lunes, 24 de diciembre de 2012

El hobbit

de Peter Jackson 


Jackson ha vuelto a la Tierra Media para hacer una gran película. Las leyendas, la épica, las batallas tienen el excelente nivel que ya vimos en El Señor de los Anillos. Pero también hay que decir que este hobbit está un escalón por debajo de la famosa trilogía y todo por culpa del departamento de Marketing y Ventas. 

Frases del director como "con un presupuesto de cien millones no puede decirse que uno sea muy independiente", o, sacar una trilogía de una novela de 250 páginas no es problema, "tenemos 120 páginas de notas adicionales de Tolkien"; nos ayudan a intuir que en esta nueva trilogía hay tanto de negocio como de cine. Hay partes demasiado alargadas que parecen capítulos de una lujosa miniserie: la reunión inicial de los enanos en casa de Bilbo, la escena de Bilbo con Gollum intercambiando adivinanzas o el encuentro con los tres trolls que además es una de las escenas más flojas de toda la película. 


Pero todo ello no es óbice para que la película me guste y encuentre pasmoso su diseño de producción. Es evidente que no hay muchos momentos tan intensos como el relato de la epopeya de Thorin cuando se ganó el sobrenombre de Escudo de Roble (Oakenshield) o la ocupación del reino de los enanos por el dragón Smaug -cuya figura nos es escamoteada-. Ojalá toda la película tuviese el nivel de estos dos momentos estelares. Pero se trata de una película para disfrutar sin más seas o no aficionado a la Tierra Media. 


El viaje inesperado al que se refiere el título de esta primera parte es el que realiza Bilbo Bolson (un Martin Freeman, que después de lucirse como Dr. Watson en la estupenda serie Sherlock, alcanza la gloria con su interpretación de Bilbo). Mucho tiempo después de que los enanos perdieran su reino subterráneo a manos de un gigantesco dragón, doce enanos dirigidos por el joven rey del pueblo de Durin pretenden reconquistar, con la ayuda de Gandalff, su reino de Erebor, la Montaña Solitaria. En el camino se encontrarán a otros magos, trasgos y orcos. Volverán a visitar Rivendel, el reino de los elfos, y Bilbo se cruzará con Gollum que en un descuido perderá su "tesoro". El mediano lo recogerá desconociendo las consecuencias de este hecho.

La película es brillante sin duda alguna, los escenarios son majestuosos, los movimientos de cámara espectaculares, se han multiplicado los personajes y hay nuevas batallas como la que mantienen dos montañas entre sí o la que ocurre donde habitan los trasgos (espectacular y pirotécnico videojuego de niveles que recuerda a la persecución por los raíles de la mina en Indiana Jones y el Templo Maldito). Pero falla la narrativa, la cohesión de los materiales para elucidar la historia y por supuesto el ritmo. 

La película no sólo se sostiene por la tecnología y la acción. Se apoya en una colección inmejorable de actores que en cuanto el guión se aquieta son capaces de engancharnos a sus emociones. El miedo y la ironía de Gandalff, la pachorra  y la nostalgia de Bilbo, los enfados y contradicciones de Gollum, etc. redondean la función.

Tres formidables seres fantásticos me deja en poso la película. El orco blanco Azog, que aunque en el libro se da por muerto, la película lo recupera como un malvado permanentemente al acecho de los enanos. En todo su esplendor aparece Gollum, cuyas escenas poseen un virtuosismo asombroso. Y por supuesto el dragón Smaug, cuyos atisbos al principio y final de la cinta nos prometen futuros prodigios y goces. 

Como curiosidad aquí, nos decubren cinco cambios entre el libro y la película.

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