jueves, 17 de mayo de 2012

Vidas Difíciles. Jim Thompson - David Goodis - Chester Himes

de James Sallis





No caeré en comentar puntillosamente un libro que comenta espléndidamente la vida y obra de estos tres grandes escritores. James Sallis es autor de la serie de novelas con el detective Lew Griffin y otras entre las que está Drive, recientemente llevada al cine. Escribió estos ensayos sobre autores de novela negra norteamericana con un estilo muy preciso y utilizando las mejores fuentes biográficas del momento. Cualquier comentario sería una redundancia.





"La descripción que hace André Gide de las historias de detectives como ´una fórmula en la cual cada personaje intenta burlar a los demás y la verdad aparece poco a poco a través de la niebla del engaño´, todavía me parece la que mejor  define tanto el atractivo de estas narraciones en su estructura más profunda, como el modo en que vivimos nuestras vidas: confundidos por los sentidos y la memoria, perplejos ante nuestra noción de las cosas y la ajena." p. 9

"En mi opinión estas narraciones poco tenían que ver con la solución de un crimen concreto ni con el restablecimiento de un orden moral. De hecho, rara vez estos crímenes se resolvían -en las mejores, se comprendían los motivos; en las menos buenas, se hacían pagar-, y gran parte de su fuerza provenía del reconocimiento de que no existe el orden moral a excepción del que cada hombre ha creado para sí mismo. Al igual que el arte más noble, estas narraciones se esforzaban por mostrar las mentiras que la sociedad nos cuenta y las que  nos decimos a nosotros mismos. Abrían el aseado y bien iluminado cadáver de América y exponían su corazón podrido a la luz del sol". p. 10



JIM THOMPSON
“Incansable, incorregible, más allá de la redención: este es el mundo de Jim Thompson. La sexualidad es sinónimo de violencia, a veces implícita, a veces más manifiesta; matrimonios grotescos que empiezan con alcoholismo y huida, y acaban en asesinato; impelidos a ello, unos personajes dan vueltas en torno de los otros y se acechan sin saber por qué. Rarísimas veces un escritor americano y tan decididamente comercial ha producido una visión tan desolada y merecedora de rechazo. Uno introduce una moneda en esta máquina de ver imágenes y, tras ajustar sus ojos al visor, se encuentra mirando al abismo."  P.37

"Tal vez  el don más preciado de Thompson sea su capacidad para atraer al lector a la cueva  de la conciencia de su narrador y protagonista. Con pleno conocimiento de que los horrores de la psique individual se arraigan en los horrores metódicos del Estado, la Iglesia y la familia, el oído siempre atento a “la terrible voz de la justificación”, Thompson lleva al lector a identificarse con sus monstruos, a reconocerlos y casi a simpatizar con ellos, con su desamparada y maltrecha inocencia." p. 39

En El asesino dentro de mí aparecen las características propias de Thompson, el brillo excéntrico de sus personajes (Lou Ford devora volúmenes de psicopatología y resuelve problemas aritméticos para relajarse)  y el distanciamiento de la sociedad; aunque  "el auténtico distanciamiento de Lou Ford es de sí mismo, y Thompson destaca, con cuidado y profundidad considerables, las contradicciones y correspondencias del ayudante del sheriff: la ira gratuita de Lou contra una pareja de vagabundos y, unas páginas más adelante, el trato amable a los borrachos de fin de semana y el paciente control de un preso violento; la liberación implícita en la paliza que le propinan a Joyce Lakeland, y la falta de humanidad y la sumisión en su vínculo con Amy Stanton. Como hojas en una campana de cristal vacío, los dos Lou Ford se repelen mutuamente, y cuanto mayor es la carga eléctrica, mayor es también la oposición.  La inmolación constituye el único final posible: hay que dejar entrar el aire en la campana." P. 60


GOODIS
“En una obra como El anochecer, prosigue O´Brien, ´Goodis crea una atmósfera en la que todo –el pesado calor de una noche de verano, una caja metálica de acuarelas estrellándose contra el suelo, la espiral de la escalera en la que se oyen por casualidad las palabras de la traición, las montañas hacia las que huye el protagonista– es simultáneamente simbólico y profunda y acusadamente literal´.

Es el hiperrealismo al límite: de la bebida, de la fiebre, de la locura. Y, claro está, existe una cualidad directamente alucinógena en ciertas frases de Goodis: “La estancia vacía le devolvía la mirada”, o “entró tan tranquilo y se sentó”, en el diálogo de Parry con el fallecido Fellsinger en Senda Tenebrosa o en el diálogo de Vanning con su espejo en Anochecer. O en el final de Descenso a los infiernos (un psiquiatra lo denominaría disociación)
"Entonces oyó el sonido. Era cálido y dulce y procedía de un piano. Buen piano, pensó. ¿quién tocará?Abrió los ojos. Vio cómo sus dedos acariciaban el teclado." p. 81

CHESTER HIMES

De Chester Himes “admiré su voz singular, la exacta economía de las imágenes y descripciones, la extravagante adecuación de sus caracterizaciones y la velocidad que imprimía a sus relatos, la limpia fuerza de su imaginación.  Pero tal vez halla admirado más  la creación de un mundo propio en estas novelas, no Harlem sino una respuesta a  Harlem . “Saqué el argumento de la mente secreta del negro americano”,dijo Himes." p.108

"En las primeras novelas  se resolvían algunos crímenes concretos, bien que casi por casualidad, pero hay un movimiento progresivo hacia la concentración en la propia escena, en Harlem como símbolo y  en el uso de la estructura del guión como vehículo para retratar  personajes y sociedad. Mientras se produce ese movimiento , proliferan acontecimientos  absurdos, grotescos  e incomprensibles. Los libros terminan con más desorden  y confusión que al comienzo." p.112
"Hay un párrafo en el segundo tomo de su autobiografía, El absurdo de mi vida, que ahora me parece especialmente representativo de su obra. Se trata de la descripción de “un cuadro  que había visto cuando era joven con unos soldados negros vestidos con el uniforme del ejército de la Unión, a cuatro patas y mordiendo furiosamente a los perros que los rebeldes sureños habían azuzado contra ellos, hincando los dientes blancos y peligrosos en el cuello de los canes mientras estos aullaban en vano”.  La terrible ambivalencia del lugar que el negro  ocupa en la sociedad, la amargura y la paradójica rabia de Himes, los elementos de violencia gráfica y de ópera bufa, el “mensaje“ contradictorio, enigmático y finalmente irreductible, la claridad de la escena: la pintura en una imagen especular virtual de su obra.”. p. 117

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