jueves, 21 de febrero de 2013

Route Irish

de Ken Loach


Comienza como una drama de los soldados que vuelven del frente de Irak para ir derivando hacia un thriller puro y seco. Los famosos contratistas de la guerra  campan a sus anchas y están dispuestos a tapar sus desmanes como sea con tal de proteger su gallina de los huevos de oro.

Fergus es un miembro de las fuerzas de élite del Reino Unido que ha vuelto "tocado" de la guerra de Irak. Pero su amigo Frankie necesita dinero y trabajo. Juntos vuelven a Bagdad, ciudad que la guerra ha inundado de millones de dolares. En Septiembre de 2.007, Frankie muere en la "ruta irlandesa", la carretera más peligrosa del mundo. 
De vuelta a Liverpool, Fergus se encuentra en un pozo de autodestrucción. Rechaza la explicación oficial y busca lo que ocurrió de verdad. Poco a poco descubrirá los entresijos y negocios oscuros de la guerra. El teléfono de Frankie esconde un secreto que se quiere tapar. A su alrededor se monta toda una intriga detectivesca.


















La crítica oficial ha tratado injustamente y con condescendencia a esta película; pero a mí me resulta convincente. Con una sobriedad que algunos han tildado equivocadamente de pusilánime,  desarrolla una trama minuto a minuto es más inquietante. La denuncia de la guerra como un negocio está perfectamente trabada con el formato de thriller.

Ken Loach no se anda con remilgos a la hora de retratar la barbarie. Algunos flashback sobre el terreno y las pesadillas de Fergus, nos relatan esa guerra pública sostenida para el negocio privado: "vi una vez a una niña a la que su abuelo sacó de los escombros, llevaba una camiseta de color lila, su pierna izquierda colgaba de un tendón, tenía el pie destrozado,....me señala con el dedo cuando intento dormir", dice Fergus.

En consonancia con otro gran acercamiento al drama bélico, El Valle de Elah, las dos miran a la guerra y nos devuelven la mirada a nosotros, espectadores. Indagan el modo de afrontar las atrocidades rebotando entre nuestros propios prejuicios hasta hacer que lo más evidente se nos vuelva en contra. En El Valle de Elah, el padre que busca el sentido de la muerte de su hijo, descubre más de lo que esperaba. En Route Irish también nuestra mirada acusadora al personaje más belicoso no sale bien parada.


Creo que Loach ha conseguido un film terso, sincero y necesario. Cuando vemos bien trajeados a los tiburones de las contratas (¿por qué ya no se denominan mercenarios?) en un lujoso hotel de Londres, lejos del horror, moviendo los hilos y destrozando vidas para enriquecerse, no podemos más que asentir cuando Fergus reconoce, "hemos sido unos hijos de puta criminales y avariciosos".

La narración es impecable de la mano de este combativo director y su guionista habitual Paul Laverty, que además cuenta con la fotografía de Chris Menges, premiado con sendos oscars por Los gritos del silencio (The killing fields)  y La Misión.

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