
Con muy poco nos basta. Solamente
el sentimiento de dos cosas:
la tierra gira y las mujeres duermen.
Reconciliados, nos apresuramos
hacia el fin del mundo. No nos es preciso
hacer nada para ayudarle.



ÍDOLOS 

 Entonces, cuando yacíamos
abrazados frente a la ventana
abierta a la ladera de olivos (dos
semillas desnudas dentro de un fruto que el verano
ha abierto violento, y que se llena
de aire), no teníamos recuerdos. Éramos
el recuerdo que tenemos ahora. Éramos
esta imagen. Los ídolos de nosotros,
para la sumisa fe de después.





La poesía de Ferrater es una lucha por dar cuenta del instante en que las cosas nos incitan y se hurtan. Interesa los recuerdos y la construcción de la memoria que tan bien refleja el poema Ídolos, "Éramos el recuerdo que tenemos ahora".
Carmen Martín Gaite lo apunta así en un artículo recogido en su libro Tirando del hilo (Siruela):
"La poesía de Ferrater no nos presenta tanto los objetos recuperados como el esfuerzo del poeta por recuperarlos, el proceso de esa atención desvelada, al acecho.
La manera de ordenar y recomponer la experiencia nunca puede entenderse en Ferrater sin considerar tal intento unido al asombro y la extrañeza que le produce la aparición inesperada de "estos desechos de la memoria".
¿Por qué unos perviven y otros no? Ahondando en esta pregunta, Ferrater se da cuenta de que la memoria y el olvido bregan como dos personajes de auto sacramental, discutiéndose a dentelladas el botín del poeta: "La una hará cortas hogueras, / el otro, rescoldo de inquietud.".

También el amor tiene una vibración especial en los poemas de Ferrater, como esa maravilla que es Habitación de Otoño (Cambra de la tardor), rebosante de vitalidad y melancolía:
"Qué lento el mundo, qué lento el mundo, qué lenta
la pena por las horas que se van
aprisa. Dime ¿te acordarás
de esta habitación?"
Poeta, crítico, editor, profesor, lingüista y traductor nació en Reus, el 20 de mayo de 1922. Vivió temporadas en Londres y Hamburgo. Estudió durante tres años Matemáticas, pero finalmente se licenció tardíamente en Filosofía y Letras. Trabajó como profesor de Lingüística y Crítica Literaria en la Universidad Autónoma de Barcelona. Antes ya había sido director literario de Seix Barral, editorial que regía su amigo Carlos Barral. El 27 de abril de 1972, pocos días antes de cumplir cincuenta años, se quitó la vida en su piso de San Cugat. A sus amigos ya les había anunciado que él no cumpliría cincuenta años.

No falta en su poesía la reflexión literaria, tan irónica como acerada:
LITERATURA 
Tan vehemente, se dijo un calamar,
hago el ridículo: un chorro fino de tinta
ya desvía estos monstruos, tan poco críticos.
Perdida la abundancia del corazón,
descubrió la voluptuosidad formal:
mentirse objetivado en el arabesco
y mostrarse aún en él, subjetivo.
A la altivez de no esconderse mucho,
la llamó sinceridad; al miedo de verse
demasiado expuesto, sentimiento del estilo.
Con la esperanza de que los espasmos
del agua irían a su favor,
confió en el lenguaje. Murió
devorado: lo inefable lo tentó.
Ni la mirada sobre el tiempo que le tocó vivir. En medio de las revoluciones de los 60 y con la Guerra de Vietnam al fondo, compuso un poema como Canción del atreverse a poder, casi 50 años antes de que se pusiese de moda la palabra "empoderar". No está mal para alguien que opinaba que "la literatura es más bien un procedimiento higiénico para destruir las ideas ideológicas: es un ácido disolvente."

CANCIÓN DEL ATREVERSE A PODER  
  Atrévete a poder ser fuerte, y no te detengas:
atrévete a poder ser viejo, que si tienes hijos
un testamento les atará bien corto.
Atrévete a poder que no te guste mucho
ir testado por un mundo que se separa.
Si te sobran hijos, arréglales una guerra.
  Atrévete a poder dar trabajo a charnegos.
Con tu sueldo, comprarán vino bastante agrio
para que en tres años les pudra los dientes.
No te dé miedo: tú toma el opio de los ricos
(opio, te llega de Escocia y de Roma).
  Tú, muchacho nuevo, confía en años futuros.
Bastante tiempo tendrás de hacerte amigos virgilios
que te leguen eneidas que salvar.
Atrévete a poder hacerte persona augusta
cuando tengas tiempo. Y hoy, Octavio, chico,
atrévete a poder degollar a Cicerón.
  Barbado Alfonso, emperador de España,
primo de un Santo, y Sabio tú mismo,
fíjate bien, que vendrán otros más sabios
a historiarte, y dirán que eres mal rey:
les has perdido una sucia batalla
que ellos se han atrevido a poderse hacer suya.
  Vete con ojo, general, que una patria
se atreve a poner mucha esperanza en ti.
No te atrevas, no, a poder perder batallas.
Pero tampoco tienes que ganarlas todas.
Si tienes napalm con que sembrar campos del Norte,
atrévete a poder perder guerras del Sur.


Tras el suicidio de Ferrater, su amigo Jaime Gil de Biedma le escribió  un poema, A través del espejo, donde leemos:

Trabajos
de seducción perdidos fue tu vida. 
Y tus buenos poemas, añagazas
de fin de juerga, para retenernos.

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