sábado, 16 de marzo de 2013

Oz, un mundo de fantasía

-Oz, the great and powerful-
de  Sam Raimi


Un frase recorre las redacciones cinéfilas: si no sabes hacerlo bien, hazlo en 3D. Pero aquí no es el caso. La película está justita pero bien, el director contrastado, la historia tiene el encanto de la fantasía, pero entonces ¿por qué la insatisfacción cuando la has visto?

¿Hay sentido de la aventura? Muy poquito.
¿Hay misterio o intriga? Apenas.
¿Nos ofrece el hechizo de la fantasía? De un modo somero.

Juguemos a averiguar por qué. 
Oscar Diggs es un mago de feria ambulante. Malvive dando tumbos por Kansas mientra sueña con llegar a ser un gran hombre. Huyendo de uno de sus enredos, el globo es absorbido por un tornado y trasladado a Oz, un mundo de fantasía con tres brujas y una profecía: la llegada de un mago grande y poderoso resolverá los problemas de la Ciudad Esmeralda.

Como precuela del clásico rodado por Victor Flemming en 1939 no aporta prácticamente nada nuevo. Lo que empieza siendo un homenaje al original con la introducción en blanco y negro y formato 4:3, acaba siendo una simple copia -pero sin ángel- de su estructura narrativa: juntar un grupo de amigos que transitan por el camino de baldosas amarillas.

El hilo narrativo de quién es Oz y cómo llegó al Mundo de Fantasía está bien hilvanado. Se trata de un mago charlatán con sueños de grandeza y finalmente sus trucos ayudarán a liberar ese mundo. Pero lo que con Dorothy era un sueño para ser mejor (coraje en el león, corazón en el hombre-hojalata y cerebro en el espantapájaros), aquí es una simple búsqueda de oportunidades, al mejor estilo americano. 
Creo, además, que James Franco (secundario en los tres spidermans de Raimi) es más adecuado para personajes atormentados que para un tarambana y simpático calavera como se requería aquí. Si es verdad que Robert Downey Jr. y Johnny Depp rondaron el papel, hubiesen sido una mejor elección. 

Si comparamos la llegada a Oz por parte de Dorothy con la del mago que nos ocupa, podremos apreciar las diferencias de concepto. En la clásica, encontramos la gracia de la niña y el misterio de un mundo en el cada aventura y personaje no lo agotaba. En la película de Raimi, que parece fiarlo todo a unos paisajes y unos efectos digitales brillantísimos (a veces hasta demasiado brillantes), en el primer encuentro con Theodora (Mila Kunis) ya está todo el mundo descrito y asumido. No hay más misterio y mucho menos gracia.

La malvada y sus mandriles voladores apenas tiene incidencia y resulta demasiado plana. La admirable Rachel Weisz (Evanora) carece aquí de maldad y sutileza. El director pierde una oportunidad magnífica de aportar oscuridad al relato en la secuencia del ataque a la ciudad de porcelana, que está resuelta con simpleza.
Tampoco el mono ni la muñequita de porcelana aportan nada como acompañantes de nuestro héroe; todo lo contrario de lo que pasaba con los compañeros de Dorothy.

Resulta atractiva la idea de que aquella odiosa Bruja del Oeste,  fueran en origen tres. La insidiosa Evanora, que se presenta como abnegada regente de Oz en compañía de Theodora y Glinda que parece condenada al ostracismo. El vuelco que posteriormente se da a esta situación es atractivo, pero lamentablemente relatado sin tensión alguna. Como prueba, la escena en que Oscar acecha a Glinda (Michelle Williams) para robarle su varita mágica y destruirla, es inconsistente y hasta sosa.

Mejoran las sensaciones en el desenlace. El mago recuenta su ejército y descubre panaderos, herreros, costureras y cantantes muy alegres. Se impone tirar de ingenio. Si no hay ejército al menos ha de parecerlo y su magia parece la adecuada. Ante la batalla final, el mago se prepara para huir con su botín de oro. Al fin, el sentido aventurero asoma levemente y el círculo se cierra sobre el gran mago que actúa escondido tras unas cortinas. 

Se ve, pero sin entusiasmo. De magia, sólo algún destello. Y encima le falta una canción tan maravillosa como Somewhere over the rainbow.

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