lunes, 11 de noviembre de 2013

Y amanece la muerte

de Jim Crace











Concluyo la lectura un poco perplejo. ¿Qué ha pretendido el autor? En la primera página relata el asesinato de dos zoólogos cincuentones y en el resto de la obra conocemos su historia. Lo que ocurre es que se trata de dos vidas anodinas, muy poco estimulantes. La propuesta se centra pues en un ejercicio, el de invertir la flecha del tiempo en estas vidas segadas. 
"Iniciar su viaje cuando desembarcan y luego llevárselos de vuelta al punto de partida equivale a una forma de eternidad. Al alba, por lo menos para Joseph y Celice. Una muerte que amanece. Con toda la vida por delante.
Tal vez los doctores en zoología estuvieran fuera del tiempo, pero la memoria, el viaje de regreso, puede rescatarlos de las dunas y arroparlos de nuevo en su lecho mortuorio, todavía dueños de la habitación". pág 16
De este modo la estructura de la novela son capítulos que se alternan. Mientras que unos relatan los seis días que transcurren hasta que los cuerpos son encontrados; en los otros el reloj va atrasando la hora desde el propio crimen en las dunas hasta esa madrugada cuando se despiertan sin saber que será la última.
"Un día vivido de antemano ha huido del futuro en dirección al pasado. Los muertos han resucitado y están acostados en la cama, al amanecer de una jornada que ha invertido el curso del tiempo." pág 231
Valoro una escritura amena y precisa. La psicología de Celice está muy bien retratada, pero la novela es anticlimática. Los materiales narrativos no son despreciables; ahí están apuntados un crimen, una historia de amor demolida por los años, un sentimiento de culpa por la muerte de una compañera o la amenaza de un mal augur en los vientos de la bahía del Barítono. Pero estos aspectos sólo están apuntados, en ningún momento son el objeto de la novela.
La descripción del crimen es minuciosa, pero ni su motivación ni su investigación se afronta. El criminal importa poco o nada.
"No le sería fácil sentir rabia auténtica contra el hombre y la mujer hasta que estuviera más cerca. Entonces, empujado por algún detalle de su ropa o de su rostro, encontraría la furia necesaria para entablar el combate, para envolverlos con su energía. Cuando se mostraba violento (lo había hecho ya dos veces antes) era capaz de comportarse de modo tan franco y desenvuelto como, por ejemplo, un zorro o un grajo. O como un león. Éstos obtenían de su ferocidad un placer desinhibido. Él haría lo mismo." pág. 40
Tampoco la culpa de Celice, que rememora su primer encuentro con Joseph mientras su compañera Festa perece en un fortuito incendio. 
"Aquel fuego, aquella muerte eran culpa de él, y también de ella. La culpa la tenían el amor y la pasión. Una pasión como la de ellos, breve pero lo bastante poderosa para alterar el equilibrio del mundo natural y poner a prueba su sincronicidad. Donde hay sexo hay muerte." pág. 171

Uno de los aspectos más palpitantes de la novela son las meticulosas descripciones. Es notorio que Joseph está suscrito a la revista Entomología. Del mismo modo la personalidad de ambos zoólogos es científica, por lo que muchos capítulos adquieren la textura de un Cuaderno de Campo. Del crimen se nos relata cada golpe y cada hueso al quebrar, el fluir de los líquidos y la postura de cada miembro. Asimismo de la descomposición y las tareas que cada bichito necrófago afronta. Parece como que la zoóloga haya convertido el relato en su clase.
"Tendréis que tragaros dos palabras largas -decía Celice, al tiempo que escribía SENESCENCIA y TANATOLOGÍA en la pizarra. El envejecimiento natural. El estudio de la muerte-. La senescencia es el camino por el cual transcurre la existencia de la mayoría de los seres vivos. Incluidos nosotros." pág 54
El criminal no importa. El asesinato es como un accidente. Se nos invita a intuir que la propia vida es un accidente. Ése es el karma de la novela. El mejor resumen, quizás, sea la página donde Joseph y Celice se enfrentan a los vientos cantarines de la Bahía del Barítono. Han vuelto allí a rememorar su primer encuentro. Conocen sus malos augurios. Quien oiga el cántico del viento sobre la arena será acechado por la muerte. Pero son científicos. A la sabiduría popular que atribuye al rocío predicción de buen tiempo o al nogal fecundo un anticipo de invierno duro, siempre antepondrán una realidad mostrenca.
"la Tierra no es visionaria y no hay que echarle la culpa del futuro. Mira siempre hacia atrás, igual que harían los amantes durante los largos años previos a la muerte, a su agonía en aquel preciso lugar, antes de que se les exigiera un alto precio por su nostalgia. Lo que moldea el mundo es el pasado, el futuro no está en él. Así pues, un rocío abundante sólo indicará que el cielo ha estado claro y se han dado unas condiciones favorables para que se deposite. La superabundancia de nueces de savia no indica otra cosa que la primavera y el verano precedentes fueron propicios para los juglans suca. Y lo mismo sucede con las dunas salinas que cantan. No predicen las desgracias del mundo, se limitan a decir: "Se dan las condiciones correctas para cantar." pág. 208-9

Bien escrito y armado el libro; pero con un interés leve. 

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