lunes, 30 de septiembre de 2013

El CASO de los BOMBONES ENVENENADOS - de Anthony Berkeley











En el Londres de principios del siglo XX, los seis miembros del Círculo del Crimen se reúnen para intentar explicar un reciente crimen. Entre ellos hay tanto simples aficionados, como una famosa autora teatral, "una brillante novelista que debería haber sido más famosa de lo que era y el más inteligente (aunque no el más amistoso) de los escritores vivos de novelas de detectives". 
Su presidente, Sir Roger Sheringham, acuerda con el jefe de policía que cada uno aporte su hipótesis ante un caso cuya investigación está en un callejón sin salida. 

Y esto es el libro. Un brillantísimo juego lleno de ingenio y agudeza que desarrolla seis incisivas explicaciones a cual más convincente, pero con seis convictos diferentes.

El club de sir Roger no es un club cualquiera, sus miembros "tenían que demostrar que eran dignos de llevar con honor sus espuelas criminológicas".
"No solo tenían que exhibir un gran interés por todas las ramas de la ciencia relacionadas con la investigación, como por ejemplo la psicología criminal, y conocer al dedillo todos los casos incluyendo los más insignificantes, sino que también debían poseer habilidad constructiva: el candidato debía tener cerebro y saber cómo utilizarlo." pág 10
Este club nos recuerda al Detection Club del que Berkeley fue miembro junto a otros autores de la época dorada de la novela policial inglesa, como Dorothy L. Sayers y su primer presidente, el gran G.K. Chesterton

La situación de partida no puede ser más inocente y casual.
El mujeriego Graham Bendix llega a su club en Piccadilly donde se encuentra una caja de bombones a su nombre. Ofendido porque el regalo en cuestión forma parte de una grosera campaña comercial, piensa en deshacerse de ellos. A su lado se encuentra sir Eustace Pennefather que se ofrece para quedarse con la cajita. Ha perdido una inocente apuesta con su mujer y piensa que los bombones le servirán de pago. Al día siguiente el matrimonio aparece envenenado, aunque Sir Eustace se salva in extremis.

¿El criminal erró su objetivo o todo estaba previsto? 
Las páginas desbordan sutileza e intriga; sin que falte el aloe de una finísima ironía.
"De haberse tratado del señor Bradley, sir Charles le habría replicado con desdén johnsoniano: "Caballero, malditas sean sus teorías". Entorpecido como estaba por los pueriles convencionalismos que rigen la conversación civilizada entre los sexos, solo pudo recurrir a los rayos azules de su mirada iracunda."pág 94
Los enfoques son muy variados, desde la remembranza de crímenes clásicos hasta el desarrollo de métodos deductivos, pasando por el inevitable cherchez la femme
Uno de los aspectos más interesantes es recoger las reflexiones que el autor vuelca sobre el arte de narrar. La exposición de cada uno de los miembros está adobada con los tics de su personalidad: no olvidemos que Sir Roger es novelista de éxito o que la Sra. Fielder-Flemming es autora teatral. 
"-¿Insinúa que ha resuelto nuestro pequeño misterio? -preguntó el señor Bradley sin ningún respeto.
La señora Fielder-Flemming lo miró con aire torvo.
-Muy a mi pesar -dijo en voz baja y femenina-, así es. -La señora Fielder-Flemming estaba recobrando el aplomo. Consultó sus notas un momento, y luego empezó a hablar con voz más firme-. Siempre he considerado la criminología desde un punto de vista profesional y lo que más me ha interesado siempre de ella han sido sus inmensas potencialidades teatrales. La inevitabilidad del asesinato, la víctima predestinada que lucha vana e inconscientemente contra el hado, el asesino no menos predestinado que avanza primero inconscientemente y luego con total e implacable premeditación hacia su perdición, las causas ocultas, desconocidas tal vez tanto para la víctima  como para el asesino y que apremian a ambos para que se cumpla su destino..."  pág 83-84
También está presente un escritor de novelas policíacas.
"En cuanto a las pruebas, he basado toda la argumentación contra mí mismo en la coincidencia de que mi hermana poseyera unas cuantas hojas de papel de carta de Mason e Hijos. No les he dicho más que la verdad. Pero no toda la verdad. El arte de las pruebas, como cualquier otro tipo de arte, es, sencillamente, una cuestión de elección. Si uno sabe qué añadir y qué quitar se pude demostrar cualquier cosa de manera convincente." pág 150
La novela proviene de un cuento previo escrito por el mismo Berkeley, El Azar Vengador; el cual recibió encendidos elogios de su Club. Y es que el autor disponía de toda una teoría sobre el modo en que el azar interviene en la resolución de los casos.
"Lo del papel que desempeña la suerte en la resolución de los misterios criminales es un asunto curioso -meditó Roger-. De hecho, recuerdo que estuve hablándolo con Moresby en relación con este mismo caso. Le señalé el gran número de crímenes imposibles de resolver que Scotland Yard acaba desentrañando por pura suerte: una prueba vital que aparece por así decirlo porque sí, o una información proporcionada por una mujer enfadada porque su marido le dio motivos para ponerse celosa justo antes de cometerse el crimen. Cosas así ocurren constantemente. Le sugerí a Moresby que, si alguna vez quería rodar una película sobre dicho asunto, la titulase La Providencia vengadora." pág. 175

Un final sorprendente y asombroso culmina esta novela de porte elegante y gusto clásico que rezuma ingenio y perspicacia hasta deslumbrarnos. 

viernes, 27 de septiembre de 2013

Las panteras y el templo


de Abelardo Castillo



Y sin embargo sé que algún día tendré un descuido, tropezaré con un mueble o simplemente me temblará la mano y ella abrirá los ojos mirándome aterrada (creyendo acaso que aún sueña, que ese que está ahí junto a la cama, arrodillado y con el hacha en la mano, es un asesino de pesadilla), y entonces me reconocerá, quizá grite, y sé que ya no podré detenerme.

Todo fue diabólicamente extraño. Ocurrió mientras corregía aquella historia del hombre que una noche se acerca sigilosamente a la cama de su mujer dormida, con un hacha en alto (no sé por qué elegí un hacha: ésta aún no estaba allí, llamándome desde la pared con un grito negro, desafiándome a celebrar una vez más la monstruosa ceremonia). Imaginé, de pronto, que el hombre no mataba a la mujer. Se arrepiente, y no mata. El horror consistía, justamente, en eso: él guardará para siempre el secreto de aquel juego; ella dormirá toda su vida junto al hombre que esa noche estuvo a punto de deshacer, a golpes, su luminosa cabeza rubia (por qué rubia y luminosa, por qué no podía dejar de imaginarme el esplendor de su pelo sobre la almohada), y ese secreto intolerable sería la infinita venganza de aquel hombre. La historia, así resuelta, me pareció mucho más bella y perversa que la historia original. Inútilmente, traté de reescribirla.
Como si alguien me hubiese robado las palabras, era incapaz de de narrar la sigilosa inmovilidad de la luna en la ventana, el trunco dibujo del hacha ahora detenida en el aire, el pelo de la mujer dormida, los párpados del hombre abiertos en la oscuridad, su odio tumultuoso paralizado de pronto y transformándose en un odio sutil, triunfal, mucho más atroz por cuanto aplacaba, al mismo tiempo, al amor y a la venganza.

Me sentí incapaz, durante días, de hacer algo con aquello. Una tarde, mientras hojeaba por distraerme un libro de cacerías, vi el grabado de una pantera. Las panteras irrumpen en el templo, pensé absurdamente.
Más que pensarlo, casi lo oí. Era el comienzo de una frase en alemán que yo había leído hacía muchos años, ya no recordaba quién la había escrito, ni comprendí por qué me llenaba de una salvaje felicidad. Entonces sentí como si una corriente eléctrica me atravesara el cuerpo, una idea, súbita y deslumbrante como un relámpago de locura. No sé en qué momento salí a la calle; sé que esa misma noche yo estaba en este cuarto mirando fascinado el hacha. Después, lentamente la descolgué. No era del todo como yo la había imaginado: se parece más a un hacha de guerra del siglo XIV, es algo así como una pequeña hacha vikinga con tientos en la empañadura y hoja negra. Mi mujer se había reído con ternura al verla, yo nunca me resignaría a abandonar la infancia. El día siguiente fue como cualquier otro. No recuerdo ningún acontecimiento extraño o anormal hasta mucho después. Una noche, al acostarse, mi mujer me miró con preocupación. "Estás cansado", me dijo, "no te quedes despierto hasta muy tarde." Respondí que no estaba cansado, dije algo que la hizo sonreír acerca del fuego pálido de su pelo, le besé la frente y me encerré en mi escritorio. Aquélla fue la primera noche que recuerdo haber realizado la ceremonia del hacha. Traté de engañarme, me dije que al descolgarla y cruzar con pasos de ladrón las habitaciones de mi propia casa, sólo quería (es ridículo que lo escriba) experimentar yo mismo las sensaciones (el odio, el terror, la angustia) de un hombre puesto a asesinar a su mujer. Un hombre puesto. La palabra es horriblemente precisa, sólo que ¿puesto por quién? Como mandado por una voluntad ajena y demencial me transformé en el fantasma de una invención mía. Siempre lo temí, por otra parte. De algún modo, siempre supe que ellas acechan y que uno no puede conjurarlas sin castigo, las panteras, que cualquier día entran y profanan los cálices. Desde que mi mano acarició por primera vez el áspero y cálido correaje de su empuñadura, supe que la realidad comenzaba a ceder, que inexorablemente me deslizaba, como por una grieta, a una especie de universo paralelo, al mundo de los zombies que porque alguien los sueña se abandonan una noche al caos y deben descolgar un hacha. El creador organiza un universo. Cuando ese universo se arma contra él, las panteras han entrado en el templo. Todavía soy yo, todavía me aferro a estas palabras que no pueden explicar nada, porque quién es capaz de sospechar siquiera lo que fue aquello, aquel arrastrarse centímetro a centímetro en la oscuridad, casi sin avanzar, oyendo el propio pulso como un tambor sordo en el silencio de la casa, oyendo una respiración sosegada que de pronto se altera por cualquier motivo, oyendo el crujir de las sábanas como un estallido sólo porque ella, mi mujer que duerme y a la que yo arrastrándome me acerco, se ha movido en sueños. Siento entonces todo el ciego espanto, todo el callado pavor que es capaz de soportar un hombre sin perder la razón, sin echarse a dar gritos en la oscuridad. Acabo de escribirlo: todo el miedo de que es capaz un hombre a oscuras, en silencio.

Creí o simulé creer que después de aquel juego disparatado podría terminar mi historia. Esa mañana no me atreví a mirar los ojos de mi mujer y tuve la dulce y paradojal esperanza de haber estado loco la noche anterior. Durante el día no sucedió nada; sin embargo, a medida que pasaban las horas, me fue ganando un temor creciente, vago al principio pero más poderoso a medida que caía la tarde: el miedo a repetir la experiencia. No la repetí aquella noche, ni a la noche siguiente. No la hubiese repetido nunca de no haber dado por casualidad (o acaso la busqué días enteros en mi biblioteca, o acaso quería encontrarla por azar en la página abierta de un libro) con una traducción de aquel oscuro símbolo alemán. Leopardos irrumpen en el templo, leí, y beben hasta vaciar los cántaros de sacrificio: esto se repite siempre, finalmente es posible preverlo y se convierte en parte de la ceremonia.

Hace muchos años de esto, he olvidado cuántos. No me resistí: descolgué casi con alegría el hacha, me arrodillé sobre la alfombra y emprendí, a rastras, la marcha en la oscuridad.


Y sin embargo sé que algún día cometeré un descuido, tropezaré con un mueble o simplemente me temblará la mano. Cada noche es mayor el tiempo que me quedo allí hipnotizado por el esplendor de su pelo, de rodillas junto a la cama. Sé que algún día ella abrirá los ojos. Sé que la luna me alumbrará la cara.




De Las panteras y el templo
Buenos Aires, Emecé, 1993
También en 
Cuentos Completos,
Abelardo Castillo, Alfaguara, 1997


Hernán Isnardi en su revista La Máquina del Tiempo define de un tirón la prosa de Castillo:
"Prosa fácil de leer, cuidada hasta el estupor, tan cuidada que el lector jamás tropieza. No siente que lee; la vive. Paradójicamente ése es el inequívoco indicio de la excelencia de un libro: olvidar que se está leyendo." 

En "Ser escritor" (Seix Barral) el autor se confiesa:
-Una palabra innecesaria puede estropear un buen cuento; una página innecesaria estropea a un buen lector.
                                          ***
-En cuarenta años de literatura aprendí dos o tres cosas más, pero, por decirlo así, son de orden moral. Por ejemplo: corregir encarnizadamente un texto no es una tarea retórica o estilística, es un trabajo espiritual.


jueves, 26 de septiembre de 2013

La gran familia española

de Daniel Sánchez Arévalo








Notable película a la que le cuesta un poco arrancar pero que una vez metida en faena crece a ojos vista redondeando una función tan atractiva como irregular.

Sobre una situación montada alrededor de la boda del benjamín de cinco hermanos y un padre partido por el dolor, el director y guionista sabe hurgar en los recovecos de cada uno hasta encontrar el pálpito de esas vidas con sus dudas, anhelos y fracasos. 



El hecho de que la boda coincida con la final del Mundial que España ganó en Sudáfrica y el homenaje al clásico "Siete novias para siete hermanos" acaban dando cuerpo a una comedia que esconde una hermosa resolución final.

El tema, por supuesto, es la familia, asunto que suele centrar las películas de Sánchez Arévalo desde su debut en el largo con la más dura y redonda AzulOscuroCasiNegro.



Todo comienza con la llegada de uno de los hijos, Caleb (Quim Gutiérrez), que ha pasado dos años como médico en Kenia. Llega confuso. Su padre se está muriendo por una angina de pecho. La novia a la que abandonó está con uno de sus hermanos, mientras el mayor de ellos pena sus problemas económicos con una depresión. Se fue para aclararse y vuelve dispuesto a afrontar la verdad: "viviendo lo que he vivido, veo vuestras preocupaciones y me parecen gilipolleces, y cuando veo que a mí también me preocupan me odio". Su corazón alberga un secreto familiar que le aplasta como una losa.

La banda sonora es extraordinaria y el director la utiliza con habilidad para agilizar la narración. Ya en "Primos" utilizó una tema del cantautor norteamericano Josh Rouse; para este nuevo proyecto le encargó toda la banda sonora.

También el montaje guarda algunas perlas, la más brillante es un montaje en paralelo donde asistimos a la vez a la típica charla de familia del novio con la suya por un lado y de la novia con los suyos por otro: los diálogos y la agilidad de los planos tienen verdadero punch. También hay que contabilizar algunas secuencias en plan videoclip como la entrada de los novios hacia el altar o escenas de sus recuerdos infantiles. 



















Los actores están muy bien haciendo mención especial a Quim Guitérrez, un actor que poco a poco va ganando hondura. Él lleva el peso de la narración acompañado de un grupo de nuevos valores que saben aprovechar su oportunidad, como los novios Patrick Criado y Arantxa Martí. A subrayar la interpretación de Roberto Álamo como un grandullón con discapacidad mental que aporta ternura y comedia en un papel muy difícil donde te arriesgas al ridículo.

Aunque se hecha en falta un poco de acidez, me ha gustado especialmente el desarrollo de la historia. Sánchez Arévalo ha demostrado tener ideas para hacerla avanzar hasta conformar un relato emotivo y redondo. 

jueves, 12 de septiembre de 2013

Cruce de caminos

-The place beyond the pines-
de Derek Cianfrance











Justo el día que la vi en el cine, el estupendo escritor Jordi Soler publicaba un artículo sobre el pensamiento vagabundo de Montaigne (aquí) en el que parecía hablar de ella. Allí se podía leer: "Concentrado en un solo punto, Montaigne lo abarcaba absolutamente todo, nosotros, concentrados en puntos múltiples, no abarcamos casi nada".

Y esto es lo que pasa con esta película estimable y ambiciosa que acaba perdiendo su atado de mieses por no poder abarcarlo.

La cinta enlaza tres películas de distinto calado y compostura, con alguna secuencia muy brillante y grandes actuaciones. Pero al hermoso halo trágico de la primera historia con un Ryan Gosling inmenso, le sucede un sólo decente drama policíaco con Bradley Cooper de policía novato en un departamento corrupto; para concluir con los hijos de ambos cruzando de nuevo, pero ya desangeladamente, sus destinos. 

Gosling nos vuelve a regalar un personaje desgarrador y desgarrado que buscando una vida plena solo encuentra caminos tortuosos. Es un motorista de riesgo en una feria ambulante que de pronto, al volver a uno de sus puertos, se encuentra con que tiene un hijo. Su voluntad de asentarse y ejercer de padre sólo será como le dice su pareja -una desaprovechada Eva Mendes- "un bonito sueño". La realidad se encargará de pisotearlo. 
En un intento desesperado por conseguir una oportunidad, se convierte en atracador de bancos. El poli que acaba con su carrera centrará la segunda historia. El cambio de protagonista y el giro de los acontecimientos es quizás demasiado brusco, pero la visita que organizan un grupo de policías corruptos a la casa del atracador logra enhebrar muy bien las dos historias.

Hasta ahí el drama es tenso, la cámara profundiza en unos personajes con recovecos -atracador y poli, cara y cruz de una misma moneda- y quizás hubiera bastado. Pero a continuación se lanza a contarnos la carrera política del segundo y añade además un nuevo giro trasladando la acción a 15 años después. De este modo los hijos de ambos volverán a cruzarse en una relato ya forzado y anodino. El tono de la película y sus pretensiones están desajustados. El relato íntimo del fracaso, conseguido en la primera historia se desvanece en el resto del metraje. 

Tras la valiente y amarga "Blue Valentine", que supuso su debut en el largo, Cianfrance se enfrasca en una novela río que comienza impetuosa y fresca para ir amansándose hasta hacer aguas.

El plano secuencia que abre la película es potente y funciona como una declaración de intenciones. La cámara se prende de la espalda del motorista y lo sigue desde su barraca hasta la carpa  y luego a la esfera donde realiza su acrobacia. La promesa es ahondar en unos protagonistas del extrarradio de la sociedad, en sus anhelos de belleza. La cámara en mano es constante al igual que los primerísimos planos.

Habrá quien diga que Gosling repite el papel de Drive y no le faltará razón, pero eso es lo de menos. Cianfrance se aplica a retratar las intimidad de sus personajes y hay un par de face to face entre Goslig y Mendes de verdadera hondura emocional. Pero este retrato de lo íntimo casa mal cuando el relato multiplica los personajes, las vicisitudes y los años.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Utopía























de Denis Kelly




¡Qué pelotazo!
Una serie conspiranoica que empieza por la búsqueda de su llave, el manuscrito original de una novela gráfica denominada "The Utopía Experiments". Las páginas fueron creadas por un misterioso científico mientras permanecía encerrado en un manicomio. En ellas se deja entrever una conspiración mundial capaz de explicar desde el mal de las vacas locas hasta el accidente de Fukushima.

La búsqueda del segundo y secreto volumen la afrontan por un lado cuatro freaks de los comics que se conocen a través de la web, y que inopinadamente se ven involucrados en una persecución mortal. Mientras, en el otro lado, se esconde una corporación global de omnímodo poder cuyos tentáculos alcanzan a instituciones, mafias y al mismísimo gobierno. Como versos sueltos dos funcionarios de alto nivel navegan por la trama: una agente del MI5, la Sra. Mildner y un jefe del Ministerio de Sanidad británico que lucha por destapar el complot.

¿Dónde está Jessica Hyde?, es la enigmática pregunta que un criminal obeso y tarado va preguntando por ahí antes de saltarle los sesos a quien demuestre ignorancia.

La serie tiene un personalísimo ADN, muy reconocible: su impactante fotografía basada en una imposible paleta cromática de colores saturados. Esas imágenes por sí solas nos sitúan en un plano casi onírico. A ello se añade una cadencia sinuosa en el ritmo del relato que, junto a la música experimental y llena de vacíos, nos deja hipnotizados ante la pantalla.











En la turbina de acontecimientos los personajes se nos revelan con varias caras. Los secretos y motivaciones de cada uno consiguen que no confiemos en nadie. Una joven amenazada por convulsiones, un aburrido informático y un obseso del anonimato en la red están acompañados por una pareja de niños en esta intriga sin fin.


Como capitostes de la corporación Corvat, nos encontramos a los magníficos James Fox y Stephen Rea. El elenco está inspirado y te lleva en volandas por un laberinto dislocado e incierto; pero entre todos prende en tu retina el rostro embobado de Neil Maskell formulando la famosa pregunta: ¿Dónde está Jessica Hyde?

Los diversos episodios irán desplegando los dobleces que cada personaje oculta. ¿A quien llama en secreto Becky cuando los demás no la oyen?. ¿Cómo le afectará a Arby la lectura del manuscrito?. El niño Grant esconde sólo unas páginas o algo más?



















La serie consta de seis episodios adictivos como caramelos. Destila intriga en cada plano y,  a veces, una violencia descarnada. Quedará en el recuerdo la cuchara con la que sacan el ojo a uno de los protagonistas. 








La evolución de su trama resulta sumamente inquietante y alberga ideas tan seductoras como el enigmático Sr. Conejo que se vislumbra en la cúspide de esta trama o la de un complejo proyecto denominado Jano (el dios de las dos caras), que esconde un código mortífero.

La propia Jessica Hyde nos resume el fondo de la historia cuando en el segundo episodio le preguntan
"- ¿Nos vas a contar que pasa?. ¿Quien nos persigue?
- En los años setenta los soviéticos desarrollaron un programa de guerra bacteriológica llamado biopreparat. Era algo bestial, se armaron con ántrax, ébola, viruela. Todo a gran escala. Los paises de Occidente crearon una organización para combatir la amenaza, se la conocía como La Red. No tenía base en ningún país, no respondía ante nadie y se negaba su existencia, hacía lo que los gobiernos democráticos no podía hacer.  Eran unos dementes y estaban descontrolados.
- Y eso,  ¿qué tiene que ver con nosotros?
- Básicamente son los que os persiguen."















Mientras que la Sra. Mildner, en un rizo maquiavélico nos relata la historia del Sr. Conejo (Mr. Rabbit):
"Hay una historia que explica cómo adoptó ese nombre. Él formaba parte de los bajos fondos de Wan Tong y se dedicaba a enfrentar a unos con otros. A los rusos, a la CIA, a las bandas... hasta que los americanos se hartaron de él. E hicieron creer a un capo del crimen muy cruel que él era el responsable. El capo lo encontró y lo sacó de la calle a rastras pasando delante de un bloque de oficinas. Lo torturaron y para que sirviera de escarmiento el capo grabó su propio nombre en el estómago de ese hombre: Conejo. ¿Sabes cómo es el ideograma chino de Conejo, Ian? Es un montón  de líneas, un montón de cortes. A pesar de todo consiguió escapar y aunque hay quien dice que iba desarmado, mató a todos los presentes. Luego entró en el bloque de oficinas y mató a todo el que lo había visto. Para cuando hubo terminado, 265 personas en todo el mundo, en tres continentes habían perdido la vida y no quedaba ni una sola persona viva que conociera su identidad. Ese es el Sr. Conejo. Es el corazón que late en todo esto. Si descubrimos su identidad todo acabará y tú volverás a casa. "
Imprescindible.