viernes, 17 de mayo de 2013

La mula

de Michael Radford


No dejo de leer por todas partes que si el director abandonó el proyecto cuatro días antes de concluir el rodaje, que si el acento de Jaén de los actores más parece de Vallecas, que si el montaje es confuso, que si otra historia de la guerra civil, que si los nacionales o los rojos.....

Demasiado ruido y todo ajeno a la película. Decía Fellini que el espectador ha de acudir a la sala con la mente en blanco. Y qué gran verdad es.

Vista la película he de decir que me gusta y la encuentro muy estimable. La historia, que procede de una novela de Juan Eslava Galán, sabe lo que quiere contar y se centra en ello, la dirección es más que correcta, las escenas bélicas con carros de combate y explosiones son convincentes y sobre todo, sobre todo, sobre todo, la película se encarama a los hombros de Mario Casas que está enorme. 

Juan Castro es un cabo acemilero del ejército nacional que en la confusión de la refriega logra hacerse con una mula del bando contrario. La bautiza como Valentina y junto a su inseparable amigo,  El Chato (Secun de la Rosa), vadearán los últimos meses de la contienda con el objetivo de sobrevivir y regresar los tres juntos a la dura vida del cortijo.
El pobre cabo es hombre sencillo y noble. En esos meses tendrá una relación de ida y vuelta con una joven (María Valverde) y se convertirá en un héroe inusitado al capturar un pelotón de republicanos que simplemente buscaban salvar el pellejo. 

La película es tanto drama como comedia (tiene tres momentos realmente hilarantes) y aporta una historia muy humana y emotiva en el contexto de la guerra civil. Acierta plenamente al dejar el conflicto como un simple escenario de fondo y centrarse en el desarrollo dramático de la personalidad del mulero. Su mirada, casi siempre inocente, recorrerá los días de una experiencia terrible que acabará forjando su personalidad.

Mario Casas soporta el peso entero de la película y nos demuestra que es un actor de talla mayor. Muy metido en su papel, nos ofrece un recital interpretativo. Sabe mostrarse humilde sin sosería, sensible sin caer en el ridículo y sobre todo aporta una insólita densidad dramática.

Hay dos escenas de gran fuerza. Una es la conversación con El Churri, compañero del pueblo al que considera su hermano y que sirve en las filas republicanas. De él escuchará la historia del castor y el cazador -resumen de la metáfora de la película-, y que supondrá para el cabo su camino de Damasco. Otra es un momento de reflexión acariciando el testuz de la mula. Acaba de concluir la guerra y de morir ejecutado El Churri, la separación de la mula es inminente y Juan Castro se sincera de un modo conmovedor. 

El escritor Juan Eslava Galán utilizó la historia de su propio padre, acemilero del bando nacional en el frente de Peñarroya (Córdoba), para escribir la novela. Según ha declarado, quería reflejar a la "gente sencilla, desprovista de ideología" y que de pronto se encuentran atrapados en una confrontación civil. Esto se manifiesta en la amistad de Juan Castro con El Churri, que se mantiene sincera por encima de los bandos, y en el perfil humanista del alférez provisional al que sirve. Buena.

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