miércoles, 10 de abril de 2013

Un hombre al margen

-Off the Wall-
de Marc Behm







Espléndida novela negra atravesada por ramalazos de locura que cuenta con un personaje antológico: una especie de autista que deambula inadaptado por el mundo, buscando su sintonía.

Patrick tenía 13 años cuando murieron sus padres. Desde entonces siempre ha estado solo. Heredó un taller en el que pisa muy poco y depende de dos mujeres, Ofelia, una inmigrante ilegal que le sirve de asistenta y Nancy, la contable que le lleva el negocio, una wagneriana empedernida amante del Anillo de los Nibelungos y de él mismo en su alborear sexual.

Patrick tiene dificultades para relacionarse con los demás, sufre insomnio  y practica vehementemente la ensoñación de encarnar al héroe de los libros que lee. El relato comienza una típica noche suya de confusión y desvelo. Cuando sale a la calle se tropieza con el cadáver de la cuarta víctima de El Carnicero. Como de costumbre está descuartizada. Por eso mismo el barrio donde vive Patrick Nelson es conocido como El Matadero.

La novela tiene un desarrollo bipolar. Los capítulos donde conocemos las andanzas de Patrick y los crímenes de El Carnicero se alternan con los "Del diario africano de Patrick Nelson, explorador americano", donde nuestro protagonista dirige una expedición en busca de la mitológica ciudad de Ophir, trasunto del último libro que ha leído, "Las ciudades perdidas de África".
"-Por supuesto que existió.
 -Pero nadie sabe dónde estaba. En Arabia o Etiopía. La Biblia la menciona, I Reyes, 10:11. Era una ciudad minera. Allí descubrió el Rey Salomón su oro y sus piedras preciosas."
La narración abunda en nieblas mentales que nos hacen dudar de la veracidad de lo relatado e incluso de la salud mental de Patrick. Aunque redactado en tercera persona, en muchas ocasiones se confunde con una caótica primera.
"Jenny ya estaba allí, en la mesa al fondo, vigilando la entrada. Le saludó con la mano.
Sin darse cuenta, Patrick ya se estaba sentando ante ella. No sabía cómo se las había arreglado para recorrer la distancia que separaba la puerta de esa mesa sin darse de narices contra el suelo, pero el hecho es que allí estaba.
El local parecía oscilar hacia un lado, y la fuerza de la gravedad tiraba de Patrick hacia el suelo. Éste resistió, inclinándose con todas sus fuerzas en la dirección opuesta. ¡Dios bendito! ¡Qué calvario! En otra mesa, alguien se estaba riendo disimuladamente. ¿De él? ¿Había hecho algo extravagante -como levitar- o había plantado el codo en los canalones? ¿Canelones? ¿Había pedido eso? Debía de haberlo hecho. Tenía un plato de canelones ante él, y Patrick Nelson los estaba devorando." pág. 100

Los crímenes de El Carnicero son como un escenario, al igual que la aventura en África. Ciertos aspectos del territorio negro nos revelan  el inconsciente de un Patrick Nelson que centellea frágil y desarraigado, sin relaciones ni habilidades sociales; pero con una vida interior tumultuosa y atento obsesivamente a los detalles. En su ansia por conocer a la detective que lleva el caso, abandona su carnet cerca del escenario de uno de los crímenes.  

La intriga está muy lograda. En las noches en que El Carnicero acecha, la cigarras enmudecen. Patrick nos delata esta circunstancia y su sola mención nos alerta. A través de su confusión mental, sus tropiezos insomnes con los cadáveres e incluso con el propio Carnicero nos conducirá a un final terrible.

El estilo es agilísimo. La lectura vuela. Hay abundancia de diálogos, las reflexiones son cortas y lacerantes. Los capítulos muy breves. La novela discurre como la mente de Patrick, rápida y a saltos. Magnífica.

Los capítulos de África constituyen por sí mismos una novela de aventuras al estilo de Edgar Rice Burroughs. En ellos encontramos un relato memorable. La expedición en busca de la fabulosa ciudad de Ophir parte del lago Kilwa-kisiwani, hacia el norte, girando después hacia el oeste. El viaje constituye una pesadilla de penalidades y muerte. Arañas asesinas, cocodrilos, hormigas gigantes, murciélagos y arenas movedizas diezman la expedición. Patrick arriba por fin solo y extenuado a las coordenadas de Ophir, un escuálido poblacho. Allí logra hablar con el brujo Oing-Juju.

"No había oído hablar de Ophir jamás, pero me contó una historia absolutamente extraordinaria. Según la mitología glog existía un lugar muy parecido, muy lejos, yendo primero en dirección sur y girando después hacia el este. Me dejó desconcertado. ¿Hacia el sur? ¿Y después hacia el este? ¿Por dónde yo había venido? Le aseguré que allí no había nada de lo que él decía, y le expliqué que yo conocía muy bien esas regiones. Él no me creyó. Más allá del río sin nombre, me contó, más allá de la región de las ciénagas, y de los murciélagos y las abejas, más allá de los melocotoneros de las arañas, siguiendo más y más adelante, cruzada la tierra de los troncos y los dominios del rey luchador y la isla de las mujeres que barren, allí tenía que haber -eso se decía- un profundo foso lleno de feroces reptiles de cuatro patas que custodian una mítica ciudad situada a la orilla de un lago azul; un lago tan grande que, en comparación, todas las restantes concentraciones de agua de África eran simples charcos. Ese lago y esa ciudad recibían el nombre de "El Hogar de la Bienaventurada Felicidad".
¡Cielo santo! ¡Bendita sea mi alma!
Ese hombre estaba hablando del río Cocodrilo, de Port Kilwa-Kisiwani y del océano Índico.
Cuando se lo comenté, Oing-Juju se limitó a sonreír.
-La expedición del destino -sentenció- no tiene un rumbo fijo, tan sólo un destino."  pág. 125.


Marc Behm es un autor muy particular, bastante desconocido a pesar de su enorme calidad.  La ternura siempre está presente en sus novelas junto a crímenes horrendos y numerosos. Nacido en New Jersey, acabó viviendo largo tiempo en París. Murió en un pueblecito de Francia en 2007. Es habitual que sus personajes lean novelas clásicas como Moby Dick o las hermanas Bronté y vayan a menudo al cine. Patrick Nelson suele acudir a sesiones dobles, en una de ellas ve Historia de un detective y La noche del cazador. Él mismo fue guionista junto a Peter Stone de la deliciosa Charada de Stanley Donen: una sofisticada intriga con toques de comedia de altura, interpretada por Audrey Hepburn, Cary Grant y Walter Matthau.
La mirada del espectador y la presente son dos obras extraordinarias.

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