viernes, 16 de enero de 2015

LIQUIDACIÓN - de Imre Kertész

-Felszámolás-
Hungría, 2003









La realidad como problema. 
Con motivo de la presentación del libro, el autor señaló que Be, el protagonista, intentaba "recuperar su propia vida arrancándola de la Historia, para lograr mantenerse como individuo, tal y como nacimos". Porque tanto Be como el propio Kertész son prisioneros permanentes de la terrible experiencia de Auschwitz, lo que él mismo denomina "la línea de demarcación": cómo es posible la escritura y la vida después del holocausto.

Liquidación es una novela más literaria que biográfica y resultan sorprendentes ciertas técnicas narrativas que el autor despliega.
Básicamente trata de un editor (Keserü) sorprendido por el suicidio de un amigo y autor idealizado, Be, escritor nacido en pleno campo de Auschwitz. La Liquidación del título se desarrolla en tres frentes. El literario que convierte a Keserü en albacea de la obra de Be, el sociohistórico ya que la acción transcurre en pleno hundimiento del comunismo a principios de los años noventa y sobretodo el más trascendental, el vital, qué camino tomar para construir tu propio destino.
"Vivimos en la época de la catástrofe, cada ser humano es portador de la catástrofe, y por eso se necesita un saber vivir muy particular para seguir tirando, dijo. El hombre de la catástrofe carece de destino, carece de cualidades, carece de carácter. Su horrendo entorno social -el Estado, la dictadura, o llámalo como quieras- lo atrae con la fuerza de un remolino vertiginoso, hasta que renuncia a oponer resistencia y el caos brota en él como un géiser hirviente... A partir de ese momento, el caos se convierte en su hogar. Ya no existe para él el regreso a un centro del Yo, a la certeza sólida e irrefutable del Yo: es decir, se ha perdido, en el sentido más estricto y verdadero de la palabra.  Este ser sin yo es la catástrofe, el verdadero Mal, sin ser, por extraño que parezca, él mismo malvado, aunque sea capaz de todas las maldades, dijo Bé. Han vuelto a cobrar vigencia las palabras de la Biblia: resístete a la tentación, cuídate de conocerte a ti mismo, porque de lo contrario estás condenado, dijo." pág 70
fotograma del film Werckmeister-harmonies, de Bela Tarr
Be nació y sobrevivió en Auschwitz (de ahí su nombre, la letra B que junto a unos números le tatuaron en el muslo) y creció en Hungría, tras el telón de acero. La realidad opresiva del régimen comunista forjó su vida y acabó conformado una realidad quimérica. La caía del telón los deja a todos sin asideros. Por eso Liquidación se refiere tanto a su obra literaria, como a su mundo y a las vidas de sus amigos 
"KÜRTI   (...) Cayó el régimen, y no me dan ganas de mentir diciendo que lo derribé yo. Continúa la liquidación general, y no tengo ganas de participar. Me he convertido en espectador. Y ni siquiera miro desde las primeras filas, sino desde el gallinero.(...)
He estado en el talego por nada, he cargado con mis antecedentes penales por nada, he tenido prohibido publicar por nada, y no soy un héroe, sino que he tirado la vida por la borda.
OBLÁTH   (para consolarlo) Aquí todos han tirado la vida por la borda. Es la especificidad del lugar, el genius loci. Aquí, el que no tira la vida por la borda simplemente carece de talento." pág. 19 y20
Pero Kertész no se conforma esta vez con testificar, sabiamente entrelaza una pesquisa: Keserü es el narrador, un editor subyugado por el talento de Be, de quien sospecha que ha venido escribiendo una novela definitiva sobre esa cosmología que habitan: "el principio de la vida es el Mal", decía Be. Posee como referencia un relato que publicó.
"En ese relato, considerado una obra fundamental -eso sí, en un círculo bastante estrecho-, B desarrollaba por ver primera su idea básica de que el principio de la vida era el Mal. El relato en sí, sin embargo, narraba la historia de un acto ético, es decir, el acaecimiento del Bien. Explicaba, concretamente, que se puede obrar el Bien en la vida, cuyo principio es el Mal, aunque sea a costa de sacrificar la vida de quien lo hace. Era una tesis audaz, como también lo era la prosa que la formulaba. Además, todo transcurría ante la escenografía de un campo de concentración nazi." pág 56
Fotograma de Satantango, de Bela Tarr
Los caminos para continuar la vida después del horror son personificados por los tres protagonistas: B lo hace a través de la mortificación y el suicidio. 
"Él quería atrapar Auschwitz en su propia vida, en su vida cotidiana, tal como vivía el día a día. Quería registrar en sí mismo -le gustaba esta palabra: registrar- las fuerzas destructivas, la necesidad de sobrevivir, los mecanismos de adaptación, así como en otros tiempos los médicos se inyectaban veneno para comprobar en ellos mismos el efecto." pág 134
Keserü por su parte y aunque no sea de origen judío, persiste en la memoria. Keserü y Be acaban siendo las dos caras de la misma moneda.
"Yo debo contar la historia de B para ver mi vida como una historia (¿y quién no desea conocer su historia que luego, para tranquilizarse -o, a la inversa, para inquietarse-, llamará destino?)." pág 37
Judith es la exmujer de Be y elige la huida. Ella se convierte en narradora durante las últimas cincuenta páginas para contarnos su experiencia de Liquidación: la destrucción del manuscrito y de la vida de B.

Alguien ha indicado que Kadish por el hijo no nacido (donde también aparecen tanto Be como su exmujer) se puede interpretar como la novela que se busca en Liquidación.
fotograma del film Werckmeister-harmonies, de Bela Tarr

Quisiera, finalmente, subrayar dos aspectos de esta obra.
El cáncer de la irrealidad por un lado. Tras el telón de acero se vivía en una realidad suspendida. Keserü reconoce en la obra que tiene problemas con ´la llamada realidad´. Be también estaba fascinado por Calderón y su La Vida es Sueño. Esta realidad alucinada queda fantásticamente reflejada en el inicio de la novela, cuando Keserü lee una obra de teatro escrita por Be, asimismo titulada Liquidación: en ella se reproducen situaciones que ineluctablemente sus amigos acabarán viviendo. 
"Lo llamativo era, sin embargo, que cuando la escena se produjo en la realidad, casi calcada palabra por palabra, la persona que había escrito la obra y la escena en concreto ya no vivía.
 (...)
A continuación, las escenas fueron  enlazándose la una con la otra, tanto en la obra como en la realidad. De tal modo que, al final, Keserü no sabía si admirar más la cristalina previsión del autor -su difunto amigo- o su propio y casi compungido afán por identificarse con el papel prescrito y cumplir lo que marcaba la historia." pág 16-17
He reproducido estas primeras y magistrales páginas aquí.
El segundo aspecto es el amor a la literatura. Antes he señalado cómo Be elegía la inmolación o su exmujer la huida. Yo creo que Imre Kertész, por su parte, ha elegido la literatura. Keserü reverencia a Be, en quien ve encarnada la esencia trágica y fútil del ser humano, y su esfuerzo por trascenderla:
"Yo creo en la escritura. No creo en nada más, sólo en la escritura. El hombre vive como un gusano pero escribe como los dioses. En algún momento se conocía este secreto que ahora, sin embargo, se ha olvidado: el mundo está compuesto por fragmentos que se desintegran, es un caos oscuro e inconexo sólo sostenido por la escritura. El hecho de poseer una idea del mundo, de no haber olvidado todo cuanto ha ocurrido, de no haber olvidado que, en general, se tiene un mundo, se debe a la escritura. Ésta, el invisible hilo de la araña, el logos que sujeta nuestras vidas, lo ha creado y no cesa de crearlo. Existe una antigua palabra bíblica, ya en desuso, que designa al doctor de la ley: el escriba. El escriba es más que un talento, el escriba es más que un buen escritor. No es un filósofo, ni un lingüista, ni un estilista. Por mucho que tartamudee, por mucho que no lo entiendas de inmediato, siempre reconocerás al escriba." pág 118-9

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