domingo, 21 de abril de 2013

Tierra Prometida

-Promised Land-
de Gus van Sant




El cine norteamericano atesora una fecunda tradición de cine denuncia. Más variada sin duda que la del cine europeo. Allí no son pocas las películas que enfrentan el abuso de las grandes corporaciones (como ésta), los mecanismos de las sectas, conspiraciones varias, peligros nucleares y hasta el belicismo o el secretismo gubernamental.

Soy particularmente admirador de esta salubridad cultural y democrática.
Tierra Prometida nos lleva hasta una remota comunidad rural  cuyas enormes granjas subsisten en medio de grandes dificultades. Sin embargo el subsuelo almacena valiosas bolsas de gas, por lo que una multinacional se plantea su explotación. Steve Butler (Matt Damon) y Sue (Frances Mc Dormand) son sus puntas de lanza para negociar con cada finca y entrar a saco a por los yacimientos. 

El debate está -como siempre- entre preservar el medio ambiente o recoger un dinero fácil y goloso. La técnica de extracción es el fracking, que consiste en inyectar a presión agua, arena y productos químicos. Sus efectos secundarios son el envenenamiento del subsuelo y las aguas. El director nos muestra una comunidad agobiada por la crisis, pero en cierto modo idílica. Hombre y naturaleza en armonía, ofreciendo un sustento casi moral a sus vidas.














La música y los paisajes nos inclinan a una contemplación bucólica. Steve se encargará de resaltar el contraste con la dura realidad. "Este pueblo, esta vida, se muere. Todos lo veis venir pero nadie se quita de en medio, ¿por orgullo?"

La película es sencilla, está bien contada y expone los problemas; pero resulta demasiado amable. Se centra sobre todo en las artimañas de la corporación para adueñarse del botín. Lo primero que hacen Steve y Sue es mimetizarse (se compran camisas de franela y botas), sacar a relucir sus orígenes rurales y subrayar los beneficios del dinero para que sus hijos vayan a la Universidad, etc. Cuando empiezan a descubrir algunas reticencias incluso montan una feria con juegos, concursos y barbacoas.

Descuida sin embargo la tensión dramática. Desaprovecha a un grupo de grandes secundarios cuyas intervenciones son casi intrascendentes. No hurga en las motivaciones o dramas de personajes tan esenciales como el político local (que espera un apetitoso soborno) o la maestra o el dueño de la tienda de armas que tontea con Sue. Demasiado convencionalmente y con cuatro frases solventa la del viejo profesor de instituto que argumenta su negativa, y la del granjero que ha recogido al hijo de su hermano, muerto en Iraq.

Todo el elenco destila naturalidad, el gran Hal Holbrook como viejo profesor, Titus Welliver (Deadwood y The Good Wife), Scoot McNairy (Mátalos lentamente) y Rosemarie DeWitt, como la profesora de infantil.  Pero la función pende de un Matt Damon muy creíble en su papel. Dos planos sellan su recorrido moral: con la cámara bajo el agua vemos su rostro rizarse justo antes de sumergirlo para lavarse. El director coloca este plano al principio cuando va a desembarcar en el pueblo y al final, cuando va a enfrentar la votación de los granjeros.

Damon es el productor y firma el guión junto a John Krasinski, famoso por la serie The Office, que a su vez interpreta a Dustin, un activista medioambiental. La historia original es del escritor David Eggers.

La jugarreta final de la multinacional supone un giro que demuestra hasta dónde son capaces de llegar y agita el desarrollo bastante laxo de la cinta. Aunque no falta algún diálogo afilado. Un Steve contrariado expone sus ideas en el bar: las prospecciones os traerán el dinero jódete. Cuando os llegue un mal año podréis decir jódete. Cuando el banco os venga a embargar, podréis decir jódete. "Decir jódete es la máxima libertad", concluye rendido al más puro capitalismo y olvidando sus efectos secundarios.

P.D. Los problemas derivados de la técnica del fracking no son mera ficción o exclusivos de EEUU. Hace solo unas semanas el Parlamento de Cantabria aprobó por unanimidad una ley que la prohíbe, convirtiéndose así en la Comunidad pionera en España. También lo han hecho países como Francia, Bulgaria y regiones de Alemania o Canadá.

Recordemos que los productos químicos son inyectados a presión con el fin de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso. Al realizarse las perforaciones todos estos componentes se liberan por el subsuelo, envenenando las aguas, los pastos, etc. En la película, el ecologista Dustin lo expone muy gráficamente a los alumnos de la escuela local.

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