sábado, 4 de mayo de 2013

LAS SESIONES - de Ben Lewin







La vida es de los valientes.-


Entrañable y cargada de humanidad, esta película nos acerca a Mark O´Brien, un enfermo inmovilizado por la poliomielitis, que sólo puede mover la cabeza y que, a excepción de unas pocas horas al día, vive prisionero en un pulmón de acero.

No se trata de una historia de superación. En unas breves notas iniciales le vemos acudir a la Universidad en su camilla motorizada y graduarse en Literatura Inglesa. Ya está. Él es poeta y periodista y lo que interesa surge precisamente del encargo de un artículo sobre la sexualidad y los discapacitados. Ahí cristaliza su anhelo más íntimo. Tiene 38 años y no ha tenido ninguna experiencia amorosa, ni emocional ni sexual. El artículo que publicó finalmente, "On seeing a sexual surrogate" (Viendo a una sustituta sexual), es la base del guión. Cuando Mark habla su voz va muriendo al final de cada frase, sin aliento. Vive acostado boca arriba permanentemente. Escribe con la boca ayudándose de una varita. 
"En 1983, escribí un artículo acerca de las personas con discapacidad y el sexo. Al entrevistar a los hombres y mujeres sexualmente activos, me sentí eliminado; como si yo fuera un antropólogo que entrevistara a cazatalentos, mientras trata de mantener una postura neutral, propia de un científico social. Siendo yo mismo discapacitado, pero también virgen, envidiaba a estas personas ferozmente. Me tomó años descubrir que lo que me separaba de ellos era el miedo –el miedo al otro, miedo a tomar decisiones, miedo a mi propia sexualidad, y un miedo insuperable de mis padres. A pesar de que ya no vivía con ellos, o seguía viviendo con un sentido implacable de su presencia, su desaprobación sobre la sexualidad en general se sumaba a la mía en particular. En mi imaginación, parecían tener una extraña habilidad para saber lo que estaba pensando, y estaban dispuestos a castigarme por cualquier mala conducta.


Cada vez que tenía sentimientos o pensamientos sexuales, me sentía acusado y culpable. Nadie en mi familia había discutido nunca sobre sexo. La actitud que aprendí es que la gente educada nunca pensaba en el sexo. Yo no conocía a nadie fuera de mi familia por lo que este código me afectó fuertemente, convenciéndome de que la gente debe emular la asexualidad saludable de Barbie y Ken, que debemos comportarnos como si no tuviéramos nada “ahí abajo”.
Era un hombre de treinta años y todavía me sentía avergonzado de mi sexualidad. Me mortifico cuando me excito durante el baño que me hacen en la cama. Yo no quería hablar con mis asistentes acerca de los orgasmos que tenía entonces, por la profunda vergüenza que sentía. Me imaginaba que ellos también me odiaban por estar tan excitado.
Yo quería ser amado. Quería ser acariciado y valorado. Pero me odiaba a mi mismo y el miedo era demasiado intenso.
Dudaba que mereciese ser amado. Mis sentimientos sexuales frustrados parecían ser sólo otra maldición que me infligía un Dios cruel."












La alusión divina no es baladí. Mark es católico y practicante. Mantiene una estrecha relación con su párroco con quien comparte dudas, vivencias y pensamientos. Cuando se dispone a cruzar la frontera de su virginidad contratando a  una terapeuta sexual, Sheryl (Helen Hunt), lo contrasta con el cura. Este es el meollo de la película. A través de un montaje en paralelo asistiremos a las sesiones con su terapeuta y también al pormenorizado relato que le hace al cura. Desconocimiento del cuerpo, sentimiento de culpabilidad, intromisión de los padres, religiosidad represora. A todos estos vados se enfrentará Mark, valiente y desarmado: "estaba seguro de que alguien no familiarizado con mi enfermedad se horrorizaría al ver mi cuerpo pálido y escuálido, mi columna y mi cuello torcidos, los marcados huesos del tórax..."

Toda la cinta está iluminada por una naturalidad inmensa. La terapia tiene un plan estricto, 6 sesiones para el conocimiento y exploración del cuerpo, las formas y modos de la relación sexual. Los diálogos y los planos miran de frente este aprendizaje. La textura del relato es diáfana. Los miedos de Mark, la necesidad de las relaciones sexuales como forma de realizarse plenamente, el humor con que Mark afronta todo en su vida tiñe las escenas de una emoción y una profundidad inusitada. 

El director y guionista del film también sufrió polio de pequeño, aunque recuperó la movilidad de la parte superior de su cuerpo. Los diálogos y las escenas poseen un franqueza desarmante. Su enfoque es ponernos en el lugar de Mark. A la vez que se interpela a sí mismo, está interpelando al cura y a la terapeuta; nos está interpela a nosotros, espectadores. Y por eso reaccionamos. Al cura le pide permiso para su entrenamiento sexual y también en un momento dado un simple abrazo. A la terapeuta le pide emoción. A nosotros nos expone su actitud ante la vida...y la muerte. En sus conversaciones siempre logra hacer reír a sus asistentes, tiene un gran sentido del humor. Después de contratar a la terapeuta, mira hacia la imagen de la Virgen y dice "Virgen Santísima, ¿ejercicios de conciencia del cuerpo? Qué será eso". Minutos antes de su primera sesión está aterrorizado y quiere huir. En las dos primeras  eyacula prácticamente al primer contacto. El miedo y la frustración le atenazan.

Las interpretaciones de John Hawkes y de Helen Hunt son maravillosas. Si el reto de un actor es transmitir verosimilitud y emoción, lo consiguen a raudales. Ambos desnudan ante nosotros la intimidad de su cuerpo y su alma. William H. Macy es un secundario de lujo. No sé si podría haber tenido un poco más de recorrido, pero estando ahí en segundo plano, prestando refugio y apoyo no es moco de pavo. 

 Película valiente, desinhibida y veraz.

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