martes, 4 de junio de 2013

Black Mirror T2
















de Charlie Brooker

Segunda Temporada de la rompedora serie Black Mirror. Es cierto que falta el impacto de la sorpresa que supuso su aparición, pero también que no decae el cinismo y el descaro con que hurga en nuestras miserias. Cada temporada consta sólo de tres capítulos independientes y parece claro,  por el paralelismo de ambas, que  Charlie Brooker tiene puesto en el punto de mira no solo nuestra obsesión por la tecnología, sino también la obscenidad de los realitys que tanto abundan y la política en su versión más irreverente y rastrera.

El primero  se titula Ahora mismo vuelvo (Be Right Back) y el futuro al que nos acerca es al de los replicantes. Una mujer no puede superar la pérdida de su marido y encarga una réplica. Ya apunté que esta idea aparece en uno de los estupendos relatos del libro Una edad difícil, de Anna Starobinets. Sin embargo hay una diferencia sustancial y provocadora. El marido era adicto a las redes sociales donde ha dejado grabado su ADN en forma de fotos, opiniones, gustos, mensajes etc. Con esta información construyen su réplica. A través primero de sms, luego de conversaciones telefónicas donde el programa se va afinando y finalmente en carne y hueso, la mujer recupera a su marido. La soledad entonces será más ruidosa que nunca. 

El segundo es Oso Blanco (White Bear) y tiene su origen en la anterior serie que concibió Charlie Brooker, Dead Set (2008). Allí se centraba en el ambiente claustrofóbico de la casa televisiva del "Gran Hermano" atacada por zombies. Según cuenta él mismo, en aquel rodaje tenía lugar una escena donde uno de los actores era perseguido por un muerto viviente. Algunas personas de las que veían el rodaje se pusieron a grabarlo con sus móviles y al director este hecho le provocó una extrañeza. Le pareció que toda esa gente pasiva y grabando era más terrorífica que la escena en que alguien iba a ser asesinado.
Y ese es el nudo de este agobiante capítulo. Una persona se despierta en una habitación. No recuerda nada. Mira por la ventana y ve que desde la casa de enfrente los vecinos la están grabando. Sale a la calle y se cruza con gente que la enfocan con su móvil. 
La angustia de este universo volcado en grabarte es inconmensurable. La sociedad dedicada al voyerismo, la violación impotente de nuestra intimidad. 
Dado que los parques, las gasolineras y los supermercados son parte de un inmenso parque de atracciones, están previstos asaltos, intentos de secuestro y persecuciones para animar el cotarro.


El tercero es El Momento Waldo  (The Waldo Moment). Si en la primera temporada un primer ministro era forzado a copular con un cerdo, aquí el disparo apunta más alto. Waldo es un dibujo animado deslenguado y pendenciero. Participa en shows y debates televisivos en base a un humor gamberro y provocativo. Hasta que el productor y el guionista se percatan de su potencial: el enfrentamiento con un político tiene tal impacto mediático que lo presentan a las elecciones de distrito. La voz de los que nadie escucha, la verdad sin tapujos se promete. 

A través de una pantalla que recorre las calles sus soflamas calan en la masa, la indignación y el desapego de la gente con sus políticos (¡Ahi va, esto me suena!) encuentran su canal de expresión. Algunos han visto en la corrosión de este dibujo azul al mismísimo Beppe Grillo, también humorista y asimismo alzado a lomos de la indignación popular. 
Pero ese impacto resulta fácilmente controlable. Sólo es una máscara y se la apropia la CIA. Ladinamente es convertida en un poderoso instrumento de control. El giro final del capítulo es desolador. Waldo se ha convertido en el salvapatrias de turno, su poder es omnímodo. Por la ciudad desastrada se multiplican las pantallas de un inadvertido Gran Hermano mientras el inocente guionista deambula miserablemente por las calles.

La serie aúna perfectamente esas dos variables tan difíciles de conjugar: entretener y provocar reflexión.  En algunos aspectos resulta escalofriante, tanto más cuanto más cercano percibimos este terrible futuro.

Brillante.

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