sábado, 23 de febrero de 2013

El Atlas de las nubes



-Cloud Atlas-
de Wachowski Bros. y Tom Tykwer



No lo han conseguido. 
A pesar de las críticas adversas fui a ver la película. Pensé que quizás habría desajustes en la trama o fallos en el tono, pero que encontraría algún momento mágico dado el enorme empeño de una obra que apuntaba a la Vida y a la Humanidad. No ha sido así.

Las seis historias que en un imposible montaje en paralelo conocemos son bastante inocuas. Registran sólo retazos de aventura y muy poquita emoción. 

En el siglo XIX un negro huye y se esconde en un barco mercante. Allí un abogado que le ayuda a sobrevivir. A principios del XX un joven músico y homosexual se emplea con un viejo compositor. De su relación surgirá una obra maestra, "el atlas de las nubes", pero también una tragedia.

 En los años setenta del siglo pasado, una reportera se topa con una conspiración que afecta a la energía nuclear. Por supuesto la multinacional de turno intentará hacer desaparecer toda prueba. (Recuerda a los clásicos Los tres días del cóndorThe parallax view). En la actualidad, un editor arruinado es ingresado en un asilo carcelario por su hermano, junto con otros tres ancianos intentará huir. En 2144 Nueva-Seúl es una sociedad superjerarquizada bajo la dictadura de la Unanimidad. Su economía se basa en los clones que fabrican para ser sirvientes. Soterradamente se fragua una revolución. (Recuerda a La Fuga de Logan y Soylent Green -incluso en una escena alguien grita "¡nos alimentan con nuestros propios cuerpos!"-).


Sin remedio las historias no alcanzan a hilvanarse. Comparten temas como la vida y la muerte o la libertad, pero no existe un hilo que las trence, sea en forma de idea, personaje u objeto. 

El autor de la novela en que se basa la película, David Mitchell, contó su génesis. "La estructura fue lo primero en que pensé. Se trataba de una especie de experimento de viabilidad para ver si se podía escribir un libro con una estructura de seis muñecas rusas, una dentro de otra, accediendo a través de su ombligo a la columna vertebral." En la película no hay columna.

La rebelión de Somni-451 se inspira en una película sobre la insurrección del viejo editor (Jim Broadbent). A su vez Somni quedará fijada como deidad en los siglos postapocalípticos. También las cartas del joven músico aparecen en el episodio de la  conspiración. Pero este entramado es muy tenue. La columna detrás de los seis ombligos no aparece y lo que es peor, el misterio o la intriga tampoco. 

Quizás se trata de un enorme error de cálculo si de verdad han fiado toda la famosa conexión, al hecho de que sea el mismo actor/actriz el que aparece detrás de distintos personajes. Porque que sea Tom Hanks quien represente al doctor en el barco del esclavo o al dueño del hotel del joven músico o al científico que ayuda a destapar la conspiración nuclear es irrelevante para el personaje y para la historia en sí. 

El montaje en paralelo pretende ofrecernos unidad o cuando menos simultaneidad en la concepción filosófica; por contra nos resulta arbitrario. Los actores desdoblados no aportan nada y en ocasiones rozan el absurdo; como Hugo Weaving en el papel de enfermera del asilo o Doona Bae (Somni) en el papel de mujer sureña.

Comienza la película con un anciano pastor del siglo XXIV invitándonos a sumergirnos en la corriente cósmica de la vida, y la concluye él mismo señalando la posición de la Tierra en su firmamento. Se supone que entre medias hemos asistido al relato mítico o legendario de la evolución de la vida, pero no. En ningún momento hay una película, sino una colección de episodios, la mitad de ellos anodinos. 

Tampoco las ideas filosóficas son de altura. Todo está conectado. Nuestra vida no nos pertenece. Somos lo que decimos y hacemos. 


Todo ello lastra definitivamente la película, a pesar de unas buenas interpretaciones y un gran trabajo de ambientación.

El quid de la película no estaba en las tramas, por ello hasta las más interesantes sólo quedan apuntadas. La chispa de la creación musical entre un compositor agostado y un joven tumultuoso y la rebelión de los clones convertidos en pseudomáquinas son las que más me han gustado. 

La trascendencia es rara y peligrosa en el cine. 2001 Una odisea espacial de Kubrick o El árbol de la vida de Malick lo consiguen. The Fountain de Aronofsky, alterna momentos muy brillantes con otros simplemente pretenciosos. La que hoy nos ocupa evidentemente, no lo ha conseguido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.